• “¿ Y sigues culpándome de tu no subida a la cumbre del Elbrus, …humano?

  • Maese Viento…, amigo mío. No subí, qué más da, es sólo una cumbre, una más o menos no tiene importancia,  …disfruté del camino que me llevaba hasta ella.

  • Así es humano, olvidáis que lo importante en vuestras necias vidas no son las cumbres,…es el camino que os lleva hasta ellas, quien olvida el camino que le lleva a una cumbre nunca sabrá cómo ha llegado…

  • Es verdad, Maese, nos pasamos la vida corriendo sin disfrutar del momento, sólo pensamos en nuestras pequeñas metas, cuando lo bonito es cómo llegar hasta ellas…

  • Vas entendiendo, humano. Mientras más corráis, más deprisa pasa vuestro tiempo y menor es la impronta que os deja su paso.

  • Maese Viento…,¡hoy estás veraniego!, ya deseaba encontrarte de buenas, me debes una historia…,seguro que lo recuerdas.

  • Yo que todo lo veo pues estoy en todas partes , todo lo recuerdo pues mi aliento borra las huellas de vuestro efímero paso en este planeta…

  • Pues cuéntame la historia de Culibillas, la hija de Anayet y de Arafita, aquella que siendo niña salvó a su aldea de una inundación y a las hormigas de la riada…, de mayor seguro que ella haría muchas más cosas…

  • Pues sea tu voluntad, humano, volverás a oír a los Ibones preñados de reflejos, aquí en Batisielles, presta atención, pues no lo repetiré…

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Por si quieres leer las entradas de la infancia de Culibillas.

                          3.Balaitous.

Y los años pasaban raudos en mi aliento, sucesiones  de amaneceres y ocasos vieron a Culibillas crecer, de niña a mujer. Pero no era una mujer cualquiera, el brillo de sus ojos competía en calor con las estrellas del firmamento y sus labios escondían la mayor de las sonrisas que se pudiera ver jamás en las montañas, ella era cálida, tierna, bondadosa y estaba dedicada al cuidado de los seres más pequeños, ella los entendía, sin ni siquiera verlos y siempre sabía  lo que necesitaban…

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La fama de su belleza llegó a oídos del viejo señor de la guerra, Balaitous. Hombre fiero e impío que coleccionaba esposas como si fueran cuentas de un collar, que se pueden contar, usar y cambiar, sin el más mínimo escrúpulo ni sentimiento…

Un día reunió a su guardia oscura de  guerreros y se encaminó hacia la aldea de Anayet, subidos a sus negros corceles cabalgaron soberbios con sus  armaduras, a sabiendas de que nadie osaría interponerse a la furia del gran Balaitous…

Cuando llegaron a la aldea los habitantes salieron temerosos  de sus cabañas, Anayet se acercó a los jinetes sin mostrar el menor miedo.

  • Qué os trae por aquí, señor Balaitous, a nuestra humilde y pobre aldea, sed bienvenidos…, las normas de hospitalidad os acogen a vos y a los vuestros.

Balaitous descabalgó y se dirigió con grandes pasos hacia Anayet seguido de cuatro de sus hombres.

  • ¿Dónde está?, ¿dónde está ella?. Quiero verla inmediatamente.

  • ¿De quién habláis señor?. ¿Quién es ella?.

  • ¡De quién va a ser!, ¡Culibillas, vuestra hija!, quiero ver a esa criatura. He escuchado que no existe dama más hermosa en todas las montañas…

  • Señor, creo que exageran. Es sólo una muchacha distraída y despistada. Contestó Anayet sin poder ocultar un gesto de desagrado.

  • Quiero verla ¡ ahora! – gritó Balaitous sin desistir en su empeño.

  • Pues ella no está, está recogiendo hierbas medicinales en el bosque, pues es quien cuida de la salud de nuestra comunidad.

  • Pues mañana volveré y espero su presencia , y que se me acoja con hospitalidad, podemos llegar a un buen trato si es de mi agrado, pues ya sabéis que soy rico, muy rico. Y si no…, vos sabéis de mi carácter irascible…

Diciendo esto se subió a su caballo y marcharon al galope, exhibiendo su fuerza y poderío.

