Cruzando los dominios de Maese Viento, en la Patagonia. 5. Cruzando el estrecho de Magallanes para llegar a Tierra de Fuego. El crucero por el mítico canal Beagle.

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…Querido Darwin: Espero verlo pronto ya que desearía que aceptase el ofrecimiento  acerca de un viaje a la Tierra del Fuego, regresando por Oriente. Peacock me pidió le recomiende un joven, con algunos conocimientos de naturalista, como compañero del Capitán Fitz Roy. Considero que usted es la persona indicada, aun no siendo consumado naturalista, pero sirve para colectar, observar, y anotar cualquier cosa nueva sobre historia natural. Y según lo hablado el capitán Fitz Roy prefiere mejor a un compañero que a un mero colector. No aceptará a nadie que no se le recomiende, sobre todo, como un caballero. El recorrido durará dos años. Lleve buena cantidad de libros.  En resumen, creo que nunca ha habido una mejor oportunidad para un hombre con espíritu de trabajo. No deje que lo asalten dudas o falsas modestias acerca de su capacidad, ya que le aseguro que usted es precisamente la persona que buscan. Considere que le ha dado el espaldarazo su guardián y afectuoso amigo.
 J.S. Henslow…”
La emoción me embarga una vez más, a bordo de un catamarán voy en busca de los leones marinos y de los pingüinos del canal Beagle, así es, el canal Beagle en la isla grande de Tierra de Fuego, al sur de la Patagonia, en este canal el bergantín HMS Beagle con Charles Darwin a bordo visitó los mismos parajes que voy a ver para luego editar muchos años más tarde su libro sobre la evolución de las especies, el libro científico más importante  e influyente de la historia de la humanidad. Pero ha sido un largo viaje para llegar hasta Ushuaia, la ciudad más al sur del planeta que se encuentra ubicada en la bahía de su nombre,  tuvimos que cruzar la Patagonia chilena y el Estrecho de Magallanes, un viaje que hicimos en autobús…

 

 

«Y así fue como cambió la historia de los seres humanos, con esta carta Charles Darwin fue invitado  por su mentor Henslow el 28 de agosto de 1831  a la entrevista que tendría  con el capitán del bergantín HMS Beagle para hacer el viaje por el que sentaría las bases para  escribir en 1859  “El Origen de las especies”, libro que revolucionó y cambió la historia de la ciencia y de los Seres Humanos, pero nada es lo que parece, pues las causalidades no existen, todo se habían conjurado para que ocurrieran estos hechos, a Robert Fitz Roy inicialmente no le gustó Darwin pues era seguidor de las ciencias de la morfo-psicología  y la nariz de Darwin tan grande era propia de personas sin carácter, pero  lo inminente de la partida le hicieron aceptar a Darwin en la tripulación, al no tener otro candidato.»

 

Domingo, 16 de febrero de 2025.

 

La coordinadora del viaje nos ha comprado los pasajes de autobús público para llegar desde Puerto natales a Ushuaia, será un viaje de más de diez horas. Iremos en autobús hasta la ventosa ciudad de Río Grande y luego allí nos espera un transporte privado para cruzar las montañas hasta Ushuaia.
Dejamos el hostal Alcázar a las seis de la mañana, otra vez sin desayunar, nos han preparado para llevar en mi caso un desayuno sin gluten de dos zumos azucarados y dos naranjas, aquí tampoco se puede desayunar, el azúcar te persigue a todas partes y soy alérgico a la fruta.

Nos montamos en un autobús de dos plantas muy cómodo a las seis y media de la mañana, hoy el tiempo será malo de verdad, era lo pactado con Maese Viento, el día de lluvia nos pillará viajando.
El paisaje es estepa, a pesar de estar en Chile no siento ninguna diferencia con el país vecino argentina, llueve y sale el arco iris, el gris predomina en el cielo y a las dos horas de camino nos bajamos para cambiar de autobús, Maese Viento está muy furioso hoy…

 

He tenido mucha suerte, me he podido sentar adelante en el autobús, de manera que estoy detrás de la cabina del conductor y del “azafato”, un señor mayor que nos dará sándwiches y bebidas al estilo de los aviones, además nos acompañará a presentar los papeles en la frontera Argentina cuando la crucemos.
El paisaje sigue siendo el mismo, estepa y carretera recta.

Ayer unos italianos estuvieron esperando unas ocho horas para montar en el ferry y cruzar el estrecho de Magallanes, Maese Viento estaba huracanado, pero hoy seguro que se portará bien con nosotros, ya lo tengo hablado con él.
Después de unas tres horas de viaje llegamos al estrecho, nos bajamos mientras el ferry viene a recogernos, Maese sopla muy fuerte.

