En el Cerro helado del Estecillo, cuando los hielos y las oscuridades te hacen vivir…

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Y cerrar los ojos…, y cerrarlos. Querer abstraerse del presente, aquel que parece  traer daño y más daño, aquel que a veces parece silenciar los sueños y esperanzas de una sociedad perdida con dirigentes que parecen caricaturas de monigotes de paja, que sólo buscan ser guiñoles de los señores de la codicia, para mantenerse en el escenario aunque  conviertan la obra de una comedia en una tragedia…

Gran daño me hizo la lesión en mi pierna hace dos meses, una trombosis, que según los libros podría haber sido mortal, pero en ningún momento lo sentí ni lo presentí así, y no sé si yo soy el que se equivoca o son los libros, pero me trajo el tener que parar, el tener de dejarlo todo, para cuidar de mí mismo, algo que olvido con frecuencia, pues miramos demasiado en el bienestar ajeno y no en el propio, y ese es el secreto de mis fracasos personales  en mi vida más íntima…, de la que prefiero no hablar, aunque quizá dé para más un libro,…los libros de los desamores.

Así que no podía acabar tan renombrado año sin visitar mi montaña, que tenía abandonada a su suerte desde que mi pierna dejó de andar, y me asfixiaba día a día sin el aliento que me daban las cumbres, a sabiendas que en el invierno sería más complicado acudir a ellas, así que con media España medio confinada entre comunidades, no me quedaba más que visitar una cumbre Extremeña, el Cerro del Estecillo, metida ya en los hielos de las cumbres, con una cara  norte  peligrosa con hielo que no había pisado  antes nunca.

Era el día requerido, miércoles día 30 de diciembre, pronósticos inmaculados de nubes, limpios en horizontes azulados para ensueño de mis ojos tan necesitados de su ámbar etéreo del hidromiel de los dioses…

Iría sólo, lo que aumenta la dificultad pero también la reflexión y el encuentro con uno mismo, me preocupaba mucho esa cara norte gélida y batida por el viento y la sombra, llevaría todo mi equipo, incluso mi saco de dormir de invierno para taparme en caso de accidente, lo normal es que nada ocurra,…pero donde está el cuerpo está el peligro.

Había tenido el sueño inquieto y agitado, pues la empresa no era difícil pero si dificultosa, eran las seis de la mañana cuando sonó el despertador, me levanto, me visto, me aseo, desayuno y a hacer kilómetros con mi coche, la noche estaba blanqueada por la luna llena, el silencio estaba roto por la emisora de radio que ponía música de los noventa a raudales, la ilusión apremia al igual que cierto grado de desasosiego por enfrentarte sólo a una empresa helada. Los kilómetros van cayendo, la luna abrumada se despide de mí y se deja caer tras la montaña, el  amanecer ya ha sonreído con sus primeros  colores, las nubes de rosa y gualda anuncian el nuevo nacimiento del sol, apenas puedo mirarlo  de reojo pues la carretera sigue hacia el norte, he llegado al Guijo de Santa Bárbara, elijo la calle más alta de las tres que la cruzan, he fallado, están echando hormigón y está cortada, opto por aparcar y hacer a pie el kilómetro que falta para el mirador donde nace el track de mi amigo  Miguel Ángel, que había realizado la ruta hacía unos años y que su corta forma física no le permitía repetirla conmigo esta vez, así que Miguel Ángel…, menos tortilla y más zapatilla.

Dejo el coche, son las 8.45 y comienzo a caminar con mi mochila repleta hacia el mirador, me paro en el cartel que hay casi de la salida del pueblo anunciando la ruta, estoy ensimismado mirándolo cuando de repente una furgoneta se para a mi altura, y bajando la ventanilla un hombre que va  conduciendo con aspecto de montañero me dice…

  • ¿Vas a la Covacha…? Y tras un leve titubeo pues la Covacha no está a nuestro alcance por la hora que es, le respondo…

  • Pues sí. Le dije, pensando que iba en dirección a La Covacha.