  • ¡Qué vamos a hacer!, se lamentó Arafita, la madre de Culibillas. Nada se interpone en el camino de Balaitous, si no es por las buenas, lo hará por la fuerza…,¡ay! mi niña, con ese monstruo, esa bestia… y comenzó a llorar desconsoladamente sabedora de que Balaitous destruía todo lo bello que tocaba, era un diablo en persona.

Anayet estaba ante un gran dilema, no podía proteger a Culibillas sin poner en peligro a la aldea, tendría que hablar con ella y decirle que aceptara en matrimonio a Balaitous. Pero no podría hacerlo, quería a su hija, y estaba dispuesto a morir por ella,  y se revolvía furioso de impotencia…, sin saber cómo proceder.

Culibillas sabía lo que había ocurrido, los pájaros se lo habían contado, y se acercó corriendo a la aldea.

  • Padre, si es necesario me casaré con Balaitous por el bien de la aldea, no puedo permitir que os hagan daño ni a vos ni a nadie por mí.

  • Hija mía, no sé qué vamos a hacer…, no sé qué decirte esta vez. No quiero que hagas nada obligada, hija mía, tu felicidad es la mía y tu desdicha es mi muerte…

  • Mañana veremos padre, no adelantemos acontecimientos…

Al día siguiente volvió Balaitous con su guardia, y esta vez Anayet le recibió en su cabaña donde le agasajó con lo mejor de su humilde despensa.

  • Así que ésta es la famosa Culibillas…, es muy hermosa. Anayet, ¿Cuánto pedís por ella?. -Dijo Balaitous mirando fijamente a Culibillas que le devolvía la mirada con desprecio. –Anda, y además tiene carácter, ja ,ja,ja. Me gusta cada vez más.

  • Señor Balaitous, mi hija no está en venta. Ella decidirá si sois vos de su agrado o no. -Respondió Anayet.

  • Pues di algo muchacha, que quiero escuchar tu voz. Masculló Balaitous mientras derramaba por sus barbas la copa de vino.

  • Señor, es un honor que os hayáis fijado en mí. Sois…, un hombre tan fuerte, tan arrojado…, tan…horrible. Deberíais cuidar un poco los modales. Y se levantó furiosa de la mesa.-Dejadme una semana para que os dé respuesta, señor. – Y se dio media vuelta y marchando de la estancia.

  • Ja,ja,ja. Qué carácter, me gusta cada vez más. Necesita que le corrijan esos modales…, no entiendo cómo permitís que una mujer hable así a los hombres, Anayet.

  • Señor Balaitous, eso es asunto mío. Si ella accede a casarse con vos, entonces será vuestro problema.

  • Por supuesto que lo arreglaré, tenéis una semana y vendré a por ella, pues si es sensata dirá que sí. Dijo levantándose de la mesa y dándole la espalda a Anayet.

Los caballos de Balaitous partieron ruidosamente al galope levantando una nube de polvo, y Anayet se acercó corriendo a su hija, al mismo tiempo que ella iba a su encuentro.

Se miraron de frente y tras una pausa  se dijeron ambos al unísono;

  • No os podéis casar con esa bestia, hija mía.

  • No me casaré con esa bestia, Padre.

Se quedaron mirándose, se rieron y se abrazaron…

  • Y qué vamos a hacer, padre. Balaitous vendrá con sus guerreros.

  • Convocaré al consejo de la comunidad y decidiremos, tengo mucha responsabilidad, hija mía.

El consejo de la comunidad fue unánime, no dejarían a Culibillas en manos de Balaitous, ella les había salvado y cuidado en muchas ocasiones, y darían todo por protegerla, ningún Balaitous se las arrebataría.

Y también tomaron la decisión de abandonar la aldea y marchar al refugio rojo de la gran montaña, allí tendrían la posibilidad de defenderse de la caballería de Balaitous…

 

 

 

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