Ordesa en Otoño; Cuando la realidad eclipsa los sueños… Episodio 4. En Pineta y en el Cañón de Añisclo. La Aventura en el Cañón de Añisclo.

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“ Seguía lloviendo sin tregua, estábamos los cinco en el refugio de Fuenblanca, David seguía con fiebre, sólo quedaba esperar, esperar que parase…la tarde iba transcurriendo entre las tinieblas de la lluvia. Merche y yo nos subimos a una cueva de pastores, a ver la lluvia…el rugido del llanto acuoso llenaba el valle, la tarde agonizaba en grises colores, los ojos de Merche brillaban en la oscuridad, me rodeó con su tibio abrazo, sus labios me rozaron y en susurro me hablaba al oído…, la noche nos sorprendió abrazados sintiendo la fuerza de la lluvia,…y algo más.”

Era nuestro día de descanso, la rodilla de Sergio estaba dolorida, y le daríamos un día para ver si podríamos subir a la clavijas de Cotatuero y franja de las flores, para ello habíamos traídos nuestros arneses y cordinos de Extremadura, que descansaban cómodamente en el fondo del maletero de mi coche, junto al material de escalada y la cuerda de rapel, ya habíamos decidido que el Pic di Midi d´Ossau sería en otra ocasión.

Cascada de
Cascada de Sorrosal.
Pared de la ruta de las clavijas de Cotatuero...impresiona..
Pared de la ruta de las clavijas de                   Cotatuero…impresiona.

Así que, sin mochila y en coche salimos del hotel de turistas de llanuras, sin sudores ni ampollas…, mi intención era ver el Circo de Pineta desde abajo con sus cascadas y colores otoñales, que apenas atisbé desde el pico de las olas y de tenue recuerdo…
Nos acercamos a Broto, allí nos acordamos de nuestro amigo el Pizzero, pero no le pedimos el teléfono,…ni el nombre, fallos de montaña. Nos acercamos a ver la vía ferrata de la cascada de Sorrosal de   Broto, que tan bien nos había hablado Josu de ella.
Una vez en el puente del río, vimos la pared de la franja de la flores, es impresionante, hay que subir 1100 metros por el circo de Cotatuero para luego hacer las famosas clavijas y luego tras hacer la faja de las Flores salir por el circo de Carriata y volver a bajar los 1100 metros en pared casi vertical, de lo mejor que se puede hacer en Ordesa, sin duda, era una de mis empresas más deseadas.
La vía ferrata es fácil pero muy entretenida , se mete en una mina y atraviesa una cornisa sobre el río junto a la cascada. Hoy vamos de señoritos, no haremos nada para mancharnos…

Ainsa
Ainsa

 

 

 

Nos acercamos a Ainsa, y aparcamos entre autobuses de jubilados y colegiales, allí en la oficina de turismo nos dieron mapas para llegar a Pineta y nos informaron detalladamente de todo lo que podíamos hacer, cuando nos íbamos ví un panfleto de publicidad de Cañón de Añisclo y de cómo llegar allí, sin duda, volvería allí, 23 años después de que nos cayera la gota fría, necesitaba ver sin agua lo que me había perdido, pero sin duda lo tenía grabado en mi retina después de tantos años…

 

 

 

