En la orillas del Curavacas. La oscura montaña que emergió del mar.

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Y la oscuridad se había adueñado de la noche, no había luna, las estrellas se estremecían mirando la negra sombra de la mole que se erigía sobre el valle, sus laderas formadas de infinitas piedras redondeadas, infinitas como las estrellas, se extendían delante de mí, y una luz roja brillaba en lo alto, oscura, tenebrosa, que se temblaba de sombras y tonos sangre desapareciendo durante unos segundos para volver a aparecer, dando su luz a la oscuridad…
Y estaba mirando la cumbre, tenía que llegar, pero la oscuridad más profunda estaba tras de mí, estaba en silencio mirándome, en la noche no podía apenas caminar sin la  luz roja sangre guiando mis pasos, la luna estaba muy negra, como riéndose de mí, pero de repente en la oscuridad se empezó a escuchar un sonido, primero leve, luego más fuerte, un sonido que venía a por mí, y se acercaba cada vez más detrás de mí, y de repente apareció una ola se aproximaba poco a poco, brotando desde la oscuridad… era el mar, reclamando lo que es suyo, subiendo en olas que azotan las piedras, una tras otra, atrayéndolas a su interior, corro hacia la cima de la montaña, la luz oscura roja me guía,  me tropiezo con las piedras, me resbalo, no soy capaz de ascender por las laderas de la montaña negra, el agua me quiere engullir, siento que siempre tuvo que ser así, que sería atrapado por el mar, corro, huyo, cuesta arriba, agarrándome a las rocas que se desprenden, me llevan, estoy mojado hasta la cintura, el agua salada se saborea en mi boca, pero entonces me siento bien, me siento en paz, no hay otro camino, solo uno, volver a las entrañas del mar…
Y me acabo de despertar, creo que he soñado algo, pero no termino de acordarme bien, Juanjo se ha levantado a las seis de la mañana como acostumbra, por ello estoy solo en la habitación del Albergue, de nombre Curavacas, el mismo nombre de la oscura montaña que vinimos a subir,  el día anterior,  Amaia, Liwia, Rakel, Rachel, Juanjo y yo subimos al Espigüete, hoy tocaba hacerlo con el Curavacas, que era la verdadera razón de que yo deseara venir de nuevo a la montaña palentina.
De nuevo Ana, la dueña del albergue nos había dejado desayuno,  no teníamos prisa, aunque no hacía tanto frío como el día anterior tampoco nos amenazaban de lluvia, y teníamos que ir hasta Vidrieros para salir en la ruta, Vidrieros apenas estaba a unos tres kilómetros, por lo que poco viaje en vehículo había, y la ruta era corta.
Aunque tuve que ir en el coche de Liwia pues el mío hizo ruidos raros al venir y no quería tocarlo, por si acaso.
Y salimos del parking de Vidrieros poco antes de las diez, el bar estaba todavía cerrado para los cafeteros así que cruzamos el pueblo y tomamos la senda que dirigiéndose al norte nos llevará al Curavacas, nuestro objetivo.

La subida entera es una gran pedrera en la cara sur de la montaña, es una de las subidas más pesadas de la montaña palentina, a Juanjo no le gusta nada pero las vistas lo merecen.

 

Quedo atrás del grupo buscando a mi amiga Soledad, la humedad de la mañana me toca suavemente la cara, el olor suave de la hierba quiere acariciar mis botas que se aleja en los bordes de camino, y en el silencio todo desaparece por momentos, pero de repente siento una sensación de brisa, no es una brisa, me llega como el sonido de la brisa marina llevando las olas, y se me viene a la memoria, no recuerdo muy bien, pero creo que anoche soñé con el mar, el sonido que tengo es mis oídos creo que es el que he soñado, no puede ser, estamos a decenas de kilómetros del mar Cantábrico y está en la otra cara de la montaña.

Por detrás llega una mujer de unos cuarenta años, se llama Irene, me cuenta que ella se había criado en estas montaña y ahora de vez en cuando venía desde Palencia a subir esas montañas que tanto admiró en su infancia, recuerdo haberla visto en el Espigüete el día anterior y ella me lo confirma que estuvo allí.

