• “ Maese Viento, no sé qué me vas a contar hoy, pero te has olvidado de mi Náyade, la dejaste abandonada en su tristeza…

  • La tristeza es tan bella como la alegría, humano, son las dos caras de la misma moneda, para reír antes tienes que aprender a llorar. El llanto es lo primero que hacéis al venir a este mundo, y es lo último que oís cuando os marcháis de él…

  • Vale, Maese, no te enrolles tanto, déjame de tristezas, hoy no toca, cuéntame el final, y por una vez quiero que sea feliz…

    El sueño de Mirfak, la náyade de Aigüestortes.(Segunda parte)

  • Nada más…,

                 rueda…,

                        nada más,

                           sobre su piel,

                                       abajo cae,

                                                compungida,

                                                                         nada más…,

                                                                                 una lágrima….,

                                                                                     sólo esperar,

                                                                                                   nada más…,

                                                                                        otra más,

                                                                                            cae,

                                                                                 tierra oscura,

                                                                                                  cielo negro,

                                                                   mundo infame…,

                                                                          dentro de una jaula,

                                                             estar y no estar,

                                                     en soledad…,

                                                        cielo roto…,

                                                tierra partida…,

                                                          en soledad…,

                                                                   abajo fluyen…,

                                                                          en soledad…,

                                                                                   abajo caen…,

                                                                                          llenas de dolor,

                                                                                    una tras otra;

                                                                                                 sus lágrimas,

                                                                                             … sin parar.

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    Y sus ojos persiguen desde su jaula la silueta de su madre Luna, ha estado llamándola, pero la magia de la Bruja Negra es poderosa, y Luna no es capaz de ver ni oír a través del cieno.

     Y sus lágrimas caen toda la noche sin cesar, y sus ojos rotos reflejan la luna en su  descenso  hacia el amanecer para su inevitable fin…

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    El oscuro de la noche se va rompiendo, y el sol empieza a insinuarse en el horizonte, de repente sus ojos se secan, y su mirada se ilumina con el sol…

    Y una sonrisa aflora en los labios de Mirfak, cálida, hermosa, dulce y llena de esperanza…

    • Ya amaneció… Aquí estoy, linda náyade…, quiero toda tu tristeza para mí, ¿Ya no lloras?, eso está muy mal…, no importa, tienes toda la eternidad para hacerlo…

    • Así es negra bruja, ya no lloro, ni lo volveré hacer para ti…

    • Ya veremos, venga dime…, que tengo otros seres afligidos esperando…

    • Pues decías, ¿qué es lo que aún no ha sido, pero debe de ser y que cuando lo sea, ya no lo será…?

    ¡el día de mañana!, ¡sin duda!. Pues siempre debe de ser, pero cuándo  ya es, dejó de ser mañana,…es hoy.

    • Nooooooo,¡maldita seas!, maldita náyade…

    Y la Bruja Negra entre alaridos desapareció entre el lodo tal como había aparecido, y la jaula de cieno se deshizo sinuosamente dejando libre a Mirfak.

     El brillo del sol había tocado la frente de Mirfak a través de la jaula, y le había aclarado su mente, la noche quedó atrás con sus tinieblas y el sol le sonreía en lo alto, el agua se aclaraba rápidamente con la mirada  de náyade feliz, estaba claro, nunca dejaría de sonreír, la felicidad es más fuerte que la tristeza…, si eres consciente de ella, ahora estaba empezando a entender a Madre Luna…

    El río desapareció en un gran mar en  poco tiempo, no había probado el agua salada, le gustaba más la dulce, pero seguiría adelante.

    Buscaría delfines, seguro que ellos le llevarían hasta Leucosia, los delfines siempre han sido los mejores amigos de sirenas y náyades, y eso hizo, una bandada de delfines le acompañó entre risas, y carcajadas, hasta el arrecife de coral donde vivía Leucosia.

    Leucosia era la sirena más  elegante y disipada del Mediterráneo, todo el día estaba de celebración en celebración, riéndose con los peces de todo, hasta de la sombra de la oscuridad…

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    Mirfak se quedó petrificada al ver el collar que colgaba de su cuello, parecían pequeñas estrellas fugaces…, el Tritón Cano tenía razón, ella las tenía…

    • ¡Anda, pero si es una dulce náyade!. A ti no te conozco, seguro que no eres de río, yo diría que eres de lago, más bien.

