En la «cumplecumbre» del Mulhacén. Caminando bajo la nevada, en busca del Silencio perdido…

publicado en: Rutas, Sierra Nevada | 0

En busca del Silencio perdido.

Y a veces me encuentro muy cansado, tan cansado…

Tan cansado que me cuesta respirar por la losa que oprime mi pecho.

Tan cansado que mis párpados apenas quieren abrirse para seguir viendo, ni seguir mirando, ni seguir sintiendo.

Tan cansado…, que siento que lo más sencillo sería cerrar los ojos y  dejar que Ella  me bese suavemente  con sus fríos labios para  no volver a abrirlos, sumido en un sueño dulce y eterno…

Y es entonces cuando me doy cuenta que  ese cansancio es a causa del Dolor, ese  dolor de siempre, ese dolor  que espera  como una fiera en la oscuridad a encontrar su momento para lanzarte  una dentellada de sus colmillos…

Ese Dolor, es mi dolor, y ya conozco su mordedura, siempre ha estado ahí, y siempre estará ahí, y aunque me sigue doliendo ya no es capaz de matarme, ya no es capaz de volver a matarme en vida…

Y gracias a él he aprendido a Vivir  y a Amar la vida como si hoy fuera el último día  dando gracias por estar vivo y por sentir de vez en cuando  ese Dolor, tan intenso, tan desgarrador, tan profundo, que te recuerda que sigues vivo, y que siempre es mucho mejor que estar muerto en vida…

Y cuando el Dolor aparece me dice  que es el momento de ir en busca del Silencio perdido…

Sí, el  Silencio, el Silencio que todo lo da , el Silencio que te llena y da sentido a tu vida, ese Silencio que en muchas religiones le han dado un  nombre y lo han venerado , ese Silencio está por todas partes, pero normalmente  no lo vemos, y es invisible a nuestros ojos porque nuestras cabezas  que están llenas de ruido, del ruido que nos rodea, en la calle, en el trabajo, en las televisiones, en la reuniones, ruido que se apropia de todo y no deja espacio para el Silencio, y cuando eso ocurre siento que es el momento de buscar el Silencio, y yo lo busco en  la cumbre de una montaña.

Y este año han pasado cosas inesperadas, y entre ellas la que más me ha contrariado ha sido lo de quedarme sin grupo de montaña, sé que  nada es eterno, pero pensábamos ir a Perú a celebrar mi “cumplecumbre” con dos cimas de cinco mil metros  y una cumbre de  seis mil metros, pero cuando las cosas no salen no hay que lamentarse, hay que mirar hacia delante y seguir sin escuchar el ruido, aquel que suena cuando las cosas salen diferentes a cómo uno ha deseado.

Y me había quedado sin la  “cumplecumbre” soñada de seis mil metros en Perú, pero tenía claro que tenía que hacer algo especial, y los acontecimientos me llevaban a hacerlos en solitario, que no es igual que en soledad, enseguida se me vino a la mente el nombre del Posets, la segunda cumbre más alta del Pirineo, que tiene  la arista más alta con todas las cumbres a tus pies, lo que te hace soñar…

“Y soñar con los ojos abiertos,  soñar despierto con un lugar apartado de este mundo humano oscuro, donde el cielo y la tierra se miran, sin tocarse, rozándose en inusitados tonos de blancos y azules, de grises y pardos, de verdes y garzos, en suave letanía, y desde allí posar mis ojos en el silencio lejano que te inunda por dentro y te llena de paz y alegría…, y  este lugar existe,…es la cima del Posets.”

https://pisandocumbres.com/en-las-altivas-aristas-del-posets-cuando-cientos-de-picos-rayan-de-blanco-el-cielo-azul/

 

 

 

Pero mi soñada cima del Posets, no es sencilla, y menos en solitario, la vida me complicaba el alcanzar mis sueños, pues me pusieron guardia el día de mi cumpleaños, y aunque me quise pedir el día libre y no hacer la guardia, se marchaban  la mayoría de los compañeros de congreso y tendría que hacer la guardia y no podría subir a mi cima como deseaba.