Llegamos subiendo suavemente por el valle junto a un arroyo que baja de la montaña y nos paramos un momento, Rakel se está refrescando en una fuente, han subido las temperaturas con respecto a ayer y se puso demasiada ropa encima.

Pasamos el arroyo y tras rebuscar la senda en el borde del mismo salimos a una gran pedrera, esto es lo que hay, hasta arriba prácticamente es lo mismo, una enorme pedrera que te tira para atrás continuamente, por eso a Juanjo no le gusta nada…
No me asustan las pedreras, en Sierra Nevada, la madre de mis montañas tienes que estar continuamente luchando con ellas, y en el Telera del Pirineo es posiblemente peor.

Se me dan bien las pedreras, es poner la reductora y ver pasar las horas cuesta arriba, nos llevará de tres a cuatro  horas subirlas.
Hay muchas posibilidades de subir en las pedreras, es buscar la mejor. Una vez más quedo al final, el ruido de mis botas en las piedras me resuenan a las olas, lo he soñado, o simplemente lo estoy viviendo, creo que estoy emergiendo del mar sobre las piedras redondas, son las mismas de mi sueño, arriba habrá una luz roja sangre esperándome, al final de las olas…
Y mis pies se bañan en piedras una y otra vez, y su sonido crujiente se asemeja al ser mojadas por las olas, el Curavacas es una montaña oscura de conglomerados, los conglomerados son rocas sedimentarias que se forman en el fondo del mar cementados por un limo que cuando se desintegra por la labor del tiempo deja arena y piedras semejantes a la de una playa rocosa, siento que las olas me pueden atrapar, pero cuando miro veo un valle y al fondo está Triollo, no hay mar, es mi cabeza.
No sé el tiempo que pasó, pero se ha parado  el grupo bajo una gran roca a retomar el aliento, ahora viene lo peor, se tornaran las piedras sueltas sobre roca dura de base, más difícil todavía.

Me quedo atrás con Amaia y aprovecho para hacerle una foto en un resalte, se han formado rocas afiladas como si fueran personas petrificadas, el mar las atrapó y se quedaron para siempre mirando el horizonte de azul y gris.

Hay que extremar las precauciones estamos en zona de caída de piedras, nos hemos puesto los cascos y hay un surco entra las rocas, es una ruta muy frecuentada pero para ser domingo de puente tampoco hay demasiada gente.
Sigo atrás con Amaia, peleándonos en lo más complicado de la subida, de repente veo al grupo, esperando pues viene un paso, me coloco la cámara “GoPro “pero sin ni siquiera dejar a Amaia llegar salen todos de nuevo sin esperar, nos acaban de hacer la parada HP.

 

Pongo el video a funcionar, paso un estrecho, y tras una trepada fácil estoy en una vereda sencilla, pero tratando de grabar al grupo dejé a Amaia detrás y tengo que volver a buscarla para indicarle el camino, pues es el único paso un poco comprometido de la subida.

 

Llega Amaia y descubrimos las vistas, los Picos de Europa y el Mar…

 

 

Amaia sale delante, y la brisa me da en la cara, es Maese Viento;

