El infinito blanco del lago Inari, viaje al corazón de la Laponia. 1. El comienzo.

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Y el silencio en el corazón del lago Inari, es infinito. Silencio que  te llena los oídos, cuando apenas el soplo de Maese Viento se atreve en algunos momentos romperlo levemente, ese silencio  es tan denso que los latidos de tu corazón suenan tan fuertes en tus entrañas que parece un coloso mecánico dentro de tu pecho, que insiste en golpear una y otra vez el silencio tratando de  quebrarlo, pero sin embargo es el sonido lejano de algún pájaro carpintero  traqueteando en  la madera el que te hace darte cuenta de que no te quedaste sordo para el mundo externo, y que existe algo más en el infinito helado, infinito que te rodea,  infinito blanco,  infinito hielo,  infinito silencio, empequeñeciéndote, menguándote, haciéndote  casi desaparecer en el blanco del horizonte gélido, horizonte infinito…

Pero cómo llegó un alpinista al llano del Polo Norte, pues su ausencia de pendientes no son lo más estimulante para el que acostumbra a subir, a subir y a subir, pues la verdad la culpa la tuvo Papá Noel, si fue él.

Después de estar en el Pirineo Aragonés en plena ola de frío y ver allí como se frustraban mis planes para subir a los Andes en Mayo, pues pasaron cosas  que no se pueden escribir, me encontré que lo más práctico era el cortoplacismo, tenía que pedirme 6 días de vacaciones en marzo que eran del año pasado, pues mi querida empresa no me los concede cuando los preciso, así que por indicación de Nati e Isabel, mis amigas de Navarra con las que tuve bonitas aventuras en esos días, me dispuse a mirar la agencia de Pako Crestas, para mi desilusión, ofertaba viajes a grupos y yo no lo tenía, ya no, pero en marzo ofertaba dos expediciones a Laponia, al norte de Finlandia, miré en el mapa dónde estaba Inari y Lemmenjoki, los lugares a los que ponía que se podía ir sin grupo de manera individual, y fíjate un poco más arriba de Papa Noel, que supuestamente está en Rovaniemi, así que esto era una señal, pues los días aunque  los gastaría en marzo eran realmente de Navidad, que fue en gran parte cuando no me los concedió mi empresa, así que me iría  a ver los renos de Papá Noel…

Se me ocurrió que lo mismo le podía gustar el plan a César y Angeloti, miembros de mi extinto grupo de montaña, y así fue, a César le entusiasmó y se puso en ello junto a mí…

Las gestiones fueron diversas, y entre ellas las fechas, que fueron en  las que había plaza para los tres, y no fue sencillo, pues Pako Crestas es una agencia intermediaria de Groenland  Adventures, y Pako está siempre perdido en alguna de sus aventuras, así que al final los aviones nos los gestionó Ricardo Polar que es el responsable de estas expediciones.  Así que iríamos a Inari, el segundo lago más grande de Finlandia con más de cien kilómetros de diámetro, con más de tres mil trescientas islas, que surcan y rompen la monotonía helada de la superficie por la que nos desplazaríamos con esquíes  durante 6 días lejos de las comodidades de la civilización, arrastrando con un arnés artesano inventado por Ricardo  un pequeño trineo o pulka donde llevaríamos nuestras pertenencias con temperaturas que rondarían los veinte bajo cero o incluso menos, toda una aventura,  estaríamos esos  seis días sin electricidad, sin agua potable ni un lugar normal para descansar, vida de esquimal, lo único que la comida la llevaríamos y no tendríamos que buscarla entre el hielo, por fortuna.

Así que el sábado 11 de marzo de 2023 comenzaba la aventura, recogí un día antes en Navalmoral de la Mata a Angeloti y nos dirigimos a Barajas, al hotel aparcamiento que nos acogería por unas horas hasta que el día siguiente despegara el avión a las 10.20 horas de la mañana, rumbo a Helsinski, esa tarde matamos nuestra ansiedad de aventuras paseando por Alcalá de Henares, cuna de nuestro don Miguel de Cervantes.