Pero se complicaría mucho más, me pedí el siguiente viernes a mi cumpleaños para irme yo solo al Posets y cuando las previsiones salieron de manera fiable no eran nada buenas, daban fuertes tormentas en todas las cordilleras de España y traté de anular el día que me había pedido, pero no me dejaron, así que ese día tenía que subir a mi “cumplecumbre” con mal tiempo o sin él…

Subiría a mi cumbre en solitario buscando el Silencio, pero para ello tenía que saber lo que debía hacer, pues me podía jugar la vida en ello, si subía al Posets con tormentas  y nieve blanda recién caída y en solitario  podía  ser una trampa mortal , tenía que buscar alternativas, pero no salían, pues las tormentas serían generalizadas y en Sierra Nevada, mi refugio cuando Pirineos no puede ser, las ponían más fuertes e intensas que en ningún otro lugar…

Silencio…, en el silencio vería la respuesta, pues la ansiedad me dominaba al pensar en la empresa que se antojaba difícil y peligrosa y no sabía qué hacer, me planteé otras cimas menores de Pirineos, más alejadas del mediterráneo, donde se formaban las tormentas, incluso cumbres de la cordillera cantábrica, pero nada estaba claro, así que dejé todo el ruido que me rodeaba, hasta mis clases de bachata de esa semana, me sumí durante días en el silencio, donde se hallan todas las respuestas, pues tenía mucho en juego…

Silencio, silencio, silencio, allí se haya todo,  cuando más te incordian y te apremian tus pensamientos, abandónalos, déjalos, vacía tu mente y abraza la incertidumbre, y deja que tu  Yo del futuro te enseñe lo que vas a hacer, así de sencillo, pondría unas caras de risas  con sudor de la muerte si fuera una red social…

Y así ocurrió, de repente me vi en una intensa ventisca en el Mulhacén…, yo solo, rodeado del blanco inmenso por todas partes, feliz, tranquilo, sin miedo, fundido en mi silencio interior escuchando la voz potente de Maese Viento en  la ventisca, Maese, mi amigo, sé que me ayudará en el momento que le precise.

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Y así es como decidí ir al Mulhacén a hacer mi “cumplecumbre”, pero seguía siendo un problema, disponía para hacerlo del viernes o el sábado, y los dos tenían un pronóstico muy malo del tiempo, pero no  lo pensé más, lo haría el viernes que era el día que me había pedido en mi trabajo y no me habían dejado anular, por algo sería…

Así que el jueves por la tarde me fui a Granada, y me estudié todos los pronósticos matemáticos del tiempo y decidí que no subiría desde Trevélez pues estaría más expuesto a la lluvia y a los rayos, la cota de nieve está a partir de 2200 metros, prefiero nieve a lluvia y prefiero frío a rayos y truenos, saldría desde la Hoya del Portillo, casi la misma distancia que de Trevélez pero algo menos de pendiente y se empieza y se acaba en altitudes de cota de nieve, para evitar la húmeda lluvia.

Había pensado levantarme a las cinco de la mañana para ir a la  Hoya del Portillo de Capileira que distan casi dos  horas de coche, pero cuando medité en silencio los modelos vi lo siguiente…

Llovería débilmente a las siete de la mañana de nubes bajas pegadas al mar, luego subirían esas nubes y se formaría una intensa nevadas en la cumbre, pero lo peor era a partir de las tres de la tarde , aparecerían las tormentas fuertes con componente eléctrico que vendrían por todas partes, así que tendría que subir rápido para que no me alcanzaran las tormentas, pero no empezaría a caminar a primera hora si quería evitar el agua de las siete de la mañana…

La suerte estaba echada, ya lo veía todo claro, me quedaba la ansiedad del que se enfrenta a una nueva aventura, y esta vez en solitario, no sería la primera vez ni  la última, pues en solitario se escucha mejor el Silencio Perdido…

Me he despertado, son las cinco y cuarto de la mañana, puse el despertador a las seis, me he vestido y sin desayunar me he subido en mi vehículo, Granada es una ciudad fantasma a esta hora, no hay coches, no hay personas, las luces de las calles son frías y distantes, marcando las siluetas de las aceras huérfanas de zapatos, he cruzado la circunvalación  y me he puesto a viajar por la autovía de la costa, pocos coches me cruzan,  a estas horas de la mañana.

