12. La batalla.

A medida que Anayet avanzaba con el ejército  que antes fuera de Balaitous, la tierra se iba volviendo cada vez más oscura, los campos yermos y los bosques estaban quemados. El horror apareció en el semblante de Anayet, de los árboles quemados colgaban cientos de cuerpos de soldados que habían servido en el castillo de Balaitous, había sembrado el camino con sus cuerpos, Olivier al percatarse que no podría valerse de ellos contra Culibillas decidió ejecutarlos a todos.

Anayet acampó a unos quinientos metros del castillo e hizo construir una empalizada que sitiara a Balaitous y al mismo tiempo los protegiera del ataque de Balaitous, no sabía muy bien qué quería decir Culibillas con que no se enfrentarían a seres humanos y cumplió su promesa de no atacar, y quedó a la espera del regreso de Culibillas…

Balaitous había convocado a sus hermanos los Seres Oscuros e iban surgiendo de las profundidades de las entrañas de Madre Tierra, donde habían estado dormitando  esperando su oportunidad para aflorar a la superficie, y esta vez Balaitous utilizó todo su poder para extraerlos, acabaría como fuera con  Culibillas y usaría las peores artes posibles, aunque agotara sus poderes…

Anayet estaba perplejo al ver todos los extraños seres que estaban vagando por las afueras del castillo de Balaitous, el temor rozaban los corazones humanos, pero todos sabían que el destino de sus hijos estaba en sus manos, ni un solo soldado pensó ni por un instante en desertar, pero extrañaban a Culibillas, su sola presencia con su luz protectora les infundía el coraje para enfrentarse a los peores demonios del infierno…

Al décimo día cumplió su palabra, llegó Culibillas con diez carretas llenas de plata y mandó a los soldados que recubrieran sus espadas y las puntas de flecha con este metal, lo que realizaron con la máxima celeridad, temían un ataque de Balaitous, cada vez veían más seres oscuros rondar las inmediaciones de la empalizada.

Ya estaba todo listo, Culibillas les explicó a sus soldados la importancia de la plata o metal lunar,  los seres oscuros eran más fuertes y poderosos que los humanos, pero con la plata podrían cortar su carne y  hasta producirles la muerte.

Anayet trazó un plan de ataque, él dirigiría las operaciones junto con Gofred, que conocía mejor que nadie a Balaitous en los muchos años que estuvo a su servicio.

El plan era hacer una columna fuerte de infantería que avanzaría  hacia el castillo de Balaitous, éste saldría  con sus seres oscuros a luchar, pues con su soberbia se sentía superior a los humanos y no dudaría en que con sus hermanos acabarían con los humanos en muy poco tiempo.

  • Madre debemos atacar al amanecer, el sol será nuestro aliado, esas extrañas criaturas les cuesta ver de día, sus salidas siempre lo hacen de noche. Inquirió Gofred que estaba reunido con ella y su padre culminando los detalles de su plan.

  • Como digáis, y yo iré con vosotros.

  • ¡De ninguna manera!. Dijeron al unísono los dos varones.- No podemos arriesgarnos a perderte, hija mía, eres el sustento y la moral de nuestra tropa.

  • Padre, es necesario, según nuestro plan tenemos que obligar a salir a Balaitous de su fortaleza, y que se aleje lo máximo posible de ella, además si voy entre vosotros os daré apoyo.

  • No, hija mía. Temo por ti, seguía insistiendo Anayet.

  • Padre, iré en las filas de atrás, allí no llegaran los seres oscuros, no les dejaremos, no se hable más, así lo siento y tenéis que confiar en mí…

Ambos callaron y otorgaron, así que al amanecer juntaron todo el ejército y en formación empezaron a avanzar contra el castillo de Balaitous.

Balaitous fue advertido rápidamente del avance del ejército humano y entre sus filas podían ver la luz de Culibillas, lo que les estimulaba más a salir al envite, tocaron los cuernos de ataque, y los seres oscuros, gritando y riendo se fueron juntando en el patio de armas  de la fortaleza…

  • Hermanos, os he sacado de vuestro encierro utilizando todo mi poder, no me defraudéis, si vencemos el premio será poder vivir en la superficie, sin tener que escondernos, ¡y los humanos serán nuestros esclavos!. Destrocemos a esos humanos, no dejemos ni un solo cuerpo con cabeza, comeremos sus entrañas al calor de la victoria.

Y empezaron a salir todos los seres oscuros a la carrera sin orden y sin armas salvo sus propios brazos, pues confiaban en que los humanos no podrían dañarlos.

Gofred ordenó el alto al ejército cuando empezó a ver a los demonios  salir de la fortaleza. Todos esperaban el envite de los seres oscuros, la tensión se veía en los rostros humanos, pero en ellos había resolución, ni atisbo de miedo pues sabían que era el momento de conseguir la libertad, sentían la luz protectora de Culibillas junto a ellos.

Los demonios se acercaban a la carrera, gritando, riendo, ansiosos de probar carne humana,   el ejército humano abarcaban dos filas muy largas de infantería y detrás estaba la caballería y los arqueros, que agachados tenían cientos de flechas de plata a sus pies.

Cuando los seres oscuros estaban a menos del tiro de un arco gritó Gofred… ¡Disparad!, y los arqueros empezaron a disparar cientos de flechas, los seres oscuros al ver las flechas se sonrieron y no hicieron por cubrirse, lo que les fue fatal, las flechas empezaron a clavarse en su carne y a penetrar en ella, gritaban aterrorizados al ver que las flechas humanas les podían hacer daño.

Balaitous sorprendido enseguida lo entendió, ¡Maldito Harum!, las flechas son del metal lunar, me ha traicionado ese gnomo avaricioso, ¡Dad la vuelta! ¡Dad la vuelta!, ¡Retirada!.

Los Seres Oscuros se volvieron de espaldas a sus enemigos que seguían acribillándolos con las flechas, muchos de ellos caían al suelo por  las heridas que recibían.

  • ¡Adelante!, caballería a por ellos, cortadles la cabeza a todos, sin piedad, no dejéis ninguno. Gritó Gofred.

Los Seres Oscuros corrían al resguardo de la fortaleza atrapados por el pánico, se pisoteaban unos a otros, y se iban quedando muchos aplastados por sus hermanos, mientras la infantería humana corría detrás de la caballería con la consigna de tratar de entrar en la fortaleza antes de que cerraran las puertas.

Pero por mucho que corrieron no llegaron a tiempo, Balaitous consiguió salvar a la mitad de su ejército tras los muros de la fortaleza, los humanos se ensañaron con los de afuera que cayeron, unos detrás de otro, bajo los golpes de las espadas recubiertas de plata de los soldados humanos.

Culibillas observaba con lágrimas en los ojos y horror la carnicería infringida a los Seres Oscuros…