Al día siguiente César llegó justo antes del embarque, no le gusta esperar en los aeropuertos, y nos subimos al avión repletos de ilusiones, gélidas y congeladas, me tocó pasillo para desconsuelo de mi curiosidad aérea, además la que estaba junto a mí apenas me miró una vez a pesar de saludarla, estaba muy ocupada durmiendo, qué injusta es la vida, y la que estaba en ventanilla pues los asientos al lado de mi pasillo eran tres, tras cerrar la ventanilla  se echó a dormir, mi único consuelo es que daba al ala y apenas dejaba de ver el cielo, pero mejor un ala con nubes que un cerramiento dormilón, creo que tenían que prohibir dar ventanilla  en los aviones a los que se duermen y las cierran.

Vamos sobre las nubes, una borrasca ha tapado el norte de Europa, el avión desciende y tras cruzar las tinieblas aterrizamos en Helsinki bajo una nevada copiosa, estamos a cinco bajo cero y está todo blanco lleno de nieve , con remolinos de nieve sobre la pista del aeropuerto.

César nos apremia a que nos vayamos rápido a Helsinki, el avión que nos lleva a Ivalo sale a las 19,50 horas y hemos llegado a 15,30 horas,  tenemos una hora ida y vuelta en tren a Helsinki, y hay que estar otra hora antes del embarque, tenemos poco más de dos horas de turismo en Helsinki.

César nos lleva con seguridad a Angeloti y a mí hasta la estación de tren, que está dos pisos de hormigón más abajo, parece un búnker de la tercera guerra mundial el acceso al andén, allí se acerca a una máquina expendedora y nos saca nuestros viajes de ida a Helsinki por 4,10 euros, ya nos subimos al tren.

Todo es blanco, nieva muy intensamente pero seguimos viendo a la gente hacer su vida normal, nos bajamos del tren y salimos a una plaza con edificios que parecen soviéticos, hace mucho frío, siento mucho frío, pero los Finlandeses actúan con normalidad, me sorprende los sonrientes que van, de Finlandia viene el dicho de  “ a mal tiempo buena cara”, y te miran a los ojos al pasar como si se preocuparan por no verte quedarte congelado o simplemente es que te ven cara frío y se sonríen por lo escondido  en tus ropajes, hay muchas personas de otras razas y hoy que nieva se ve mucha gente joven, nos sorprendió encontrar  a una joven de largo cabello negro sentada a cinco bajo cero sin paraguas ni gorro cayéndole la nieve sobre su pelo suelto mientras se fumaba un cigarrillo, indiferente al frío y a todo lo que le rodeaba, como si el tiempo se hubiera parado para ella, una bella estampa aunque no me guste el tabaco.

 

Hay más de una cuarta de nieve en las calles, estoy feliz de haberme traído de calzado mis botas semirrígidas de montaña, evitan el frío y algún que otro patinazo.

César nos lleva hasta el puerto, cada vez nieva más, son casi las cinco de la tarde, no he ingerido alimento alguno en todo el día, así que buscamos donde comer, en el muelle encontramos un chiringuito que estaban cerrando, tienen salchichas y pescaditos fritos, para nuestra sorpresa la chica que lo regenta a pesar de estar recogiendo al vernos y escucharnos se dirige a nosotros en español.

Es mexicana, así que le pedimos un perrito caliente de carne finlandesa y unos pescaditos con una cerveza que tienen guardada para que no se congele, nos sentamos en un techado abierto al aire libre a comer a menos cinco bajo cero, al menos no nos cae la nieve sobre nosotros, nos supo a gloria nuestro alimento finlandés…

Nos volvemos al aeropuerto, el control lo pasamos sin dificultad, me preocupaba perder las tijeras sin punta de mi botiquín pues no habíamos facturado equipaje, sigue nevando, cada vez más fuerte, el vuelo va a salir con retraso, en la espera que se alarga de repente vemos en las pistas un montón de vehículos con sirenas a toda velocidad levantando nubes de nieve.

