·       Y el silencio llenará tus oídos de paz y plenitud, humano. Hoy has venido  a los Ibones de Anayet  acompañado de tu soledad. Esa a la que tanto teméis…
·       Maese Viento, yo nunca estoy sólo, siempre te encuentro cuando te busco…, escuchándote en mi interior.
·       Entonces, quieres  oír a los Ibones preñados de reflejos, no es cuestión de pensar, sólo de sentir.
·       Siempre quiero, Maese, por eso he venido.
·       Pues sabrás que esto no era así hace tiempo, el pico Anayet era bastante más grande…
·       Maese, así que me vas a hablar del Anayet…
·       No exactamente, humano.
·       No te entiendo Maese,  una vez más, qué me quieres decir…
·       Calla, humano, si hablas no escuchas. Te contaré la historia de Culibillas, la hija de Anayet. Que habitó estos lugares en otro tiempo…

 

La historia de Culibillas. La hija de Anayet.

 

 

«Humano  que crees conocerme, que crees saber quién soy,…pero no lo sabes,…no tienes ni idea.
Crees que Yo soy quien silva en la reja de tu ventana, quien roza tus cabellos, quien te corta  la cara en la fría mañana,…el viento.
No, crees erróneamente, estás equivocado, Yo soy mucho más, mucho más que el simple viento.
Soy aquel que seca tus lágrimas…, cuando te afliges,
soy aquel que sostiene tus risas…, y las lleva a otros oídos,
soy aquel que te arranca los suspiros,… cuando sueñas.
Pues todo lo sé de ti, en tu sangre viajo y en tus células, habito, …silenciosamente, sigilosamente, sin que lo sepas.
Siempre he estado desde el principio en Madre Tierra, y conozco a cada uno de vosotros…
Y de todo lo que ocurre soy testigo,…humano, escucha, si quieres escuchar, pues tienes oídos y no sabes dónde están, mira, si puedes ver, pues tienes ojos y en tu cara no se hallan…
Acércate conmigo, y serás testigo de lo que ocurrió hace mucho tiempo en esas tierras de lo que  llamáis Formigal, mucho antes de que la historia humana se escribiera, tal y cómo la creéis conocer…

La noche era clara, las estrellas brillaban en lo alto, el silencio llenaba la llanura, Luna  miraba pletórica en lo alto del firmamento, llena y plateada, conocedora de que algo extraordinario iba a ocurrir…

De repente, un unicornio blanco apareció, y descendió  junto al Ibón encaminándose hacia la cabaña, empezó a llover del cielo partículas, eran plateadas, muy finas, parecían de nieve, pero no lo eran, provenían de luna,…de repente un llanto quebró el silencio de la noche, un llanto fuerte, un llanto vital, el de un recién nacido.
De la cabaña salió un hombre, en sus brazos llevaba al recién nacido, era una niña, hermosa, sana, de pelo rubio, el hombre la elevó sobre sus hombros, mientras las partículas de Luna la tocaban, la acariciaban…,  entonces el Unicornio se acercó y se puso a lamer la sangre de la piel del bebé…»

space_unicorn_by_spiegirl

Culibillas era una niña especial, diferente, su rostro plácido radiaba de su mirada comprensiva  y  su voz era fresca, como el rumor de un arroyo de montaña. Ella era la hija de Anayet y de Arafita, su padre, el señor de las montañas de ese rincón del Pirineo, no era un hombre rico, no poseía grandes cosas, pero  no necesitaba más, el amor por su esposa y su hija le llenaba  y era muy querido por los miembros de la comunidad a la que dirigía.

No eran tiempos fáciles, tras la muerte de Las Tres Sorores, el dolor y la destrucción se había adueñado de los humanos en  las montañas, que vivían en conflicto continuo y no existía la paz, se formaron comunidades   para defenderse del ataque de los señores de la guerra, los que dominaban y llenaban las tierras de hambre y muertos, los mismos que os gobiernan  ahora disfrazados en otros roles…, sois necios los humanos, y siempre lo seréis.

Olivier, el genio maligno que destruyó a las Tres Sorores, se perpetuó entre los humanos, con sus enseñanzas de codicia y odio, se encargaba de dirigir a los humanos disfrazándose  y cambiando de forma continuamente, regiendo el destino de los humanos en su reino continuo de conflicto y dolor…

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Culibillas  tenía una sensibilidad especial que le hacía entender a todos los seres vivos de la montaña, especialmente los más pequeños. Su padre era sabedor de que no era una niña como todas las demás, y que Luna, madre de todos los seres mágicos, la había ungido al nacer…

La vida pasaba apaciblemente desde hacía años, pues Balaitous el señor de la guerra de aquel rincón de las montañas, aceptaba tributos de la comunidad de Anayet, a cambio de no usar la fuerza, pues su caballería no tenía competencia en ningún lugar cercano.

Un buen día estaba Culibillas observando a las hormigas blancas, pues eran sus seres favoritos, de repente escuchó una voz que le hablaba…

Miró en todas las direcciones, y no veía a nadie…

  • Culibillas, hija de Madre Luna, Culibillas, mira con tu corazón y no con tus ojos…

Culibillas se sonrió, y se agachó aún más hasta tumbarse en el suelo…

  • Pero si es una hormiga que habla, qué alegría, escucharte, querida amiguita…,¿quién sois?, pues sabéis mi nombre.

  • Yo soy Farmica la reina de las hormigas blancas, yo velo por su seguridad, las aconsejo y guío pues son todas hijas mías…

  • ¡Todas hijas tuyas!, pues mucho trabajo tienes, con tanta hija. Mi madre dice que voy a acabar con ella y eso que soy única. Dijo riendo Culibillas con sus dientes blancos.

  • Pues más hijas tiene Madre Luna, ella cuida de todos los seres mágicos, los humanos no podéis verlos, normalmente. Pero hay personas que si pueden hacerlo, por eso me estás viendo ahora mismo…, Culibillas tienes un Don, y un día tendrás que usarlo…

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Desde aquel día, Culibillas y Farmica se hicieron amigas, e iba siempre que podía al encuentro de   Farmica , que con su sabiduría le iba enseñando muchas cosas, le contó que ellas  llamaban Formigal a su hogar  y que las hormigas blancas cuidaban de la blancura de las nieves de las cumbres, y para ello en las noches de Luna llena recorrían la nieve buscando sustento y manteniendo limpias las montañas…»