Ella me da…,
sus tibios brazos,
que me dibujan por dentro
en finos trazos.
Ella me da…,
sus fríos labios,
que me rozan por dentro
en besos sabios.
Ella me da…,
diferentes sonidos,
que acarician mis oídos,
en tenue olvido…
Episodio 3. De Góriz al pico de las olas y bajada a la pradera.
Así que esa mañana justo a las ocho con las primeras luces partí con mi nuevo amigo Josu, me advirtió que no tenía prisa, que iba a disfrutar y echar fotos…perfecto, esa siempre es mi filosofía y seguro que no echa más que yo…
Pero al principio no lo parecía, salí detrás de él que iba a un ritmo muy ligerito, se agradecía, pues bien de frío hacía, por lo menos cinco bajo cero. Pero en cuanto salió el sol y empezó a despejar sombras, empezamos a la par a disfrutar de vistas y fotos…Josu resultó ser un compendio de geografía Pirenaica, se sabía cada rincón, cada vista, que me iba explicando para mi deleite, él apenas está a dos horas de aquí, yo a más de ocho, …me voy a mudar a Hondarribia el año que viene.
Vamos alejándonos de Góriz dirección este, siguiendo las marcas de la GR-11, siguiendo el mismo camino que aquel año 92 cuando en septiembre nos pilló la catástrofe en Añisclo…me vienen recuerdos continuamente, e imágenes de la furia desatada de la naturaleza contra unos pobres mortales…
Maese Viento sopla furioso y ruidoso como había hecho durante toda la noche, no le puedo comprender en esta ocasión, pasamos bajo la Torre de Góriz y al virar a la cara sur, el viento se detiene…ahora empieza el disfrute…el valle de Ordesa caído lejano a nuestros pies en rojo suave, y más cerca la serpiente estrecha del Cañón de Añisclo,…se me acelera el pulso, no lo había visto tan cerca desde aquel año de la gota fría…
Seguimos hablando y disfrutando siguiendo la GR-11, plagada de cascadas de hielo, una de ellas se desploma ante nosotros, y tenemos que aumentar las precauciones, hay cascadas hielo y carámbanos por todas partes, para regocijo de ambos…
Josu, es un enamorado de la naturaleza y del deporte, y tiene amplio conocimiento de la montaña, y me cuenta muchas historias, y sitios para visitar…yo voy apuntando en mi mente todo lo que puedo…el pico de Anie no se me ha olvidado y lo tengo en mi agenda…
Seguimos caminando siguiendo marcas de GR-11, hasta llegar justo a la altura de estar justo por encima del cañón de Añisclo, allí la pared que nos supera a la izquierda, cede en su vertical y nos ofrece un paso por el que trepar hacia el pico de las olas.
La trepada es a la derecha de una grieta y marcada con mojones que se supera con facilidad, nuestra preocupación, el viento, nos estaba respetando, pero sabíamos que al subir nos expondríamos cada vez más, se sube muy bien zigzagueando y en muy poco llegaríamos a la cuerda.
Allí nos esperaba Maese Viento, con su furia y su gelidez, seguimos alucinando de vistas hasta la antecima, nos faltaban apenas 100 metros para la cumbre…, pero Maese arreciaba y apretaba, entonces Josu y yo estuvimos de acuerdo que no merecía la pena trepar al pequeño risco para hacer una foto,… no es necesario pisar cumbres para ser buen montañero.
Desde aquí Pineta a nuestros pies, pero el collado de Añisclo nos lo tapaba,aquel donde pusimos las tiendas la noche de aquel año.
Y los grandes picos
rozados de nubes
escondidos estaban,
gimoteando con sus bocas
llenas de vaho,
pidiendo un resquicio de
sol,que tímido y templado ,
nos tocaba suavemente
nuestras espaldas, y al
fondo un valle rojo y verde,
esponjoso de colores y
sueños de nuestros pies…
Nos llenamos de vistas y antes de la congelación, empezamos a bajar, nuestra intención era ir al collado de Añisclo, pero tendríamos que hacer la bajada por el mismo sitio, estábamos sobre paredes y había que ir al paso. Salimos en muy poco de nuevo a la GR y al acercarnos al collado, empezamos a encontrar pasos con hielo, el viento soplaba desmesuradamente y hacía posible un resbalón…media vuelta, pisaremos el collado en otra ocasión, pellejo sólo hay uno.
