Cruzando los dominios de Maese Viento, en la Patagonia. 4. En las tierras de Chile. Mapundungün Painé. Las Torres del Paine.

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“Y el chamán entró en trance tras tomar su brebaje de hierbas y hongos, empezó a convulsionar y se le pusieron los ojos en blanco luego vomitó y cayó hacia atrás en su lecho de pieles. Su respiración empezó a aumentar y entre gemidos gritó- Mapundungün Painé, mapundungün Painé-  suspiró y siguió con sus contracciones de su cuerpo,se levantó repentinamente y gritó – ¡Elal!, ¡Elal!, mapundungún Painé-, luego volvió a respirar rápidamente y tras un largo suspiro cayó de nuevo hacia atrás.
La tribu  Aonikent estaba congregada alrededor del chamán, se habían reunido buscando una  futura salida  ante el avance de los colonos chilenos que le estaban usurpando sus territorios de caza…”

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14 de febrero de 2025.

Y bajo el monumento a Maese Viento estoy, el atardecer se acerca, el agua marina me  relata en pequeñas olas inquietantes historias del pasado  con su vocecita monótona pero líquida.

Sentado en un banco mirando las montañas que imponentes se sumergen en el mar, he dicho sumergen, estoy en Puerto Natales, Chile.

Puerto Natales es un puerto de mar que tiene la peculiaridad que parece un lago, están las montañas  de frente  y para llegar al mar abierto hay que cruzar unos fiordos a la inversa  que  los noruegos, las montañas están delante nuestra, dentro del mar y el llano detrás, no hay mar que se vea, pero si los grandes barcos con contenedores.

Maese Viento, digno de su monumento, sopla, he bajado hasta el puerto de la localidad chilena de  Puerto Natales, con Diego Levene, el otro Diego y  Javi, paseamos distraídos por el paseo marítimo, apenas ya un recuerdo el viaje desde El Calafate que nos trajo aquí para el que tuvimos que cruzar  la frontera de Argentina con Chile.

Viaje que se hizo a través de la estepa patagónica, con las montañas del parque Nacional de las Torres del Paine al fondo a nuestra derecha marcando el destino que nos sucederá mañana.

La estepa seca y desértica está dominada por la voz de Maese Viento que no se aplaca en ningún momento, Martin el conductor de nuestro vehículo me cuenta que ahora en verano es cuando sopla más fuerte, y me lo dijo en una zona de descanso junto a una gasolinera que le faltaba medio techo y los paneles de los surtidores…

El viaje es de cuatro horas y 268 Km, cruzando la frontera entre los dos países, que te llama la atención que los argentinos no se han molestado en asfaltar la carretera hasta la frontera de Chile, los Chilenos sí  lo hicieron. Paramos a enseñar nuestros pasaportes en la frontera argentina ante la voz rotunda de Maese Viento…

 

 

 

 Y los Chilenos en el Paso Don Guillermo, que es como se llama la frontera, no se molestan en mirar la declaración jurada de que no llevas nada vegetal o animal en el equipaje, un cuestionario que genera un código QR al darle al “enter” en tu móvil, que el funcionario mira de reojo mientras pasa los equipajes de mano por un escáner, y eso después tras guardar cola en la ventanilla de la frontera para  generar un documento de entrada que si lo pierdes no puedes volver a salir, ¡Nunca!

Llegamos a Puerto Natales y nos alojamos en un hostal, allí me despido de Martin, el conductor que nos trajo en el minibus, hoy me ha tocado una habitación triple junto con Rober y Quim de Tarragona.

Pero ahora estamos en los restos de un embarcadero que se adentra en el mar, mojados de la melancolía del tiempo que se bate y se exprime contra los troncos que lentamente se pudren entre la salitre de las olas del mar, mañana iremos al parque nacional de las Torres del Paine. La octava maravilla del mundo.

