El infinito blanco del lago Inari, viaje al corazón de la Laponia. 4. Entre la nieve y la melancolía del final de la aventura.

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Jueves, 16 de marzo de 2023.Karppasaari- Jaasaari.

 

Amanece en el ártico, el día ha salido claro de nubes, que apenas rozan dulcemente el horizonte como algodón de feria, y el horizonte se ha roto por la silueta de los árboles que se asientan adormecidos  en las islas, el sol se levanta levemente silencioso tocando de naranjas la nieve, rozando de ocres las nubes, que llorosas de la ausencia del firmamento se esconden en el horizonte, mientras el sol desnuda su timidez aplicando un tono azul al cielo, que se limita a extenderse por todo el contorno de mis ojos, expandiéndose, abriéndose, recelándose  y cebándose en el silencio que me llena de soledades…

 

 

Volveremos a la civilización, nos preocupan los 18 km de la ruta con esquíes, así que decidimos salir a las 8 de la mañana para poder llegar con luz diurna a nuestra siguiente isla.

César tuvo unos problemas con sus esquíes que le ayudó a solucionar Jose, salimos poco más de las ocho y cuarto, no siento frío, no hay viento, no hay nubes apenas,  y el sol nos recibe de frente con su disco lozano y arrogante marcándonos el camino de la salida de la ensenada hacia el infinito del lago.

 

 

Y en el infinito del lago un firmamento de luces brillan en la nieve, pequeños cristales de hielo por cientos de miles destellan su luz como si de un cielo estrellado inmaculado fuera, un universo paralelo de estrellas de hielo que me rodean a cualquier parte que miro.

Y de  repente nos encontramos con agua, no nos la esperábamos, y se nos pega en los esquíes formando suecos o mazacotes de hielo que no nos dejan avanzar, además la pulka tampoco avanza, nos cuesta apenas dar un paso y me tengo que parar a arreglar la pulka, puse la bolsa de las ollas en la parte de  adelante y sobresalían de más lo que hacía volcar mi pequeño trineo o pulka.

Javier nos estaba esperando más adelante y nos pregunta que si estábamos quitando el hielo a los esquíes, y ante la respuesta negativa nos explica que nos los quitemos y lo golpeemos  con el mango del bastón de esquiar, así hacemos pero nos cuesta una barbaridad quitar tanto hielo a los esquíes, pero finamente va saltando con los golpes.

Nos dice Javier que lo del agua es el fenómeno de “Overflow”, se coloca el agua entre en hielo y la nieve por diversas causas, pero luego por la noche en la seguridad de lo que ya ha pasado nos contó que había escuchado romperse la placa de hielo a nuestro paso, pero en esta fecha todavía no hay riesgo de que se parta y caigas al agua, antes se esquiaba hasta mayo en el lago, pero ya cada vez se rompe antes la capa de hielo.

Esta vez nos turnamos cada 30 minutos, la nieve está muy bien aunque sinceramente prefiero la tormenta del día anterior, las sensaciones son más intensas que con el día soleado y agradable…

Y hoy sin viento el silencio  en el corazón del lago Inari, es infinito. Silencio que  te llena los oídos,  ese silencio  es tan denso que los latidos de tu corazón suenan tan fuertes en tus entrañas que parece un coloso mecánico dentro de tu pecho, que insiste en golpear una y otra vez el silencio tratando de  quebrarlo, pero sin embargo es el sonido lejano de algún pájaro carpintero  traqueteando en  la madera el que te hace darte cuenta de que no te quedaste sordo para el mundo externo, y que existe algo más en el infinito helado, infinito que te rodea,  infinito blanco,  infinito hielo,  infinito silencio, empequeñeciéndote, menguándote, haciéndote  casi desaparecer en el blanco del horizonte gélido, en el horizonte infinito.

Estamos sobre una pista de motos de nieve, Javier  dice que nos quitemos los esquíes que iremos más rápidos, y  todos lo hacemos menos Carlos que sigue con los esquíes pues piensa que irá más rápido con ellos.

Y avanzamos mucho más deprisa , llegaremos con luz diurna, ya no hacemos turnos vamos tirando delante como nos va pareciendo, hoy haremos también dos o tres paradas para comer algo, Carlos se quitó los esquíes, se iba quedando atrás, caminando no tienes que  mantener el equilibrio y te puedes mover  libremente sin miedo a caerte, nos picamos en carreras Vicente y yo apostándonos la última cerveza de César, pues se llevó una cerveza para cada día, pero César no acepta nuestra apuesta y no corre con nosotros tirando de los trineos, su cerveza superviviente es sagrada…,el día es radiante y cálido de cielos azules y limpios.

