16.El laberinto de los abismos.

Orosia que  en realidad era Sisbi contó a Culibillas entre llantos y sollozos que había un pasadizo secreto que llegaba hasta la sala principal de las estancias de Balaitous, mientras, escuchaban con atención Anayet y Gofred, Anayet no podía ocultar su contrariedad al ver la predisposición de su hija a entrar en los pasadizos, llevaba muchos años tratando a las personas y sabía bien cuando alguien mentía.

Orosia les contó que el pasadizo era estrecho y poco vigilado y que con un pequeño número de soldados podría llegar hasta Balaitous, omitiendo que en realidad no era un pasadizo sino un laberinto con múltiples puertas y entradas y que era casi imposible salir de él…, pues habitaban Seres Oscuros ancestrales  que no salían a la superficie y que eran celosos de su territorio…

Tras escuchar a Orosia le pidieron que abandonase la estancia.

  • No consentiré que vayáis, Culibillas, es una trampa.

  • Padre, iré. No tengo elección. No puedo permitir más muertes en esta miserable guerra.

  • Pero si ella no es quien dice ser, es una trampa. Seguía insistiendo Anayet.

  • Padre, os he fallado alguna vez…, sé que tengo que hacerlo, no os puedo explicar más, padre. Por favor, hacedme caso una vez más…

Anayet no podía ocultar su contrariedad y su impotencia, pero mordiéndose los labios inquirió…

  • Sea como decís, hija mía. Iré yo también con vos, hija. No os voy a dejar sola.

  • No, padre. Vuestro sitio está aquí, si ambos dejamos la fortaleza los soldados pueden flaquear si atacan los  Seres Oscuros, y tarde o temprano lo harán…, quedaros vos y Gofred al mando,… es necesario.

  • Entonces irá Ginás con vos  y los once mejores soldados que tenemos, me causa gran dolor el que os pongáis en peligro, hija mía.

  • Padre, es la única salida, …entraré en el pasadizo aunque sea el mismísimo infierno.

Escogieron la noche para salir, Culibillas, Ginás y once soldados más, prefirieron que nadie supiera de la misión salvo Anayet y Gofred, pero antes de partir se acercó a ella Gofred.

  • Mi señora, tengo algo para vos…

  • Decidme, Gofred. Os tengo en estima y será para mí un gran presente lo que venga de vos.

  • Señora, debéis llevar esto, tomadlo por favor…

Gofred sacó de su cinto un puñal y se lo ofreció a Culibillas.

  • Pero Gofred, yo no sé usarlo ni desearía hacerlo…

  • Mi señora, es un puñal de plata, dentro de un pasadizo estrecho la espada os va a servir de poco, llevarlo por vuestra seguridad.

  • Pero Gofred…, me aterraría tener que usarlo…

  • Tomadlo por favor, o me obligaréis a ir  para que yo lo use por vos…

Culibillas cogió el puñal con ambas manos y se quedó mirándolo fijamente, estaba perpleja, no podía imaginarse a sí misma usándolo, pero lo que le decía Gofred era muy sensato…

 

Orosia iba a la cabeza con una antorcha, les llevo hasta lo más profundo del bosque y una vez allí les descubrió una entrada a una cueva oculta entre los matorrales.

  • Por aquí, mi señora, debéis ir en silencio, pues el pasadizo está plagado de enemigos. Debéis confiar en mí…, señora.

  • Adelante, entrad todos en silencio. Dijo Ginás a sus hombres mientras Culibillas entró tras Orosia sin ni siquiera volverse.

Subieron una escalera oscura en la cueva, durante horas caminaron en silencio, de repente Orosia se detuvo ante la puerta de una gran sala…

  • Tenemos que entrar en esta sala, aquí mirad al suelo, si os detenéis os quedaréis en ella para siempre. Les advirtió Orosia antes de entrar…

Orosia abrió la puerta y de repente apareció un edén, el cielo azul brillaba, había prados en el bosque  llenos de flores y un río apacible con pequeñas  cascadas cruzaban el paisaje y de fondo se escuchaba una música muy dulce y tranquila.

  • Taparos los oídos, les dijo Orosia, mirad al suelo y seguidme sin alzar la vista…

Una voz suave y dulce empezó a llamarlos a cada uno de ellos por su nombre, esa voz era de un ser conocido muy querido, y les decía,- todo estaba bien, dejad  para mañana vuestro cometido…, descansad un rato junto al río, …hoy no es necesario sufrir más, dejadlo para mañana….-, las voces se multiplicaban y les rodeaban.

  • Seguid adelante, no paréis, no miréis, les dijo Culibillas…, vamos hijos…, no os dejéis engañar, las voces son falsas como todo lo de esta sala…

Pero dos soldados se pararon y se salieron de la fila, habían levantado la vista y vieron junto al río a sus seres queridos, sentados tranquilamente, llamándoles para que se acercaran…, y ellos salieron corriendo a su encientro.

  • No os separéis, no lo hagáis, gritó Culibillas, haciendo ademán de ir a por ellos.

  • No mi señora, dejadles, ya están perdidos, han entrado en los confines de Belfegor, el señor de la Pereza…, ya no podrán huir…

Orosia les llevó hasta una pequeña abertura que había junto a la raíz del árbol camuflada,  y por allí les sacó.

  • ¿Y qué será de mis hombres, mujer…?, preguntó Ginás contrariado…

  • Ellos quedarán para siempre en el espejismo de Belfegor, el señor de la PEREZA…, él es el amo de la apatía, de la desidia, de  la comodidad,  de la holgazanería,  el desánimo, del desgano… Nunca lograrán salir de la cueva de Belfegor…, su destino se ha cerrado.

  • Pues hay que seguir, mi señora estáis bien, os veo compungida…, dijo Ginás a Culibillas.

  • Estoy bien, Ginás…, no os preocupéis…, adelante, Orosia, llévanos por el laberinto de los Abismos,… es nuestro destino.

Orosia hizo una mueca de sorpresa, luego se sonrió  y se volvió para seguir la marcha…