TRAS LAS HUELLAS DE ORHAN EN EL MONTE SÜPHAN, CUANDO LA REALIDAD SUPERA LA FICCIÓN. 1. El viaje y el Cráter de Nemrut.

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Y nunca imaginé que sin entrenar previamente fuera capaz de subir un cuatro mil invernal andando 15 horas en la nieve blanda y sin raquetas, el esfuerzo que requiere se multiplica por diez al hundirse y resbalarte en la nieve, y todo ello lo conseguí gracias al guía Orhan, que estuvo abriendo huella durante las nueve horas de ascensión, sin él no lo hubiera conseguido.

Y durante esas nueve horas de subida lo único que prácticamente existía en mi mundo eran sus huellas blancas delante de mí, huellas que se hundían con mi paso, sus pasos alargados pues no llevaba bastones, su huella, y en su huella, paso a paso , minuto tras minuto, hora tras hora, huella, huella, huella, huella ,estuve, fui, perseguí, y me mantuve, sin otra cosa que tuviera sentido en mi vida, salvo seguir tras las huellas de Orhan…

CAPÍTULO UNO. El viaje a Van.

Y está nevando copiosamente sobre la carretera que me trae de vuelta al aeropuerto de Van, ha sido una semana muy intensa en el Cáucaso turco, en las entrañas del Kurdistán. Va conduciendo un primo de Orhan que no sabe una palabra de español ni de inglés, así que cuando quiere decirme algo suelta el volante y escribe en el traductor del móvil para que lo traduzca al inglés. Los bordes de la carretera están llenos de nieve y llevamos una casi una hora entre paisajes nevados, menos mal que la carretera es muy buena y apenas hay vehículos, el primo de Orhan, cuyo nombre me dijo y sencillamente no me enteré, conduce despreocupadamente un Hyundai muy pequeñito, según Orhan era un modelo de coche de alta gama, no sé si se refería a las altas ganas de correr de su conductor.
Pero en Turquía se conduce así, despreocupadamente mientras que a mí me preocupa que la nieve tape la carretera y no pueda tomar mi avión que a las tres de la tarde sale hacia Estambul desde Van, que es donde haré el trasbordo para volver a Madrid.

Con la música kurda de fondo me pregunto cómo he llegado hasta aquí, mi primer recuerdo de esta semana también es dentro de un coche, pero en vez de nevar llovía intensamente…

“ Y el sonido de los limpiaparabrisas quitando agua a borbotones chocaban con la noche profunda de la autovía de Extremadura a Madrid, he tenido que disminuir la velocidad por un momento no veía bien la carretera, son más de tres horas hasta Madrid, mi avión a Estambul sale a las siete de la mañana y son las once de la noche, quiero llegar al aparcamiento del Hotel AP del aeropuerto de Madrid sobre la una de la mañana pues a las cinco tengo que estar en el aeropuerto y prefiero ir con mucho margen…
Y esta aventura la hago en solitario hasta Turquía, allí me espera Orhan, mi amigo y guía de montaña, que conocí en Azerbaiyán y que durante una semana estaremos juntos con el objetivo de subir al Monte Süphan, un cuatro mil invernal que promete ser muy complicado, no me he entrenado para esta aventura, lo que me preocupa en parte, pero por otra parte mi cuerpo ya tiene memoria de grandes palizas y siempre responde bien, todo está en la mente,…y en el corazón, y de eso tengo mucho.
Y llegué el 9 de marzo a las dos y cuarto de la madrugada al hotel del parquin y allí me recibió un recepcionista delgado y de ojos tristes que se sorprendió de verme, pues hasta las cuatro y cuarto de la mañana no tenía el traslado al aeropuerto, faltaban dos horas, así que pasé a la sala de estar donde estaban la mayoría de los sofás ocupados por gatos, mala suerte, soy alérgico a ellos. Me puse en un sofá esperando la hora de ir al aeropuerto.

