Miércoles, 15 de marzo de 2023. Kaukhasaari- Karppasaari.
Nieva, nieva, nieva, nieva despacio, nieva blanco, nieva de suaves copos, que han tapado nuestras pulkas por completo, pero la suave nieve que tapó mi Aurora y me robó su sonrisa parece que ahora es cálida, curiosamente no siento frío cuando ella se desprende del cielo blanco y me toca la piel con su tacto frío y dulce de inmaculado color, pero ella, la nieve, me ha robado a mi Aurora, aquella que tuvo que haber estado conmigo la noche anterior, por lo que el tacto de la nieve me cubre con el frío de la melancolía…
Hemos dormido muy bien y muy calientes en la cabaña más pequeña ,mientras que Carlos lo hizo en la grande, yo lo hice de un tirón, nieva, cada vez más fuerte, apenas hay ocho bajo cero, curiosamente cuando se nubla y nieva sube la temperatura y la sensación de frío es menor, pero cuando salgamos a la inmensidad del lago helado Maese Viento nos azotará y será todo muy diferente, en la isla protegidos con los árboles estamos muy a gusto.
Pero tenemos que salir, así que dejamos la cabaña, bajamos de nuevo al lago para ir a la ensenada que hay entre las islas, aquí en la ensenada azota poco el viento por lo que el espesor de nieve blanda es muy grande , nos costará avanzar, son las nueve de la mañana.
Nos vamos turnando en la cabeza siguiendo el esquema del día anterior, el primero está 20 minutos abriendo huella y luego pasa al fondo del pelotón pasando el tercero a la cabeza manteniéndose siempre Javier Campos el segundo con el GPS para marcar la dirección al que abre paso, se hace duro salir de la ensenada, hay mucho espesor de nieve, pero ardo de ganas de ser el primero y sentir la sensación de infinito del ártico…
Salimos al centro de la laguna no vemos casi nada, estamos metidos en el blanco, nos azota el viento y la nieve por todas partes, aquí no hay resguardo posible, solo avanzar, con el lastimero paso deslizante de los esquíes en el blando llano del lago Inari. Maese Viento nos azota con mucha fuerza, llenándonos de nieve nuestras pulkas…
– Maese Viento, hoy me estás cubriendo de gloria.
– Será de nieve, necio humano.
– No. Maese. De gloria. Sentir tu fuerza es gloria para mí, al menos hoy, me hace sentir más vivo.
– me estás diciendo que te hace sentir más vivo estar más cerca de la muerte, humano…
– No trates de asustarme, Maese. Hoy eres tú el dramático, tampoco es una situación desesperada la que estamos viviendo ahora mismo, anda , Maese, sigue contándome la historia de Saari y de sus descendiente Aanari, que quiero saber más de los Saamis…
– Sólo me quieres para tus necias escrituras, de otra manera no me diriges tu palabra.
-Maese, hoy estás muy sensible, qué te ocurre, amigo mío. Ya sabes que te aprecio desde siempre y vengo a buscarte una y otra vez, a veces arriesgando mi vida, no te me pongas melodramático…
– Siempre estás atribuyéndome cualidades humanas, soy el Viento, ni me enfado ni me apesadumbro por mucho que lo desees, humano.
– Lo que deseo es la historia, Maese, no te ofendas, que luego me llenas de nieve hasta los ojos.
– Contigo, no hay quien pueda, necio humano, escucha la historia y calla, pues me cansan tus aseveraciones…
Y Luna brillaba en lo alto con su cuerpo lleno de luz, toda la aldea estaba reunida bajo su luz clarificadora de la oscuridad, hombres, mujeres, niños, estaban convocados por Anayet, junto a él había sentada una joven con un vestido blanco, le resplandecía su cabello negro a la luz plateada de la luna, como si estuviera iluminada por ella, tocada por su tenue hechizo materno creando un aura de pureza sobre su cuerpo.
Todas sabían que lo que iba a ocurrir aquella noche tendría gran importancia para el futuro de la aldea, era el pueblo de Anayet, más bien lo que quedaba de él y se podía hablar en femenino pues la mayoría de los varones habían muerto en la guerra contra Balaitous, habían vertido su sangre por sus hijos, por sus esposas, bajo el mando de Culibillas, la elegida, la ungida por la Luna, pero aunque la batalla se había ganado, esta guerra no había aún terminado, nunca lo haría, la luz y la oscuridad se entremezclan y luchan entre sí por siempre, necesitándose y repeliéndose, en lo que los humanos llamáis el bien y el mal.
-Querido pueblo, hoy os he convocado a todos `pues han pasado hechos muy importantes que todos debéis saber. -Dijo Anayet levantándose de su asiento, su rostro enjuto, cubierto de tres cicatrices, tenía la mirada cansada, la de un hombre que ha llevado una descomunal lucha.-Sari, mi querida sobrina, que todos conocéis, fue llamada por Culibillas la noche anterior. Y nos tiene que contar lo que le ha trasmitido Culibillas.-Continuó con su voz firme pero cansada.Un rumor se esparció, la sorpresa y la inquietud se repartía entre las presentes.