Hemos girado a la derecha, vemos nuestra isla, voy primero pero dejo pasar a Javier que va a hablar con una pareja junto a un fuego que han venido en moto de nieve, yo me quedo esperando a los demás grabando un video de la llegada.

 

Javier nos cuenta que la cabaña está ocupada por un polaco solitario,  pero que la cota (cabaña más pequeña abierta por los lados), la han cerrado y está nueva y limpia, será nuestra casa esta noche aunque no tendremos mesa para cenar.

Las letrinas están recién limpias, así que vamos pasando para hacer lo que no pudimos hacer el día anterior, me he acercado con Carlos a hablar con el polaco, no tenemos cubo para el agua y vamos a ver si él tiene en la cabaña y nos lo presta para  sacar el agua con el “verviki”.

Cuando llegamos el polaco que se llama Sebastian y es un muchacho muy simpático de tez blanca y ojos claros acaba de poner el fuego en la estufa para derretir nieve,  le explicamos que nos preste el cubo para sacar el agua y le damos a él también y no tiene que derretirla, gustoso nos da para nosotros el cubo ya que somos siete y coge una cacerola para él y nos encaminamos los tres en busca del “verviki” para hacer el orificio.

Me pongo a perforar el hielo mientras Carlos sujeta el “verviki”, le voy dando vueltas y vueltas, se va hundiendo y hundiendo, cansa bastante, le digo a Sebastian si se anima a dar vueltas, y se anima a ello, coge el “verviki” pero el agua no sale…

Aparece Javier que se sorprende de que  no salga agua, comprobamos la ubicación y sin duda es correcta, frente al embarcadero, tiene que haber agua, el verviki casi ha entrado por completo ante la perplejidad de los cuatro, Javier sigue perforando y entonces de repente escuchamos una fuerte detonación y a continuación el sonido de cuando se abre una grieta enorme en el hielo, yo me pongo a mirar para dónde salgo corriendo, ya he visto muchas películas que se agrieta la placa de hielo y los protagonistas tienen que saltar para no caer al agua…

 

Era sólo la película, no ha pasado nada salvo que ha salido agua, Javier dice que será una burbuja de aire la que produjo el estruendo, sólo fue el ruido, así que recogemos el agua con mi taza de metal ya que la bomba no funciona desde el segundo día, nos despedimos de Sebastian y nos vamos a nuestra cabaña.

Angeloti ha vuelto a hacerlo, con los restos de la comida que quedaban, pues es nuestra última cena en la expedición, ha preparado sopa y beicon revuelto con lo que parecía patata y eran bollos de pan troceados, todo muy rico…

Anochece, y el sitio para mi encuentro con Aurora es perfecto, saliendo al lago se ve en todas las direcciones, intuyo que ella vendrá esta noche, César y yo estamos vigilantes cuando vemos unas luces móviles a lo lejos en el horizonte, contamos diez luces, efectivamente son motos de nieve y se dirigen a nuestra isla.

Han llegado y en poco han hecho una hoguera cerca de nuestra cabaña, son cazadores de Auroras, hoy vendrá seguro, esta noche no faltará…

Han llegado unas veinte personas de todas las nacionalidades, incluso hay españoles, se calientan en el fuego antes de saltar al lago a mirar, de repente escucho exclamaciones, se han salido todos de la hoguera y miran por encima de nuestra cabaña, salgo corriendo hacia ellos y…, aquí está.

Una nube alargada que se mueve lentamente, es blanca no veo color, ahora sí, acabo de ver débilmente los ojos verdes de Aurora, es muy tímida, demasiada gente para nuestro encuentro, creo que se ha avergonzado y no ha sacado su vestido de colores.

Entré en la cabaña a avisar al resto de la expedición, que estaban ya metidos en el saco y algunos durmiendo, cuando vuelvo a salir, Aurora está más tímida, no he conseguido que me diga nada y en mi móvil ni en la “GoPro” consigo sacar sus colores, Angeloti con su móvil ha tomado un poco de verde, es un poco decepcionante estos encuentros tan desangelados con Aurora, tendré que quedar con ella a solas en otra ocasión, desde el primer momento ella fue una nueva historia de desamor…

Ya se fue Aurora, también los fotógrafos, me he metido en el saco y queda delante de la estufa, alimentándola hasta altas horas, pues me cuesta coger el sueño, ya que después de seis días sin ducha no dejo de sentir mi olor a humanidad y me está agobiando…

Viernes, 17 de marzo de 2023. Jaasaari- Veskoniemi.