  • ¿Vas sólo?.

  • Pues sí.

  • ¿Te vienes?

  • Pues, ¡Vamos!…

  • Pues sube a la furgoneta, que nos vamos…

Pues eso es así, que de esta manera tan sencilla empezó mi amistad con Ángel, oriundo de Coria pero residente en  Cuacos de Yuste, todo un lujo contar con un experimentado montañero y compañero aborigen, sentí bastante alivio no tener que pisar hielo en soledad, pues en soledad se hace y se disfruta, pero requiere más concentración pues se va en tensión, de saber que un error es quedarse en la montaña a solas…

Me subo en la furgoneta y nos vamos al mirador, en el camino me da la confidencia de  que no va sólo, que también va con un perro fiel pastor alemán…,Black.

Bajamos de la furgoneta en el mirador y nos hacemos la primera foto, y nos damos cuenta que el universo nos ha juntado por algo, pues coincidimos en demasiadas cosas…

Los dos somos empedernidos fotógrafos y nuestro concepto de la montaña es el disfrute, es el encuentro, es la conexión con nuestro interior a través de madre naturaleza, como diría mi amigo Juanjo “Slowmountain”, la montaña despacio, la montaña íntima, la montaña interior, nada de carreras ni logros personales, la montaña es nuestra catedral, no   un estadio  deportivo donde querer alimentar el EGO, algo que muchos no entienden y se exponen imprudentemente, al perder el respeto a  la montaña.

Empezamos a andar, y nos despistamos para ir por los prados, tenemos que volver un poco para atrás para retomar la senda, si vamos por la cuerda es más bonito pero más largo y el tiempo no nos sobra, entramos en bosques de robles, al principio en asfalto y luego en pistas, nos despistamos otra vez, tiro de GPS para recuperar, Black corre y corre frenético, se nos va a cansar…

Vamos subiendo entre las sombras nemorosas y poco a poco llegamos hasta el refugio de las nieves, allí encontramos dos jóvenes que se vuelven por donde subimos al llegar nosotros, parece que quieren almorzar en el pueblo, son las once de la mañana, casi dos horas en subir hemos tardado…

 Y paramos a hacer fotos y fotos, hay hielo por todas partes…, está todo precioso, aquí es donde  empieza realmente la ruta…

 

 

 Nos adentramos en el vallecito que nos llevará hasta un arroyo, candoroso y rumoroso que a la sombra nos ofrece las primeras pisadas de nieve, saltamos el arroyo y comenzamos la ascensión, este tramo es el que nos ofrece mayor pendiente de la ruta, nos lo tomamos con tranquilidad y alguna foto, pasamos un chozo y  paramos a beber en una fuente cuya agua nos sabe templada para el hielo que la rodea.

Ya estamos en la cuerda, que es la zona donde confluyen dos valles o parte alta o filo de una montaña para el que no lo sepa, las vistas se difuminan en letanías de azules y frío, seguimos la estrecha senda ocupada en su suelo por una leve capa de nieve que se abriga entre piornos.

Al final de la cuerda nos espera el Estecillo, tardaremos un par de horas en llegar, depende de las fotos que hagamos…

Vamos ascendiendo entre piornos y cada vez el hielo se va haciendo más presente, va tapando el verde en finos dedos que parecen querer acapararlo todo…

Vamos avanzando sin contratiempos ni dificultades, hasta llegar a un resalte rocoso que  nos hace descender para llegar al collado de Cuartos, y en este descenso tenemos que aumentar nuestras precauciones pues al estar en la sombra la nieve de la vereda no es nieve sino hielo y el riesgo de caer es grande.

Creemos que vemos el Estecillo, teníamos que estar allí a las una y media, pero no, llegaremos bastante más tarde, estamos disfrutando como niños de la montaña soleada en un paseo de tarde…

A veces me molesta mi pierna herida, pero no me impide avanzar sin problema por las curvas que da la vereda sorteando el desnivel y los piornos, todo está cada vez más helado, en un mundo que se eleva sobre los cielos cubiertos del blanco pétreo y gélido, mientras Ángel y Black van delante abriéndome el paso.

