Y cómo empezar un relato de un viaje de diez días, en los que César y yo cruzamos los Alpes Eslovenos surcando sus solitarios caminos, muy bien cuidados pero abandonados de la presencia humana en casi toda su extensión, mientras los recorríamos acompañados por el canto continuo de los pájaros en melodía primaveral y el sonido suave de Maese Viento que nunca te deja en soledad…
Y lo mejor de viajar con un ferroviario amante de los trenes es que se te abre un mundo nuevo a tus ojos, el mundo del transporte en ferrocarril tan denostado y olvidado en nuestro país y más aún en la Extremadura que me acoge.
César como le dije a Robert, el alemán que nos siguió a la cumbre del Triglav, es el cerebro de la aventura, con su larga experiencia viajando en solitario por todo el mundo diseñó los diez días de rutas por Eslovenia con alojamientos, tracks de rutas y transportes todo medido milimétricamente día a día, saliendo todas las piezas a la perfección, hasta la lluvia nos respetó contra todo pronóstico.
Y cuando alguien me dice que tenga mucho cuidado en la montaña, lo que me repiten con insistencia sistemática, que en las alturas me pueden pasar no sé cuántos peligros, siempre pienso lo mismo, yo cuando paso miedo y me preocupo más es para llegar y volver en coche de mi destino, allí sí que siento el peligro acechándome por todas partes, sólo que la gente sólo ve el peligro en los lugares solitarios y naturales cuando es la carretera y la ciudad en los lugares con más posibilidades de que te ocurra algo que no deseas…
Así que el viernes 16 de junio después de trabajar, y volver a Villanueva de la Serena para recoger la mochila, pues íbamos de mochileros los diez días, salí de camino para el aeropuerto de barajas con apenas un par de horas de margen para el embarque, y en el camino me encontré un accidente de tráfico que había taponado la dirección contraria a la mía de la autovía A5 durante 6 km y más adelante un camión estaba volcado en la rotonda del parquin de acceso al hotel AP barajas donde dejaría mi vehículo, y seguí casi de milagro mi camino, cualquiera de los dos accidentes podría haberme dejado en tierra si se hubieran producido en mi camino y curiosamente, César que vive en Madrid y para llegar al aeropuerto usa el tren, tuvo más dificultades que yo para hacerlo y llegó cuando el embarque se había iniciado, así que los dos estábamos embarcados rumbo a Venecia de puro milagro.
Y justo antes de embarcar nos secuestran las mochilas para meterlas en las bodegas, no caben más maletas en cabina, nos tocará esperar luego para recuperarlas de las bodegas donde nos las embarcaron, lo que no le ha gustado nada a César.
Sale el avión a su hora, a las 21,25 y me toca pasillo, a César también, un poco aburrido el viaje…, pero anochece sobre el ala, en su juego de luces ocres…
Poco antes de las doce de la noche llegamos al aeropuerto de Venecia, tenemos que estar casi 30 minutos esperando nuestras mochilas facturadas a la fuerza, pensamos tomar un taxi hasta Mestre, donde César reservó un “Hostel”, la cola de la gente que espera el taxi nos ahuyenta hasta la parada de autobús y para nuestra sorpresa y alegría tomamos por un minuto el último que va a Mestre, son 10 euros el billete, pero nos deja en la estación de autobuses a 10 minutos de nuestro Hostel.
La noche avanza entre las grandes avenidas que tenemos que cruzar para llegar hasta nuestro “hostel”, son casi las una de la madrugada , nos espera un hombre joven inmigrante que nos recibe con cortesía y alegría, esta zona de Mestre parece más Italia profunda.