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“Organizados en bandas de cazadores-recolectores, los Aónikenk o Tehuelches del sur, eran una sociedad  igualitaria que se desplazaba a pie por los extensos territorios situados entre el río Santa Cruz y el Estrecho de Magallanes en busca de guanacos, ñandúes y otros animales comestibles. Con un detallado conocimiento del territorio, frecuentaban sitios en donde se concentraba la caza y establecían periódicamente sus campamentos (aike) en aquellos lugares.
Pero su forma de vida estaba en peligro y Kaukel, el protector, el jefe de la tribu había decidido recurrir a Elal, creía que Elal les libraría de sus enemigos.
Le dieron agua al chamán  que se fue recuperando poco a poco, y Kaukel  ordenó a la tribu a salir del toldo en la que estaban refugiados- tengo que hablar con el chamán, a solas- les dijo.
El chamán y Kaukel se sentaron uno enfrente del otro.
  • ¿Y entonces he dicho algo?. Le preguntó el chamán a Kaukel, ya sabes que el espíritu de Kooch me posee y yo no recuerdo nada.
  • Has dicho mapundungün painé. Por tres veces.
  • Celeste, entonces.
  • Pero qué celeste, el del cielo, el del mar. Cuál puede ser, chamán.
  • La leyenda habla de tres hermanas que traerán al rey Elal. Si he dicho celeste, solo puede ser un lugar.
  • Painé, las montañas Painé. Sobre el lago celeste. Allí es sin duda.
  • Y a quién vas a enviar hasta allí a buscar a Elal, será muy peligroso.
  • He decidido que irán Golheth que tiene la fuerza del jaguar y Yatel que tiene la resistencia de la roca.
  • Pues en sus manos está nuestro futuro, si no encuentran a Elal, será nuestro fin…”

 15 de Febrero de 2025.

 

“¡Elal!, mapundungún Painé-“
Y  cuentan los antiguos Tehuelches que en el inicio de los  tiempos sólo existía Kooch, el espíritu supremo  único, que entre las tinieblas sentía su soledad en silencio pues nada había salvo él y las tinieblas. Pero esa soledad le fue inundando el ánimo y comenzó a llorar desconsolado por incontable tiempo y cuando abrió sus ojos descubrió que sus lágrimas habían creado el Mar y le llamó Arrok,  y de la sorpresa exhaló un gran suspiro que separó el mar de la tierra y le llamó Xoshem, el viento, pero cuando sintió que no podía ver su creación creó el sol para que alumbrara los días y le llamó Xaleshen, y para las noches formó la Luna llamándole Kéenquenkon.
Kooch había creado así la Patagonia y los océanos, uno en el naciente y el otro al poniente. En éste último creó una isla en la que habitaron gigantes y otras criaturas, como los animales-hombres. Uno de esos gigantes, Nosithej, secuestró a la mujer-ratón y en ella engendró a Elal. Al descubrir el embarazo, Nosithej furioso asesinó a la mujer con la intención de devorar al feto, pero en ese momento la tierra rugió, y Nosithej quedó desorientado. Aprovechando el instante de sobresalto Terrguer, la ratona de campo que era su abuela, rescató a la criatura y la escondió en su cueva, salvándole así la vida.
Elal comenzó a crecer muy rápido y pronto se convirtió en un ser de gran fortaleza física, que desafió a su padre al que terminó matando, liberando así a todos los animales-hombre de la tiranía de los gigantes. Tras ello Elal debió abandonar la isla, lo cual hizo volando montado en su amigo Kóokne, el cisne…”

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Maese Viento ha estado gritando toda la noche, su voz ha bramado con terrible fuerza en las paredes  del hostal  restaurante Alcázar en el que nos alojamos en la tarde anterior, pero para mí ha sido muy interesante, me ha contado la historia de los Tehuelches, los antiguos pobladores de estas tierras, que hemos usurpado.
 Y nos levantamos muy temprano, vienen a recogernos en un autobús dos guías de montaña y nos llevaran hasta el parque Nacional de las Torres del Paine. El viaje dura dos horas de autobús para cubrir una distancia de unos 120 km, y ellos nos dicen que debemos llegar temprano para evitar la masificación que ocurrirá inevitablemente.

En el viaje hay cierta ansiedad por no poder ver las Torres del Paine, la coordinadora estuvo allí hace unos años y no pudo verlas pese a tenerlas frente a ella, al estar tapadas por las  nubes, los pronósticos son inciertos, de todos los tipos, y por la noche pasó una borrasca sobre la zona que trajo mucho viento y agua, pero ya lo he  hablado con Maese Viento, el día será espectacular.
Las Torres de divisan a lo lejos entre las montañas, rodeadas de nubes lenticulares, sobre el lago Lago “Sarmiento de Gamboa”  que nos cuenta Michael Braulio que es guía del viaje junto a Umberto, en estos lagos no hay peces, la luz no traspasa al estar colmatada de minerales y no permite apenas la vida.