 

Impresiona ver lo duro que tuvo que ser para Magallanes cruzar este canal para llegar al pacífico en una cáscara de nuez.

 

El ferry ha llegado en apenas media hora de espera y nos montamos en él, nuestro “azafato” nos advierte  mientras el autobús se introduce en el barco que una vez en él no salgamos a cubierta a riesgo de acabar totalmente calados de agua, el mar azota el ferry con mucha fuerza pero no  va a impedir que crucemos.

 

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«Era el 12 de enero de 1520, una pequeña flota de cinco navíos se adentraba en el Río de la Plata, el inmenso estuario que se reparte hoy entre Argentina y Uruguay.
En medio de violentas ráfagas de viento que estuvieron a punto de hacerlos encallar, uno de los barcos, el de menor calado, se internó para explorar el canal; volvió al cabo de dos días para informar de que en ningún punto la profundidad de las aguas superaba los seis metros, que no se apreciaban corrientes marinas y que, además, el agua era dulce.
El comandante de la expedición, Fernando de Magallanes, no se desanimó. Dos años antes, en 1518, había convencido al rey de España para que financiara una expedición con el objetivo de encontrar una ruta directa hacia Asia, en concreto, a las islas Molucas, fuente del lucrativo mercado de las especias dominado hasta entonces por Portugal, Venecia y Turquía. 
La flota de las Molucas, como se la llamó, estaba compuesta por cinco naos: la capitana Trinidad, la San Antonio, la Concepción, la Victoria y la Santiago. Zarpó de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519. Tras hacer escala en las islas Canarias y Cabo Verde, tocó tierra de Brasil el 13 de diciembre y desde allí costeó hacia el sur en busca del ansiado estrecho.
Hasta que el 21 de octubre de 1520, cuando se hallaban a 52º de latitud, avistaron un promontorio que penetraba en el mar. Era el cabo Vírgenes, como lo bautizó el propio Magallanes.
Y en los siguientes 38 días se enfrentaron  a campos de algas laminarias que enredaban los timones, grandes vientos, olas y fuertes corrientes.
La enorme profundidad del estrecho impedía fondear, por lo que los marinos debían echar cables a tierra, adentrándose en un laberinto de canales y pasos. Además, los fuegos humeantes que divisaban por las noches en las frondosas costas les hicieron creer que en esa Tierra del Fuego, como la bautizaron, había tribus indígenas caníbales; por ello, Magallanes dio orden de que las tripulaciones permaneciesen a bordo y los víveres no hicieron sino menguar.
El 28 de noviembre de 1520, la flota doblaba el que denominaron cabo Deseado.
Entre la niebla, sorteando los islotes Evangelistas, los navíos se internaron en el ansiado mar del Sur, al que Magallanes no tardó en dar el nombre de mar Pacífico por la ausencia de tormentas y las aguas en calma…»
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Me asomo un instante a cubierta, y así es, el mar salpica y moja a todos los que no deciden quedarse dentro de la cabina del ferry, Toni y Quim se han puesto chubasqueros pero ni así se salvarán de calarse.
La travesía dura poco más de veinte minutos, algo más tardamos por la bravía de las olas.

Ya estamos en la isla grande de Tierra de fuego, salimos del ferry cruzando una fila de camiones esperando embarcar en el ferry, y de nuevo más estepas y carreteras rectas.

 

En tres horas más nos encontramos en el paso fronterizo, el señor mayor con gafas can de pelo canoso, nuestro azafato, nos coloca en fila india y pasamos los puestos fronterizos, dejando en el chileno el pase que nos dieron hace dos días.

Y en algo más de hora y media llegamos a la ciudad industrial de Río Grande donde nos espera la policía federal con sus perros para revisar nuestro equipaje…
Tras el rato de la revisión, nos montamos en un minibús que nos va a llevar hasta Ushuaia.