Pero a las tres y diez el recepcionista apareció por el pasillo y me invitó a irme en el traslado de las tres y cuarto y yo que llevaba un buen rato estornudando con los gatos accedí de buen grado, aunque hasta las cinco no pensaba que abrieran la facturación.
El minibús del hotel me dejó en la T1 del aeropuerto poco más de las tres y media y ni corto ni perezoso me coloqué el primero en la fila de la facturación, mi petate pesaba casi 20 kilos para estar paseando con él por el aeropuerto, detrás de mí se colocó un africano de piel muy morena, pero que muy morena, y me ofreció una brida para cerrar la cremallera de mi petate, pues yo estaba con una cinta carricera tapando la cremallera con poco éxito.
A las cuatro y cuarto de la mañana abren la facturación y tras escribir en el teclado un buen rato y llamar por teléfono me dice la señorita que el petate no puede facturarlo hasta el destino, el aeropuerto de Van, que en Estambul, la escala intermedia, tengo que recogerlo y volverlo a facturar, tengo dos horas para ello en la escala, espero que no tenga retraso mi vuelo.


Estoy tenso, desde el primer momento, he intuido que la mayor dificultad en mi viaje del cuatro mil invernal va a ser la escala en Estambul, temo perder el avión a Van facturando el petate.
Paso el control policial y después tengo que enseñar el pasaporte para entrar en la terminal desde la que sale mi avión, todavía no hay puerta de embarque. Son casi las cinco de la mañana y estoy solo en la terminal, no hay ni un alma en esta zona del aeropuerto.


A esperar que salga el avión, es a las siete de la mañana, me llega un mensaje de “ Turkish Airlines” a mi correo notificando 40 minutos de retraso en el despegue, mi enlace con el otro avión peligra, y mucho.
Subo al avión, me sorprende que tenga pantallas en cada asiento con películas, documentales y con la visión 3D de todo el vuelo de manera geográfica viendo por donde pasamos, todo un lujo.

Al final hemos despegado a las 8.15, mi conexión peligra, llevamos hora y cuarto de retraso, apenas tendré 45 minutos para facturar el equipaje y pasar todos los controles, pero ahora toca relajarse, nos han puesto un copioso desayuno…

Me trago la película de Indiana Jones, tiene mérito a sus 80 años dando mamporros y corriendo como un jovenzuelo, de mayor quiero ser como él, pero subiendo montañas.