  • Maese Viento, amigo mío. Por fin me hablas, tengo muchas dudas, ¡Veo el mar, desde aquí!
  • Claro que lo ves, necio humano, de que te sorprendes, del silencio no lo hiciste.
  • Maese, creo que soñé anoche que el mar me engullía.
  • Mala y poca memoria tenéis los humanos.
  • No entiendo Maese, nada. Una vez más.
  • Vosotros los humanos os creéis que sois seres terrestres.
  • Claro que lo somos, sin duda. No somos peces, ¡qué cosas me traes hoy!
  • Tan seguro estás de ello, ¿humano?
  • Cuéntame de una vez que se me va Amaia…
  • Realmente los humanos os creéis terrestres, pero sois trocitos de mar, miles de millones de trocitos de mar.
  • Trocitos de mar, Maese. No te entiendo.
  • Las células de vuestro cuerpo están formadas de agua de mar, fue la manera de poder escapar del mar, atrapando millones de trocitos de mar dentro de vosotros mismos para poder soportar vivir lejos de él.
  • Por eso nos atrae la mirada el mar en melancolía y  la luna llena nos afecta tanto cuando está llena, ¿verdad?
  • Madre Luna os maneja vuestro ánimo, humano, por dentro sois como las mareas, un flujo de líquido salado que fluye por vuestros vasos conectando millones de pequeños mares, sois marinos, y en el vientre de vuestra madre nadasteis en un mar de agua templada, y llorasteis al abandonarlo, pero no os acordáis, con vuestra pobre memoria.
  • Ay, Maese. ¿Y volveremos al mar entonces?
  • Humano, vuestros cuerpos son un setenta por ciento de agua, cuando lo abandonéis en la meta de vuestra vida, la mayor parte volverá a la atmósfera pero luego acabará en el mar de donde salió, en la tierra quedará bien poco de vosotros…
Hemos llegado a la cumbre Amaia y yo, nos están esperando, se me ha hecho muy corta la subida, cuando estaba empezando a sentirme bien se ha acabado, sigo dándole vueltas a mi sueño de anoche y a lo que me dijo Maese Viento, pero no veo la luz roja de mi sueño, aunque siento como un latido en mi cabeza…

Hay una cruz en el sitio, nos hacemos fotos. Las vistas son mejores que en el Espigüete y hay menos gente.
Nos tapamos bien y tras comer nos tumbamos como lagartijas al sol, aunque Maese nos está azotando y se nota el frío, pero el suelo no es confortable, está cubierto de cientos de guijarros de mar que se te clavan en las posaderas.

Se ve el Espigüete y montañas por todos lados, de fondo Picos de Europa, y el Cantábrico arrullando en la distancia, detrás de la cima norte, los latidos que siento son sus olas…, el sueño de anoche sigue apareciéndome, o serán de   la realidad…

 

Liwia y yo queremos más, nos vamos acercar a la cima norte a hacer fotos, el grupo ha empezado a bajar, pero nosotros bajaremos más rápido después de las fotos para alcanzarlos.

Tras las fotos empezamos a  bajar, pero  tuve que volver a la cima  porque se me olvidó poner la banderita en la cima en el wikiloc y no podría luego poner fotos en la aplicación.

 

Bajo con algo de prisa y tras pasar el paso estrecho, veo a Liwia bajando por lo más complejo.

 

Salimos a las pedrizas sin roca de fondo por fin, por aquí puedo bajar corriendo, pero cuando me estoy acelerando en la bajada, veo al grupo parado tras la gran roca en el mismo sitio de la subida, así que me desvío de la pedrera y salgo hasta ellos.

Liwia quiere más, se quiere llevar más cimas, la ruta fue corta, dice de subir al Hospital, que si alguien se anima, Juanjo no tiene esa cima, pero le apetece bajar corriendo por la pedrera, así que le dejo mi casco con la cámara para que se grabe la bajada que le hace ilusión, y yo decido irme con Liwia a por más cimas, que estoy con el mono, no tengo costumbre de andar distancias tan cortas, apenas he notado estas dos rutas del finde.
Salgo disparado, pues la tarde avanza y me gustaría hacer todas las cumbres posibles, Liwia viene detrás,  cruzamos una ladera de hierba y llegamos a la cuerda, desde aquí también siento el rumor de las olas, pasamos el collado del hospital con la mole oscura del Curavacas por encima, luego pasamos dos cimas sin nombre y seguimos buscando. Hemos ido habiendo fotos en todas las mini cumbres, pero en ninguna vi una luz roja de sangre oscura. Estamos por fin en la cumbre del Hospital.
Hay bajo nosotros un collado con un paso rocoso, y al otro lado está el Monte de las Huelgas, puede ser peligroso pasar, eso me pone bastante, así que intentaremos cruzar hasta la otra cumbre.
Vamos directo siguiendo una vereda, que nos lleva a una pequeña trepada para salir de nuevo a la cuerda. Nos asomamos a la caída, hay una laguna, la del Pozo Hondero, tratamos de pasar, pero hay  un gran precipicio en una vereda demasiado estrecha e inestable, es un paso de cabras.

