En el Espigüete de la montaña palentina. En las reminiscencias de la aventura. Angel o demonio.

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Reminiscencias.
Reminiscencia es el suave otoño que se viste de olor dulzura de hojas muertas que se revuelven en tus pies, crujientes de caídas en tus pasos.
Reminiscencia es el  sonido de una voz, que se pierde en los confines de tu memoria y no sabes si llegó alguna vez, pero está en tus oídos.
Reminiscencia es aquel recuerdo que creías perdido y entre los ocres del atardecer del otoño se aviene a tus ojos mojándolos de melancolía.
Reminiscencia es aquel abrazo que siempre esperaste y nunca llegó, o aquel que sucedió y te llenó de vacío, pero ambos fueron perdidos  en el dolor de lo que  deseaste continuamente pero que nunca sucedió realmente, solamente en el deseo de un sueño imposible que  se quebró  triturando de nuevo tus ilusiones…
Reminiscencias…
Y el otoño se  niega este año a aparecer entre calores y sin lluvias, pero las reminiscencias del Espigüete y el Curavacas se habían adueñado de mi deseo, el primero por su voz en mis oídos llamándome a volver a subir, y el segundo por la ausencia de su subida, subida soñada por mí.
Y las reminiscencias de la Montaña Palentina me habían atrapado en un continuo sueño que no sabía si eran sueño soñado o solo el recuerdo que se revolvía en mi interior, y todo tiene un sentido.
En las reminiscencias del verano en el valle de Hecho en los Pirineos, conocí a un grupo que aceptaron compartir conmigo la nueva aventura en la Montaña Palentina.
Y aquí se acabaron las reminiscencias donde  empiezan la aventuras del presente, que es lo único que realmente existe, y nada puede empañarlo ni distorsionarlo, pues la aventura de la vida  en el presente es el único fin por el que respiramos, todo lo demás no existe; son sueños, proyecciones y reminiscencias. No te dejes robar el presente por mucho que duela el pasado…
Y fue lo más afortunado del verano que se terminó, conocí a estas grandes personas que llenarían mi presente durante estas letras de la aventura.
Las Perris, cómo ellas se dicen a sí mismas, Rakel, y  Amaia  que viven  Logroño, y Llivia de Pamplona aunque es Italiana.
Y adheridos a ellas está Juanjo de Vitoria, el subidor de cumbres, con más de 1400 cimas en los últimos siete años, estoy por cederle mi título de pisandocumbres. Y junto a él vendrá una amiga de Vitoria, Rachel. El grupo está completo para iniciar una vivencia nueva.
Cuando propuse ir a Palencia a hacer estas cumbres, Juanjo accedió, a pesar de que había subido al Curavacas hacía apenas tres meses y se había prometido no volver a hacerlo, promesa que rompió tras dudar brevemente, por una buena causa, la nuestra, la de disfrutar un fin de semana en el presente  libre de reminiscencias…
Así que Rakel buscó el albergue Curavacas de Triollo como punto de encuentro al pie del coloso del Curavacas, aunque lo que más le preocupaba a ella eran los precipicios del Espigüete, tan deseados por mí, que los había saboreado bien y quería volver a disfrutar sus aristas que apuntan continuamente al cielo…
              “ Taparse los ojos y no ver,
                para sentir la rudeza dura,
                del tacto pétreo
                que sustenta tus manos y te eleva…
                mano a mano…,
                sobre las nubes.
                 Y tus ojos en tus dedos…,
                  y tu corazón en tus ojos.”
                                    pisandocumbres 2017.
Y me pedí el día en mi trabajo para poder viajar sin llevar el fonendo colgado del cuello, como otras veces, las más de seis horas de viaje lo merecen.
Y salí sobre las diez de mi casa de Villanueva buscando las Montañas Palentinas, pero en esta ocasión mi fiel compañero de viajes, mi vehículo empezó a hacer un ruido intenso que me alertó aunque no se encendieron pilotos de avería en el cuadro de mandos.
Tuve que parar en Aguilar de Campoo, y disfruté del atardecer que se “otoñecía” de luces ocres en  la ribera del río Pisuerga , mientras el románico en calles me brindaban un bello paseo en solitaria espera, pues mis nuevos amigos tardarían en llegar al destino.