El conductor Marcos, es muy simpático, pero bastante “locate”, nos lleva al principio por las rectas  viendo la lluvia  caer y  viendo también acercarse poco a poco las montañas. A mitad de camino paramos en la ciudad de  Tolhuin en la popular confitería pastelería La Unión, regentada por un hijo de un motrileño (de Granada, España ) que fundó el negocio hace muchos años, al enterarse de que soy su paisano me cuenta muchas cosas de la vida dura pero tranquila de ese rincón tan al sur de la Patagonia mientras me señala la gran foto de su padre en la pared.
Tras pasar Tolhuin nos adentramos por fin en  las montañas, tenemos que traspasarlas para llegar a la bahía de Ushuaia, los Andes que estaban de norte a sur en Tierra de Fuego se giran y están de oeste a este. Pasamos bellos lagos, bosques  de lengas y montañas nevadas de no mucha altura.
Pero a pesar de las curvas y los adelantamientos temerarios del conductor llegamos al hotel Mónaco de Ushuaia, hemos tardado unas 13 horas en el viaje en el que hemos cruzado el sur de la Patagonia y toda la gran isla de Tierra de Fuego, el que fuera hogar de tres tribus, los Yámana, los Selknam y los Káwesqar, y ahora prácticamente extinguidos.

Mañana iremos al Canal Beagle con un catamarán, nos esperan leones marinos, albatros, cormoranes y pingüinos, entre otros exóticos animales que nunca mis ojos han contemplado antes salvo los cormoranes.

Ushuaia ,  17 de febrero de 2025.

» Así que el HMS Beagle zarpó de  Plymouth el 27 de diciembre de 1831 con Charles Darwin a bordo como “conversador” y acompañante del capitán Fitz Roy, temeroso de acabar como su antecesor por la enfermedad de la melancolía que le afectaba y había acabado con la vida de un tío suyo muy parecido físicamente y psicológicamente  a él, y aunque se calculó que el barco regresaría a los dos años, el HMS Beagle no volvió a tocar la costa de Inglaterra  hasta el 2 de octubre de 1836, casi cinco años después. Darwin pasó la mayor parte de ese tiempo explorando la tierra firme, un total de tres años y tres meses. Los veintidós meses restantes los pasó en el mar. Y de sus estudios en este período en Tierra de Fuego,  le llamaron en su honor al canal con el nombre del bergantín, el bergantín que cambiaría la interpretación de la realidad de los Seres Humanos, sois simples los humanos…»

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 Y he amanecido en la capital de Tierra del fuego, en las tierras del fin del mundo, muy cerca de la Antártida, el lugar más inhóspito para el ser humano.
Pero no así Ushuaia, parece el jardín del edén cerca del infierno blanco, es la ciudad más al sur del planeta, ubicada en una colina que vierte sobre la bahía de su nombre, está rodeada de bosques y de montañas con glaciares colgando de ellas, el más visible es el Martial que se cierne sobre ella mientras el canal Beagle acoge las aguas de su Bahía, desde aquí salen muchos cruceros hacia la Antártida y catamaranes a la caza fotográfica de los pingüinos, que se asientan en las inmediaciones de la isla Yécapasela.
Y  hoy mi grupo ha quedado a las ocho  de la mañana en la puerta del hotel Mónaco donde nos alojamos, nos dirigiremos hasta el  puerto para embarcarnos a las nueve en un catamarán  que nos llevará durante más de cien kilómetros por el famoso canal Beagle, sobre el Catamarán “Ezequiel MB”.

Maese Viento ha calmado su voz en la octava ciudad más ventosa del mundo, aunque aquí dicen que es mucho más ventosa “Río Grande”, por donde pasamos para llegar aquí.
El mar en calma nos espera y el catamarán fondeado busca nuestra pisada para la excursión que nos llevará toda la mañana.
Nos embarcamos, busco sitio para mi grupo en la proa de la nave, en la parte de abajo, desde aquí se divisan ambos lados de la embarcación, los motores rugen y poco a poco se va rompiendo el agua mientras se despega del embarcadero, en poco nos cruzamos con un pesquero de centollos, los pescadores nos saludan y nos muestran sus capturas mientras les hacemos fotos sin cesar.

El mar de plata se baña en cielo gris, calmoso, templado de nubes y de la tenue y casi insensible caricia del viento, el catamarán se dirige rápidamente sobre el canal Beagle dejando atrás la ciudad  de Ushuaia.
Y nuestro primer objetivo es la isla Les Éclaireurs donde un faro vistoso marca el centro del canal Beagle, estoy  muy despierto  y me anticipo en cubierta a los demás turistas, me ubico en la zona más cercana de la embarcación con la isla.