He tomado el desvío de la carretera de la Alpujarra, alguna luz se atisba en la penumbra de la noche, la amanecida se antoja inminente, y el silencio es roto por el canto de los mirlos que se deslizan entre las brumas matinales, suavemente, dejando que el frescor  me atrape por mi ventanilla bajada, no hay vida humana, ni un solo coche en la tortuosa carretera de montaña que se retuerce lastimera por las ondulaciones de la tierra, cada vez hay más nubes, son bajas, tendré que cruzarlas, me he parado a ver el barranco de Poqueira que se enfrenta a mi miraba, tendré que ascenderlo con mi vehículo,  para  aparcarlo en la Hoya Portillo y desde allí  subiré  hasta la cumbre más alta de la península, la emoción llena mis músculos, siento que me nevará y ahora está lloviendo sobre mi coche, débilmente, como estaba previsto, el sonido del limpiaparabrisas acompaña las débiles primeras luces de la mañana, que se entremezclan con las nubes que se deslizan sobre la carretera ascendente, he pasado Pampaneira, luego  Bubión, finalmente  Capileira y la carretera se ha hecho pista, dejó de llover, es de día y he cruzado la niebla, estoy más arriba de las nubes, entre la tierra y el cielo.

La pista asciende en eses dejando a mis pies un bonito mar de nubes que abraza delicadamente la silueta del valle somnoliento de luces y humedades que se desplazan pesadamente hacia arriba.

Veo un coche parado viendo el valle, me tienta parar  a hacer fotos, dos mujeres y un hombre se asoman a la vista mientras ellas se tapan abrumadas del frío de la mañana.

No he parado, tengo que llegar a la cima antes de que se cubra la cima por completo a medio día, así lo he visto…, en mi silencio.

El parquin de la Hoya del portillo está en un bosquete de pinos, es una explanada con zonas recreativas y una barrera con una caseta de madera junta a ella, son las ocho de la mañana, he cogido los dos móviles que me servirán de GPS, pues iré mucho rato metido en las nubes, atrapado entre las tinieblas sin ninguna referencia, será el GPS la guía de mi destino.

Comienzo a caminar subiendo a través del bosquete, me cae una pequeña granizada que termina en pocos minutos, la senda en el bosque se bifurca y voy eligiendo las opciones más verticales, tengo prisa de llegar a la cima antes que se cierre el día en la nevada que he visto que me va a caer…

Serán 25 km de ruta, hoy no  he echado  el piolet, por miedo a las tormentas, y sobre todo por miedo a mí mismo,  a que la seguridad del piolet en la nieve me empuje a  ir a la cercana cumbre de la  Alcazaba una vez logrado el Mulhacén, a sabiendas que el día se va a cerrar en tormenta de nieve, la ruta hasta el Mulhacén que voy a hacer es por pistas y sendas, el piolet no es necesario aunque los crampones van conmigo como siempre en mi mochila.

Se acaba el bosquete, estoy en el mirador de Puerto Molina, desprecio la pista forestal y sigo por la vereda que va con mucha más pendiente que la pista, he pasado por el geodésico de Prado llano, que no es el de la estación de esquí,   me dan ganas de coronarlo  pero el día se ha abierto y  tengo que aprovechar antes de que empiece la gran nevada que siento que  me va a caer…

Sigo a buen ritmo, estoy en el collado de Cascajar Negro, las nubes me rodean por todas partes, y empieza la nieve a querer aparecer entre el monte bajo a mis pies.

 

Y el silencio, con la voz de Maese Viento de fondo, débilmente, raspando, tocando, susurrando, esa voz de siempre de llena y te sobrecoge…

  • Y aquí estás de nuevo, humano, y qué buscas esta vez en tu soledad…

  • Maese Viento, querido amigo, te busco a ti, busco mi soledad, busco el Silencio que todo lo sabe y todo lo llena…

  • Sí, humano, el silencio que los humanos despreciáis, pues llenáis vuestras vidas y vuestras cabezas de ruidos para no ver lo infelices que sois…

  • Maese, hoy estás invernal, y es 19 de mayo, ¿cuándo tendré al Maese veraniego?

