En la subida al Peñaforca del valle de Hecho del Pirineo. Cuando el ahora es tiempo para crecer…

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Y es el ahora lo que siento, pues estoy templado en mi soledad. Mas cuando el ahora  que tengo, de nada más importará que el ya mismo, este  instante, no importa el pasado, no existe el futuro. No sé cómo pero estoy aquí en Pirineos, bueno, sí lo sé, pero carece de importancia, una vez más aquí, en verano, en mi semana de montaña. De nuevo, en mi soledad, no hay nada más, nadie más, salvo el ahora, y el aquí, nada más…
En mi tienda de campaña, en el camping de la Selva de Oza, me hallo, mi tienda es mi casa, mi mansión, mi palacio, soy marqués de las lonas, príncipe de las cremalleras, virrey de las esterillas, mayor felicidad no puede haber,  tres esterillas del Decatlón  una sobre otra con derecho a ducha y a aseos, cuando vine con la expectativa de acabar sobre un risco, cerca de las estrellas, en plena ola de calor a cuatro horas del agua, soy afortunado, soy terriblemente agraciado.

Y vine solo al camping de la Selva de Oza, acabé aquí por circunstancias que no merecen ser recordadas, pues el olvido es el premio para lo mediocre, para lo que no merece la pena, ni tan siquiera una frase, lo negativo y lo que no me merece, lo expulso de mi vida, en silencio, sin confrontación, sin ruido, lo alejo para siempre de mi presente y de mi vida.
 El primer día completo aquí en Pirineos tuve la enorme fortuna de conocer a un grupo de personas con las que subí al pico Aguerri, y compartimos aventuras y fatigas pues bajo un intenso calor pasamos enorme sed y algunas dificultades para salir del laberinto del lapiaz Kárstico que aloja esta cumbre y las otras que hicimos de su misma arista.

Pero Livia, Amaia y yo sobrevivimos tras ocho horas de ruta, siguiendo el “track” del GPS de Livia, que haciendo de “Dora la exploradora”, y nos llevó a través de las simas, encontrando  finalmente a Rakel y a Juanjo en el refugio de Gabardito, sanos y salvos, tras pasar calamidades casi peores que las nuestras, todo a causa de la falta de humanidad de un ser, que no  nombro ni nombraré, nunca más(ni siquiera salió en la foto por su falta de humanidad).

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Y al día siguiente me dirigí bajo la calima fumosa de los grandes incendios que desolaban la península en la ola de calor hasta la cumbre del Castillo de Acher, donde conocí a un neófito de la montaña llamado Albert que trabajaba en correos y era de Lérida.

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Y al tercer día subí al Chipeta Alto en soledad, allí rodeado de tormenta disfruté de la cumbre salpicada de lluvia incipiente que luego cedió para dejarme disfrutar de un valle Pirenaico en meditación, y casi llegando al camping de nuevo, me  esperé  para que me atrapara la tormenta que con sus rayos, truenos y lluvia intensa racheada me caló las botas en unos minutos…

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Y ahora estoy aquí dentro de mi mansión vistiéndome para subir la montaña más soñada del valle por mí, el Peñaforca, apenas tiene 2400 metros pero se quedó en mi debe hace varios años cuando vine en invierno con nieve, ahora corregiré esa falta.
Para ello me he levantado a las siete  y  a poco más  de las siete  y media me he puesto a caminar, pueden haber tormentas por la tarde y a mediodía tengo que estar de vuelta, la subida no es muy larga y no tiene mucho desnivel, para lo que estoy acostumbrado.
Salgo del camping y me dirijo hacia el parquin de la Selva desde la que sale el sendero que va al Peñaforca, los intensos calores que han quemado toda España en su occidente ya han cedido por aquí,  al menos de calor no finaré.
Y el día ha nacido vestido de gris, gris de nube que se aferra a las cumbres, me hacen dudar un instante, pero lo único que necesito es tiempo, para crecer hasta mi cumbre…, Maese Viento me ha dicho que descubrirá de su vestido  de nubes las cumbres para mí, y nunca me miente.