 

 

Paramos un momento a ver el lago bajo las montañas en la entrada al parque.

 

 

 

Salimos del centro de Bienvenida del parque de las Torres del Paine sobre las ocho de la mañana, todavía no se ve demasiada gente. Tomamos el sendero que cruzará una llanura hacia el oeste para entrar por el sur a las montañas que protegen la Torres del Paine.

 

 Para llegar hasta el mirador de Las Torres del Paine  tienes que andar durante unos diez kilómetros subiendo por un valle.
Pasamos sobre el  río  Ascencio que desemboca en el lago Nordenskjöld, para girar al norte con la intención de introducirnos en el valle de este río que es donde desagua la Laguna Torres que es nuestro objetivo del día, pues allí se ubica el mirador base  de las Torres del Paine.
Vamos un poco rápidos, me he colocado delante junto al guía, tengo algo de ansiedad pues siento que el día se va a estropear a partir de las tres, tras haber cruzado al río citado, subimos una cuesta con algo de pendiente que estira al grupo, pero nos detenemos junto a un solitario árbol a descansar, y allí decido que no voy a correr más, eso es de cobardes, así que me quedo en la cola del grupo  una vez más, allí donde me siento más a gusto en el silencio, sin el runruneo del ruido de las cabezas que no cesan de pensar, y de hablar…
Subimos hasta un paso en la montaña, llamado paso de los vientos, aunque hoy no sopla Maese en demasía, nos está respetando, como le pedí ayer bajo su monumento.
Bajamos el valle, y nos introducimos en el bosque y tras un rato de marcha llegamos hasta el Refugio Chileno, allí hay mucha gente, paramos a comer algo y a beber, hay una fuente. Pero seguimos en seguida, no podemos parar demasiado o se llenará de gente el mirador y no servirá para nada nuestro madrugón.

Tras el refugio nos encontramos unas tiendas en el bosque, de diseño muy modernista, nos cuentan que valen 120 euros su alquiler, no me parece caro después de lo vivido en Argentina.

Seguimos por el bosque de lengas hasta cruzar el río Ascencio que es el dueño del valle, el camino sigue por el bosque tomando altura paralelo al río hasta que  llegamos a una zona donde hay servicios y una zona de control del parque.

El camino empieza a retorcerse buscando las pedreras del desagüe de la laguna Torres, vamos en fila, el día se ha despejado y se van a ver las Torres en su perfección, apenas puedo contener la emoción, llevo años esperando este día, ver la octava maravilla del mundo.

“-mapundungún Painé”-
El corazón me late más deprisa,  voy a ver el hogar de Elal, era la esperanza de los AoniKenk…, y tras unas rocas, casi sin esperarlo, allí estaban, erigidas en pétreo granito, rascando el cielo que se desploma celestial sobre sus cumbres.

Me revuelvo nervioso, no sé si hacer fotos o seguir para llegar hasta mi -mapundungün Painé-. El celeste  celestial del granito, decido seguir deprisa, y en poco me encuentro con el lago de su color-“ mapundungün Painé”-, el color infinito del que se reflejan las inmensas paredes de las Torres, esperándome, desde el principio del tiempo humano, esperándome a mí, solo para mí.

Suelto la mochila donde se ha reunido el grupo en el que viajo, y me voy con ellos a hacer fotos de este lugar tan maravilloso, me hago fotos con ellos y algunos videos, el lugar se está llenando por momentos de numerosos turistas.