El vuelo trascurre sobre las nubes, salimos lloviendo de Madrid, pasamos todo el trayecto sobre las nubes y sólo pude divisar la isla de Cerdeña, llegamos a Estambul y también llueve, hemos aterrizado sólo con 30 minutos de retraso pero luego ha estado otros 30 para llegar hasta el desembarque, ha cruzado el avión despacito todo el aeropuerto, me toca correr, y correr mucho.
No tengo prisa por desembarcar, mi equipaje tiene que llegar también, me bajo el avión buscando la zona de recoger equipaje, pero tengo mis dudas, si habrá alguna forma de facturar más rápido, me voy en dirección contraria a donde sale mi avión a Van, porque mi equipaje está en Estambul, en el control del pasaporte la policía al ver mi billete me dice que no, que no salga por allí, pues mi avión está en dirección contraria…
Dudo qué hacer, tengo entendido que tengo que recoger el equipaje y salir de nuevo para volver a entrar y me queda menos de una hora…
Cambio de control y el policía que me atiende presta más atención a lo que le digo, y en el traductor de su móvil me pregunta si tengo el equipaje en Estambul, le contesto que sí, y me dice que pase, me pone el sello y salgo corriendo buscando mi petate.
No llego, no llego, no llego…, la cinta de mi vuelo es la última de la gran sala, el aeropuerto internacional de Estambul es enorme, voy corriendo, por fortuna al llegar a la cinta transportadora mi petate sale de los primeros…, en el colegio de niño me decían que Dios aprieta pero no ahoga…
Iba a coger un carrito para llevar los 20 kg de petate, pero no me da tiempo , me lo pongo a la espalda y salgo a la carrera, al pasar la puerta me sale un policía muy joven me corta el paso y me desvía al control de la aduana, tengo que dejar el petate y mis objetos en la cinta, por fortuna no había cola y los policías ni miraron la pantalla, así que recojo de nuevo mi carga y salgo a la carrera buscando la terminal de salidas de vuelos domésticos, me recorro mucha distancia siguiendo carteles, hasta que veo que hay que subir a la planta de arriba.
Ya arriba veo los mostradores de “Turkish Airlines” llenos de gente, voy a perder mi vuelo…, pregunto a un empleado y me manda a otros mostradores de facturación con menos gente, pero hay una buena cola y ya tendría que estar en mi puerta de embarque según anuncia el cartel…
Respiro profundo, sonrío, todo va a salir bien, es mi secreto, son las palabras mágicas y funciona, la cola de repente empieza a moverse rápidamente, y aunque todavía tengo cinco por delante una chica de facturación se queda mirándome y me dice que pase, mientras los de delante están hablando entre ellos sin prestar mucha atención, ha visto mi cara de desesperación y ha funcionado, en 30 segundos me factura y me dice que me vaya, ha leído mi rostro y mi alma…
Salgo corriendo tengo que pasar el control policial de seguridad para entrar en la terminal, por fortuna no hay gente esperando, no voy a perder mi vuelo, ya sé que me da tiempo, pita la puerta y el policía me cachea y me pone en un escáner que gira alrededor de mí, me deja pasar sin problema…
He sudado mucho, y corrido más, la puerta de embarque es la última de la terminal, pero voy ya con tiempo, podré entrar en los «Toilettes» antes de subir al avión, todo un lujo, mi avión sale a las 15,50 y son las 15,10…
Llegué a la puerta donde hay una gran cola, al final tardo 15 minutos en subir al avión, siento que lo más difícil del viaje lo he superado tras pasar tres controles y recoger el equipaje y facturarlo , todo en poco más de media hora en un aeropuerto enorme, de los más grandes de Europa,… he tenido suerte.
Y ahora relajado en mi ventanilla del avión, más nubes y nubes en el vuelo, llegaremos a las seis de la tarde (dos horas más que en España al estar al oeste), y descubro al descender un paisaje completamente nevado, lleno de montañas…

Ya estoy en el aeropuerto de Van, un pequeño aeropuerto del Kurdistán turco, voy andando relajado por la pista y grabando un video.

 

Recojo mi equipaje, que tanto me costó facturar, cruzo un salón y estoy en la salida, aquí está Orhan esperándome, coge mi petate, me saluda efusivamente y me lleva hasta su gran vehículo, un vehículo Wolkswagen Amarok, y partimos hacia la ciudad de Tatvan, lleva dos días nevando y hace mucho frío, la idea es mañana ir hasta el cráter de Nemrut, para ir preparándonos para la montaña, para la que tenemos que esperar la mejoría del tiempo.

Vamos bordeando en la noche turca todo el borde sur del lago de Van, son dos horas de viaje y nos paran cuatro veces los gendarmes a pedirnos pasaporte, por fin llegamos a la ciudad de Tatvan y Orhan tiene que dejar el coche en doble fila tras dar muchas vueltas buscando aparcamiento, para que bajemos al hotel en una intensa y copiosa nevada…

 

Subo a dejar el petate, el ruido de la calle es muy intenso en la habitación, pero llevo sin dormir casi cuarenta horas, así que tras bajar a cenar un par de pinchos turcos en un restaurante, nos subimos a las habitaciones, mañana empieza la aventura…

CAPITULO DOS.  Tras el cráter de Nemrut.

Y había quedado con Orhan que subiríamos a las ocho de la mañana a la planta sexta donde dan los desayunos…

Me había despertado sobre las siete y media y antes de la ocho me llega un “whathapps” de Orhan que ya estaba desayunando, así que subí, donde me hicieron una tortilla  y un poco de té, teníamos que comprar frutos secos y algo de comer para la ruta de hoy, ya no ponían nevadas pero si un día frío y desapacible en la previsión meteorológica.