Mis pasos suenan levemente en la carretera, he dejado  el camping, con su húmedo frescor selvático, paso sobre el río por su puente de carretera y en el parquin encuentro la senda. Me incrusto en el bosque de hayas, me hallo en él, me sitúo en la leve vereda que me eleva y me hace crecer, creceré hasta las nubes en el día de hoy…
Solo necesito tiempo para creer, para crecer, rodeado de grandes árboles que me abrazan a su paso, me hablan de silencios, mientras el susurro de Maese Viento se cuela entre las hojas del entresijo de entreluces que me acompaña en mi soledad.
Mi soledad se eleva una vez más en la humedad del bosque, su rumor oloroso acaricia mis sentidos, hoy tengo tiempo, mi preciado tiempo, mi mayor tesoro, no existe la prisa, no existe nada, salvo el ahora, mis pasos me harán crecer hasta mi soñada cumbre,  he salido del bosque, me encuentro un prado, y un perro ladra en la lejanía por mi presencia, veo un refugio al otro lado del valle, a pesar de ser agosto no hay nadie, nadie más, mi soledad es ya mi tesoro, y mi costumbre…
No veo ninguna cumbre, su atuendo gris las tapa, amenaza posiblemente de lluvia, lluvia futura, que me hace un momento creer que podría estar equivocado, pero no, Maese, nunca miente, se abrirá cuando llegue a la cumbre, -sea así-me dijo.
El valle se me termina, y tengo que girar a la izquierda para no cambiar de valle  y buscar la cumbre.
Cruzo el arroyo y  se desnivela mi subida, la pendiente se subleva contra mis piernas, pero la revuelta la aplaco con mi voluntad, el tiempo está a mi favor, el ahora existe en cada paso que me acerca a mi cumbre, cumbre soñada por mí.

Está sucediendo ahora, aquí mismo, una gran pendiente se ofrece a mis ojos, la famosa pedrera que llevo escuchando desde hace años, aquella que lleva al collado de Lenito, y que tanto temen quienes la suben.
Ahora en el tiempo, tomo mis pasos, que se vuelven pedregosos, tengo que pasar una llanura hasta el comienzo de mi lítica subida al collado.
De lejos asusta mucho la subida, no parece sencilla, pero como dice mi amiga Isabel Baranda, -la madre montaña siempre te acoge en su seno-, cuando te acercas a ella, te abraza y te admite, te mira , te mima y te consuela con sus susurros de brisas, sus luces de verde prado y destellos de roca, no hay mayor amor que el de Madre, la mayor fuerza del universo.
Me empeño en mi tiempo, paso a paso, cruzo el despeñadero de grandes rocas, sin apenas dificultad, de algo tiene que servir, llevar tanto tiempo en el ahora, buscando mis pasos para crecer…

Mi crecimiento encontró vereda, recubierta de limo, chinas y piedras, es lo que hay, subir por el desmorone de la montaña, el reguero del tiempo esparcido a mis pies, y yo lo aprovecho mientras miro de soslayo las cumbres vestidas con su edredones matinales, que se desnudarán para mí, aunque comprendo que se tapen, hace mucho frío para ser agosto…
A mitad de la subida pétrea me encuentro a un montañero mayor (mayor que yo, al menos en su energía), tiene acento del norte, me dice que ya baja del Peñaforca, que no ha podido ver nada, y que el Lenito lo dejará para otro día, no pinta nada bien el día, le preocupa el frío y la lluvia que pueden acontecer…

Miro hacia arriba, estoy cerca del collado, el día sigue de gris y de ropa  de cobertores, pero me hicieron una promesa, y sé que la cumplirá…
Ya estoy en el collado de Lenito, me sorprende lo fácil que ha sido subir, el camino era casi una autopista, es lo que tiene ser de Sierra Nevada, donde las veredas son tan desmoronadas de piedras, que ya te acostumbras a resbalar en la arenilla.

 

Toda la cima sigue tenebrosa de tinieblas, pero busco veredita y en ella aprieto mi tiempo, calmoso, templado, tembloso de la incipiente cumbre, que por cierto, sigue cubierta.

Ahora me encuentro una pareja de montañeros, parecen padre e hijo, vienen desde el otro lado, al que me es ignoto su devenir, dicen que han visto la cumbre un instante y luego se ha cerrado, pero que ya se bajan, no se ve nada…
Sigo y sigo, creciendo en mi ahora, deshilachando mis pasos buscando  en mi tiempo el momento de atrapar mi cumbre, que parece a veces que se aleja en las destemplanzas de las nebulosidad que se afana abrazando las crestas de la madre montaña.

Tengo que pasar una cresta , me encuentro una profunda sima, oscura como las oscuridades de mis destemplanzas, que nunca han sido pequeñas, miro por un momento el abismo que podría engullir mi ser, y continúo hacia mi cumbre, se intuye, una pequeña trepada, una corrección con el GPS para no tener riesgo de despeñe, y ya estoy…¡Cumbreeeee!