Nos volvemos y veo una canal de hierba al otro lado de la roca, es nuestro paso, seguro.
Lo hacemos  y tenemos que destrepar como cabras, pero sin mayor dificultad, llegamos al Monte de las Huelgas. Hacemos fotos, pero no sale la luz roja sangre, quiero hacer una cumbre más, aunque se ve lejos…

Salimos con prisa, bajamos hacia la cuerda mirando los Picos de Europa de fondo, la siguiente cumbre está lejísimos así que decidimos bajar, tratando de llegar a la pista.

Llegamos a un refugio y desde allí tomamos la pista que nos introduciría en el bosque, vamos muy deprisa, Liwia cree que nos esperan en el bar de Vidrieros, yo creo que llevamos mucho tiempo en el monte para que sigan allí…
Poco a poco los bosques nos van llevando hasta el pueblo, y el bosque se mueve en un rumor de hojas que se asemeja al de las olas de mar, llenando suavemente de sonido el cielo que se va despidiéndose de la luz del sol, hiriéndose de nubes como olas silentes del agua que al final acabará en el mar, el fin de todo, las montañas se encogerán piedra a piedra virtiéndose al mar, reduciendo  su altura, son las olas, las que me llaman en un silencioso rumor solo descrito para mis oídos, …y descendemos paso a paso hasta llegar a Vidrieros.
Cruzamos sus escuetas calles de pueblo que desaparece diluido en el agua que irá al mar, todo desaparece  en el mar, compungido, afligido, pero en serenidad, diluido de fluido que vuelve a casa, su casa, mi casa, el mar, el fondo del mar…

Llegamos al único bar de Vidrieros y nos tomamos un café y una Coca Cola, es muy pronto para una cerveza…
Nos volvemos a Triollo, y Liwia se va a buscar una camiseta en un bar refugio que vio ayer volviendo del Espigüete, he llegado al albergue, me preocupa que Juanjo necesite la llave de la habitación que yo llevo, pero no hay nadie, se los habrán llevado las olas del mar, en silencio final…
Pues no, por fortuna estaban de cervezas y volvieron para cenar, donde echamos una buena ración de risas…
Mañana nos iremos sin hacer rutas, Rachel trabaja y yo tengo el coche con amenaza grave de rotura y estoy a más de seiscientos kilómetros de casa.
Ha sido un placer compartir con todos vosotros, Amaia,Liwia,Rakel, Rachel,Juanjo, nos vemos en la siguiente…
  • Maese Viento, no lo he entendido.
  • ¿Qué no has entendido, necio humano?
  • Todos pertenecemos al mar, pues de allí salimos y allí volveremos. Por eso podemos conectar con nuestro yo interno, nuestra esencia mirando al mar, somos agua, el mar nos habla y nos aconseja como nuestra madre que es.
  • Bien, humano, lo has dicho tú. ¿Cuál es la terrible duda que te acosa durante todo el día?
  • Maese, ¿Dónde está  la luz roja sangre que ilumina en la oscuridad?
  • Esa era tu miserable duda, necio humano, pues no es tan difícil, el faro que alumbra cuando llega la oscuridad lo tienes dentro de tu pecho…
  • Jooo, y yo mirando como un tonto por todas las cumbres y lo llevaba puesto…
Escucha
Escucha al mar
Cantando por las memorias
de  miles de vidas
Oh madre,  tus olas ruedan
dentro de mi alma.
Un día
 Un día me llamarás
Me sumergiré en la oscuridad
Para ver tu sonrisa.
Oh, madre. Mi barco está en tus manos…
 King of Sea     Kwoon 2022.