-Culibillas, nuestra Culibillas, pero ella está bien, ella volverá…Muchas voces hablaban a la vez en un murmullo que amenazaba con romper el silencio.
-¡Silencio! Dijo Anayet subiendo la voz. Y todo el auditorio enmudeció. -¡Dejad que Sari os cuente lo que ha sucedido!
Todas las miradas se volvieron a Sari, una de las primas más pequeñas de Culibillas, apenas era una niña cuando Culibillas derrotó a Balaitous.
-Anoche fui a ver a Culibillas, ella me llamó en sueños.- De nuevo el murmullo se esparció entre los asistentes. -Sí, la vi y hablé con ella, no era un sueño, era real, a pesar de que no salí de mi habitación-.
De nuevo Anayet tuvo que pedir silencio, la excitación era enorme, nadie había vuelto a saber de ella tras la última batalla, cuando tras sepultar a Olivier en la montaña de Balaitous desapareció tras las inmediaciones de la Peña Foratata.
-Me contó que tenía una misión para mí, la guerra contra Olivier no ha terminado, nunca terminará, me dijo que la luz y la oscuridad se necesitan, y deben existir las dos, pero debe haber un equilibrio entre ellas, me ha dejado la misión de custodiar la sustancia oscura. -Dijo Sari levantando la voz para que todas lo entendieran y de nuevo un murmullo saltó entre las asistentes…
-Tampoco yo sé lo que es, ella me dijo que es una sustancia que podría privarla de su poder con sólo rozarla, y sin su poder, Olivier quedaría de nuevo libre sobre la tierra, convocando de nuevo a la oscuridad que durante tantas generaciones hemos padecido.
El rumor eran casi voces, de desesperación – No , Olivier otra vez , no, por favor.-Se oía de fondo quejidos lastimeros. Pero Sari avanzó un paso con un collar con una piedra negra en la mano y todas callaron.
-Yo portaré el collar con la piedra, y debo llevarla lejos, muy lejos de aquí, nunca puede caer en manos equivocadas. Me ha dado esa misión, y juro que nunca caerá en las manos equivocadas, me dejaré hasta la última gota sangre de mi cuerpo por cumplir mi misión.-
Otra vez el cuchicheo se esparció, había muchos rostros de ansiedad, otros de tristeza, otros de miedo y no paraban de murmurar entre ellas, en voz baja, pues recordad que casi todas las asistentes eran mujeres.
-Silencio, ¡Silencio! Dijo Anayet- Y de nuevo todas callaron.
– Os he convocado, pues Sari ha querido marchar sola con la piedra, pero yo no la he dejado, no puede caer ese peso sobre ella, es demasiado para una sola persona.-
-Así es, así es,- dijeron muchas voces. – Que el peso de esa piedra sea para las mujeres de la aldea, entre todas lo llevaremos. Que la muerte de nuestros maridos y nuestros hijos no sea en vano, llevaremos esa carga por los tiempos venideros nosotras y nuestras hijas – Dijo la mujer más mayor de la aldea mientras las demás lloraban y asentían pues sabían de la importancia de la misión que les encomendaban.
-Es lo que quería escuchar- dijo Anayet, sentándose pesadamente en un banco, con el rostro cansado y surcado de arrugas -A partir de hoy toda mujer de la aldea llevará un collar igual que el de Sari, y todas guardaréis el secreto de la piedra, nadie que no sea de nuestra aldea sabrá nada de lo que ha ocurrido, ¡Nunca, nunca jamás!
-Sea así- gritaron todas a la vez. Mientras bailaban y lloraban bajo la luz de la Luna, en un rito de juramento eterno, que pesaría sobre todas sus hijas, hijas de la Aldea de Sari, Saari, la primera de las Saamis que poblarían las tierras más frías y apartadas del planeta.
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Se asoma el sol, sigue nevando, la sensación de irrealidad me rodea, el viento azota suavemente en mi costado, el disco del sol se pone delante señalando con su tibia sonrisa su presencia, y nada más, nada, sólo el blanco, que me rodea con los colores de las siluetas de mis compañeros en línea rompiendo el inmenso regazo de nieve, ese inmenso infinito de blanco que se empeña en engullirnos en su vientre frío, un paso y luego otro, no queda más, solo eso, sólo todo, solo nada, atravesando , cruzando el infinito helado, que te rebosa y te tapa de nieve…
Paramos a comer algo, pero paramos poco pues hace mucho frío si no te mueves…
Ha desaparecido de nuevo el sol, dejándonos huérfanos de su guía, ahora todo es blanco, todo es igual, Carlos va delante y parece que no ve demasiado bien en la intensidad de la nevada, Javier le indica una dirección y él va en la contraria, vamos haciendo tirabuzones como un sacacorchos, nos estamos desviando, no llevo el track pero estamos haciendo un círculo y casi volviendo sobre nuestros pasos, le vamos dando voces a Javier y Carlos, que nos van a perder…¡del todo!
Me ha tocado por segunda vez el primero, estaba deseando, estamos recuperando la dirección que debíamos llevar, nos salimos del «track» en la intensidad de la tormenta cuando la nieve nos atizaba con más fuerza, pero no me preocupa, con Javier estamos seguros, se ha hecho el círculo polar ártico en invierno y en solitario, y por aquí no hay osos polares hambrientos,…todavía.
