11. La marcha.

 

  • Culibillas, Culibillas…,hija. Te dábamos por perdida. Decían Anayet y Arafita que llorando abrazaban a su hija.

Culibillas había entrado en la fortaleza roja con lo mejor del ejército de Balaitous, habían cambiado las circunstancias, ahora era Balaitous quien estaba en situación de debilidad.

Allí estaban todos en formación, el gran ejército, el mejor del mundo conocido, esperando ser llevados a la victoria contra Balaitous, Culibillas subió a lo alto del a fortaleza y desde allí se dirigió a los soldados;

  • Hijos míos, escuchadme…, es hora de librar a la humanidad de Balaitous, y antes que nada quiero que sepáis que Balaitous no es humano…

Un  gran murmullo  se extendió entre los soldados, que sin duda ya sospechaban de la maligna naturaleza de Balaitous, y como la humanidad había templado sus corazones tras ver la luz de la espada, ahora sentían miedo, pero también sentían libertad, por primera vez en sus vidas no estaban sometidos a la crueldad de Balaitous, sus corazones estaban libres de la pesada losa de la maldad…, sin duda se sentían agradecidos a Culibillas.

  • Hijos míos, es el momento de acabar con el reinado de este Ser oscuro, es el ser supremo de las profundidades, no será una empresa fácil, posiblemente nos espere la muerte…

Otro murmullo rompió la tropa, pero rápidamente voces pidieron silencio, sabedoras de la importancia del momento.

  • Escuchadme…, marcharé contra él, es mi destino, yo soy el fuego de las Tres Sorores y Luna me ha elegido para devolver a ese demonio al lugar de donde salió. No puedo hacerlo sola, y necesito de vuestra ayuda para acabar con él, pero tampoco quiero llevaros a la muerte, yo no puedo tomar esa decisión, quien quiera seguirme que lo haga por su propia decisión y quien no lo decida así, es libre para marcharse, la elección es vuestra…

Hubo un silencio sepulcral, todos se miraban unos a otros durante unos segundos, pero Gofred, el capitán máximo de la infantería Negra, dio un paso al frente,

  • ¡Yo iré!, ¡mandemos a ese demonio de una vez al infierno!, dejaré hasta mi última gota de sangre y mi último aliento por vos…, ¡MADRE!

Y todos los soldados empezaron a gritar, Yo iré…, yo iré, todos alzaban sus voces enfervorizados y  el nombre de Culibillas salía de sus gargantas mientras le juraban lealtad hasta la muerte…

Culibillas con lágrimas en los ojos se volvió hacia donde estaban sus padres, ella nunca creyó en la violencia, y ahora llevaría a cientos de hombres, sus hijos…, a la muerte, el corazón de Culibillas zozobraba del dolor…

Y entonces se acercó Arafita y la abrazó;

  • Hija mía, yo sé que después de esto te perderé, sé que no volveré a verte, pero es necesario, nuestros hijos tienen que crecer felices y en libertad  jugando sobre la hierba sin miedo, Culibillas, sé fuerte, nuestros corazones, los corazones de todas las madres del mundo estamos contigo…, y todas juntas…, venceremos.

  • Gracias, madre. Respondió Culibillas mientras le abrazaba con todas sus fuerzas, sabía que era la última vez que lo haría.

Entonces se volvió hacia su padre, Anayet, y tras abrazarle también le dijo,

  • Padre, tenéis que llevar los ejércitos contra la fortaleza de Balaitous, y luego cuando lleguéis haced una empalizada para que no os puedan atacar por sorpresa.

  • Y dónde irás, hija mía.

  • Esperadme diez días tras la luna nueva, no os acerquéis para luchar sin que yo esté, Balaitous no empleará humanos contra nosotros, luchará con fuerzas oscuras que jamás se han visto en estas montañas…, es necesaria mi marcha, haced lo que os he dicho.

  • Así lo haré, hija mía.

  • Necesito todos los carros que se encuentren y arrieros que tiren de las mulas, padre. Confiad en mí, una vez más.

  • Hija mía, ya sabes que siempre he creído en ti, hasta en los momentos más difíciles, marcha tranquila, que se hará como has dicho…

Y era día de despedida, la figura del unicornio contrastaba en lo alto de la montaña proyectando su sombra en todo el valle, el sol se ocultaba lentamente tocando de rojo el horizonte, premonitorio de la sangre que se derramaría, pero esta vez sería para liberar a la humanidad del yugo de Balaitous, se cubrió de nubes rápiadamente, y empezó a nevar copiosamente, el unicornio tras un relincho salió a la carrera y desapareció entre las sombras, mientras Culibillas lo observaba con lágrimas en los ojos desde la fortaleza…

Unicornio. Imagen de Pauline Müller