Tras hacer ese cometido nos encaminamos a un hotel( Nemrut Kardelen Hotel),  de una pequeña estación de esquí cerca de Tatvan para hacer desde allí la aproximación hasta la cumbre del Cráter de Nemrut ocupado por un lago que debía estar congelado.

Tomamos la carretera que lleva hasta la aldea de Cekmece y al desviarnos hacia el hotel nos encontramos la carretera llena de nieve, mucha nieve.

Le digo a Orhan que es demasiada nieve, pero me responde que su coche tiene ruedas de invierno y es cuatro por cuatro , que teníamos que llegar hasta el hotel o sería una kilometrada muy lejana para llegar hasta el cráter.

El vehículo de Orhan comienza a introducirse en la nieve, yo preocupado y Orhan despreocupado, soy muy malo para viajar en cuatro por cuatro, prefiero andar…

Apenas avanzamos 200 metros  y nos hemos quedado encallados en la nieve, vemos venir una roulotte por detrás  y cuando llegan a nuestra altura son dos jubilados franceses que también quieren ver  el cráter.

 

Orhan y el jubilado francés se van a ver cómo está la carretera que está tupida de nieve, así que Orhan saca su celular y llama al alcalde de Tatvan para que envíe la quitanieves, yo estoy alucinando…

Tras llamar al alcalde  se disponen a sacar el vehículo remolcando con la Roulotte.

 

Al final lo consiguen.

 

Orhan llama y vuelve a llamar al alcalde, no llega la quitanieves, le responde que tiene oruga y que viene despacio, creo oír a lo lejos un motor.

Tras casi una hora llega la quitanieves, que es una pala de excavadora usada para tal cometido.

 

Se pone a limpiar, pero hay mucha nieve, el Francés se da la vuelta y se va,  el conductor de la retro nos dice que no va a poder avanzar más, que necesita una semana para limpiar hasta el hotel…

 

Dejamos el coche en un claro de nieve que nos hizo la máquina comenzamos a andar.

La nieve está muy blanda, hace mucho frío y hay niebla el día es bastante complicado para nuestra encomienda…

Vamos caminando junto al quitamiedos de la carretera, la nieve nos rodea por todas partes, aunque algún árbol nos recuerda que no estamos en el polo norte, creo que hace más frío aquí que cuando estuve en esos parajes el año pasado por estas fechas.

Caminamos y caminamos en la niebla, llegamos al hotel, todo está cerrado, demasiada nieve, hasta para una estación de esquí.

 

Comemos unos frutos secos y seguimos, ahora cuesta arriba, el camino es muy duro en la nieve blanda, nos nieva, nos ventea, el frío aprieta.

  • Maese Viento, hoy estás invernal, qué fuerte y qué frío es tu aliento hoy, amigo mío.

  • Por fin osas hablarme, creí que me estabas ignorando, necio humano.

  • Temía que me hablaras en turco, Maese, cuando estás invernal eres impredecible.

  • La capacidad de entenderme es tuya, humano, y no depende de idiomas ni de credos, lejos has viajado esta vez, ¿y qué vas buscando por estas tierras, humano?

  • Pues hacer cosas diferentes, para que la impronta del tiempo deje recuerdos en mis huellas…

  • Huellas vais dejando en la nieve, y en breve desaparecerán, como vosotros en la marea del tiempo, apenas sois un milisegundo en la vida de la tierra.

  • Ya empiezas con lo poco que somos, ya lo sé, Maese. No me es necesario tu continuo recuerdo de que todo se acaba…, pero tengo que pedirte un favor amigo mío. Una vez más…

  • Siempre pidiendo, siempre pidiendo, no sabes más que pedir, qué deseas esta vez…

  • Que con tu aliento abras la niebla para que podamos ver por dónde vamos y podamos hacer alguna foto, que todos mis recuerdos de hoy están en blanco,…blanco de niebla.

  • Ni lo sueñes humano, yo haré lo que me venga en gana…

Orhan me cuenta que en esta zona hay muchos osos, que deberían estar invernando pero esta semana se ha avistado uno que ha atacado a dos personas.