  • Yo estoy como me da la gana, eres tú quien no quiere escuchar lo que no te conviene oír, necio humano.

  • No te me pongas bravío, Maese, hoy he venido a escucharte y a sentirte desde el silencio y la soledad, nadie entiende que venga  aquí en soledad a una tormenta de nieve, pero  no soy como los demás, Maese.

  • Por una vez tienes razón, humano, no vives en el miedo de lo desconocido y lo diferente, vuestra necia sociedad está basada en el miedo y en las diferencias, con el miedo os controlan y con las diferencias os separan para que no os unáis contra los señores de la codicia, que son los que os dirigen desde su oscuridad.

  • Maese, no te me pongas de nuevo con el mundo humano, aquí no existe, aquí sólo soy yo y no hay nada más…, sólo yo y mi felicidad en el silencio que encuentro en cada paso, buscando el Silencio supremo, aquel que casi nadie  puede ni quiere ver…

Comienzo a andar por la nieve, a veces me cubre la niebla pero a medida que me separo del collado se va abriendo el cielo, tengo que apretar el paso, se va a cubrir muy pronto.

Pasé la pista, me encontré una senda enorme con hitos, y voy rodeado de nubes, de cumbres que se ven en al fondo, mientras Maese sopla y mueve al mundo en torno a mí, las luces soporíferas dan tonos blancos a un mundo idílico que me rodea, escuchando mi paso y mi respiración que rompe el silencio…

 

Sigo luchando contra la pendiente, pero  estoy impresionado, las nubes  se arremolinan y se giran subiendo a mi derecha, es tan hermoso que  he tenido que parar a verlo, los cúmulos ascendentes me rodean por todas partes, cuando se junten todas ellas y se abracen me cubrirá un intenso manto blanco de nubes y nieve, que limpiarán mi alma…

 

Las nubes se van juntando poco a poco y luego se vuelven abrir, Maese Viento las dispersa, me ha prometido que me dejará subir sin que me nieve, no lo veo tan claro pero confiaré  una vez más en él…

Paso la zona más empinada, sorteando grandes montones de nieve blanda que me hunden hasta las rodillas y otras zonas de rocas, que sobresalen en el blanco, llegué al Mulhacén II, la parte más  baja de la cumbre pero todavía me quedan 15 minutos hasta la verdadera cima, aquí es más llano y me nieva un poco…

 

Estaba abierto el cielo, pero ya no lo está, se va tapando a medida que me acerco a la cumbre, el cielo azul se ha enfriado de blancos, y la ventisca me da en la cara, me hundo en la nieve, mientras miro el GPS para no perderme, pero estoy llegando a la cima, mi “cumplecumbre soñada ”, mi cima en soledad, rodeado del silencio que te sobrecoge y te llena, te alimenta y te renueva, que te puede hacer encontrar el verdadero silencio, el Silencio que lo mueve todo.

 

Se ha tapado todo al llegar, son las doce y cuarto, he tardado poco más de cuatro horas en los doce kilómetros de subida, diez minutos antes y hubiera visto algo, pero tengo que dar gracias por estar aquí, llegar hasta mi sueño,… y no está nevando, todavía.

 

Han roto la hornacina de la virgen del Mulhacén, y ya no está ella, estoy rodeado de nubes, pronto comenzará a nevar, estoy algo nervioso, quiero hacer muchas cosas y se acaba el tiempo antes de que nieve, grabo un video para agradecer las felicitaciones de mi cumpleaños, pero se me olvida hacerlo, así que GRACIAS, a quienes me felicitaron y lo hago ahora.

  • Maese Viento, Gracias por dejarme subir, me ha respetado toda la subida y hasta casi llegué a ver las vistas en la cumbre.

  • No tienes nada que agradecerme, lo hice porque me place, por algo soy el viento, no creas que tú puedes hacer que cambie las cosas para ti.

  • ¿Realmente es así, Maese?. ¿No puede cambiar la realidad para que yo alcance mis cumbres y mis metas?, yo no lo siento así.

  • Qué audaz eres, has tenido buena suerte.

  • Yo no creo que sea buena suerte, Maese. Hay algo más.

  • ¿Crees que realmente hay algo más que lo que ven tus ojos?, ¿que la realidad es diferente a cómo os lo hacen creer?

