Buscando la aventura en Azerbaiyán. 1. El sueño del Bazardüzü.

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«Incertidumbre…

Y las alas rasgaban las nubes del  cielo de Varsovia,

mientras el avión se elevaba entre las tinieblas oscuras,

lentamente, suavemente, continuamente,…incertidumbre,

incertidumbre oscura, incertidumbre tenebrosa, incertidumbre alada,

que se eleva sobre las nubes entretejiéndose en ellas, mezclándose,

repartiéndose, arriba en el cielo, perdiéndose,…entre las nubes.»

Y en el cielo de Varsovia, en la oscuridad de la noche, el avión cruza las nubes, camino de una cumbre desconocida, camino de un país lejano, presa durante años de una guerra medio olvidada que volvía a resonar en un eco de tambores y timbales, incertidumbre, siempre presente, esta vez en Azerbaiyán, mañana será otro lugar, otra montaña, otro sitio, donde me hallará incertidumbre, esa sensación que se agolpa en el pecho y te hace a veces arrepentirte del camino elegido…

Pero incertidumbre es dueña en la noche, y te atrapa siempre antes de las grandes aventuras, te reconcome quitándote el sueño antes del amanecer elegido, pero hoy se va disipando antes, el avión ha cruzado las nubes tenebrosas que tapaban el cielo de Varsovia, y sobre él se encuentra el firmamento, enorme, eterno, punteado de miles de luces que alumbran la oscuridad, son las estrellas guiadas por la media luna creciente…

Y el sueño del Bazardüzü nos había puesto en los brazos de la  incertidumbre en esta ocasión, su cumbre  de más de 4500 metros dentro de la cordillera del Cáucaso, la hacían la más alta del país bañado por el falso mar Caspio, aquel país sumido en guerras desde hacía décadas llamado Azerbaiyán.

Y el de Varsovia era el segundo avión que tomábamos camino a Bakú, la capital de Azerbaiyán, el primero fue en Madrid que salió casi dos horas más tarde  de su horario, y nos dio tiempo a Angeloti y a mí que habíamos salido de Extremadura a conocer en el aeropuerto a nuestras compañeras de aventura que partían desde Madrid, primero a Carolina que con su mochila “trekking” la identificamos a la primera Angeloti y yo nada más verla de espaldas con su cabellera larga y rojiza, ella venía desde Logroño aunque es Zaragozana y a la media hora con su rostro despistado apareció la pequeña figura de Nayana, que desde Pamplona acudía a nuestra cita con la aventura Azerbaiyana, desde el principio reinaron las risas en nuestro improvisado encuentro, la aventura iría bien, pasara lo que pasara,  estaba seguro.

Y la lluvia caía en Varsovia con avidez sobre el avión aterrizado, y tras dejarnos un autobús en la terminal, nos despertamos…

Sí, nos despertamos. Todo el avión salió de la terminal menos nosotros cuatro que teníamos que hacer transbordo y sin querer nos encontramos en un frío sótano, descarnado y desangelado, era el control policial para entrar en la zona de salidas aéreas, más propia de otra época, de la época comunista, no había allí nadie esperando para pasar, y sólo un puesto de control abierto a esas horas de la noche  con dos policías uniformados, uno de ellos en el escáner de equipajes y el otro en el portal de registro personal.

El policía que nos tenía que registrar empezó a gritarnos al vernos dudar al encontrarnos en tan sórdido lugar sin esperarlo, con su uniforme a la antigua, parecido a la KGB soviética, con su bigote comunista, gritándonos en inglés con su rictus severo y agriado, -Shoes too, Shoes too.- A voces nos hizo quitarnos los zapatos, los cinturones, luego a Nayana el pañuelo de la cabeza, y ante nuestra risa nerviosa actuaba con más gritos y exigencias, Angeloti y Carolina tuvieron que salir corriendo a vaciar el agua de sus botellas  por la terminal, haciéndolo en una fregona que encontraron junto a la entrada del sórdido sótano control, uno a uno fuimos pasando dudando de si estábamos en Polonia o en Corea del Norte, bueno, por la cara del policía parecía Polonia en los años de la guerra fría…

A pesar de todo pasamos, y el señor policía, con su cara de amargado existencial se sentó a mirar unos papeles, de los que no se dignó a levantar la vista ni aun cuando nos despedimos de él cortésmente en inglés, el otro policía se había apartado al otro lado de la sala, yo creo que avergonzado y hastiado de tener que trabajar con una persona de tan bajo perfil emocional, estuvimos a punto de poner caras rojas en la valoración del proceso que había en el final de la sala, pero nos abstuvimos por miedo a que el sujeto nos detuviera o se fuera detrás de nosotros…