Amanece, el sol está radiante y eso hace que haga frío, unos 17 bajo cero, es nuestro último día, no tenemos prisa, son 10 km sin esquíes y el taxi viene a recogernos a las una de la tarde. Nos quedamos junto a la estufa tranquilamente.

 

Hemos salido más tarde que nunca, con la tranquilidad del que se acerca a su final, el frío es muy intenso.

 

Cada uno va a su aire, César y Angeloti van delante apretando la marcha, pues dicen que tienen frío si van más despacio, detrás Carlos, Vicente, Jose y Javier y yo me quedo en medio, en tierra de nadie, quiero saborear mi soledad en el último día…

 

Las copas de los árboles juguetean con los rayos de sol, el horizonte se entrecorta continuamente, vamos cerca de la orilla, y suavemente, dulce y amarga, melancolía.

Melancolía, en cada paso, en cada tirón del trineo, melancolía, melancolía de las noches que se terminan, de los días que transcurren cada vez más deprisa aunque te pases ocho horas con esquíes, los días pasan, las noches pasan, la vida pasa…, melancolía. Aquella que recuerda lo que has perdido, y que se aferra a lo que tuviste, y a lo que perdiste o dejaste escapar…, melancolía, suave, tierna, eterna y a veces amarga…, todo se acaba y te das cuenta, bendita maldición de la impronta de tu memoria…, melancolía.

 

– Maese Viento, estoy algo triste, cuéntame algo más de tu historia de Aanaar, la última chamana de los Saamis…

– Ya me extrañaba hoy tu silencio, humano, sabía que tarde o temprano te dirigirías a mí, no rompas el silencio si lo que quieres es escuchar, escucha pues…

 

 

  • Y no habéis encontrado el amuleto, estará dentro de un maldito asta de ciervo o de reno que llevan esas brujas. Es muy importante para la iglesia que lo encontréis lo antes posible, Stefan Gustafsson. He confiado en vos y sé que no me defraudaréis, el amuleto será mucho más pesado que uno normal, no es difícil distinguirlo.

El oficial del ejército sueco estaba de pie en una pequeña y austera sala, mirando de frente al Obispo de Turku, hombre austero, de barbas pobladas blancas y su túnica negra culminada por su mirada severa y seria.

  • Señor Obispo, hemos quemado ya más de cien brujas de las Samis, pero hasta ahora no hemos encontrado el amuleto, todas mueren en silencio, no hay manera de que ninguna cuente quien tiene el amuleto que buscáis, se dejan quemar antes que hablar, nunca vi tanta obstinación y resignación, ¿de verdad es necesario quemarlas, no sería más compasivo fusilarlas, señor obispo?

  • ¡Fusilarlas!, ¡qué insensatez!, ¡seguid!, hasta que no quede ninguna de esas malditas brujas en territorio luterano, no podemos consentir que con su magia negra contravengan las enseñanzas de nuestro señor Jesucristo, aunque tengáis que movilizar a todo el ejército sueco, tenéis que encontrar a esa bruja con su amuleto, y mandarla al infierno del que nunca debió salir, arderá en las llamas purificadoras ¡por nuestro señor Jesucristo!

  • Así será, señor obispo Johannes Gezelius, encontraremos a esa bruja y os traeremos su amuleto cueste lo que cueste.

  • Capitán Stefan Gustafsson, a nuestro monarca Carlos le agradará saber que ha sido erradicada del imperio sueco todo resquicio de paganismo y magia negra. Completad vuestro cometido. Pero esta vez para que no falléis os seguirá mi fiel servidor experto en cazar brujas de los Samis, llamadle SKöll, a partir de ahora le obedeceréis en todo lo que disponga.

Y de entre las sombras salió un gran figura corpulenta, su rostro arrugado no reflejaba la más mínima emoción, cruzada por una fea cicatriz y de sonrisa una mueca grotesca.

  • Pero no es necesario, señor obispo. Ya tenemos rastreadores para llegar hasta ella.

  • Tendréis que aceptar, Stefan Gustafsson, él os llevará a ella fácilmente, tiene olfato de lobo…

Y el capitán tras una leve reverencia con la cabeza se levantó de la mesa y salió de la estancia, aunque no le agradaba la idea de estar supeditado a ese tal Sköll, no podía perder tiempo, el verano se acabaría y cuando las nieves entraran no quería estar en el frío e inhóspito territorio de los Samis, hasta los suecos evitaban la Laponia en invierno. La verdad que Sköll le causaba muy mala impresión y bastantes escalofríos su sola presencia.