Tuve que hacer breve trepada hasta el geodésico que se dejó abordar por su cara norte, haciéndome  rodear…

  • Maese Viento, muchas gracias, amigo mío.

  • Muchas gracias, por qué. Necio humano.

  • Otra vez te pusiste invernal, amigo mío. Me hiciste tomar un abrigo de mi mochila.

  • Pero por qué gracias, humano.

  • Por cumplir tu palabra y apartar las nubes de las cumbres.

  • Jajaja, humano, esta vez te adelantaste a tu tiempo. Me has sorprendido. Así será. Así lo estoy haciendo, y no lo hago para ti, sino porque el rey sol lo ordena calentando mi cuerpo.

  • Sé que así lo harás, Maese. Pero es la primera vez que me hablas de tu cuerpo. ¿Acaso el viento tiene cuerpo?

  • Ya sabes que soy mucho más que el simple viento, soy el espacio, soy la energía del aire. Y aunque realmente no puedo tener cuerpo material, tengo cuerpo energético, aquel que te dio el soplo de la vida…

  • Entonces, Maese, ¿eres realmente mi alma…?

  • Eso lo has dicho tú, no yo. Humano. ¿ Acaso crees que el alma existe?

Me he vuelto loco, loco de felicidad, soy terrateniente, soy el dueño del mundo, el dueño de todo, Maese ha abierto todas las nubes y me ha descubierto un universo de grises de calizas, y luego un universo de verdes prados y luego un universo de azules celestiales, mis ojos se enternecen de lejanías, se despiertan de sueños trémulos de soledad, soledad completa del silencio, que se afana en mi alma, tocándola, envolviéndola, acariciándola, convirtiendo el tiempo en un sueño de sentidos que se dispersan en mis ojos, en mis oídos, en mis dedos que quieren tocar sin tocar, viendo sin ver, sintiendo sin sentir, todo aquello que soñé siempre para mí, desde siempre…
Hago un video, luego otro, en mi esperanza en compartir, lo que hoy no puedo hacer, salvo conmigo mismo y con Maese, que siempre ha estado ahí, ahí en el tiempo y en el ahora…
Tiempo, tiempo, que se abraza en el ahora y se despierta en el sueño, tocando mi crecimiento, crecimiento como persona, en mi soledad, que ahora se ha convertido en mi fortaleza, mi baluarte, mi castillo…

Me voy a bajar del  Peñaforca, pues cuando llegue   al collado de Lenito, subiré al  pico Lenito, más bajo pero no menos bonito…
En el collado me cruzo con dos extranjeros que van para la cumbre que he liberado de mi presencia, y me dispongo a subir por la escasa sendera hacia la cumbre.
Y en poco llego hasta allí, el día se abrió, se ven todas las cumbres, las nubes se elevaron con la energía del astro rey, que a la tarde puede provocar tormentas.

Dejo el Lenito y me dispongo a bajar, por el mismo lugar, la bajada será más rápida, menos costosa, pero más peligrosa, como siempre ocurre en estos menesteres. Y en la pedrera me encuentro a un padre con aspecto vasco, que lleva a dos niños con él, me parece admirable…, no solo la maternidad es un valor que han tratado de cancelar los señores de la codicia, si seguimos sus directrices, nos extinguiremos entre “perrijos”.
Las siluetas de la montaña se recortan entre azules, cómo ha cambiado el día, de grises a azules brillantes, voy decreciendo en mi montaña poco a poco, pero rápidamente me diluyo entre piedras y aparezco en la base de la pedrera…

Sigo en mi bajada, y de repente empieza a mirarme el Castillo de Acher, en su fortaleza de soledad que de frente me enfrenta, y tengo que tener cuidado de no tropezar en mi bajada por su continua mirada, cada vez más cerca, cada vez más intensa, que me atisba el ánimo y me perturba de colores que se acentúan cuando el prado de nuevo llega a mis pies.