Decidí partir hacia Triollo antes de la anochecida, y allí esperarlos, temía que mi vehículo tuviera avería, sus 455 mil kilómetros lo podían predecir.
Triollo apenas son cuatro casas junto al  pie del Curavacas, aparqué mi vehículo en una calle junto a un albergue que ponía Riollo, en las afueras una señora me confirmó que el albergue Riollo y el Curavacas era lo mismo, recelé  antes de intentar entrar, la bandera Palestina de su fachada me hace dudar, pues  me trae sentimientos encontrados, me viene el dolor de un pueblo masacrado en una de las muchas injusticias de nuestro tiempo, pero también me recuerda los terroristas que llenaron mi infancia de duda y miedo, pues los más miserables de mi país se han alineado con esta causa justa, las paradojas de los Señores Oscuros, los asesinos del tiro en la nuca y de las bombas en casas cuarteles acusan a otros asesinos de matar niños exactamente  como ellos lo hicieron, son los que me amenazaron en mi infancia con matarme y matar a mis seres queridos, y vi de cerca la muerte que ellos propagaban en nombre de un pueblo que no era el Palestino, pero aún así me aterra la bandera Palestina.
Lo peor de todo son las buenas personas que se ponen codo con codo con los asesinos para acusar a otros asesinos como ellos, siguen como masas sin pensamiento lo que proclaman sus lideres, sin pensamiento crítico, sin capacidad de discernir que están siendo manipulados, todo forma parte de un plan orquestado por los señores oscuros para separarnos a los buenos entre nosotros y no nos enfrentemos a ellos,  a veces pienso que estamos perdiendo la batalla, los medios del miedo hacen su cometido a diario, trayendo la discordia, la duda y la ansiedad a quien sea capaz de poner un televisor y verlo sin vomitar, yo no soy capaz, y también soy incapaz de tragarme las mentiras de los “bulodiarios”. Los «bulodiarios» deciden quien es Ángel y quien es Demonio, y las personas sin conciencia se lo tragan sin dudar.