 

Empieza a hacer calor de más, nos quitamos ropa, vamos parando bastantes  veces para no llegar demasiado pronto al taxi.

Empezamos a ver casas con su grandes cristaleras mirando al lago, mirándonos, testigos inmutables de nuestro efímero paso que apenas deja una pequeña huella en la nieve que se derretirá en unos meses, sin quedar ningún recuerdo de nuestra estancia, apenas una milésima de segundo en la vida del lago Inari, ya somos pasado acercándonos en nuestros pasos al final de nuestra expedición en el Lago Inari.

Sin apenas darnos cuenta, hemos desembarcado en el muelle de Veskoniemi, nos espera el taxista de una furgoneta con su remolque para guardar todo el material que llevamos.

 

Y vamos entregando, parkas, esquíes, guantes, sacos, todo aquello que fueron imprescindibles en estos días y que ya pasarían al baúl de los recuerdos, aquel que se abre y te llena de la suave y amarga melancolía…

El taxi nos lleva a un camping donde descubrimos que tendríamos ducha pero no las comodidades que esperábamos, aunque las cabañas son cálidas y confortables, no tienen cuarto de baño y otra vez nos toca ir afuera para cualquier necesidad que tuviéramos, no es lo que esperábamos ni nos apetecía, pero es lo que hay, volver a salir a quince bajo cero por la noche si te apetece aliviar alguna necesidad…

Javier nos dice que soltemos las cosas y que rápidamente nos vayamos a comer, que nos duchemos después del almuerzo pues si nos vamos a la ducha es posible que no almorcemos al hacerse tarde para ello.

Y todos vamos al restaurante menos César que prefiere la ducha a la comida.

Comemos rápido y  acordamos  que tras la ducha y una siesta iremos en taxi a Ivalo para pasar la tarde, pero César no quiere siesta y me propone que nos vayamos antes andando, apenas son 4 km a Ivalo, y así vemos el lecho del río Ivalo y las casas del pueblo.

La idea me parece genial, así que me ducho en las dependencias del camping, una nave con un pasillo central abierto al exterior con las puertas de las duchas a ambos lados, así como los servicios, dentro se está confortable, pero apenas hay sitio donde colgar la ropa y tienes que llevarla toda puesta  pues cuando salgas de la ducha mojado  te encontrarás  temperaturas de diez bajo cero, la expedición parecía que había acabado, pero no lo había hecho.

Tuve que tirar los calcetines pues salían andando solos después de seis días, y el resto de la ropa guardada con doble bolsa para que no traspasara la calidad  humana concentrada.

Nos vamos César y yo bajo el sol tímido de Ivalo, una pequeña localidad que más parece una película norteamericana de navidad con sus casas dispersas de grandes jardines incrustadas en medio de la naturaleza, nos bajamos al río Ivalo y nos encontramos a una septuagenaria haciendo trekking en la nieve paseando dentro del río, nos quedamos mirándola, con curiosidad y vemos que es una pista para personas mayores a diez bajo cero, o al menos son ellos quienes las utilizan los jóvenes van en motos de nieve unos metros más allá dentro de lecho del río, haciendo eses con sus máquinas…

Llegamos a Ivalo  César y yo y vamos al supermercado, en poco llegan  los demás, Javier nos ha dicho que venden una manoplas que aguantan  menos veinte  bajo cero a veinte euros, son un poco feas, pero cumplen su función,  así que las compramos.

Hace diez bajo cero, teníamos reserva a las ocho en el restaurante del hotel más famoso que no recuerdo su nombre, así que nos metemos en un establecimiento de comidas más rápidas y nos tomamos una cerveza, de poca graduación y gran precio.

Y cenamos en el hotel reno al estilo laponés tradicional que consiste en Reno cocido con puré de patatas que no nos satisfizo en demasía, Carlos se lo había pedido al estilo moderno que era a la brasa y con patatas de verdad y triunfó por completo.

César me dice que si nos volvemos andando al camping a ver si vemos a Aurora de nuevo, y me lo pienso un poco pues ya anocheció y son cuatro km a temperaturas de cerca de veinte bajo cero y sin el equipo al completo, pero me apetece intentar ver de nuevo a Aurora.

Salimos y notamos que realmente, hace mucho frío, nos encontramos con un termómetro de menos diez y ocho pero según Javier están trucados y marcan cuatro grados más de lo que es realmente para no asustar a los turistas.