El catamarán rodea la isla llena de leones marinos y de cormoranes, ellos nos ignoran, están acostumbrados a nuestras visitas “voyeurs”…

 

Rodeamos sosegadamente la isla, disfruto del momento, la isla huele a pescado muerto de los excrementos de sus habitantes. Parece que he vivido un documental de la televisión…

El catamarán sigue su camino, el grupo en el que viajo vuelve al interior de la embarcación, yo me quedo en la popa, en silencio, el motor ruge rompiendo la soledad del agua, que de espejos se rompe al paso de nuestra embarcación, dando paso al silencio, el silencio interior…

 

 Y el agua se rompe en triángulo,
revolviéndose desconsolada de su desorden,
 rota una y otra vez, rota y vuelta a romper,
 las nubes del cielo se tapizan grises en mis ojos, 
las montañas apuntan redondeadas al cielo maquilladas de blanco,
el viento se silencia en el agua y me habla a estribor,
todo está unido, todo está conectado, en armonía, en paz,
en sinceridad del momento que se alarga de presente como presente,
regalo de grises y reflejos líquidos solo para mis ojos,
mis ojos húmedos que se niegan  llorar,
tocando el silencio de  mis entrañas,
tocando sin manos, dentro de mí, todo lo que está roto, tan roto…
Dando sentido al dolor que me da vida  y me mata a la vez…
Y las nubes rellenan el cielo, amenazando de agua al agua,
reservando el sol escondido entre los grises.
Llenando cada  minuto de presente de presentes,
presentes de nubes y agua de espejos rotos.
Rotos…
Rotos como yo mismo….
rotos una y otra vez.
Todo se rompe para volver a  recomponerse.
Como el agua.
Pero esta vez sin dolor…
 Por esta vez sin lágrimas…
O eso es lo que  creí en mi silencio.
Y el catamarán sigue su camino rodeando la gran isla de Gable donde los nativos sitúan su leyenda del diluvio universal, “ la Luna enojada con los hombres se lanza al mar produciendo una gran inundación, y sólo se salvaron los hombres que se alojaron en la isla de Gable, y cuando la Luna se apiadó de estos hombres, dejó repoblar al resto del mundo desde esta isla”, un misionero anglicano le llamo Gable, y pertenece a Argentina, aunque es de propiedad  privada, la frontera entre Argentina y Chile está justo en medio del canal Beagle con Argentina al norte y Chile al sur.
Pasamos la isla de  Gable y tras ella está la isla Martillo nuestro principal objetivo para ver los pingüinos , me sitúo en cubierta para poder observar mejor los pingüinos, pero mi antelación y  el frío me hacen desistir y tengo que entrar en cabina pues he dejado de sentir las manos, no me traje el plumas al viaje y le estoy echando de menos, he perdido mi sitio privilegiado en la cubierta.
Nos acercamos a la isla, he salido a cubierta pero estoy lejos de los pingüinos, la gente se ubicó mejor que yo, pero a pesar  de ello puedo disfrutarlo.

 

Nos cuentan que hay dos tipos de pingüinos, el del pico negro o Patagónico y el del pico naranja o de Papúa, este último no es migratorio pero es menos abundante en la playa, yo no estoy cerca en este momento pero disfruto de él.

 

He tenido un golpe de suerte cuando parecíamos que nos íbamos del lugar todo el mundo se ha retirado de la proa y yo me situé en ella, y para mi sorpresa el barco giró a estribor y se introdujo más allá en la playa donde están los pingüinos de Papúa, quedando esta vez en primera fila, ¡Todo un lujo!

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Me he hartado de hacer fotos, el día frío pero sin viento está cambiando, Maese Viento ya ha cumplido su palabra de dejarnos disfrutar de los pingüinos, las nubes se están cerrando cada vez más…
La vuelta a Ushuaia la hacemos junto a la costa norte por lo que pasamos entre las islas de Gable, Warú y Upú entre otras.

El día se ha  terminado de cerrar, las nubes se ciernen sobre nosotros tapando las montañas, en poco no sólo el frío se acentúa sino que empieza a llover débilmente, todo ha sido perfecto una vez más…

 

Vemos de cerca el bosque espeso de lengas en el fin del mundo donde algunas cabañas se sitúan cerca del agua para disfrute de sus dueños, ahora es verano a pesar de ser febrero, en invierno todo cambiará a blanco.

Hemos llegado al puerto de nuevo, nos cruzamos con un gran transatlántico que lo mismo irá a la Antártida, y delante de él un barco  porta contenedores.

 

El grupo se ha dispersado y me quedé solo, aprovecho para acercarme  al puerto militar de Ushuaia.

 

Y luego vuelvo hasta el museo de Ushuaia, museo del fin del mundo, donde un hombre joven en la taquilla me deja pasar sin pagar, creo que se ha ido a tomar un bocadillo el responsable, aunque me alegro de no haber pagado, apenas hay carteles explicativos de la historia y algunos animales disecados, que se pueden ver en menos de media hora, pobre bagaje para un museo con tan excitante nombre.