“ Había amanecido, David se encontraba mejor ,había sudado la fiebre, seguía lloviendo intensamente. Esa mañana nos encontramos con un gran  problema, el refugio estaba en la intercesión de dos ríos y nos podíamos quedar atrapados allí.  Había un puente de dos ojos sobre el río Bellos junto al refugio, que nos había parecido enorme su tamaño cuando hacía dos días cruzamos de un saltito el hilito de agua que bajaba, ahora el agua estaba a punto de saltar por encima del puente, si eso ocurría nos quedaríamos aislados puesto que por la otra vertiente no había puente.
Nos reunimos y deliberamos la difícil situación, dejar el refugio y volver a la civilización o quedarnos aislados en el refugio sin saber cuánto tiempo y sin apenas comida. Decidimos salir y cruzar el puente, lo preferimos a quedarnos atrapados en el refugio. Cogimos la ropa mojada, nos la pusimos y guardamos la seca al fondo de la mochila en bolsas de plástico. Cruzamos el puente con bastante temor, el río era enorme y llevaba ramas y restos de árboles…”
Después de repostar gasoil subimos dirección Bielsa, el valle de Pineta nos esperaba y no nos defraudó, primero un pantano lago con picos redondeados a sus espaldas nos recibió, y cuando llegamos a Pineta la vista era sobrecogedora, las nubes arrasaban las alturas, mientras los bosques en incendio otoñal nos cegaban de colores, en el prado de Pineta miramos y miramos mientras el viento bramaba frío y sin compasión, no era tampoco buen día para haber subido al Monte Perdido, ya sueño de otra ocasión.
Bajamos a Bielsa, y en un bar que entraban trabajadores nos tomamos un bocata, no queríamos perder tiempo, el cañón de Añisclo nos esperaba y las tardes son cortas.

La ruta era perfecta, la carretera del cañón de Añisclo nos dejaría en Sarvisé, muy cerca de Broto, y de Torla donde teníamos el hotel y las cosas.
“ Durante un tiempo interminable avanzamos por la senda que baja el cañón de Añisclo por su margen izquierda, todo era agua, el ruido del río era sobrecogedor, que desbordado en marrones y ramas, golpeaba sus márgenes en ira violenta. Nos caía agua de todos lados y el camino se estrechaba entre el río y la pared. Yo iba al final de la marcha, como siempre he hecho, y de repente veo a Antonio que se detiene en seco y vuelve hacia nosotros con expresión de preocupación…,una enorme cascada caía sobre el camino y al pie de ella el precipicio con el río Bellos esperando abajo para atrapar nuestros cuerpos.
Pilar se puso muy nerviosa, decía que no seguía, la vuelta era imposible, el puente tenía que estar desbordado. Hablé con Pilar, más bien le grité y zarandeándola le dije que iba a pasar ella y todo el mundo, sin pensármelo dos veces me arrojé a la cascada, me empujó intentando mandarme al infinito, pero su fuerza no era tanta y además el camino era ancho y con buenos apoyos, no había tanto peligro… Una vez cruzado, me volví a meter bajo la cascada, le dije a David que me agarrara la mano y pasara, una vez que hubo pasado él se metió también conmigo bajo la cascada y en cadena uno a uno fuimos pasando todos agarrados de nuestras muñecas…”

 

El coche se adentra lentamente en la estrecha carretera, carteles de carretera sin mantenimiento nos aparecen, de repente estamos entre dos paredes infinitas, con pequeñas piedras sobre la carretera y vistas estrechas de vegetación, agua y pendientes imposibles,otoño meláncolico de cálidos colores …me vienen una y otra vez imágenes de aquel día.

“ Tras pasar la cascada seguimos con otras pequeñas cascadas asaltándonos por los lados hasta que de repente nos encontramos un cartel que señalaba hacia arriba y una escalera en la empinada pared nos sacaba del cañón. Subimos la pared de escalones naturales, el agua nos caía en la cara y nos mojaba y calaba más si podía, en poco rato vimos con alivio que salíamos del cañón, y nos encontrábamos en una gran meseta que cruzaba una pista muy grande. Cogimos la pista pero en poco tiempo nos encontramos un paso que iba el agua a casi a la altura de la cintura, nos agarramos de nuevo de las muñecas y cruzamos, por suerte la velocidad del agua era pequeña…”

Llegamos con el coche a un aparcamiento abarrotado, a pesar de ser Jueves, y allí Sergio y yo nos adentramos en la ruta de la Ermita de San Urbez, que nos deleita con cascadas, puentes, colores otoñales y la estrechura del río en poco más de media hora.
La rodilla de Sergio no estaba para grandes paredes ,y tras esa pequeña prueba decidimos hacer otra ruta  al día siguiente ,las famosas clavijas de Cotatuero tendrían que esperar… yo iba rumiándola mientras veía la Ermita rocosa…