Otra vez a la cola, ahora nieva menos, ya vemos un grupo de islas que vienen a nuestro encuentro, nos volveremos a meter en una ensenada y allí nos hundiremos más.
Me ha tocado de nuevo primero, Javier me indica que vaya directo al estrecho de enfrente entre las dos islas que nos rodean.
La nieve golpea suavemente en pequeños sonidos crujientes mi gorro, el quejido sibilante de los esquíes deslizándose sobre la nieve que se hunde, los golpes metálicos de los bastones tocando e hiriendo la nieve, rodeado a ambos lados de un bosque nevado y de frente el blanco sin fin, y en cada paso mi respiración que me indica que sigo vivo, paso a paso, en una extraña sensación, que te llena y te duele, que te vacía y te reconforta, rompiendo el silencio ártico con tus pasos, retando con tu cuerpo la voz de Maese Viento que te toca suavemente una y otra vez, en cada paso, en cada movimiento, y te vas perdiendo, y te vas encontrando, en el silencio, en el blanco del infinito ártico, una y otra vez, hasta que definitivamente me doy cuenta que …, he desaparecido, he dejado de existir, fundido con la nieve y con el horizonte que se difumina en la nada.
El día en el infinito helado se hace largo, pero por fin estamos llegando, vamos a desembarcar en la isla de Karppasaari, Angeloti va primero y se hunde hasta la cintura, pero salimos o mejor dicho entramos todos en la isla que sigue bajo la nieve que cae suavemente.
Nos metemos en la cabaña que tiene una estufa de las pequeñas, de los Samis, Carlos se ha ido a la más pequeña que es similar a la que dormimos todos la noche anterior, estoy dudando de irme con él, me estoy asfixiando de calor, no soporto tanto calor acostumbrado a los bajo cero, esta vez se encendieron las estufas sin problemas , ayer aprendimos del fracaso inicial.
Nos hemos ido todos a sacar agua para la cena con el verviki, menos Javier y Angeloti que están haciéndola.
Las letrinas están repletas y no voy a describirlo, pues no es de mi agrado, así que hoy nos tendremos que aguantar hasta el día siguiente para hacer “aguas mayores” salvo que alguien se decida hacerlo entre la nieve y según nos cuenta Javier hay que irse cien metros de la zona recreativa que estamos y a cincuenta de la orilla del lago, según las normas finlandesas, pero nadie se anima.
Las letrinas son una caseta, una para hombres y otra para mujeres en las que hay un cajón de madera con un orificio arriba , algunas tienen tapas para sentarse similares a las que usamos en los inodoros, y en un lateral de la caseta hay un compartimento lleno de serrín para verter sobre lo que se acaba de depositar, es la manera de que no huela, aunque se congela en muy poco tiempo, y el serrín hay que golpearlo fuerte para que se desprenda pues está congelado, y hay unas palitas para hacerlo.
Después de la cena de verdura, puré y pasta que nos preparó Angeloti, Javier nos contó como en Inari está el parlamento Sami, los Samis son el pueblo indígena, el último de Europa Occidental, de unas cien mil personas que ocupan la Laponia que comprende zonas de Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia en la península de Kola, en el parlamento se hablan los siete dialectos Sami, y hay más traductores que parlamentarios, y no les digas Laponés que se ofenden, tienes que decirles Sami, tienen una religión ancestral animista, que cree en las divinidades naturales, como el sol, la luna, los árboles, pero creo que Maese Viento en su relato lo va a contar mejor que yo…
Y mi Aurora nuevamente no está, pues sigue nublado, parece que ha dejado de nevar, pero no vendrá está noche, esta noche no, nuevamente nuestro amor será imposible una vez más, y estoy preso de su hechizo que me trajo hasta aquí buscándola, y siento que
nuestro tiempo se está acabando…
Creo que me estoy ahogando,
asfixiando.
Quiero romper el hechizo
que tú has creado.
Tú eres algo hermoso
una contradicción.
Quiero jugar el juego,
quiero la fricción.
Tu vas a ser
mi muerte.
Si, tú vas a ser
mi muerte.
Enterrarlo.
No te voy a permitir enterrarlo.
No te voy a permitir asfixiarlo.
No te voy a permitir asesinarlo.
Nuestro tiempo se está agotando
y nuestro tiempo se esta agotando.
No puedes empujarlo bajo tierra.
No podemos parar de llamar la atención.
Quiero libertad
pero estoy limitado.
Traté de dejarte,
pero soy un adicto.
Ahora que sabes que estoy atrapado,
sentido de euforia,
tú nunca soñaras con romper esta fijación.
Tu vas a exprimir la vida fuera de mi.
Enterrarlo.
No te voy a permitir enterrarlo.
No te voy a permitir asfixiarlo.
No te voy a permitir asesinarlo.
Nuestro tiempo se está agotando
y nuestro tiempo se esta agotando.
No puedes empujarlo bajo tierra.
No podemos parar de llamar la atención.
Tu vas a absorber la vida fuera de mi
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