Por fortuna, el resto del aeropuerto no era así, tuvimos que meternos en unas cabinas donde tras introducir en un escáner tu pasaporte una cámara comprobaba la veracidad de tu rostro con la foto, un poco claustrofóbico, pero ya no estaba el policía de la KGB con su mostacho gritándonos…

Y ahora en la madrugada trato de dormir algo, llegaremos a las cinco de la mañana a Bakú, pero no paran de despertarnos las azafatas ofreciéndonos bocadillos y zumos, nos van a engordar los de la aerolínea polaca…

En el grupo de “Watsapp” de la agencia de  Pako Crestas , al que conoceríamos en persona en este viaje y era la agencia organizadora de la aventura en Azerbaiyán, nos habían dicho que vendrían a recogernos al aeropuerto para llevarnos al hotel, seríamos los primeros en llegar y tendríamos todo el día para hacer turismo pues hasta el día siguiente no nos iríamos al Cáucaso.

Y eran algo más de las cinco de la mañana cuando aterrizamos en Bakú tras cruzar por un momento el Mar Caspio en la maniobra de aproximación, los equipajes los recogemos sin problema, me doy cuenta de que he echado demasiada ropa en mi petate amarillo nuevo del “Decathlon”, no estoy acostumbrado a facturar,  y salimos a la entrada del aeropuerto donde  vemos a un joven delgado y con traje con un cartel con el nombre de Carolina Gómez, es nuestro hombre, parece que en este viaje nombrarán siempre a Carolina como en el aeropuerto de Madrid, donde la llamaron por megafonía antes de embarcar para comprobar su visado de Azerbaiyán.

Salimos al exterior, el parking lleno de coches, y al fondo las luces de la otra terminal del aeropuerto muy vanguardista, amanece, nos montamos en el vehículo de Iof, un chico delgado con su traje y corbata, con su barba musulmana, nos enteraríamos después que se llamaba así pues no hablaba inglés, nos llevaba al Hotel Anatolia, donde nos esperaba un guía de habla inglesa. Bakú es una gran ciudad de dos millones de habitantes llena de contrastes, edificios enormes , modernistas que   se alternan con otros antiguos que casi se desploman, los coches de lujo se mezclan con una mayoría de vehículos de más de 20, 30 o incluso 40 años, circular por Bakú por momentos recuerda un museo de coches antiguos.

Llegamos al hotel, dejamos en consigna nuestros equipajes pues son las siete de la mañana y todavía no nos han asignado habitación, esta noche llegarán los restantes miembros de la aventura y mañana por la mañana Pako Crestas, nos hacen firmar un documento de que nos hacemos responsables del daño que podamos sufrir en la aventura, si lo piensas no lo firmas, pero no pensamos, es muy temprano para gastar energía.

Pues tras hablar con el muchacho joven de las gafas en inglés acordamos que por 40 euros Iof nos llevará al centro de  Bakú ,luego a los petroglifos de Gobustán, patrimonio de la humanidad,  y finalmente a los volcanes de lodo también en el parque nacional de Gobustán, de los 700 volcanes de lodo que hay en el mundo unos 300 se encuentran en las inmediaciones del mar Caspio, y se deben a la emanaciones de agua caliente entre los sedimentos muy finos.

Iof nos llevó al centro, donde no había nadie salvo barrenderos, nos costó encontrar un lugar donde tomar un café, lo hicimos en un hotel que ofrecía un desayuno buffet a la entrada del mismo como invitando a los transeúntes a participar en él, nosotros solo el café, yo también me tomé uno a riesgo de no poder dormir esa noche, me tomo cuatro cafés en la década y en esta ya llevo  ya dos, pero había salido de mi casa de Extremadura a las siete de la mañana y eran los ocho de la mañana del día siguiente y no había dormido nada en el avión, y hasta por la noche pensábamos aprovechar nuestro día libre en Azerbaiyán, así que corrí el gran riesgo de tomarme ese café, esperaba no arrepentirme demasiado.

Después de ver el centro, Iof nos llevó al puerto, estaba el paseo marítimo ocupado por un hermoso parque con grandes edificios detrás. Me estaba gustando mucho Bakú, estaba lleno de pequeñas sorpresas en edificios de treinta plantas. Lo que menos me gustó fue el aceitoso aspecto del agua del mar caspio repleto de pozos de petróleo que es la riqueza de este país que va creciendo poco a poco.

