EL ENANO DE GREDOS. Capítulo IV. Don Martín Dávila.
Martín salió huyendo con el cuerpo de Isabel abrazado, realmente no sé que pretendía, quizá quería protegerla después de muerta, de aquellos que tanto daño le habían hecho daño, quizá fue por sentirse culpable de su muerte al no llegar a tiempo, esta vez no fui capaz de leer sus pensamientos, el dolor os hace a los humanos tan impredecibles…
Trataron de darle caza, Don Gonzalo con su séquito y la santa hermandad salieron tras él, siguiendo sus huellas en la nieve. Don Álvaro acusó a Martín de ser el asesino de Isabel, podría sacar provecho de la situación tan desastrosa para su economía.
Rastreando con perros fueron persiguiéndolo, pero me he encargado de borrar su rastro con una ventisca de nieve y hielo.
Martín es el mejor conocedor de Gredos, va a ser difícil que lo encuentren, ha llegado a la gran laguna, es un sitio muy recóndito, no sabe que le persiguen, pero tampoco parece que le importe, está ciego de dolor…
Ha ido al sitio que mejor conoce, la laguna grande que hay a los pies de la gran montaña, la de Almanzor. Está todo nevado y helado, es un cadáver andante, con una muñeca en sus brazos, mira alrededor, con sus ojos arrasados, la ha dejado sobre la nieve con mucha dulzura, como si pudiera romperse en mil trozos, escarba en la nieve… y encuentra debajo una flor, la pone entre sus manos, la noche será larga…y el día aún más.
Llorará sin cesar, la tiene abrazada, agua de hielo en la gélida laguna. Yo he silenciado mi voz sobre la nieve, Martín no me escuchará…
Creo que se va a dejar morir, de frío, de dolor, de duelo…, ahí lleva varios días, la nieve casi les cubre a los dos.
Espera, se mueve, se ha levantado y mira alrededor como si no supiera dónde está, seguirá viviendo…, al menos en apariencia, ha dejado a Isabel enterrada en la nieve junto a la laguna y se ha sentado en una roca con la mirada perdida.
Cuando la nieve retroceda le hará una tumba junto a la laguna, pero él sigue regando la nieve con sus lágrimas…
“ La nieve cae en la laguna y me cubre sin tregua.
El hielo congela la montaña y toda
mi alma…
Isabel, porqué Isabel, en tu tumba de hielo y yo en la mía de piel.
El sol no calienta en la lápida que oprime mi pecho.
La niebla cubre las cumbres, mis ojos y mi razón.
Isabel, mi vida Isabel, en tu fosa de nieve y yo en la mía de hiel…
El viento helado gime triste entre las rocas, y en mis oídos.
La luna fría asoma blanca entre los riscos, e hiela mis manos.
Isabel, mi niña Isabel, de hielo será tu losa de lágrimas será la mía…
Los arroyos helados son cristales de hielo en mis venas.
Los bosques tan vacíos de vida en mi cuerpo.
Isabel, para siempre Isabel, en tu sepulcro de cristal, y yo en el mío de piel…”
Martín ya no es humano, es un espectro, desde hace meses deambula por las montañas sin rumbo fijo, pero todos los días antes de amanecer aparece junto a la laguna y llora en la tumba de su amada. Luego se sube a un risco, a uno de los más altos y contempla el infinito con la mirada perdida.
Creo que espera que yo le empuje, no lo haré…
“ Muere el amanecer con el canto del mirlo muere en charco ocre muere en propia sangre.
Y la humedad de su dolor roza indescriptiblemente la punta de mis dedos también ya muertos.
Muere sobre mis ojos cegándome en ríos muere entre mis brazos tan siempre vacíos.
Y cada día muero con los primeros rayos, y cada día siento como huye mi aliento.
Muere gimiendo silencio con palabras de rocío, muere silbando aromas con pesares de carcoma.
Y cada día muero aunque no quiero, y cada nuevo día espero aunque no creo, que alguna mañana, ya no sea muerte…”
Hoy Martín se ha acercado a un pueblo, lo hace con frecuencia últimamente, creo que a veces piensa en volver, no sabe que han puesto precio a su cabeza y que su casa y todos sus bienes se los repartieron entre Don Álvaro y Don Gonzalo, han hecho un buen negocio del suicidio de Isabel.
Pero hay algo que le retiene en la montaña, y rehúye de cualquier contacto con cualquier ser de su especie, yo le hablo con frecuencia, pero no me escucha.
Está escondido entre unos matorrales viendo a dos niños jugar junto al río, viene con mucha fuerza por el deshielo, disfruta viendo a los niños, pero… cuidado, un pequeño resbala y se cae a la fuerte corriente…
Martín sale corriendo y sin dudar se lanza al agua, llega hasta el niño, lo abraza y lo envuelve con su cuerpo para protegerlo de las rocas, se está golpeando con ellas…ha conseguido agarrarse a una y ha sacado al niño a salvo fuera del agua… pero él se escurre y sigue corriente abajo golpeándose y golpeándose contra todo, se está destrozando todo el cuerpo…mucho más abajo en un recodo del río, ha quedado tumbado en la orilla… creo que éste será su final.