Ahora es cuando empezamos a disfrutar de verdad, al quedarnos al sur no hay aire y el cañón de Añisclo se va arrebolando a medida que el sol va penetrando en él en su ascenso horario…nos sentamos a contemplar el espectáculo algunos minutos, y nos volvemos tranquilamente disfrutando de todo,de las vistas,de las nubes, de los sonidos apagados y sobre todo de la gran compañía de Josu…
Y en los mallos de Lacai tras disfrutar de la presencia de un grupo de Sarrios decidimos separarnos, el seguirá de fotos y al día siguiente subirá al lago helado del Perdido, yo tengo que bajar al aparcamiento previo paso por Góriz y me faltan unas cuantas horas de marcha, nos despedimos, deseándonos volver a coincidir pronto, ha sido una mañana inolvidable en tan entrañable compañía…hasta la próxima Josu.
Eran las una, quería estar a las dos en el refugio, aprieto la marcha ya en soledad, buscando marcas rojas y blancas, el ruido de cascadas resuenan en mis oídos y Maese Viento acaricia mi cara,¡ Maese Viento…!
– Maese Viento, porqué, porqué te has enfadado…no he sido capaz de entenderte hasta ahora, me tenías desconcertado…
– Necio humano…, dónde vas, dónde quieres ir, qué pretendéis los humanos, sois soberbios y estúpidos, os creéis que todo lo podéis…
– Maese, ya me conoces…, ya sabes que pisar cumbres no es mi objetivo, yo vengo a disfrutar, a ver, a sentir,…a encontrar.
– Tú quizás no, pero tus congéneres no se enteran que son blandos y vulnerables, la muerte os persigue toda la vida y al final os alcanza, muchos de los que vienen a las montañas parecen que la buscan, o son tan necios de creerse inmortales e invulnerables…, aquí ya es invierno y soplo con frío y fuerza porque es hora, me importa nada lo que pretendéis hacer aquí y allá, vosotros sabréis…¿o no lo sabéis?
Aprieto la marcha hacia Góriz con la vista de Ordesa a mis pies, en una hora el sol penetrará del todo y la foto será perfecta…me pillará bajando,será muy hermoso…
Voy llegando al lapiaz que precede a Góriz, Sergio está en la puerta esperándome, hace sol y el viento ya no es tan frío. He llegado, tiene la mochila preparada, así que recompongo la mía y como algo tranquilamente, quiero que suba el sol para que penetre en Ordesa y ver su esbelta silueta desde arriba, antes de bajar. Han llegado una parejita de las que subieron al Monte Perdido, son de Barcelona, ella es muy simpática y está radiante…lo han conseguido. Me cuenta que la nieve de la escupidera agarraba bien y el viento estaba sobre todo en la cima, pero como sonaba muy fuerte sus rachas, se afianzaban en el suelo con ambos pies y se agachaban para no caer, no era tan peligroso…él me cuenta que al bajar una racha le tiró dándose un cramponazo en la pierna y cayó contra la pared, pero que si cae al otro lado…,¡ no era tan peligroso!,…Maese Viento tiene razón.
Son las tres menos cuarto, bajamos tras despedirnos de todos los que vimos del refugio, ha sido una estancia inolvidable.
Es curioso, hay varias trepadas que no recordaba de la subida, está claro que subir y bajar no es lo mismo.
Vamos alucinando una vez más…Ordesa, Ordesa, Ordesa, con suave pereza, dormita a nuestros pies con el sol otoñal acariciando bisoño y trémulo…bajamos despacio, sin prisa, mirando con el alma, queriendo atrapar estos instantes que se van…
La cuesta que lleva a la cola de caballo, acelero un poco, Sergio responde, va muy bien, su rodilla le respeta, Cola de Caballo, cabeza de sueño mojado en finos hilos susurrantes de rugidos jubilosos, llanto acuoso y enérgico en lívido destello …
Bajamos el prado hacia Soaso, con pereza y melancolía, no queremos que se acabe nuestro día, fotos y fotos…paso a paso, dulce engaño del final inminente, como el romance de la luna y el lago, que se funden sin tocarse, ni amarse…en eterna ilusión de eterno desamor…
Me empieza a parecer muy llano el camino, las botas son para riscos y no para planos, he dejado las zapatillas al fondo de la mochila,…¡Maldita sea tu estampa!, gritan mis pies…
Bajamos las gradas de Soaso, a pleno sol, la escalera líquida sigue su canción de rumor somnoliento…, imperecedero durante siglos.