“ Poco a poco empezó a dejar de llover y no sé cuánto tiempo estuvimos andando, pero llegamos a una aldea llamada Puértolas y allí nos detuvimos a buscar ayuda. Por suerte había una casa habitada y un hombre un poco huraño le dejó a Merche el teléfono para que llamara a  casa. Tras llamar, Merche empezó a ponerse con la cara hinchada y roja, le estaba dando una urticaria con angioedema. Antonio y yo sabedores de lo que podía significar nos reunimos para hacer una junta médica y tras comprobar que no teníamos corticoides ni por supuesto adrenalina, que no estaban al alcance de estudiantes de medicina, le dimos una aspirina.
Yo saqué mi navaja y me la guardé en mi bolsillo abierta, vigilando con terror la respiración de Merche, sabedor  de que si dejaba de respirar le tenía que hacer una traqueotomía, y estaba decidido a ello,… sin duda.”

 

Dejamos Añisclo y subimos por una pista a la aldea de Sercué, allí con una pequeña ermita y vistas a los valles despedimos al sol que se ocultó tras los cerros, disfrutamos de un poco de aislamiento y soledad.

Cogimos de nuevo la pequeña carretera, ahora mejorada y cuidada para Fanlo, todo el rato con paisajes preciosos que al bajar hacia Sarvisé nos sorprendió una vez más el bosque arrasado de rojos y de todos los tonos cálidos del melancólico otoño…

Llegamos al hotel y una vez allí caí en la cuenta que deberíamos comprar un mapa para el día siguiente, nos iríamos a los baños de Panticosa, para seguir la GR-11, como había hecho hace 23 años en la famosa ruta de Añisclo al comienzo de ella.

Nos acercamos corriendo a Torla, cerraban la tienda a las ocho, y tras llegar a una tienda de cuyo nombre no quiero acordarme, allí con desgana nos atendió un señor con coleta, que tras explicarle la situación de la rodilla de Sergio y sugerirle si nos podía dar una idea de ruta para el día siguiente, nos ofreció que siguiéramos el barranco del río Ara en ruta de casi 30 kilómetros por el fondo del valle, cuando le dijimos que eran muchos kilómetros puso cara de pocos amigos y nos trató con poca educación…es una pena que la gente se crea mejor por ser guía de montaña o no se qué negocio…hay gente para todo.
Volvimos al hotel y tras hablar Sergio con el recepcionista, ya amigo nuestro después de tres días, nos ofreció gratuitamente el spa con todos su chorros y jacuzzi para nosotros solos una vez que cerrara a las diez. Así que el día acabó de la mejor manera…entre burbujas y vapores. Hay gente para todo…y mucha para lo bueno.

“ Nos ofreció el hombre un cobertizo donde quitarnos la ropa mojada ,y tras unas horas de espera apareció el hermano de Merche y Pilar en un Seat no muy grande, todavía no sé cómo nos metimos cinco personas y conductor más mochilas en ese coche, pero lo hicimos. El hermano fue pisando, pues el tren que salía de Huesca a Zaragoza lo íbamos a perder, llegamos con apenas el tiempo de sacar los billetes, a Merche no le pude decir nada en nuestra despedida…
De repente sin saber cómo, estaba en la plaza del Pilar en Zaragoza, con el cielo estrellado y sin saber qué hacía allí,…y si había estado soñando…

Epílogo: Pocos días después me enteré en Granada por los medios de comunicación que habían muerto más de cincuenta personas por esas lluvias,la montaña no perdona…”

 

 

2 comentarios

  1. Josu Ibarreta

    Leer tu relato, a pesar de que me lo contaras en persona, impresiona más aún.
    Un abrazo.

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