 

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«Y siento próxima el momento de mi muerte, a la que no temo, pero ahora en el final de mi vida siento la gran paradoja de que todo lo que ha acontecido en ella de importante fue debido a  la causalidad de dos balas.
Sin duda, el momento más importante de mi vida fue el viaje en el  bergante HMS Beagle por todo el mundo, pero no hubiera podido ser posible sin la contribución para ello de dos balas;
La  primera bala   fue la  que erró por unos centímetros y dejó con vida a  Lord Castlereagh, Lord Castlereagh era ministro de guerra y por su gran temperamento le hizo batirse en duelo con el ministro de Exteriores, Georges Canning. En el primer disparo ambos erraron pero en el segundo la bala dio en un botón de Lord Castlereagh salvando la vida por centímetros. Lo paradójico fue  que años después  Robert Steward, Lord y vizconde de Castlereagh y marqués de Londonderry, se suicidó rebanándose el cuello con un cortaplumas, de haber acertado la bala nunca se habría suicidado.
Y la segunda bala fue la que acertó, acertó en la cabeza del capitán por entonces Pringles Stokes del HBS Beagle con la que se suicidó y Fitz Roy ascendió a capitán del bergantín.
Sin la contribución de estas dos balas nunca podría haber embarcado en el HBS Beagle, pues fue el miedo del capitán y creí por un tiempo mi amigo Robert Fitz Roy a morir con su propia mano el que hizo que yo pudiera acceder al barco, ya que Lord Castlereagh era su tío y era muy parecido físicamente y en educación con él, y el capitán Stokes fue el antecesor en el mando, desgraciadamente Robert se suicidó como su tío, pero el viaje de mis descubrimientos de la evolución ya se había realizado, no me cabe  duda de que  yo, Charles Darwin, de no haber hecho este  viaje, no habría pasado de ser un pastor anglicano provinciano  con una gran colección de minerales y de coleópteros.
Aunque a veces por otro lado, pienso que hubiera tenido mejor salud, en estos 45 años no he tenido un minuto de paz con mi cuerpo que me ha castigado continuamente sin que los médicos entiendan qué me pasa, pero para mí sin duda mereció la pena el viaje aunque en él perdiera para siempre mi salud.
Que Dios me acoja en su seno con su gran Misericordia…”
Charles Robert Darwin, 15 de marzo de 1882.»
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Mañana será el día que vayamos al glaciar Ojo del Albino, cruzaremos bosques milenarios llenos de turba  y de castores invasores introducidos por la estupidez humana, como diría Maese Viento; “sois necios los humanos”…
  • Al final me nombraste, humano. Creí que esta vez me ignorarías en tu pobre relato.
  • Ay, Maese. Bien te escuché en el catamarán pero estaba tan entusiasmado con los pingüinos que no te contesté, y además he escrito lo que me contaste de Darwin y de Magallanes…
  • Lo sé, humano. No olvides que todo lo sé, puedo habito en ti.
  • Maese, ¿y nadie te escucha aparte de mi persona?, a veces me siento muy solo en mi universo abierto al silencio. Demasiado solo, me siento solo y casi abandonado en mi mundo, y digo casi porque estás tú.
  • Humano, todos lo seres humanos  tienen la capacidad de escucharme, tú no eres nada especial. Eres uno más.
  • ¿Y entonces por qué no lo hacen, Maese?
  • Porque están ocupados en sus pensamientos  que no les dejan mirar dentro de sí mismos y reconocerse, solo miran hacia afuera, tienen miedo a su silencio, a su interior y llenan el tiempo  propagando el ruido de sus cabezas. Pero no todos los humanos son así, hay muchos que me escuchan. Y algunos mucho más que tú.
  • ¡Ay, Maese! ¿Y alguna vez encontraré a alguien que sienta y vea en mi universo? Esta soledad me está matando por momentos.
  • Eso es futuro, yo lo sé, pero no puedo compartirlo contigo.
  • Pero, ¿ y eso que no soy especial? No me ha gustado nada, todas las personas humanas somos especiales, cada uno a nuestra manera, ¡no me digas esas cosas!,…que me haces sentirme más solo.
  • Necio humano.  Eres tan especial que has creado  tu universo en la soledad, y eso te ha hecho más fuerte. Nunca podrás renunciar a la soledad que te creó por mucho dolor que te infrinja.
  • ¿Entonces, Maese Viento,más allá de mi soledad no hay nada más…?
  • Tú lo has dicho, humano.  Nada más.

 

 

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