No hemos cenado nada, nos acercamos a la avenida pero no hay nada abierto salvo el Mc Donalds, somos objetores de conciencia de la comida basura y más a las una y media de la mañana, así que César cena una “birra” y yo un helado de pistacho…
Ha amanecido sobre este barrio de laas afueras de la Venecia terrestre,dejamos el Hostel y decidimos ir hasta Marghera, otro barrio de las afueras de Venecia para comprar en el “Decathlon “ unos bastones para la montaña, no los trajimos de España pues no se pueden introducir en cabina del avión, pero tras colarnos en un tranvía sin pagar como hacían los autóctonos y comprar los bastones , César me llevó a la estación de tren y desde allí nos fuimos hasta Santa Lucía, Santa Lucía es la estación de tren del corazón de Venecia que se llega tras cruzar la estrecha lengua de tierra rodeada de mar que se conecta a Venecia…
Teníamos apenas una hora en Venecia, que estaba llena de turistas, no la desaprovechamos, paseamos por las míticas calles de Venecia, teniendo cuidado de no perdernos, pues podríamos `perder el tren y todo los enlaces se complicarían, entramos en un supermercado a comprar unos emparedados pero lo soltamos al ver la cola de la caja, tocaba ayuno esta mañana.
A las doce en punto cogimos el tren desde Venecia Santa Lucía que nos llevaría hasta Gorizia, lo que es la frontera con Eslovenia, este tren que llega hasta Trieste.
La verdad que tenía complejo de “Willy Fog” con tanto cambio de transporte, y me encantaba cada vez más viajar en tren.
Nos bajamos en Gorizia y esperamos un bus urbano que nos dejara en Nova Gorica, y así lo hicimos llegando hasta la primera ciudad de Eslovenia, Nueva Gorica, separada de Gorizia en Italia por unos carteles explicativos y un círculo de metal con una inscripción indicando el sitio exacto de cambio de país.
Y empieza Eslovenia, empieza la aventura buscada por César y por mí, nos encontramos esperando un nuevo tren en una estación, así que pasamos al bar de la estación para tomarnos una cerveza y el primer alimento que ingeriríamos en el día, unas especie de pizzas alargadas de las que no recuerdo el nombre en Esloveno, nuestro último tren en el viaje de llegada saldría a las 15.55 y eran las 15.00 teníamos tiempo para disfrutar y relajarnos.
Nos subimos al tren en un vagón sin pasajeros y salió puntual a su hora, en poco pasó un revisor que me cobró poco más de tres euros por un viaje de hora y media de duración, a César la mitad por tener pase de ferroviario.
Este pequeño viaje fue como ir al pasado, el revisor que de memoria sabía quiénes subían y bajaban del tren en cada parada, revisaba cada vagón tras las paradas, las bicicletas que aquí son para el verano y el resto del año subían por decenas al vagón delantero con la ayuda del revisor, el ambiente distendido y relajado, el sonido de fondo del tren sobre las vías dan esa entrañable sensación de estar viajando al pasado, en un pequeño y continuo “deja vu”.
Los paisajes de verde se suceden interrumpidos muy brevemente por pequeños pueblo sumergidos en una naturaliza exuberante y fecunda, junto al río, el río Soca, que se recostaba sumiso a un lado de la vía, pasaban los kilómetros con su traqueteo de ferrocarril que te transporta y te soporta a una dimensión diferente, a otros lugares, a otros cielos, a otros sonidos que a la vez te son infinitamente familiares, como si siempre hubieras estado dentro del vientre de metal del tren que suavemente, te lleva y te sumerge en otro universo…
Para mi pena, hemos llegado, Bohinjska Bistrica, o sea estación de Bohinj, el lago que da nombre a la región que se encuentra atrapada entre las montañas de los Alpes Julianos, estamos rodeados de montañas de dos mil metros y apenas estamos a trescientos sobre el nivel del mar, la relación con el ferrocarril es muy íntima en esta región, hasta los coches utilizan un vagón especial para cruzar la cordillera por el túnel de más de seis kilómetros que hemos utilizado para llegar hasta aquí.
Nos quedamos absortos viendo el transbordo de bicicletas de tren a tren que ocurre con total naturalidad y tranquilidad, todo aquí es en modo pausado, las prisas y el estrés se quedaron más allá de las montañas…
Nos toca andar por fin, se me iban atrofiar las piernas, queremos ver el lago Bohinj de origen glaciar de unos 6 km de longitud, pero decidimos primero acercarnos a nuestro alojamiento que está a mitad de camino para hacer la llegada y dejar el equipaje, en la localidad de Polje.