Estamos ya en el Estecillo, aquí hay mucha nieve que se alterna con placas de hielo durísimas, no hay más remedio que colocarse los crampones, el viento arrecia y  seguro que habrá mucho hielo en la cara norte, pero hasta que no nos metamos en el barranco no lo veremos…

 

Son las tres de la tarde, vamos un poco tarde, se nos hará de noche, pero hemos decidido enfrentarnos al hielo de la cara norte del Estecillo para bajar hasta la portilla de Jaranda en vez de volvernos por el sencillo camino que trajimos, es lo que tiene ser montañero, el hielo, la roca y los barrancos nos llaman…

 

Empiezo a andar con los crampones, me encuentro bastante torpe, el mes parado de convalecencia tiene mucho que ver, nada más empezar a andar me trabo sin saber cómo y estoy a punto de caer, es una llamada de atención para prestar concentrarme en  lo que hago, en el aquí y ahora, más que nunca…

Ángel se sitúa adelante, es un compañero magnífico, nos compenetramos como si lleváramos toda la vida juntos, el piolet me está molestando al llevarlo en mi mano izquierda, el barranco es de rocas redondeadas con una fina capa de hielo que las hacen muy resbaladizas y donde no hay rocas hay hielo durísimo donde apenas  penetran las puntas de nuestros crampones.

El sonido crujiente de nuestros pasos nos hacen ser conscientes del peligro, es una montaña helada, gélida, resbaladiza,  en cada paso y un descuido puede ser fatal…

De repente  Black resbala por una placa de hielo y baja a la carrera sin poder detenerse, el tiempo parece haberse parado, se nos suben las pulsaciones, sabemos que no se hará daño pues no se ha caído pero si no se detiene hay trescientos metros hasta el fondo del barranco, y si tenemos que bajar por él se nos complicará mucho la ruta…

Pero no, Black es muy hábil y cuando llega a una roca se apoya en ella, se gira y comienza a correr subiendo en nuestra dirección, para nuestro alivio, pues en breves segundos estaba de nuevo con nosotros como si no hubiera pasado nada.

Terminamos de pasar el primer tramo que está totalmente a la sombra, y parece el más complejo, pues alterna rocas con hielo duro muy resbaladizo…

Voy muy despacio, consciente de que apenas hace más de un mes no podía ni andar, para mí es un logro estar aquí, un privilegio, aunque me siento  inseguro y en algunos tramos, miro demasiado al precipicio helado que podría llevarme si doy un mal paso…, respiro profundo y me concentro en cada paso intentando ignorar esa sensación desagradable de peligro…

 

El viento aumenta la sensación de frío, este segundo tramo también tiene muchas rocas pero menos pendiente, aunque tenemos que franquear algunas placas de hielo muy duras que te hacen dudar, pero Ángel está ahí siempre con unas palabras de aliento y seguridad que siempre se agradecen…

 

 

Pasamos otro tramo, de rocas, y nos tendremos que meter en los piornos helados, que ahora se trabaran en los dientes de nuestros crampones tratando de hacernos caer, no hay paso seguro en toda la  bajada, ahora es Ángel el que se enreda entre los piornos y se cae lentamente de cabeza sobre ellos, gracias a una roca ha podido recuperar la verticalidad, el peligro nos acecha en cada paso en un continuo desafío de valentía y equilibrio mental.