Así que con un escalofrío y un nudo en el estómago  toqué el timbre del Albergue, pero mis dudas se disiparon en seguida, salió una mujer joven a abrirme la puerta;
  • Buenas tardes, ¿Tienes reserva?
  • Sí, soy la avanzadilla de un grupo de seis.
  • Ah, sí. El grupo de Rakel. Pasa, pasa.
Me dijo abriéndome la puerta del Albergue, mirándome a los ojos directamente dónde divisé rápidamente su bondad, descubriéndome tras de si un pequeño vestíbulo con unas largas escaleras rectas a la izquierda, y a la derecha de ella antes de subirlas se veía un gran salón al fondo.
  • Mira, os he dejado dos habitaciones, sube. Ya estamos, es la primera planta, esta es Invierno y esta es Otoño, elige la que quieras yo te dejo llaves de las dos y yo me voy que este fin de semana tenemos un encuentro de apicultores y estoy muy ocupada.
Me dijo mientras me enseñaba las habitaciones, una vez arriba, la de la izquierda con dos literas y una cama y la  habitación de la  derecha( la del Otoño) con una litera y dos camas.
Me tranquilicé mucho el conocerla, los que creemos en las energías  es muy importante estar en lugares que tengan buenas energías que emanen de buenas personas y Ana sin lugar a dudas lo es, lo demás ya no importa, ni siquiera tiene televisor…
Y bajé a por el petate con la idea de meterme en la habitación de menos camas y aparecieron en el mismo vehículo Rakel, Rachel, Amaia y Juanjo, casi me alcanzan en la llegada, estuve un buen rato disfrutando de Aguilar de Campoo junto con mi amiga Soledad que suele estar siempre conmigo.
Nos repartimos, las chicas a la grande y Juanjo y yo a la del Otoño, nos falta Llivia que llegará más tarde.
Me llama la atención que a pesar de ser puente no hay gente en el albergue, estas montañas son bastantes concurridas. Tomamos una de las grandes mesas y las chicas empiezan a sacar mucha comida, no vamos a pasar  ni pizca de hambre. Y entre vinos y cervezas llegó Llivia, ya estamos todos para la aventura de las dos montañas más famosas de la Montaña Palentina…
Y aunque nos despertamos al amanecer , desayunamos lo tranquilamente lo que Ana nos había dejado el día anterior, la subida al Espigüete es una ruta relativamente corta y tenemos todo el día, además va a ser un día espléndido de sol y cielos azules solo perturbado por el frío matinal.
Yo tenía la duda de la bajada por la pedrera  del canal norte ante la zozobra que mostraba Rakel, pero ya se vería sobre la marcha, tampoco era cuestión de decidir si bajar por el sur, por el norte  o volver sobre nuestros pasos, si todavía no estábamos en la montaña.
Me monto en el vehículo de Llivia, pues no me atrevo a mover el mío, vamos guiando al otro vehículo,  tenemos que rodear las terminaciones del Curavacas para salir al Espigüete, la montaña negra y la blanca. Llegamos al aparcamiento de Pino Llano, donde esta llano pero no hay pino.
Hay bastantes coches, y han hecho otro aparcamiento por debajo de la carretera, mañana domingo será “superpoblada” esta subida, es la más famosa de Palencia, las masas van siempre a los mismos sitios.

Salimos a las nueve y media, y en poco nos desviamos del camino que lleva a la cascada de Mazobre, empieza la subida desde el principio, aquí no hay descanso, estamos a la sombra y hace algo de frío, vamos tranquilos dejando pasar a otros grupos pues queremos disfrutar dela cumbre y el día es largo, todavía estamos en “veroño”.
Vamos con bastones estos primeros tramos de subida que solo precisan manos en algunas paredes cortas que nos encontramos.

Nos empieza a dar el sol, nos quitamos abrigos mientras dejamos pasar a otro grupo (madrileños) que por cierto, muy español, hablaban fuerte y sin parar, voy a hacer trámites para la nacionalidad polaca, quien no lo entienda, que me lea…
Seguimos y en poco paramos de nuevo a dejar pasar otro grupo más ruidoso todavía, estamos ya en la cuerda, hemos dejado atrás una pequeña cima, Llivia, Rachel y Juanjo se van a hacerla mientras los demás disfrutamos del sol.

Ya con los bastones en la mochila nos encaramamos a la arista, ya no la dejaremos hasta el descenso, por eso el Espigüete es tan codiciado, estás siempre aristeando y trepando sin dificultad y con vistas a Picos de Europa.

Divisamos la cumbre Este, ahora viene lo mejor.
Tenemos que hacer un destrepe dejando caer un poco los pies, es sencillo, pero es el único paso comprometido de toda la subida, cuando estamos todos abajo un montañero que está bajando nos dice que a la derecha se bajaba sin destrepar, no me convence mucho, para subir si, pero para bajar mejor tener buenos agarres como los que tuvimos. Por fin empieza lo bueno de verdad, la cresta se afila y se vuelve espectacular.

 

 

LLivia y yo hemos preferido ir por la filada arista, es más divertido. Al mismo tiempo que entendemos que en invierno es muy fácil matarse en esta arista, mejor en verano.

Llegamos a la cumbre Este, nos hemos quedado atrás Amaia, LLivia y yo, las dos Raqueles salieron con celeridad a buscar la cumbre, parece que les agobia un poco los barrancos, Juanjo salió tras ellas, yo no tengo ninguna prisa con los barrancos a mi ¡me encantannnnnn!