Cruzamos prados, bosques y alguna carretera asfaltada, todo ello con una temperatura que tira al calor soportable, estamos en Polje, es un restaurante pizzería con habitaciones donde una joven nos recibe con una sonrisa infinita, hablándonos en un inglés perfecto de las bondades de la cocina de nuestro alojamiento por si nos animábamos a cenar esa noche.
Son las siete de la tarde, queremos ver el lago, nos espera en algo más de tres Km, la cocina cierra a las nueve y media, va a ser difícil volver para cenar, así que confiamos hacerlo junto al lago, vamos por sendas de prados con alegría en las piernas, llegando tras casi una hora al lago por fin…
Junto al lago una iglesia muy característica, descansa el lago recostado en el valle glaciar en las luces de la tarde que van cayendo, en Eslovenia tienen el mismo horario que en España y por eso amanece a las cinco de la mañana y anochece poco más de las nueve de la noche.
No nos convence los establecimientos turísticos que se nos ofrecen para cenar, decidimos volver, pero para llegar vamos a tener que volver corriendo, y es cuando el universo sin pedirlo nos da una solución.
Delante nuestra está la estación de autobuses y sin esperarlo para un autobús de línea, tiene que pasar por Polje ya que es la única carretera que hay en esa dirección.
Nos ponemos a la cola, aquí se paga al conductor como se ha hecho toda la vida, nos toca un señor de unos sesenta años, cano, de gran calva y algo regordete nos espera a que subamos.
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Hello, two for Polje. Le dice César en su inglés ya habitual.
El conductor nos mira y no dice nada, gesticula con las manos y nos quedamos los dos perplejos, no sabemos si subir o bajarnos, pero el autobús va en la dirección correcta, tiene que ir a Polje.
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Is posible go to Polje? Insiste César. El conductor sigue gesticulando con cara de fastidio, no sabemos interpretar qué hacer.
De repente saca un bolígrafo y un cuadernillo de notas y le indica a César que escriba, entendemos que nuestro destino, el hombre lee el topónimo y empieza a reír.
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Ahhhhhh, Poulchyeee. El hombre ríe aliviado pues lo que le pasaba que no nos entendía, no pidió tres euros y nos invitó a pasar al autobús entre sonrisas y risas, Poulchyee, Poulchyeee.
Nos trató como si fuéramos sus amigos de toda la vida, y cuando llegamos a nuestra parada, nos gritó sonriendo Pouchlyeee, para que no se nos pasara la parada, que era justo en la puerta de nuestro alojamiento, nos bajamos despidiéndonos bajo su atenta sonrisa y la complicidad de las personas que te hacen la vida mejor…
Nos fuimos directos al restaurante, nos sentamos a cenar y la chica de hermosa y eterna sonrisa nos sacó una foto para terminar este día tan viajero, no podía haber sido mejor colofón…
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18 de Junio de 2023. De Polje al refugio Vodnikov.
Nos levantamos y tuvimos y copioso y rico desayuno aunque ya no estaba nuestra muchacha de sonrisa infinita, había una mujer de pelos colorados, mayor, más carnosa, pero igualmente simpática.
Comenzamos a caminar a las nueve de la mañana, teníamos por delante 18 km y 1500 metros de desnivel, antes de la cinco de la tarde teníamos que llegar al refugio de Vodnikov para que la reserva no se anulase, así que sin prisa pero sin pausa.
El primer día es muy difícil caminar, el cuerpo está pesado, los músculos atenazados, la mochila parece que pesa infinitamente y las piernas no avanzan apenas, pero siempre es así cuando llevas mucho sin caminar, a medida que pasen los días iremos encontrándonos mucho mejor.
Nos vamos a adentrar en los Alpes Julianos para cruzarlos en los próximos 4 días, así lo ha diseñado César, dos noches en Vodnikov, una en Bogatinom y el último día nos iremos a Bled, para conocer el lago y la ciudad de su nombre.
Los Alpes Julianos son llamados así por Julio César que le dio su nombre al establecer allí una ciudad, “Forum Julii” y establecer la frontera de Roma por esa parte.
