17. Golab y Mammón.
Siguieron durante horas por el laberinto, el pasillo a veces se abría en grandes salas que daban a escaleras de caracol sin barandilla, a cuyos pies se abrían oscuros abismos sin fondo, luego entraron en un pasillo estrecho lleno de puertas con barrotes donde en su interior se escuchaban aullidos aterradores, en otras risas desquiciadas, en otras se palpaba un silencio terrorífico, Orosia les llevaba sin titubeos por el camino , les indicó que no fueran a abrir ninguna puerta a no sea que ella se lo indicara. Ginás, estaba en tensión detrás de Orosia, no se despegaba de ella ni un centímetro , ni le quitaba ojo pues estaban a su merced, si ella desapareciese se quedarían perdidos para siempre dentro de las profundidades de la tierra…, en cambio Culibillas parecía confiar demasiado en esa mujer que no era quien decía ser…, y eso lo sabían todos, al ver con la soltura con que se desplazaba por los abismos del laberinto de los Seres Oscuros.
De repente se detuvo junto a una puerta roja, y se volvió a Culibillas…
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Señora, aquí sois vos quien debéis ir la primera…, solo vuestra paz nos protegerá, vamos a entrar en la guarida de Golab, la Señora de la Ira…, me habéis entendido.
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Sí, Orosia. Hacia dónde me tengo que dirigir…
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Mi señora, dejadme a mí delante, no os fiéis de esta mujer, no es quien dice ser…
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Callad, Ginás, os lo agradezco, pero debo ir yo primera… ¿Hacia dónde me tengo que dirigir?, Orosia.
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Señora, cuando entréis hay que cruzar la estancia hasta una puerta verde que hay a la izquierda, vos tendréis que protegernos a todos nosotros, su ira es muy poderosa, Golab tiene mucha fuerza pero poca inteligencia…
Culibillas abrió la puerta, era una cueva grande con olor a azufre, había ríos de lava y había tres caminos sobre la lava de color amarillo.
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Tomad el de la izquierda, señora, hacedme caso.
Culibillas comenzó a andar en silencio por el camino que le indicó Orosia, y de repente de la oscuridad salió un ser infernal, con fuego en la mirada y gritando les dijo…
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Cómo osáis entrar en mis confines, intrusos.¡ Os destruiré…!
Y escupiendo fuego se abalanzó sobre Culibillas que tocó el mango de su espada que llevaba en la cintura y de ella salió una luz blanca que tiró de espaldas al Ser Oscuro sin ni siquiera tocarlo, la ira era muy débil ante la luz de paz de Culibillas.
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Pasad rápido, les dijo Culibillas. Yo os protegeré, hijos míos…, la Ira no tiene poder frente a mí, seguid hasta la puerta verde…
Y sin dificultad salieron todos de la estancia y Culibillas cerró la puerta tras de sí, mientras escuchaban los gritos aterradores de Golab, sin duda helarían el corazón del hombre más valiente, pero Culibillas se sonreía con tranquilidad, la IRA jamás podría hacerle daño a ella…, pues era la descendiente de las Sorores…, y ella era la PAZ.
El pasillo descendía en escalera, estaban bajando más adentro de las profundidades de la tierra, sentían el calor en aumento, tras girar una curva en un recoveco apareció ante ellos una puerta de oro macizo con esmeraldas incrustadas en sus barrotes, Orosia se dirigió a ellos.
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Mi señora, tenemos que pasar por la sala de Mammón, el Ser Oscuro de la avaricia, que nadie se salga del camino negro que yo os vaya indicando, veáis lo que veáis, escuchéis lo que escuchéis.
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Así se hará, Orosia, hijos míos, os pido una vez más que no os salgáis del camino, cada vez estamos más cerca de Balaitous.
Ginás abrió la puerta tras romper con su espada un gran candado de oro, hubo algún soldado que hizo ademán de coger el candado pero se reprimió ante la severa mirada de Culibillas.
Una vez dentro estaba bastante oscuro, pero tras pasar un pequeño vestíbulo de repente apareció ante ellos una gran sala lleno de tesoros, había oro, mucho oro, esmeraldas, rubíes, aguamarinas, collares, inciensos, pieles, todo lo que una persona quisiera poseer de bienes materiales. Y una voz poderosa se escuchó al fondo de la estancia.
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Adelante, pasad, tomad lo que os venga en gana, es todo vuestro, coged todo lo que queráis, yo os lo regalo.
Los soldados se debatían en la duda mientras Culibillas y Ginás les gritaban para que siguieran por el camino, tenían que avanzar hasta el otro lado de la sala, y pasar junto al centro donde había una montaña enorme de oro.
De repente un soldado echó a correr hacia la montaña, y se abalanzó sobre las monedas, abrazándolas y riendo…
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Lo veis, no pasa nada, es para nosotros, venid…
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No , no, no …, seguid, seguid por favor… les gritaba Culibillas…
Y de la fila salieron tres soldados más y se unieron en la montaña de oro al compañero que se había salido de la fila, mientras reían y lloraban nerviosos.
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Hay que seguir, vamos rápido, no os paréis…, gritaba Orosia. Ya están perdidos, han tocado el oro de Mammón, nadie toca el oro de Mammón…
Consiguieron salir de la estancia, Orosia cerró la puerta y les apremió a seguir.
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Y qué les pasará a los soldados, le preguntó Culibillas a Orosia, con gesto de preocupación.
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De verdad queréis saberlo, mi señora…
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Pero les va a suceder algo malo…
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Nadie toca los tesoros de Mammón, es un ser que no soporta que nadie lo haga, además de tener un apetito voraz…
Culibillas oscureció el gesto y miró al suelo para que no pudiera Ginás ver su expresión, Ginás estaba pálido pero con el rostro endurecido y dijo;
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Vámonos, mi señora, le haremos pagar a Balaitous por todo lo que hacen él y su séquito de Seres Oscuros…
Orosia se sonrió levemente…, y una expresión maligna brilló en sus ojos sin que nadie lo percibiera…