Iof de camino a Gobustán nos para en la mezquita de Hakima, de las joyas más sencillas y bonitas que he disfrutado en mi corta vida, allí ubicada sobre la bahía daba un espectáculo del mar, contrastado por la montaña llena de tumbas musulmanas que pululaban enfrente de la mezquita como si se quisieran acercar al lugar de la oración.

 

Y en su interior el verde naturaleza llenaba tus pupilas en un espectáculo de color y luz en la mañana que se despertaba poco a poco.

Iof sigue conduciendo con presteza entre los coches de la autovía Azerbaiyana, que a veces recuerda a marruecos en su anarquía de conducción, nos adentramos en el desierto lleno de pequeños pozos de petróleo y tras girar en un cruce nos vamos adentrando más en un paisaje desértico hasta llegar al aparcamiento de los Petroglifos de Gobustán donde Iof nos compra las entradas, él lo tiene muy visto, no entrará con nosotros.

Durante un corto recorrido por una pequeña colina medio desértica con abundantes avisos de no salirse del camino por serpientes, vamos viendo las figuras muy abundantes rayadas en la roca blanda hace miles de años por ancestros muy antiguos, pero  poco hábiles en la talla de la roca…

Enseguida nos aburrimos de las figuras milenarias, así que volvemos e Iof nos lleva a un centro de interpretación de las figuras donde unas chozas de la edad de piedra adornan su entrada.

Nos volvemos a montar en el vehículo de Iof, hace mucho calor, ahora nos vamos a los famosos volcanes de lodo, que están estropeando con pasarelas y un gran centro de visitantes en su inmediaciones, parece que somos de los últimos en visitarlos gratis , en poco lo acotarán y pondrán precio a la entrada como en los petroglifos.

Los volcanes de lodo realmente son fumarolas de barro, pero son llamativas e interesantes en su ascenso con forma de cono.

 

Son casi las una de la tarde, volvemos a Bakú, se ha acabado el tiempo de la excursión contratada,  Orhan se pone al teléfono, es será nuestro guía material y casi espiritual en estos días…, hace de intermediario entre nosotros e Iof que no habla inglés ni nosotros Azerí, nos vamos al centro de Bakú a comprar una tarjeta de datos de móvil para Carolina.

Y estando en la tienda aparece Orhan y el otro guía de la aventura, Babek, y ellos nos vamos de almuerzo en un restaurante turístico de Bakú.

Nos volvemos andando hasta nuestro hotel y Orhan nos guía a través de las calles repletas de vida de Bakú, tardamos más una hora en los casi 5 km que nos separan.

Por la tarde noche llegan Artemio y Pino desde Canarias, Javito desde Madrid y Iñaki y Willy desde el País Vasco, ya sólo falta Pako Crestas que llegará por la mañana…

 

 

24 de septiembre de 2023. Viaje al campamento de aclimatación.

Y a las ocho de la mañana salimos del hotel, nos espera en la puerta un minibús en el que apenas caben nuestros macutos pues ha empleado casi toda su capacidad en asientos, metemos cómo podemos nuestro equipaje y partimos, primero por las calles llenas de tráfico de Bakú, luego por el desierto junto al mar Caspio, para poco a poco aparecer más vegetación, me impresionan los enormes nogales del borde de la carretera, pero voy algo adormilado pues estuvimos 40 horas seguidas sin dormir el día anterior, aunque Pako duerme más plácidamente que yo en su asiento cerca del mío, viajó durante la noche para llegar por la mañana.

Orhan nos dice que vamos a parar para comprar comida y así hacemos, en Quba nos detenemos en un supermercado, Quba es una localidad Azerí de unos 25 mil habitantes que se encuentra al final de la llanura que antecede al Cáucaso.

Tras comprar víveres en Quba, el supermercado no es muy diferente al occidental, salvo por los peces de ríos ahumados y la ausencia de cerdo en los estantes.

Nos volvemos a montar en el autobús, y nos adentramos en el bosque viajando hacia el oeste, alejándonos del Mar Caspio, paramos a tomar una cerveza con una tortita de carne, queso(muy salado) o vegetal(cilantro, incomestible) en “Besetkalar”, una zona recreativa en medio de un enorme bosque de hayas.