El hayedo desnudo de hojas, que lloran a nuestros pies, abandonadas de color y estancia, soportadas en suelo húmedo y crujiente a nuestro paso…, salimos del hayedo, y más rojos de tonos imposibles se desparraman por el valle, no existe la cámara que lo capte como nuestros ojos, nuestros oídos, nuestro olfato, nuestra pies, si no vienes, no lo sabrás nunca…
“ – Maese Viento, escúchame…
-¿ Qué quieres humano?, nunca descansas…, siempre preguntando y preguntando, siempre te estoy hablando y casi nunca me escuchas…
– No, Maese…, esta vez yo soy quien te quiero hablar, tú eres el viento, escúchame ahora…
Ella me da…,
sus tibios brazos,
que me dibujan por dentro
en finos trazos.
Ella me da…,
sus fríos labios,
que me rozan por dentro
en besos sabios.
Ella me da…,
diferentes sonidos,
que acarician mis oídos,
en tenue olvido…
Ella me da…,
diferentes colores,
dulces cálidos en boca,
de tristes sabores.
Ella me da…,
diferentes sueños,
que inundan mis días
y me hacen su dueño.
Ella es nube
que por pared sube,
ella es luna
reflejo en laguna,
ella es río
caído en vacío,
ella es arroyo
al pie del rebollo,
ella es hoja
que en suelo se aloja,
ella es cielo
reflejo de hielo,
ella es arboleda
que abraza vereda,
ella es niebla
que en mañana puebla,
¡ella es viento…!,
… y se lleva mi aliento.
Ella me viene…,
sin despechos,
sin mentiras,
sin juegos,
ni temores.
Ella me abraza…,
sin frenos,
sin miedos,
sin rencores,
…ni desamores.
– Bien.., humano, entonces…¿quién es ella?.
-Maese, no te hagas el ingenuo, bien lo sabes… “
Y sin quererlo ni desearlo, salvo por los pies algo cansados llegamos al aparcamiento, Ordesa se nos va…bueno, nos vamos nosotros.
El día cae en y Sergio y yo miramos alrededor con la esperanza y las ganas de volver pasado mañana.
En pocos minutos llegamos al Hotel Ordesa, al pie del parque, está el mismo recepcionista y nos alegra verle…, nos asegura precio y reserva para dos días, el viernes está completo, que es el día que quiero que subamos a la faja de las flores, la faja de las Edelweiss, la flor de la historia que me iba a contar Maese Viento, me lo prometió, hace tiempo, seguro que lo hará…
“Ahí estábamos, Antonio y yo, solos , subiendo, paso a paso, hacia el collado, la lluvia estaba por todas partes, el sendero era un río, nos llegaba más arriba de los tobillos, subíamos, paso a paso, sin hablarnos, sin mirarnos, el agua nos calaba los huesos, nos metimos en la nube, la niebla nos cubría, empezó a tronar, temblaba el suelo, paso a paso, allí solos, sin hablarnos, sin mirarnos, estábamos casi en el collado, nos caía granizo, paso a paso, volvía a temblar el suelo, subíamos, sin hablarnos, sin mirarnos, sobre todo sin mirarnos, …para no ver el miedo en nuestros ojos.
Habíamos decidido subir esa tarde al collado de Añisclo a por las tiendas, y nos pilló lo peor de la tormenta subiendo…llegamos al collado, estábamos dentro de la nube, hacía mucho frío, pasaba un río atravesando las tiendas de puerta a puerta, las cogimos como pudimos y nos las echamos al hombro, estábamos calados hasta los huesos…(Aventura en el cañón de Añisclo).»
Josu Ibarreta
Tus palabras han hecho que reviva las horas pasadas en tu compañía. Buenísimo relato de esa jornada.