 

Son las máquinas quitanieves, y van detrás de cada avión que aterriza y también antes del que despega, nieva muchísimo,  por fin embarcamos pero no terminamos de despegar. Esta vez me tocó pasillo y adelante, veía lo que estaba pasando, y para mi sorpresa tardábamos tanto en despegar porque justo antes de iniciar el tramo final de la pista de despegue que nos mandaría a las nubes, una máquina roció nuestro avión de un líquido de aspecto jabonoso que parecía anticongelante.

Mil kilómetros al norte nos esperaba Ivalo, una localidad de apenas cuatro mil habitantes puerta de entrada a la Laponia finesa, pasaríamos por encima de Rovaniemi en nuestro vuelo y seguiríamos trescientos kilómetros más arriba.

Nos bajamos del avión sobre la pista, hace once bajo cero y estaba estrellado pero ya no sentía  frío, era peor Helsinki.

 

 

Como no teníamos equipaje salimos los primeros del aeropuerto  y nada más hacerlo allí estaban los tres esperándonos.

Javier con un cartel con los nombres de las cuatro agencias de viaje, Ricardo y Xavi, todos con pinta de hombres curtidos en fríos y en nieves.

Salió de recoger los equipajes detrás  de nosotros Vicente y Jose de Valencia,  luego Carlos de Barcelona y por último apareció Nuria de Barcelona, conocida de Javier Campos quien sería nuestro guía y mentor en estos días, Vicente se tuvo que volver corriendo pues se había dejado el libro electrónico en el avión y tuvo la suerte de recuperarlo, ya estábamos todos, siete personas que seríamos guiados por Javier Campos.

Nos montamos en un taxi con Javier camino a Inari tras despedirnos de Ricardo Polar y de Xavi, Inari es una localidad de seis mil habitantes que será el testigo de nuestro comienzo de expedición al día siguiente, Javier nos va explicando cosas de lo que nos viene en el viaje y reparte las habitaciones del hotel.

Son las 23.15 llegamos al hotel Safari, a estas horas ya no hay nada abierto, así que no podremos cenar, yo llevo una bolsa de frutos secos que guardé pensando en ello, nos calma algo el hambre que es menos que el cansancio del viaje. Me ha tocado en una habitación para dos  con Angeloti, y al poco viene César a buscarnos tras soltar su equipaje, aunque no hay previsión importante de auroras tenemos que ir a mirar porque nos dijo Javier que la noche anterior había sido la más intensa de todo el invierno.

Salimos en busca del lago, más allá de las motos de nieve como nos indicó Javier, y para nuestra sorpresa en el horizonte al norte allí estaba,…ella.

Aurora, aurora boreal, qué decepción, apenas una nube blanca que se movía en brazos hacia la tierra, nos separamos de las luces de Inari buscando la oscuridad, pero no pasaba de una nubecita blanca que se movía juguetona mientras se nos congelaban las manos intentando fotografiarla sin conseguir nada diferente a oscuridad, ni con la nueva cámara «Gopro» conseguí hacer fotos  de Aurora.

Nos volvemos bastante decepcionados y arrecidos al hotel, mañana será otro día, el día que comience la aventura…

Domingo 12 de marzo de 2023. Inari a cabaña Pielpavuono.

Hemos quedado en la cafetería entre las siete y cuarto y siete y media para el desayuno bufet,  tras el desayuno nos sentamos todos en una mesa tranquilamente y nos vamos presentando;

Nuestro guía y mentor ,Javier Campos, es documentalista, conferenciante, alpinista, aventurero, explorador, escritor, humanista, es  el primer hombre que ha cruzado los 1800 km del Himalaya en solitario y en invierno en sólo  83 días, también cruzó en pleno invierno en solitario el ártico hasta Cabo Norte y muchas más cosas aventuras en todo el mundo en una vida repleta y dilatada de expediciones alpinas y no alpinas por todo el mundo, paisano mío de ascendencia Alpujarreña aunque nacido en Barcelona y afincado cerca de Granada.