  • Sí, Maese. Alúmbrame, por esta vez. No seas rácano, tú que todo lo sabes pues lo ves.

  • Eres tú quien vienes buscando el Silencio, no lo rompas con mis palabras, necio humano.

  • Entonces no me vas a hablar del Silencio que todo lo mueve y a todo le da un sentido.

  • Humano, tú ya tienes ese Silencio, y por eso has conseguido subir hasta aquí sin miedos ni frenos.

  • Maese, pero crees que deberíamos contar el secreto del Silencio a todos los que nos leen…

  • No, humano. Deja que cada uno encuentre el Silencio a su manera y le llame como desee.

  • Tienes razón, Maese, una vez más, aunque lo contara, nadie me creería…

Tengo que bajar, ha empezado a nevar copiosamente, se ha cerrado por completo y está ocurriendo lo que había visto, no podía ser de otra manera, el viento y la nieve me azota con fuerza en la espalda, hasta para eso se ha portado bien Maese conmigo.

He llegado hasta el Mulhacén II, y ahora nieva con mucha más intensidad,

 

Tras esta segunda cima viene la zona un poco complicada, tiene más pendiente, pero para mí es casi llano, estoy bajando y veo con sorpresa una figura humana entre la nevada…

Detrás veo 4 ó 5 figuras más, le está dando la ventisca en la cara, se van a divertir hasta llegar a la cumbre, ha llegado el primero de los que ascienden hasta mí y me cuenta que es el guía de un grupo de 15 personas que vienen desde Canarias. Me ha dejado un poco frío, no entiendo cómo se puede guiar un grupo de 15 personas en medio de una nevada con ventisca cuando desde aquí apenas veo 7 ó 8 personas, se le va a perder en la nieve la mitad de la expedición,  y no tienen pinta de ser muy expertos por la forma en que progresan en la nieve…

Voy bajando y saludando a medida que me los cruzo, están separados unos de otros en más de doscientos metros, he llegado hasta los que parecen los últimos. Son dos mujeres y un hombre de mediana edad que apenas avanzan unos metros  para sentarse de nuevo, se van a llevar toda la nieve de la montaña con el culo…, están un poco cansados, me quedo hablando con las dos chicas…

  • ¿Hola, cuánto falta para la cumbre?. Me pregunta una chica mientras nos colocamos de espaldas a la ventisca para poder hablar.

  • Pues…, las miro de arriba abajo, por lo menos una hora. Al paso que vais, todavía no habéis llegado al Mulhacén II, las distancias dependen del ritmo y de las veces que paréis no de los metros…

  • Bufff, pues nos vamos  a dar la vuelta. Veo que conoces bien la montaña,¿ vas para abajo?

  • Claro, con esta ventisca poco vais a ver en la cumbre, y os llevan mucha distancia los de delante, no sé si os esperarán arriba a que lleguéis con la que está cayendo.

  • Yo también me bajo, dijo el hombre que estaba un poco más arriba.

Me tengo que esperar un poco a que baje otra chica que  se va a venir también, las condiciones climatológicas no son nada buenas, y hay que estar curtido en montaña y tener  buena forma  física para poder soportarlo.

Así que con mis cuatro nuevos compañeros, tres chicas y un chico me bajé, no es la primera vez que voy a la montaña  en soledad y bajo en compañía, y espero que no sea la última.

 

Me cuentan que los han subido en un minibús  del parque nacional tras visitar el centro de visitantes, levantaron la barrera del parquin donde tengo mi coche y los llevaron hasta donde acababa la pista , unos 7 km más arriba de mi coche, ahora entiendo cómo han estado a punto de coronar la cima sin tener la preparación adecuada.  Me parece un poco imprudente llevarlos hasta la montaña en un día como hoy,  con la niebla puedes acabar fácilmente perdido  en Siete  lagunas, si no te sabes guiar de un buen GPS, y el llevar un grupo tan  heterogéneo, separado y disperso es muy arriesgado.