Vemos a lo lejos entre la niebla una silueta redondeada, dudamos si es el oso, y de repente Orhan saca de su mochila una pistola…

 

No sabemos si ha matado al oso, pero con la niebla es muy fácil que nos coma varias  veces, Orhan guarda la pistola, seguimos avanzando pero llegamos a un punto que no se ve absolutamente nada, le presto mis gafas de ventisca que con ellas se ve mucho más…

El día va empeorando llevamos cinco kilómetros andando en nieve blanda, decidimos volvernos porque no vamos a llegar y si llegamos, no veremos nada.

Y de repente en nuestra vuelta se abre la niebla y empezamos a ver las vistas, Maese Viento ha hecho lo que le he pedido, siempre lo hace aunque no lo reconoce me tiene aprecio…

Nos paramos a comer algo en la estación, hace frío pero el sol nos da, y hace muy agradable el momento junto a un pequeño remonte de telesillas que está cerrado y en cuanto terminamos se vuelve a cerrar el cielo y comienza a nevar de nuevo, esa vez con fuerza, Maese siempre nos cuida…

Llegamos de nuevo al coche, se ha cerrado el día en  nieve intensa  y frío más intenso, Maese Viento cumplió con lo que le pedí, pudimos hacer fotos de las vistas y luego volvió a cerrarse…

Nos iremos al norte con nuestro vehículo por la orilla del lago Van hasta el pueblo de Adilcevaz donde comeremos y nos quedaremos a dormir, pues al día siguiente comenzaremos la aventura de la subida al Monte Süphan, el segundo más alto de Turquía.

 

 

Lo primero que hicimos en Adilcevaz  es ir a comer, el restaurante que buscaba Orhan está cerrado, les pregunta a unos policías locales, y mientras habla con ellos pasa un hombre ataviado de cocinero que se para a nuestra altura y nos dice que le sigamos hasta su establecimiento, esto es el Kurdistán, todo es en familia, allí   comemos, pollo, albóndigas y ensalada.

Aunque es tarde avanzada, me dice Orhan que tenemos que ir a pedir los permisos a la gendarmería, me lleva por una calle empinada hasta una puerta metálica grande en un edificio que parece un cuartel militar, llama al timbre y sale un gendarme que va con traje del ejército y un fusil, es de unos treinta años corpulento y fuerte, parece que conoce a Orhan, aquí todo el mundo le conoce y estamos a tres horas de su domicilio. Cruzamos un gran patio del acuartelamiento   y entramos en un edificio, allí hay una oficina, un gendarme con su uniforme de camuflaje y uno vestido de civil.

Me piden pasaporte y mi grupo sanguíneo y el civil decide escribirlo a máquina tras decirle yo que soy de Granada, pues empieza a hacerme preguntas sobre España pues quiere ir de turismo allí, escribe un documento con los datos míos y de Orhan que somos los dos que subiremos al Süphan al día siguiente. Luego le da el documento a Orhan y subimos a la primera planta donde se encuentran tres gendarmes muy jóvenes sentados en sillas relajadamente y bromean con Orhan y miran mi sombrero y me preguntan de nuevo sobre España, el documento se lo quedan en la planta de arriba y ya tenemos permiso, que realmente no es permiso es tener constancia del tiempo que vas a estar y por dónde vas a subir por si tienen que venir a rescatarte, me contó Orhan hace varios años de una vez que tuvieron que bajar a un cliente español con las costillas rotas y un neumotórax después de estrellarse contra unas rocas al bajar, me tranquiliza que iba esquiando y nosotros vamos andando…

Nos acercamos al único hotel de la localidad y allí compartiremos habitación, me dice que ha empezado el ramadán y desde mañana no encontraremos restaurantes abiertos durante el día, un inconveniente pequeño, pues en montaña almuerzo   por la noche tras la ruta, así que antes de irnos a dormir nos tomamos unos tés en el restaurante del hotel.

 

Y solo el tiempo dirá mañana…,

como fluyen nuestros caminos.

 

 

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