Volvemos al camino, y se empina mucho la carretera, vamos ascendiendo incesantemente cuando de repente escuchamos como una pequeña explosión y un chasquido parecido al de una rueda desinflándose, se queda el minibús parado en medio de una cuesta, avería…

Nosotros habríamos llamado a la grúa, a la guardia civil y a un taxi para que nos recogiera pero no es España.

El conductor sacó un pequeño maletín de herramientas y se metió debajo del vehículo ante nuestra curiosa mirada.

Era un manguito que se había soltado, y en diez minutos lo había arreglado el conductor mecánico, esto es Azerbaiyán y  seguimos nuestro camino.

La carretera se estrecha y se va empinando, nos metemos en un desfiladero junto a un río muy revuelto, subimos por el desfiladero con curvas de 180 grados y cambios de rasantes sin visibilidad, sin duda nuestra actividad es de riesgo, no sólo en Perú hay carreteras casi imposibles.

 

Subimos el puerto de montaña y desaparece el bosque estamos casi a dos mil metros y aunque cruzamos pequeñas localidades Quiz, Cek, Xalaixudat, aquí son prados y montañas con grandes espacios en un gran valle parece que estamos en otra dimensión diferente.

El último pueblo del valle se llama Xinaliq y se encuentra en una colina que la protege de inundaciones, pasamos por debajo de este pueblo y nos bajamos del minibús.

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Vienen dos todo terreno a recogernos, nos adentraremos por senderos de montaña, me monto en el de delante llevado por un Azerí bajito, menudo y alegre.

En poco descubrimos su gran pericia al volante bajando hacia el río, la pista va paralela a él y nos encontramos la entrada al parque dónde nos piden los pasaportes.

 

Y nos lo devuelven  los pasaportes y nos subimos a nuestros vehículos  pero 500 metros más adelante hay un control militar y nos lo vuelven a pedir de nuevo, pero esta vez no nos dejan pasar, parece que hay un problema.

Después de esperar media hora nos enteramos que el problema es con mi pasaporte, el número que aparece  en la solicitud del permiso no corresponde con el real, me preguntan si me he cambiado de pasaporte este año, no ha sido así, al final es que es el número de mi DNI el que aparecía en la solicitud, pero los soldados no se terminan de conformar y   llaman a los  mandos que bajan andando de una casa en lo alto de la colina al otro lado del río, vienen sonriendo, por fortuna, no son primos del polaco del aeropuerto, por  mucho menos me hubieran metido en prisión  a perpetuidad si hubieran   sido parientes de él.

Todo aclarado y seguimos, unos perdido casi una hora, nos hemos quedado sin el paseo vespertino…

Pero las emociones fuertes vienen ahora, la vereda pues no es ni siquiera camino se estrecha y se empina con un gran barranco justo al lado.

 

Pero cuando parecía que no podía empeorar la cosa, lo hizo, había rocas en el camino y el conductor las sorteó con pericia, al borde del abismo, y cuando parecía que nos iba a meter por una vereda imposible llena de rocas, se giró y subiéndose en una pared de roca cambió el vehículo de dirección 180 grados, no apto para cardíacos…

Nos bajamos ,Orhan nos explica las opciones; bajar a un santuario llamado “Ateshgah” que tiene  una llama eterna pues hay una emanación de gas ,allí tendríamos calor , techo si lloviera y una mesa para comer o subir al prado, más cerca de nuestro objetivo de mañana que es el Monte Atatürk, nuestra piedra de toque antes del Bazardüzü.

Hablamos sobre la incomodidad de bajar cerca de 100 metros de desnivel con todos los equipajes y tiendas, y al final decidimos seguir subiendo, pero lo haremos a pie…, los todo terrenos subirán nuestro equipaje y nosotros a pie, la cuesta de acceso al prado tiene grandes pendientes y ya hemos tenido bastante emoción para llegar hasta aquí, a Orhan no le ha gustado nada el viaje en todo terreno, a mí me ha parecido divertido pero prefiero la seguridad de mis pies en la vereda y no a bordo del todo terreno.

Llegamos al Prado, nos queda una hora de sol, así que aprovechamos para montar las tiendas y cenar que mañana nos espera el Monte Atatürk y las previsiones del tiempo no terminan de ser buenas…

 

Mañana veremos cómo empieza la aventura. Esperemos que no se desvanezca, que no se desvanezca en el espíritu del mundo, ese mundo en el que perdí el alma…

 

 


 

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