    • Ohhh, y como los sabes…

    • Es que he visto a muchas, me relaciono bien, es la clave para pasárselo genial.

    • Me llamo Mirfak, y vengo de un sitio de Estanys entre las montañas, vengo buscando…estrellas fugaces. ¡Qué llevas en el cuello!, ¿no son estrellas caídas?.

    • Estrellas…,mi collar. ¿Estrellas?

    Y a Leucosia le dio un ataque de risa;

    • ¡Qué ingeniosa!, ¡estrellas mi collar!, y no podía parar de reír…

    Mirfak la miraba con sorpresa, con los ojos muy abiertos, no entendía nada.

    • Perdona, prima, perdona. Es que son perlas, me parece increíble que no las haya visto nunca, es que no sales de tus montañas…, hay que viajar de vez en cuando.

    • Entonces, no son estrellas fugaces… Relataba entre dientes Mirfak; Tritón Cano estaba equivocado…

    • Mira, no sé para qué quieres una estrella fugaz, las perlas no tienen nada de estrellas, tócalas, brillan…, pero son frías y nacen en el mar…

    • Entonces,¿ no existen las estrellas fugaces caídas al mar…?

    • Pues no, querida. Pero las anguilas me han contado que en áfrica hay unos animales de gran nariz, que pueden alcanzar las estrellas fugaces y cogerlas…, podrías ir a visitar a la Náyade Menfis, está en el río largo, en el Nilo. Dile que vienes de mi parte, es un poco seria, está todo el día con sus meditaciones y cosas de esas…, pero te atenderá bien, seguro.

    Mirfak estaba muy decepcionada, las perlas no eran estrellas, pero seguía en su empeño de conseguir su estrella, y que no fuera fugaz…

    Buscó de nuevo a sus amigos delfines, y ellos le llevaron por todo el Mediterráneo hasta la desembocadura del Nilo, allí se despidió de ellos, y siguió su camino, cruzó las aguas turbias plagados de caimanes, que le miraban al pasar, sabía que no le atacarían, los animales cuidan de las náyades, igual que éstas cuidan de ellos…

    Una gran y anciana perca le indicó dónde encontrar a Menfis, en una gran cueva tenía su hogar, donde las estalactitas  sonaban en silencio con los destellos de agua.

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    Menfis estaba allí en silencio, disfrutando de la soledad de una gota de agua que caía del techo, con su mirada fija parecía no percatarse de nada, así que Mirfak entró silenciosamente en la cueva…

    • ¿Ya has llegado?, Mirfak. Lo que buscas no sé si lo encontrarás, querida prima, al menos en la tierra… Le dijo Menfis sin mirarla, pendiente de su gota de agua.

    • ¿Y cómo sabes mi nombre, ¿ cómo sabes tanto de mí?, si acabo de llegar.

    • La gota de agua me lo dijo. No puedes sospechar, lo que sabe una gota de agua…, y ni te imaginas, lo que sabe un océano, es cuestión de escuchar, querida.

    Mirfak estaba con la boca abierta, mirando a Menfis, sin saber qué decir…

    • Lo de la leyenda de los Elefantes, es una leyenda, es un animal prodigioso de nariz larga, pero no tan larga como para coger estrellas…

    • Así que, ese animal, el elefante…, no coge estrellas.

    • Nunca los he visto, querida. Pero nadie puede coger estrellas, aunque me han contado que a ambos lados de la nariz tiene como unas estelas blancas que brillan en la noche…

    • Pues yo quiero verlos, Menfis. Necesito encontrar mi estrella, y llegaré hasta el final…

    • Pues son muchas las dificultades, querida. Tendrás que subir las seis cascadas del Nilo, y cuando el gran río de divida en dos, deberás seguir por dónde el agua esté más azul, hasta la cascada de Tis Isat, donde una cortina humeante envuelve todo, y te cubre los ojos de niebla…, allí están, tus elefantes.