Vicente, viene de Valencia, alpinista y escalador.

Jose Ángel, también de Valencia que ha cruzado el Himalaya.

Carlos, De San Cugat del Vallés aunque originario de un pueblo Cacereño cercano a Monfragüe llamado Serradilla, con experiencia previa en este tipo de expediciones árticas.

Nuria, de Bruguera en Barcelona. Amiga de Javier, estuvieron en Marruecos haciendo el Toubkal.

César,  de Madrid, experto en viajes solitarios por el mundo.

Angeloti, mi hermano de montaña, de Cuacos de Yuste, que sería nuestro cocinero en la expedición.

Y yo, Fran Pisandocumbres, médico, bloguero, alpinista y escritor a ratos.

Javier nos explica que estamos en una experiencia colaborativa, y para que llegue a buen puerto la expedición es importante que funcione el grupo, y que haya una colaboración entre todos, primero tenemos que repartir la comida, las tiendas, el equipo común entre todos, llevaremos dos tiendas de campaña pero sin intención de usarlas salvo que estuvieran llenos los refugios que visitaremos, cada día tras estar esquiando entre 6 y ocho horas cuando lleguemos al refugio habrá que encender el fuego, obtener agua con el “verviki”, que es una taladradora de hielo manual,  cocinar y lavar la vajilla además de ir a por leña a la cabaña almacén de leña.

Nos explica que el mayor peligro es caer al agua, pues iremos esquiando sobre la capa de hielo del lago Inari durante todos estos días, y aunque el cambio climático ha adelantado el deshielo en Marzo no debe de haberlo, aunque puede haber algunas zonas durante la travesía con “overflow”, agua sobre el hielo.

Javier nos dejó un rato libre para preparar equipajes e ir al supermercado de al lado por si queríamos comprar algo que nos faltara, llevaríamos todo en el trineo o «pulka» los seis días hasta Veskoniemi donde acababa nuestra aventura.

El cielo está totalmente despejado, muy despejado, y hace frío, mucho frío, estamos a menos veinte grados bajo cero, a las diez quedamos en la parte de atrás del hotel, allí tiene un sótano con el material Ricardo, el sol da la vuelta y nos quedamos a la sombra en el exterior mientras Ricardo nos saca el material.

Primero los trineos de plástico o pulkas, la funda saco con velcro que envolverá todos nuestras pertenencias, arnés artesano hecho con una riñonera del “decathlon “, botas tipo «Sorel», que te tienen que dejar el pie suelto para que circule la sangre bien y no te congele “mucho”, manoplas, parka de menos treinta bajo cero para ponérsela por la noche cuando no esquiemos, César , Angeloti y yo  sacos de dormir de menos veinte y cinco que son de fibra para que no atrapen humedad y son enormes, bastones  y esterillas y por últimos los esquíes.

 

Luego Javier nos reparte el material común; dos bolsas de desayuno, dos bolsas de picoteo, dos bolsas de cena, dos palas, la taladradora o verviki, dos tiendas de campaña, las ollas de cocina, una bombona de butano  y esquíes de repuesto.

A mí me toca las «cenas uno» y una pala, apenas me cierra la funda y al final opto por llevar la mochila a la espalda en vez de en el trineo.

Hemos estado más de media hora a la sombra a menos de veinte bajo cero, estamos congelados, entramos en el restaurante del hotel buscando entrar en calor, Nuria se encuentra mal, las manos se le han puesto blancas en varios dedos y le duelen muchísimo, es lo que llamamos los médicos un fenómeno de Raynaud, un problema circulatorio muy doloroso que puede estar asociado a otras dolencia reumatológicas…

La ruta del primer día es sencilla, haremos 7 km hasta Pielpavuono, por pistas de motos de nieve por lo que no nos pondremos los esquíes, estamos en “civilización”, nos encontraremos gente allí y quizá haya que dormir en tienda este primer día.