Nos han alcanzado otros montañeros por detrás, esta es la zona más complicada de la arista , entre las dos cimas, la Este y la central, Maese Viento nos atiza.
No sabemos por dónde se sigue…
Salimos bien del atolladero, una roca había caído tapando la salida natural del risco, Así que tuvimos que destreparla y pasar el risco por su izquierda. El camino se va volviendo más fácil tras esta zona.

 

Y por fin llegamos a la cima, llego el último como casi siempre, las Raqueles y Juanjo ya están sentados buscando el descanso merecido, la cumbre se llena de montañeros, deportistas y turistas de montaña.
Y cuando se despeja el geodésico me uno a las “Perris” en su baile de la Victoria en el geodésico, la mayor de las victorias es la alegría de la vida…
Me percato que Llivia y Rachel se han ido a la cumbre Oeste, me voy tras ellas a disfrutar de las vistas de la zona leonesa, donde nos hacemos unas fotos.

Volvemos de nuevo a la cumbre central y ahora sin otra gente aprovechamos para hacernos fotos de la cumbre.

Tenemos que descender, sin duda lo haremos por la canal norte, queremos llegarnos a la cascada de Mazobre, merece la pena, por la sur nos deja muy lejos del coche aunque es más sencilla.

 

Comenzamos a descender, hay un camino bien visible, mucho mejor que cuando bajé la primera vez, es todo mucho más sencillo que por entonces.
V

Poca gente baja por la canal, casi todo el mundo vuelve por el mismo sitio, igual que en el 2017 , cuando vine por primera vez, vamos despacio para entrar en la canal que es la zona más expuesta, sobre todo para el que va delante que le pueden caer piedras, pasamos fácilmente, arrastrando el culo en algunos momentos y entramos en la pedrera del canal que tanto teme el personal.

Amaia y Juanjo siguen por la pedrera, los demás salimos a la izquierda buscando la hierba, menos expuesta a una pedrada.
Nos metemos de nuevo en la pedrera para salir a la derecha del canal, ya se abre el embudo y es menos comprometido, aquí me doy el lujo de bajar a mi aire.
V
Me he quedado atrás con Llivia, parecía que se acababa el canal y tomábamos el camino por fin, pero se ha perdido en la piedras de nuevo y tenemos que tirar de GPS para ir hacia la cascada pues no vemos a los demás.
Cruzamos unos matorrales y salimos al camino que llega hasta la cascada del Mazobre. Amaia se metió debajo con ropa, me da gelidez el verla mojada, el sol cae y en poco estaremos a la sombra al ser cara norte de la montaña.
La cascada es hermosa, y su agua está siempre helada…

Y decidimos volver al coche por la gran senda que lleva al parking del Pino Llano, nos quedamos Amaia, Llivia y yo atrás, nos volveremos en su coche.
Esta noche tenemos cenita en el albergue del Curavacas, tenemos que reponernos para mañana afrontar el Curavacas, que es realmente es para mí el objetivo del viaje, la montaña negra que emergió del fondo del mar…
  • Maese Viento, no te esperaba ahora. Juanjo se durmió enseguida nada más tocar la cama. Creía que me hablarías en la cima, pero apareces en la habitación del albergue.
  • Ya sabes, humano, que estoy en todas partes, desde Perú ya tienes mayor capacidad para que tus sordos oídos me escuchen. ¿para qué me has invocado en la noche?
  • Maese, no te he invocado
  • Si, lo has hecho. Habla, aunque ya sé lo que vas a decir.
  • Maese, no puedo entender a los seres humanos, están ciegos.
  • Nada nuevo luce bajo el sol, humano, vuestra raza se deja manipular por unos pocos y actúa como una masa sin ideas propias persiguiendo y haciendo lo que les dicen sus líderes, cambiando rápidamente su forma de actuar según se les maneje.
  • Vale, Maese Viento. No hay más preguntas. Su señoría lo ha dicho todo.
Y los ángeles se convertirán en demonios y viceversa, según convenga a los señores oscuros…

 

 

 

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