Los piornos parecían nuestra salvación, pues ya las caídas no son peligrosas, pero sí frecuentes, me quedo encasquillado en un gran piorno más alto que yo y me caigo de espaldas, la cama es blandita y las vistas sobre el valle son preciosas, dan ganas de quedarse allí contemplando…, y descansando, me recuerda una ruta de hace unos años que estuvimos durante tres horas saltando de piorno en piorno, la “plagaverde”…

¡Por fin llegamos a la Portilla Jaranda!, nos ha costado dos horas hacer este tramo de hielo y rocas, son las cinco de la tarde, y nos quedan tres horas de bajada por una senda que atraviesa el fondo de la garganta  del mismo nombre, pero estamos muy emocionados, la dificultad nos trae el gozo de la superación de la adversidad…

Nos quitamos los crampones, aquí se ha acabado la aventura, pero no el peligro, pues el mayor peligro es vivir y el sitio más peligroso es dónde estás ahora mismo…

Las vista del barranco son preciosas, va tomando tonos amarillentos en el sol invernal que declina suavemente en su caída diaria, comemos un poco para reponer, nos quedan tres horas hasta el pueblo, Maese Viento arrecia frío y cortante…,Maese Viento…

  • Maese Viento, querido amigo, cuánto tiempo sin saber de ti…, no podía respirar sin sentirte otra vez…

  • Ya sabes humano, que siempre estoy en todas partes, eres tú quien no entiendes mis palabras, tus necios oídos no saben escuchar…

  • Vale, vale, maese, ya sé que estás invernal, pero dime Maese,¿ por qué somos tan débiles y vulnerables?, me he sentido como un muñeco roto,… sin poder andar, y ahora en el hielo he tenido miedo cuando no había apenas dificultad para lo que he hecho otras veces…

  • Necio eres, humano, pues no eres débil sino ciego.

  • No te entiendo, una vez más…, Maese.

  • Eres ciego pues no ves tu fuerza…

  • Explícate Maese, sigo sin entender nada, qué fuerza hablas…

  • Estáis buscando fuera lo que ya tenéis…, y no lo veis. Tenéis la fuerza dentro de cada uno de vosotros, sólo tenéis que conectar con vuestro interior, no hay nada fuera. Todo lo tenéis dentro y podéis mover el universo si miráis dentro de vosotros, el mundo se crea desde vuestro interior…

  • Pues yo no lo veo tan claro, Maese. Tendré que venir más a conectar conmigo mismo o a hablar contigo…

  • Haz lo que te plazca, humano, pues el futuro está entre tus ciegos ojos y tus necias manos…

Maese no está hoy para muchas conversaciones, pero me ha contado otros episodios de la terrible historia de Pablo el constructor de Ameales, ahora entiendo por qué dice que los humanos somos necios y vivimos de espaldas a nuestra esencia…, la crueldad humana se alimenta del dolor propio, de querer extender nuestra falta de Amor Propio a los demás, de querer que los demás sufran por nuestras limitaciones en nuestro AMOR…

Somos conscientes que nos tocará andar de noche, pero nos da igual. Nuestro disfrute del momento es inmenso y vamos demorando la bajada con alguna foto, aunque queremos llegar al primer puente del barranco antes de que se extinga la luz pues la senda a partir de ahí esta mejor marcada.

El camino serpentea en la nieve mientras el sol desaparece ante nuestros ojos y paulatinamente cubre nuestros ojos de tonos ocres y el horizonte que se nos escurre en oscuridad, tendremos luna llena pero en el barranco no la veremos hasta muy tarde.

 

Bajamos la parte más inclinada del barranco y pasamos el primer tramo que transcurre en el lecho del río, la penumbra se va apoderando del paisaje, y nosotros casi sin ver sorteamos las piedras a gran velocidad, nuestras piernas de han acostumbrado a bajar y se mueven solas adaptándose a las irregularidades del terreno sin apenas verlas, que son muchas.

Hemos llegado al puente, la oscuridad nos ha atrapado, el rugido del río es más grande y fuerte  en la noche negra que nos ha tragado sin piedad…

 

Nos comemos unas mandarinas y nos ponemos los frontales, nos queda hora y media de ruta, seguimos andando pero empiezo a sentirme mal, la mandarina me ha hecho mucho daño, noto que me asfixio, más bien que no tengo fuerzas , el estómago me oprime y me mareo, es mi intolerancia a la fructosa, llevo muchos años sin comer fruta, pero las mandarinas no solía tener problema, será el ayuno que arrastramos en el día de hoy.