 

Arrecia la nevada, se pega a mí Oswaldo y me va contando de una experiencia que tuvo en la montaña, la verdad que no me enteré muy bien de lo que me comentaba , yo estaba absorto viendo la ventisca y sintiendo la nevada, vine a la montaña buscando el Silencio…

 

Detrás vienen las chicas hablando sin parar también, yo estoy disfrutando con el presente, por nada del mundo me iría a otro lugar diferente  en el que estoy con la preciosa ventisca que me cae, mi cabeza está aquí y no en el pasado ni en otro lugar.

Vamos muy despacio, me tengo que parar continuamente, no tienen mi costumbre ni mi forma física, lo entiendo, aunque me inquieta que a ellos vendrán a buscarlos con el microbús, y yo tengo el coche abajo.

Al llegar al principio de la pista se abre  el día, ya no nieva, pero yo sé que es un intermedio, subirán nubes más densas y esta vez con los temidos rayos que no han venido  hasta ahora, pero el sol calentará las nubes y les aportará aparato eléctrico por la tarde.

Oswaldo me dice que siga adelante, que ellos van muy despacio y ya están en la pista que lleva hasta abajo y que  no tiene pérdida. Es verdad, ya no hay niebla, así que me despido de Oswaldo y de una  chica y la otras dos chicas vienen demasiado atrás para esperarlas así que las saludo de lejos  y me voy.

No me gusta dejar a nadie en la montaña, pero están ya en su senda, y a mí me quedan 7 km hasta el coche y vienen tormentas, voy acelerando el paso, no quiero que me caiga un rayo.

Me he parado a quitarme ropa, hace calor, estoy sobre el bosquete de pinos que tengo que bajar para llegar al coche, van hilos de nubes raspando los árboles  y una nube inmensa y negra asciende desde la costa, me quedo absorto de su belleza. Miro a la derecha y viene otra nube oscura desde el valle del oeste , esa me gusta menos, activo el móvil y miro el radar, efectivamente se acerca una tormenta muy intensa desde esa zona, tengo que llegar al bosque por si los rayos, salgo corriendo hacia él cuesta abajo con todo lo que me dan las piernas.

Mi cálculo ha sido perfecto, nada más llegar al bosquete  ha empezado a tronar y a granizar, me encuentro  a salvo, entre tanto pino es muy difícil que me busque un rayo, y en poco empieza a nevar, esto se está poniendo precioso aunque se escuchan ya los truenos.

He llegado al coche, y la nevada es inmensa, los copos son enormes y parecen escapados de un cuento navideño, así que grabo un vídeo…

 

Y nieva, nieva y nieva continuamente,  espero un buen rato bajo la nevada mientras truena y hago ejercicios de estiramientos, no ha sido mucha distancia, apenas 25 km, espero que los canarios no se mojen las plumas pues siguen por ahí arriba, a  ellos irán a recogerlos. Me subo a mi coche, ahora llueve intensamente por lo que me paro  en unos pocos km de descenso en la cuneta de la pista sobre el valle a escuchar la lluvia que te llena de Silencio, bajo el traqueteo de la lluvia en el techo me quedo adormecido, en mi sueño de Silencio hallado, que te llena y sensibiliza, que te reconforta y te rejuvenece, y te hace sentir el sentido de las cosas sencillas, que son las que más te llenan…

He tenido que cruzar una niebla tan intensa que apenas iba a 20 km por hora por la carretera, pues no veía a 5 metros,  ha dejado de llover, he cruzado la niebla y he salido a Pampaneira. Tengo una visión, tengo que parar en la fábrica de chocolate de la “abuela Ili”, llego allí y me atiende una mujer corpulenta, digna de ser chocolatera, que me da a probar varios tipos de chocolates que devoro con avidez, hoy no he comido prácticamente nada, una barrita  y la magdalena de la “cumplecumbre”, me paseo por las empinadas y mojadas calles de Pampaneira.

 Y luego  bajo mi vehículo al mirador del valle de Poqueira  y en el mirador me quedo absorto, las nubes se retuercen dadivosas de algodón, rozando las verdes y suaves curvas del valle, con las casas de Bubión y Capileira asomándose a la pendiente con la timidez del blanco, y a mi pies los tejados de Pampaneira…, que me llenan del Silencio, de ese Silencio que te llena y da sentido a tu vida, si no vacías tu cabeza de ruidos, nunca lo entenderás y no irás hasta el cielo.

 

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