 

Comenzamos a andar tirando de nuestras «pulkas», el sol da fuerte pese al frío nos echamos la crema protectora antes de salir del restaurante, las previsiones daban nubes y se han equivocado, aquí fallan mucho.

La emoción de la aventura se mezcla con la sensación de frío extremo, llevo las gafas de sol y me doy cuenta que no veo nada, me las quito para limpiar el vaho y me doy cuenta que el vaho es hielo, se ha congelado y me toca rasparlo para poder ver.

Andamos tranquilamente dos horas y media y llegamos a la isla, hay Finlandeses con niños pequeños y muchas motos de nieve aparcadas, parece que sólo vamos los españoles con esquíes pero sin esquíes pues llegamos andando.

 

Apenas me cercioré del trayecto pues estaba más pendiente en que no se me congelaran las manos que de lo que estaba andando , el primer día hay que adaptarse a la nueva situación climática y es cuando lo pasas peor, en la isla de Pielpavuono hay un complejo recreativo que nos servirá para dormir, consta de cabaña, letrina y cabaña para la leña.

 

Entramos en la cabaña y estaban haciendo sus padres unas salchichas a unos niños  Finlandeses,  nos instalamos como podemos en los bancos flotantes de madera alrededor de la estufa de leña, que se encuentra en el centro de la cabaña, no tenemos problema de combustible pues la cabaña de la leña está llena de sacos de leña muy bien cortados por los guardabosques, además hay una cocina de gas con su bombona donde cocinaremos y satén, ollas y cubo para llenarlo de agua, los finlandeses están mucho más avanzados que nosotros, aquí en España no duraría la equipación de las cabañas ni cinco minutos y allí te encuentras las cosas y addemás limpias y cuidadas.

Han llegado unos franceses a la cabaña y sin mediar palabra se han adueñado de casi la mitad, se desnudan y se cambian poniendo sus cosas sobre las nuestras sin dirigirnos la palabra, nos ignoran, Javier está muy molesto por la situación y les dice unas palabras en inglés, los franceses están acostumbrados a apropiarse de todo, no sé si son muy diferentes de los españoles en ese aspecto.

Son cuatro los franceses y nosotros ocho, no sabemos si dormirán dentro de la cabaña, han montado tiendas de campaña en medio del lago pero hoy hace mucho frío, y aunque le han dicho a Javier que se van no lo sabemos con certeza.

Vamos  con Javier a obtener agua hacemos un orificio en el lago con el Verviki, un «sacacorchos que puede perforar el hielo.

 

Luego vamos a montar una tienda de campaña en el lago, puede que tengamos que usarla si los franceses no se van a la suya, Angeloti dice que quiere dormir en ella, y me dice que me vaya con él, yo no estoy muy animado hace mucho frío  y no estoy todavía adaptado.

 

Nuria lo está pasando muy mal, estuvimos mucho tiempo a la sombra cuando montamos las «pulkas», y desde entonces no se ha recuperado, no es capaz de entrar en calor y le preocupa mucho su problema de las manos, también me ha enseñado los pies y los tiene muy pálidos.

Avisan a Javier de que a las diez de la noche vendrán unas  motos de nieve  a la cabaña a ver las auroras boreales y entrarán a calentarse, así que  decido irme a dormir a la tienda de campaña con Angeloti, entre los franceses y los cazadores de auroras pueden montarnos esta noche una fiesta de vigilia y mañana nos levantaremos a las seis, así que he decidido irme a la humedad gélida del lago.

Los franceses se han ido a sus tiendas de campaña, pero a las nueve y media nos vamos Angeloti y yo a la tienda de campaña, esperemos no congelarnos demasiado pues estamos a menos de veinte bajo cero…

Mañana empieza la ruta de verdad, mi corazón inquieto se cubre del ansia de las aventuras en el infinito blanco del lago Inari…

 

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