Están formado por calizas triásicas que le dan a las cumbres su aspecto escarpado y vertical, al mismo tiempo que su interior está plagado de simas, cuevas y ríos subterráneos como corresponde al relieve calizo Kárstico, que se disuelve con el agua y fue descrita por el geógrafo Serbio Johan Svijic, lo describió en la región que pertenecía al imperio austrohúngaro y se denominaba por entonces Karst en Alemán, cuando en Italo-esloveno ahora es Carso.
Este relieve tiene dolinas, poljés, simas, gargantas, lapiaces, por donde discurre el agua que lo penetra y lo disuelve todo formando paisajes de bella forma y factura.
Empezamos a caminar por la misma senda del lago Bohinj de la tarde anterior y llegamos a la localidad detrás de la orilla, Stara Fuzina, aquí comienza la aventura, dejamos el llano para adentrarnos en la montaña del parque nacional del Triglav, cumbre que da nombre a todo y queremos subir al día siguiente.
La localidad de Stara Fuzina está cruzada por un río, el río Monsnica que tomamos por su margen izquierda para ascender hasta el refugio, tras dejar la localidad nos adentramos en sendas boscosas que junto al río van ascendiendo poco a poco, estamos a 500 metros de altitud y el refugio se encuentra a 1829 metros, nos queda un buen paseo.
Vamos ascendiendo por el sendero, junto a otros turistas ataviados con pequeñas mochilas, en poco nos encontramos una caseta donde tenemos que pagar 4 euros para entrar en el parque, aquí hay camino por ambos márgenes, elegimos el izquierdo pues no va nadie.
El río se encañona y va apareciendo y desapareciendo en altura a su antojo, bonito espectáculo.
El camino se pone vertical antes de salir a la carretera que lleva al refugio de Obcina a 650 metros y dejamos la carretera para meternos por un prado que lleva a la cascada del margen superior del río.
Pero nos queda mucho camino y hace calor, no nos detenemos ni nos desviamos a la cascada y seguimos por el denso bosque para subir una pendiente muy larga y empinada, la montaña caliza te obliga a subir mil metros para llegar a su corazón como ocurre en los Picos de Europa.
Dejamos el río abajo, nos hemos metido en la montaña, los bosques densos nos engullen y vamos siguiendo los hitos y el track para no perdernos, me está costando, me duele todo el cuerpo, nos metemos en un pequeño valle y sopla débilmente el viento.
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Maese Viento, querido amigo, sopla fuerte pues me asfixio, esta rampa no se acaba nunca.
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Pues fuiste tú quien eligió subir, necio humano, no te quejes ahora.
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Maese viento, no te me pongas invernal. Sorpréndeme por una vez veraniego, no quiero hoy sermones.
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¡ Poulchyee, Poulchyeee…!
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Maese Viento, ¡ayer estabas escuchando lo del autobús…!, me sorprendes amigo. No esperaba eso de ti.
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Yo estoy en todas partes, humano, recuerda que estoy en vuestros pulmones y circulo por vuestra sangre y vuestro corazón…
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Ay, Maese. Hoy estás veraniego. Dime algo interesante por lo de ayer, tú que eres tan sabio…
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No seas fariseo, humano, quieres que diga lo que estás pensando, y sé lo que piensas, pero dilo tú de una vez y no marees a los que te leen.
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Qué bien me conoces, Maese. Lo diré. El corazón humano es bueno, y todos queremos ser entendidos y acogidos. El Amor lo mueve todo.
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El conductor del autobús estaba turbado porque no era capaz de entenderos y ayudaros, una vez que lo consiguió se llenó de gozo, como si fuera un niño pequeño. Todos los humanos en vuestro interior tenéis un niño pequeño que ríe y lo llena todo de gozo si lo dejáis…
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Ay, maese. No te reconozco hoy, que dulce y suave estás.¿ Pero entonces porque marchan tan mal las cosas en nuestro mundo humano, Maese. Si todos tenemos amor en nuestro corazón…?
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Por las diferencias que hacéis, el miedo a lo diferente os hace actuar mal, el temor es un sentimiento que llena de incertidumbre y desconfianza , el miedo a sufrir daño.