César y yo salimos muy deprisa, no podemos parar a mirar el cielo y cuando lo hacemos no vemos a Aurora…

Aurora, que vino a medias a mi cita, sin apenas energía para disfrutar intensamente de la vida, algo muy frecuente en las mujeres que se me cruzan en la vida,  algo haría en la otra vida que me hace arrastrar un “karma” de desamores y sinsabores por ausencias  y faltas de presencia…

En el avión de vuelta se me sentó al lado un señor ya entrado en edad, que me dijo ser fotógrafo y luego me contó que realmente era cazador de Auroras, me enseñó fotos preciosas, la más bonita la tomó en Noruega en esos mismos instantes que pasaba yo mi gélido paseo con César, para cazar Auroras hay una aplicación de intensidad o “CAPES” que van de 0 a 9, y como Aurora se retuerce sobre sí misma la puedes ver maravillosa y a cincuenta kilómetros no ver nada, y además es muy escurridiza, aunque tengas un CAPE de 3, que es muy alto pues por encima de 5 es casi imposible verla, puede aparecer en cualquier momento de la noche y durar entre media hora a una hora  para volver a desaparecer, así que me quedé más tranquilo al saber que el plantón que me dio no era un tema personal y haberla visto dos veces de manera tenue no era desdeñable para tan tímida fémina, y como no estoy dispuesto a pasarme noches en vela a quince bajo cero para poder tener una cita en condiciones, me vuelvo para España con la intención de encontrar una fémina menos esquiva y fría que esta tal Aurora que me ha dado  plantón…

Siento el frío intenso en las piernas, no llevo mallas térmicas, pues me las quité al ducharme y el pantalón de montaña es para sitios fríos pero no gélidos, el viento nos da de cara y la sensación de frío es mayor, no llevo gafas de ventisca, y siento en los ojos la sensación de tener legañas que cuando me las quito son lágrimas congeladas…, y esta vez no del desamor de Aurora sino de la gelidez de Maese Viento.

Llegamos al camping poco después que los demás en el taxi. Y ahora sí que se  nos ha acabado la aventura…

Han sido unos días inolvidables de  “los siete magníficos del ártico”, Jose, Carlos, Vicente, Angeloti, César, nuestro guía ártico Javier Campos, y yo quien subscribe estas letras, Fran Pisandocumbres, con la única pena de que Nuria no pudiera continuar con nosotros.

Y muchos días después de acabar esta aventura aún perdura en mi retina la inmensidad del blanco, inmensidad de espacios, de vacíos, de silencios, que te sobrecogen y te encogen al mismo tiempo que te hacen crecer, te sientes vivo a veinte grados bajo cero con el sonido de tus esquíes arañando la nieve quejosa, deslizándose en el silencio perpetuo apenas roto por la voz de Maese Viento al rozar tu cuerpo, al rozar tu ropa recordándote continuamente que todo pasa y desaparece sin dejar rastro, en la inmensidad enorme del universo que nos engulle y nos contiene, sin que seamos conscientes de ello, han sido seis días perdidos en el infinito, lejos de todo, lejos de lo normal, de lo cotidiano, junto a Javier Campos, gracias Javier, espero que  volvamos a encontrarnos.

 

 

 

  • Maese Viento, me has dejado con la historia de Aanaar, a medias, ni siquiera ha aparecido ella. ¿Me la seguirás contando?

  • Eso será, humano, y es, …futuro, que  no es de mi incumbencia, pues yo sólo existo en el presente.

  • Vaya, Maese. Me has dejado a medias, qué cruel eres conmigo. ¿Pero tengo que volver al Ártico para que me la cuentes?

  • Humano, eres muy insistente con tu apremio de sucesos futuros,¿ acaso sabes si mañana seguirás  para escucharme?, acaso tienes certeza de algo.

  • Jooooo, Maese, me has dejado de nuevo helado, contigo no se puede hablar en el Ártico…, me callo, que me sacas a ella en cuanto puedes, en todas tus historias aparece una y otra vez…

  • Humano, así es, la única certeza de la vida es la muerte, así que, ¡VIVE!

  • Maese ,viviré, sí, viviré…¿pero me contarás la historia?

 

 

 

2 comentarios

  1. Petri

    Muy bonito relato,y cada experiencia es un mundo,y se ve como disfrutan de todo,y las fotografías y vídeos son preciosos….

    • Fran Pascual

      Gracias, Petri. Se trata de vivir intensamente y tener recuerdos que rememorar o simplemente experiencias para crecer día a día, hasta que se acabe el juego de la vida. Un abrazo, amiga.

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