Cruzo el arroyo en el que una familia de extranjeros  aplaca su hambre, yo sigo y seguiré en mi ayuno, hasta la noche no probaré alimento, apenas he hecho nada para merecerlo, la subida fue corta para mí…
Avanzo entre el prado rodeado del canto de espadas láser de las chovas piquirrojas, hasta que no puedo más…, el Castillo de Acher me ha detenido, me tengo que sentar sobre una roca en el prado, el tiempo se ha detenido en mi silencio, se ha parado, en mi soledad, se ha congelado, se ha transformado en mi hogar, en mi  lugar, lugar perfecto, siento un latido, un latido que se aprieta dentro, dentro de la montaña que me mira en este instante, dentro del bosque que pausadamente quiere aparecerse a mis pies, aquí, ahora, en mi tiempo, que se vive y se muere por segundos, una vez más, sin nada, sin nadie, que perturbe el instante en el que siento que soy yo, soy lo que siempre quise ser y siempre soñé, sin que hiciera falta la aprobación ni el amor de nadie, aunque siempre se añoren los sueños de  piel y calor, que se susurran en tus oídos melancólicamente , y se perdieron en  el tiempo, sin saber si alguna vez  realmente llegaron a existir…
Pero nada importa, salvo el ahora, solo la respiración que levanta mi pecho, que se acopla con la de la montaña que me mira, con sus rojos ferríferos y sus verdes pratenses, solazando mis ojos de melosos cielos salpicados de algodones que se quieren derretir sobre las cumbres, el silencio me ha descubierto…

Y debo seguir adelante con mi paso pausado, he dejado mi olvido de tiempo en el prado, pues seguro que habrá tormenta esta tarde, las nubes se delatan en su continuo crecimiento hacia arriba.
Voy dejando el prado y me acerco al boscoso refugio, pero el Castillo de Acher, no para de sonreírme, me detengo a hacer la enésima foto, cuando me percato que hay una joven tras de mí esperando que termine de hacer la foto.
  • No quería estropearte la foto. Me dijo mientras paraba tras de mí.

  • Tengo ya cientos, es tan hermosos todo esto. Mi móvil echa humo.

  • Y que lo digas, yo he venido en mi día de descanso a recobrar fuerzas al abrigo del bosque. Vivo cerca de aquí…

Y entonces Soraya, que me dijo que se llamaba así, me cuenta que es bombero forestal, y ayer estuvo en un incendio cercano en el valle adyacente. Me emociona conocer personas que arriesgan sus vidas por salvar el bosque, por salvar el alma de la tierra que nos protege y nos da el aire que respiramos.
Hemos conectado enseguida, estamos en el mismo universo, de árboles, de nubes y de aires limpios, le pregunto cual es la causa de que esté quemándose media España en el verano más duro de incendios  que se haya conocido en nuestra generación, y me responde lo que pensaba, el abandono del mundo rural, el monte no está cuidado, y es algo que no saben las personas de ciudad y mucho menos los ecologistas de salón que han sido instrumento que han usado los señores de la codicia para destruir a la naturaleza. Los señores de la codicia y de la soberbia, que acopan los gobiernos, tienen un plan de desconectarnos con nuestra esencia, nuestra naturaleza y encerrarnos en ciudades de 15 minutos para que seamos controlados fácilmente, y eso lo digo yo, no Soraya.
Soraya me  cuenta bajo mi asombrada mirada. Cómo necesitaron un km de manguera para poder atacar el fuego, y tenían que esperar el momento exacto para que no se revolviera y engullera a toda su cuadrilla de la que es responsable, es difícil ,duro y arriesgado su trabajo, y mal pagado, como todos los trabajos de los que arriesgamos la vida por los demás…
Hemos abandonado en nuestra interesante charla el cobijo del bosque, salimos al parquin, pero ella me va a acompañar hasta el camping, donde compartiremos más tiempo, no es fácil encontrar personas que sintonicen  en tu misma frecuencia.

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  Y tuvimos que entrar en el bar del camping, efectivamente comenzó a llover, donde brindamos con infusiones calientes, una vez más Maese Viento, me ha respetado en el día de hoy…

Soraya se marcha, pues volverá pasado mañana a su trabajo y sigue consumiéndose  media España bajo el fuego.

Tras ducharme yo ceno una vez más  una  entrecot de ternera , mi único alimento del día, y  vuelvo a mi palacete de lona a descansar, mañana dan lluvia todo el día, espero que tenga alguna posibilidad de subir a la Mesa de los Tres Reyes, pero si no es así, iré a Aguas Tuertas, a buscar el ojo que la mira…
Pero eso es mañana, ahora toca aprovechar el tiempo para seguir creciendo…
Por favor, déjate crecer
Y sal de la oscuridad
Si te quedas, ¿Cómo sabrás
el lugar donde está tu corazón?
Y todo lo que necesitas es tiempo…
Para crecer.
Tom Adams. 2017.

 

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