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Entonces es el miedo el que hace que el mundo sea despiadado y cruel, Maese…
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No exactamente, humano. El miedo es el medio, pero no la causa.
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Explícate mejor, por favor, maese. Con la cuesta tan empinada no soy capaz de pensar, me estoy quedando sin resuello, esto no termina de subir.
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No es el miedo humano, son los humanos que extienden el miedo, los señores de la codicia, los descendientes de Olivier son los que propugnan las diferencias y utilizan el miedo para controlar a los humanos y obtener el poder material.
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Ay, Maese. Otra vez me estrellé en la misma piedra, déjame de miedos y poderes oscuros y me quedo con el Amor que hay dentro de cada corazón humano, aquí en el corazón de los Alpes Eslovenos es lo que me llena…
De repente tras un repecho importante y un cruce de carteles nos encontramos de frente el Triglav, la cumbre más alta de Eslovenia, en Italiano Monte Tricorno, el monte de la Tres Puntas y desde aquí se aprecian muy bien.
Hacemos fotos al Triglav y vemos tras un nevero el refugio Vodnikov, nos hacemos fotos, vemos que hay mucha nieve todavía en el Triglav y no llevamos equipo de invierno, en la cabina del avión no se pueden introducir objetos punzantes.
Cruzamos el nevero y justo a las cinco de la tarde llegamos al refugio, nos dan una habitación de cuatro pero hasta las seis no se puede entrar en ella y a las siete es la cena.
Así que tomamos unas cervezas en la terraza del refugio viendo las nubes que quieren tapar cumbres, amenazando tormenta.
A las siete cenamos, un solo plato en mi caso de “Gulash” con el postre de bizcocho y agua, en este refugio si te la dan pues hay fuente.
Nos quedamos en las mesas mirando si subir al día siguiente al Triglav, nos preocupa la nieve blanda, sin ella es una vía ferrata sin dificultades técnicas, César está muy preocupado por si fuera demasiado bocado para él, yo le insisto que si vemos un paso complicado nos volvemos y ya está…
Pero le seguimos dando vueltas y le preguntamos a la mujer que guarda el refugio, y nos dice que no sabe cómo está, que hay gente que sube pero no mucha.
A mí me sorprende que es la cumbre que todo Esloveno tiene que subir alguna vez en su vida, el emblema nacional presente en su bandera escudo y monedas, no puede ser tan complejo.
Vemos que en una mesa se ha hecho un corro de personas diferentes mirando mapas, aprovechamos y lanzamos la pregunta al grupo de si sería posible subir al Triglav sin material de invierno con la nieve blanda.
Las reacciones fueron muy dispares, hubo miradas de todo tipo, un inglés nos miró como si estuviéramos locos y dijo que él y su pareja se bajaban al día siguiente y que nieve blanda era mortal, que ni se les ocurriría.
Un pareja de chicas alemanas de Berlín que llegaron bastante tarde, nos dijeron que ellas tampoco subirían, que habían venido del collado de Hrivarice( por donde iríamos en un par de días), lo habían pasado muy mal con la nieve blanda y se bajarían de vuelta a la civilización.
Y de repente un alemán llamado Robert al final de las múltiples disertaciones negativas de todos los presentes sobre el subir al Triglav, nos dijo que había visto bajar a gente del pico en “sporties Shoes” y que él subiría al día siguiente sin material de invierno pues era subida sencilla.
Así que al final quedamos con Robert que al día siguiente a las ocho de la mañana tras el desayuno subiríamos al Triglav con la amenaza de tormentas a las tres de la tarde, la clásica y permanente amenaza que hay en las montañas.
Y nos salimos a ver la puesta de sol sobre las montañas más elevadas de los Alpes Julianos.
Y las luces jugaban a esconderse entre las cumbres anochecidas, somnolientas, dando un tinte fantasmagórico a los terribles precipicios que se abrirían ante nuestros ojos en la subida del Triglav.
Pero ahora tomaba tocar el sueño previo a las aventuras, a la incertidumbre que se nutre de sombras y precipicios, siempre presentes en nuestros sueños montañeros, aquellos que engulleron al gran David Lama…
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