 

Siento que es mi momento, busco el sitio más apartado del ruido humano que lo acapara todo, ignorando la fuente maravillosa de energía y saber que tienen delante de ellos, solo ven fotos y unas montañas sobre un bello lago, no entienden nada, pero es su trabajo, no el mío.
Me siento sobre una roca, lo más cerca de las Torres, sin pasar las cintas de plástico que limitan el perímetro de seguridad del mirador y allí sucede todo…
Silencio, silencio interior…
La gente se agolpa y hablan sin cesar, son como granos de arena, y no como gotas de agua…
Gotas de agua.
La fuerza de las gotas de agua.
Una gota de agua caída del cielo no parece nada, pero dos gotas , tres gotas, cien, mil, un millón, un billón, todas juntas…
Caen
Y se juntan en el hielo.
Forman hielo, enorme.
Que en el tiempo van rompiendo la roca, día a día, mes a mes, año a año.
Y van pulverizando y esculpiendo la roca…
Paredes infinitas labradas con pequeñas gotas de agua, insignificantes cada una de ellas.
El valor de una gota de agua, sola no es nada, pero cuando se unen, su fuerza es infinita.
La gente sigue hablando por el ruido de sus cabezas, son los granos de arena arrancados por las gotas de agua, no entienden nada, absolutamente nada…
  • Y qué no entienden. Humano.
  • Extrañaba no oír tu voz, aunque sé que lo que sentí fue por ti.
  • Y qué no entienden, te repito. Quiero que seas tú quien respondas esta vez, siempre te lo hago yo a ti. Házselo a ellos, aunque no te lean.
  • Que somos energía, Maese. La materia en su interior está formada por moléculas, átomos, electrones, positrones, quarks, la materia que ellos ven es energía. Mucho más que una simple roca, o un simple lago, y ellos son energía más allá de la materia.
  • Así es, humano. Pero que no estén ahora preparados para ver no significa que sean ciegos, tú también lo estuviste durante muchos años, no lo olvides.
  • Es verdad, Maese. Siempre me pones los pies en la tierra…
¡Mapundungün Painé…!
Acabo de despertar, he estado en trance…, delante de mí la tengo, la laguna celeste, celestial, se ha abierto el cielo de nubes empujado por el viento  y el sol le ha dado su color, le ha dado su nombre  a todo, todo lo que me rodea es una historia de granito, agua y viento, en un universo de energía infinita…

Me vuelvo con el grupo con el que viajo, aunque ellos están en otro viaje, en otra dimensión distinta, mucho más ruidosa que la mía… (¿Callarán alguna vez?).
Los guías nos llaman al orden, hay que irse y dejar sitio a la gran fila de turistas que van ascendiendo por la pedrera que da acceso al mirador, en poco tiempo esto se va a convertir en un circo, un circo en el paraíso…

Bajamos por la gran pedrera , la vuelta es por el mismo sitio, hay una gran fila india de turistas que suben ruidosamente por la pedrera, el habla nos permitió a los Seres Humanos crecer como especie, pero ahora parece que es lo que nos limita, se están perdiendo el espectáculo del silencio.

Quedo atrás nuevamente en el grupo, esta vez me acompaña el guía Michael Braulio, me cuenta que tiene un grupo musical llamado Puntales, por la fusión de los nombres de las dos localidades; Puerto Natales y Punta Arenas de donde proceden los componentes del grupo, y cuando cruzamos el bosque por un momento no nos encontramos a nadie y por fin se escuchan los pájaros, el río y el arroyo, parece que él a pesar de su juventud si es capaz de escuchar a Maese Viento, me reconforta hablar con alguien de mi misma realidad.

Y paramos un momento en la zona de los servicios del parque, y estando allí cierran una cadena cortando el camino de la subida. Son las 16:00 horas, me cuentan los guías que está prohibido dormir en el parque y que abajo al principio de la subida la cortan a las 14:00 horas, no te puedes dormir a la hora de subir, pues te quedas sin ver Mapundungün Painé…

Y bajando me doy cuenta de que se ha despejado y hace muchísima calor, se me está haciendo insoportable la vuelta al autobús, era por lo que vi que se estropeaba el gran día de ruta, no era la lluvia anunciada.

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Vamos a llegar tarde a Puerto natales por lo que la coordinadora del viaje decide que vayamos directamente a cenar sushi a La Ruka, un pequeño restaurante en el que apenas podemos entrar, me despido de los guías con algo de pena, Michael es una gran persona.