 

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Epílogo

Y nos levantamos tranquilamente para recoger nuestras cosas y la comida que había sobrado, nos despedimos y se esperaron a ver si mi coche arrancaba tras tres días parados, arrancó, no tuvieron que cargar conmigo.
El ruido  del coche apenas sonaba y los pilotos de avería estaban apagados, así que decidí volver con precaución, iba muy tenso pues el ruido provenía del motor.
Pasé sin novedad las curvas hasta llegar a Cervera de Pisuerga, luego Palencia, todo bien, en Valladolid se encendió el piloto de la batería y el ruido empezó a sonar que daba miedo, era el aire, lo apagué y el ruido se calló, creía que era el alternador el problema, ya se estropeó en el 2017.
En Salamanca paré a echar gasolina y tras arrancar desapareció totalmente el ruido, ya casi me había olvidado de él cuando de repente pasando Béjar sonó un golpe  dentro del capó, olía a quemado y el coche se paró, lo llevé hasta la cuneta con algo de dificultad pues la dirección no funcionaba bien, y allí se quedó.
Me pongo a llamar al seguro por teléfono y sale un robot que me dice que le mande por “whatsapp” la ubicación  para que me envíe  la grúa, estoy intentando mandar la ubicación y me da error, he tenido que llamar tres veces.
Al minuto pasa un guardia civil de tráfico en moto, me hace señales pero no para, detrás viene otro guardia civil, la pareja del primero, se baja de la moto y me ayuda a empujar el coche para sacarlo completamente de la calzada, me dice que si llamé a la grúa y le dije que estaba en ello, me contestó  que tenía que irse que se había averiado más adelante una máquina grande, pero que al de la grúa le dijera que estaba en el Km 279 de la A-66.
Al final consigo mandar la ubicación por whatsapp  y en poco llamó el conductor de la grúa para que le dijera exactamente dónde estaba y le contesté lo que me dijo el guardia civil, y me cuenta que tengo que pedir un taxi, que él se lleva el coche a la central pero a mí no.
Llamo de nuevo al seguro, el “bot” no es capaz de mandarme un taxi, me cabreo un poco, no mucho, y a la tercera llamada sale una señorita  muy amable que manda un taxi.
Al minuto aparece una furgoneta de mantenimiento llena de luces traseras y se coloca tras mi triángulo, el guardia civil la habría llamado al mismo tiempo que me dijo el Km de la autovía para la grúa.
El de la grúa no me encuentra todavía y  le doy indicaciones, mientras el de la furgoneta de mantenimiento se baja y viene, es un chico joven.
  • Hola, qué ha pasado.
  • Pues algo se ha roto, creo que el alternador, huele a quemado.
  • A ver, abre el capó. Tienes rota la correa del cigüeñal, se te habrá ido el tensor del cigüeñal, no es gran cosa, si no se ha llevado alguna pieza más por delante, pero eso lo miraran en el taller.
  • Pues tienes que ver cosas muy fuertes trabajando aquí al pie de la autovía, la gente está muy loca.
  • Ni te imaginas, el otro día una señora se paró en paralelo para curiosear un accidente, y por más que le gritábamos para que siguiera no paraba de mirar tapando el carril, qué miedo pasamos.
En eso aparece la grúa, apenas ha tardado 15 minutos.
  • Pregúntale al que viene, ese sí que tiene que contar. En navidad le pasó un tráiler por encima, estaba con un coche recogido a punto de salir y un camión enorme le pasó por encima, tuvieron mucha suerte, ya estaban montados y a la cabina no le tocó, se llevó toda la parte trasera.
Se baja otro chico joven, de la grúa, mira el motor y confirma lo que me había dicho el otro, he tenido mucha suerte son gente muy buena y profesional.
Me dice que llame al del taxi para ver si me lleva a la central o me deja esperando aquí, en eso suena el móvil, es el del taxi. Ya está de camino, me recogerá aquí.
Y apenas ha subido el coche a la grúa, aparece  el taxista, es de mi edad, me despido de los otros chavales, ha sido una experiencia muy bonita.
 Mi coche se va, se ha portado muy bien, un km después y se hubiera roto en el viaducto que baja a Extremadura con diez por ciento de desnivel y sin espacios fuera del arcén.

Y me vuelvo con Javier  el taxista a mi casa, entre imitaciones de Rambo y conversaciones de nuestra juventud, ¡Qué bello es vivir!

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