    Mirfak después de todo lo que había pasado, quería ver esos animales con sus ojos, y si tenían estelas de estrella cerca de su nariz…

    Durante muchos días remontó el Nilo, y en cada cascada tenía que salir y dar un rodeo por el desierto, su avance era penoso, nunca había visto un desierto, la ausencia de agua era incomprensible para ella.

    Ascendió una a una, las seis cascadas y en cada una de ellas, se dañó su piel con las quemaduras del sol al salir del agua, por fin llegó a la bifurcación del río, y siguió a la izquierda, donde el agua era más azul…

    Unos cuántos días más de marcha, y allí estaba, las cataratas de Tis Isat, el agua humeante creaba una niebla que lo cubría todo, de repente…, en la niebla, vio grandes  sombras que andaban en fila , una tras otra…,el corazón se le iba a salir del pecho.

    Eran los elefantes, unos animales enormes, de enormes orejas, enorme nariz y con dos estelas blancas a ambos lados de la nariz…

    • Señor elefante, señor elefante. Dijo Mirfak al primero de la fila, que se volvió a mirar.

    • Anda, una náyade. Y no eres Polixo, por lo que veo. Qué quieres, dulce criatura…

    • Me han contado que podéis coger las estrellas fugaces con vuestra nariz, ¿Y qué tenéis a ambos lados de la cara, que parece una estela de estrella?

    • ¿Coger estrellas?…¡Qué absurdo!. Por supuesto que no, y esto son colmillos para defenderme, nada de estrellas, ni estelas, ni nada parecido…

    La mirada de Mirfak se apagó, había viajado muy lejos y no había conseguido su estrella. Se despidió de los elefantes y empezó la vuelta, pues ya estaba deseando ver sus Estanys, sus arroyos y todo lo que tenía, que no había apreciado…

    Ya estaba volviendo, con la ansiedad del regreso cuando en la tercera cascada del Nilo tuvo que dar un rodeo muy grande, había bajado mucho el nivel del agua y no podía saltar. El sol calentaba más que nunca, y empezó a sentirse mal por el calor, iba avanzando en el desierto, pero no encontraba de nuevo el río…, se había perdido.

    En su desesperación  se desorientó, y cada vez se adentraba más y más en el desierto, su piel se iba resecando cada vez más, y sus fuerzas le iban abandonando, sus ojos vidriosos buscaban el agua salvadora, sin resultado…

    Estuvo varios días por el desierto, hasta que sus fuerzas le abandonaron y comprendió que iba a morir…

    El sol implacable iba cayendo en el horizonte y con él se iban las últimas fuerzas de Mirfak…, sabía que en breve aparecería en el horizonte Madre Luna y sacó fuerzas de flaqueza gritando con su último aliento;

    ¡Madre!, ¡Madre!….¡Madre Luna!.

    Os he desobedecido, ahora me doy cuenta de todo, teníais razón.

    ¡Madre!, ¡Madre Luna!, me muero…,me muero.

    ¡Madre!, ¡Madre!…encontré mi estrella…, ya la encontré.

    No hay mayor estrella, más  cálida y brillante que…,

    que la que calienta y palpita  dentro de mi pecho…, ahora lo sé,…ahora la siento,…siempre estuvo allí.

    Y Luna ya estaba en lo alto, viendo a su hija morir…, no podía soportarlo, no quería que le ocurriera como a la Anjana Branca…

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    Así que tomó polvo de estrellas y los vertió sobre la cabeza de Mirfak, que cayó  en un suave letargo…

     Y al abrir los ojos, todo estaba oscuro, asustada miró a su alrededor, y cuando su vista se fue acostumbrando, empezó a ver muchas estrellas, y su cuerpo… ¡no estaba!, no tenía cuerpo, ella era una estrella en el firmamento del cielo.

    Y así es ,humanos, que  Luna transformó a Mirfak en la estrella más brillante de la constelación de Perseo, y la ubicó junto a sus primas las pléyades.

    Y así es, humanos, que desde allí cuida con su  luz todos los animales y seres de Aigüestortes, pues desde el cielo manda su brillo y su calor…

    Y así es,humanos, que una vez al año, cada 12 de agosto, lo que véis en el firmamento no son lágrimas, no son las lágrimas de San Lorenzo, es la sonrisa de Mirfak, que con sus destellos os brinda la más hermosa lluvia, …de estrellas fugaces.

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