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«…Dicen los tehuelches que la Patagonia era solo hielo y nieve cuando el cisne la cruzó volando por primera vez. Venía desde más allá del mar, de la isla divina donde Kóoch había creado la vida y donde había nacido Elal, a quién Kóoch cargó sobre el blanco lomo del cisne (para que este lo lleve hasta la cumbre del cerro Chaltén.
Dicen también que detrás del cisne volaron el resto de los pájaros, que los peces los siguieron por el agua y que los animales terrestres cruzaron el océano a bordo de unos y de otros. Así la nueva tierra se pobló de guanacos, de liebres y de zorros; los patos y los flamencos ocuparon las lagunas y los chingolos, los chorlos y los cóndores surcaron por primera vez el desnudo cielo patagónico.
Por eso Elal no estuvo solo durante los tres días y las tres noches que permaneció en la cumbre del Chaltén contemplando el desierto helado que habitaría su estirpe, fueron los pájaros los que le trajeron alimentos y lo cobijaron entre sus plumas suaves.
Cuando Elal comenzó a bajar por la ladera de la montaña le salieron al encuentro Kókeshke y Shie, el frío y la nieve. Los dos hermanos que hasta entonces dominaban la Patagonia lo atacaron furiosos, ayudados por el hielo y por Máip, el viento asesino. Pero Elal ahuyentó a todos golpeando entre sí dos piedras que se agachó a recoger, y ese fue su primer invento: el fuego.
Cuentan que Elal siempre fue sabio, que desde muy chiquito supo cazar animales con el arco y la flecha que el mismo había inventado. Que ahuyentó al mar con sus flechazos para agrandar la tierra, que creó las estaciones, amansó las fieras y ordenó la vida. Y que un día modelando estatuitas de barro, creó los hombres y las mujeres: los tehuelches.
A ellos –los Chónek– les confió los secretos de la caza; les enseñó a diferenciar las huellas de los animales, a seguirles el rastro y a ponerles el señuelo; a fabricar las armas y a encender el fuego. También a fabricar abrigados quillangos, a preparar el cuero para los toldos, hasta dejarlo liso e impermeable y otras muchas, muchísimas cosas que tan solo Elal sabía.
Dicen que un día poco antes del amanecer, reunió a los Chónek (Tehuelches) para despedirse de ellos y darles las últimas instrucciones. Les anunció que se iba, pidió que no le rindieran honores, pero que transmitieran sus enseñanzas a sus hijos, y éstos a los suyos, y aquellos a los propios, para que nunca murieran los secretos de los Tehuelches.
Y cuando el sol ya se asomaba en el horizonte Elal llamó al cisne, su viejo compañero. Se subió a su lomo y le indicó con un gesto el este ardiente. Entonces el cisne se alejó del acantilado, corrió un trecho y levantó vuelo por encima del mar. Inclinándose sobre el ave que lo llevaba, y acariciando su cuello. Elal le pidió al cisne que le avisara cuando estuviera cansado y cuando el cisne se quejaba Elal disparaba una flecha hacia abajo y con cada flechazo surgía en el agua una isla donde el ave se posaba a descansar. Dicen que varias islas se distinguen todavía desde la costa patagónica y que en alguna de ella, muy lejos, donde ningún hombre vivo puede llegar, vive Elal.”

https://revistatodo.com.ar/la-creacion-de-los-chonek-leyenda-tehuelche/

 

  • Maese Viento, no me has contado que pasó con Golheth y Yatel, llegaron a encontrar a Elal, allí en el Mapundungün Painé…
  • ¿Acaso eso le importa a alguien, humano?. ¿Acaso alguien lee lo que yo te cuento?
  • Bufff, Maese. Me has dejado planchado pero tienes razón. Ni siquiera los que me acompañan en mis viajes muestran el más mínimo interés por lo que escribo. No hay mayor desprecio que la falta de aprecio. Pero cuéntamelo a mí, Maese, aunque no lo ponga en el blog, ellos no te merecen pero yo sí.
  • Ya sabes, humano, que la historia no tuvo buen final, los tehuelches desaparecieron casi en su totalidad, prácticamente.
  • Qué pena, una vez más no entiendo a los seres humanos. Que hemos heredado el Circo en el Paraíso, y no lo apreciamos…
Mañana cruzaremos Chile y el Estrecho de Magallanes, para llegar hasta  la tierra de fuego, en la ciudad más al sur del mundo Ushuaia acabará nuestro viaje por la Patagonia. Se acerca el final…

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