Me molesta todo, el frontal se me cae pero no puedo apretarlo pues me duele la cabeza en donde me aprieta la goma, lo estoy pasando mal, trato de olvidarme y concentrarme en el camino que no es tal, pues alternamos rocas en la senda con corrientes de agua y franqueamos algún arroyo, se me está haciendo larguísimo, con el sonido del agua envolviendo por todas partes y la oscuridad espesa queriendo tocarnos de soledad…

Una curva, una cancela, luego un puente, luego otro, Ángel me dice que ya estamos en la civilización, hace más de un cuarto de hora que pasamos la cascada del Trabuquete, que no llegamos ni a ver en la siniestra opacidad que nos envuelve pero que nos acoge como madre en su seno.

Ahora toca subir hasta el mirador, miro el track de mi amigo, sale una pista que sube tras un arroyo, donde me obliga a ponerme una segunda capa, pues  a pesar de rozar los cero grados no llevaba nada más que una camiseta, la mandarina me sentó fatal y me dieron los calores de la muerte…

Luna nos sorprende subiendo la última cuesta, de repente el mundo aparece ante nuestros ojos de nuevo bañado en la blanca luz selenita, aquí nos damos cuenta que nos tenemos que separar, cada uno tiene el coche en una dirección. Pero quedamos en vernos en la salida del pueblo.

Llego al coche, son las 8,15 de la noche, ha sido una ruta muy intensa, ahora empiezo a notar el frío, mi coche marca un grado y estamos fuera del barranco que hace menos, me quito las botas y me subo en mi coche sin ni siquiera poder hacer un estiramiento.

Me encuentro con Ángel a la salida del pueblo con el suficiente tiempo para intercambiarnos los teléfonos, en otra ocasión tomaremos la cerveza del final, está todo cerrado por la Covid, y realmente apetece más un caldito de pollo…, nos vemos muy pronto Ángel, ha sido una gran suerte encontrarte a ti y a Black en el camino que lleva la vida…, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS a los dos.

Gracias hermano…

 

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2 comentarios

  1. Francisco Morales

    Fran, tocayo, he de pedirte disculpas por no haber entrado en tu página en estos meses y no haber leído esta fantástica aventura.
    Me alegro mucho de que te encontrases con Ángel y Black. Parece que fue un gran hermanamiento entre montañeros.
    Por otro lado, no sabía que te dio una trombosis en la pierna… espero que estés recuperado de eso. Que mal me sabe.
    El reportaje me ha gustado mucho, tanto tu forma de describir el momento como las enormes imágenes que lo acompañan. Muchas gracias por tu dedicación.
    Han sido meses muy duros psicológicamente, y todavía no se le ve el fin a esta tragedia en la que estamos inmersos, pero hay que buscar la luz, eso lo tenemos claro. Nosotros hemos estado haciendo lo que nos permitían, y aprovechando cada sábado para escaparnos a la naturaleza como fuese. Hemos dormido en la montaña varias veces esta primavera, haciendo rutas por Cádiz, y ya por fin salimos a Málaga hace 2 semanas, y esta pasada también. A Sierra de las Nieves. Dormir en la cumbre del Torrecilla, como el sábado pasado, fue un placer inmenso.
    Fran, gracias de nuevo por tu tiempo, y espero que podamos coincidir este año.

    • Fran Pascual

      Hola, Franeto. Me encanta de saber de ti, han sido tiempos difíciles y ya parece que por fin mejoran, tuve otro percance incluso casi más grave que el primero,tuve que estar casi tres semanas en cama, pero ya recuperado del todo, lo que son las cosas, acabo de entrar para publicar mi aventura de La Covacha, mi primera gran aventura en estos meses tan oscuros , físicamente ya voy al gimnasio y parece que estoy casi al cien por cien.Te dejo, que tengo que publicar y me llevará un buen rato. Un abrazo, amigo. A ver si coincidimos en alguna de éstas…

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