«Y estaba sentado en su despacho con rostro circunspecto por la seriedad del encuentro, tenía la vista en sus anotaciones de la preparación para el viaje que iba a acometer, su segundo viaje con el navío HMS Beagle del que era su comandante, un viaje científico por el hemisferio sur que le llevaría en dos años alrededor del mundo recolectando especímenes y haciendo la geografía de Sudamérica que no había terminado en su viaje anterior. De repente sonó la puerta, era la persona que estaba esperando. Se aclaró la voz y dijo con firmeza;
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Adelante, entre por favor.
La puerta de abrió despacio y entró un joven de poco más de veinte años con frente despejada y cejas pobladas, con las patillas alargadas hasta casi el mentón, a la moda de 1831. El joven avanzó tímidamente hasta entrar en la estancia y se colocó delante de él.
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Buenos días, comandante Fitz Roy.
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Siéntese por favor, viene usted por la recomendación del Reverendo Henslow su mentor, al que le propuse venir pero en su lugar me recomendó a usted. Lo primero hacerle saber que su embarque en este viaje no será como naturalista pues ya tenemos al Doctor MacCormick, y además tendrá que sufragar algunos gastos así como el de sus asistentes. Su función principal será cenar conmigo y entablar conversación amena y con el tiempo espero que pudiéramos hacer amistad sincera, usted quedaría libre el resto del tiempo para hacer lo que le venga en gana, es asunto suyo. ¿Cómo me dijo que se llamaba?
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Reverendo Charles Robert Darwin. Señor comandante Fitz Roy.
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Sinceramente, no le esperaba tan joven. Pero el reverendo Henslow me ha hablado de su valía y su erudición en temas como naturalismo, historia, filosofía y por supuesto teología. Busco alguien que esté a la altura de mis conocimientos e inquietudes reverendo Darwin.
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Estoy entusiasmado de tener la oportunidad de poder hacer este viaje, llevo años soñando con poder completar mis estudios de botánica, biología y mineralogía que me apasionan desde niño, espero que sea nuestra compañía agradable mutuamente, comandante.»
Me acabo de despertar, estoy en la hostería de Montaña de Fitz Roy en el Chaltén, mi compañero de habitación es Rober y salimos a desayunar antes de iniciar la actividad que Leticia nos había programado, nuestro primer día de aventura en la Patagonia. A las siete y media de la mañana habíamos quedado en la puerta de la hostería, allí nos esperaba un autobús furgoneta, que me recordaba a las ambulancias del ejército español en el servicio militar tipo cafetera, con su entrada por la puerta trasera.
No puedo hace los videos verticales, el youtube me los cuelga como «short» y no puedo compartirlo en el blog,¡p. youtube!
He entrado de los últimos, me coloco atrás y comienza a rodar, pasa el poblado del Chaltén y se introduce en una pista de grava, el río de las Vueltas a la derecha, el bosque a la izquierda, huele a gasoil, rueda y rueda, por la pista de grava, vibra, suenan las voces de la conversaciones, suena el sonido del río, suena el sonido del avance del vehículo, rueda, rueda, huele a gasoil y a silencio roto, sigue siempre paralelo al río, los cristales se empañan de humedad, avanzando, rodando, con su esencia de antigüedad, con su presencia de las mentes ausentes dentro de la montaña y nosotros en el vientre de metal del artilugio humano acercándonos a nuestro destino…
Hemos llegado junto a un puente y hemos parado, me he bajado como todo el grupo, estamos dentro de un glaciar muerto, en su valle, y vamos a hacer…
LA RUTA DE LOS TRES.
¿De los Tres qué? Le pregunté a «Maca» (Macarena) más tarde, que junto a «Jere» ( Jeremías) iban a ser los dos guías argentinos de la ruta que haríamos en el parque nacional de los Glaciares, en la Patagonia Argentina, la tercera masa más grande de hielo glaciar en el planeta tras la Antártida y Groenlandia.
Según me explicó era por la laguna de los Tres, de los tres Italianos que ascendieron por primera vez al Monte Fitz Roy o Monte del Chaltén, El Chaltén en Mapuche significa Cerro Humeante, me contó después Jere, como había podido observar el día anterior en el mirado del Cóndor, las nubes “humean” por las verticales paredes del cerro, que sin embargo en 1877 el Perito Pascasio Moreno le denominó Fitz Roy, el comandante del navío HBS Beagle que hizo la ruta que cambió el sentido del origen de las especies, muy a pesar suya…
Nos han dado una explicación y ha llegado un autobús más grande que el nuestro, se está llenando el valle de senderistas…
Estoy absorto mirando para todos lados, el valle glaciar converge con otro, al fondo las cumbres nevadas desde donde se descuelgan enormes glaciares, el Cagliero es el en que se nos fija la vista a la derecha y a la izquierda frente a nosotros el Cerro Eléctrico con sus dos polos, el blanco y el rojo.
Comenzamos a caminar, detrás se nos adhieren los del otro autobús, nos metemos en el valle glaciar junto al río, el frescor de la mañana te hace sentir el rostro, estoy perplejo, vamos en dirección opuesta a los glaciares, mis piernas se quieren girar y correr hacia ellos…, se me había olvidado, estoy en un “Trekking” turístico, de ahí la ausencia de peso en mi mochila y el ruido de las voces que no callan de los senderistas…( y te impiden escuchar el sonido del río).
Vamos muy deprisa, me quedo atrás en mi grupo a riesgo de mezclarme con el siguiente grupo, no creo que me pierda, está todo señalizado y el camino es muy grande.
No metemos por el lecho del río entre la grava y los pequeños y retorcidos árboles que recuerdan el frío del lugar.
Estoy caminando y caminando por el valle del Río Blanco, que no es blanco, cierro los ojos por un momento, en el sonido de mis pasos en la grava, siento la respiración del glaciar, siento el hielo pétreo suspendido entre las montañas tornando de azul la tierra, siento el agua caer desde sus entrañas como venas que se deslizan por el fondo del valle haciendo rodar las rocas, convirtiéndolas en piedras, luego en grava y al final en arena que se desliza poco a poco hacia el mar, el sueño de muerte del glaciar que acaba en arena de playa, y Maese Viento soplando revoloteando las ramas torcidas de los castigados arbustos.
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Maese Viento, Cómo te siento, sin duda éste es tu fortín y tu dominio.
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Vuelves a hablarme, humano, creí que volverías a perderte en el ruido de tu cabeza, una vez más.
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No, Maese. Aquí te siento, mucho más intenso que en ninguna parte. Tu voz es fuerte y clara. Tu fuerza se nota en todas partes, los árboles se inclinan ante ti para reverenciarte, como monarca del Reino de Patagonia. Aquí todo te rinde pleitesía, se reviste y se viste para aguantar el fulgor de tu voz…
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Cerca de aquí está el territorio al que llamáis La Antártida, allí realmente no hay nada que pare mi fuerza y al mismo tiempo no hay apenas oídos a los que susurrar, la Soledad es mi Reina en ese territorio.
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La misma Soledad que sacudió a Robert Fitz Roy…, Maese.
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No, humano. Esa soledad que me hablas es La Soledad del Alma y es propia de los humanos, Fitz Roy fue un humano adelantado para su época y fue incomprendido, como otros tantos humanos que cambiaron vuestra historia.
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Cuéntame, Maese .Algo más de Fitz Roy, hoy vamos a estar todo el día viendo su montaña.
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Fitz Roy fundó la Met Office (meteorological office), fue el humano que acuñó el término de «pronóstico» para predecir el tiempo meteorológico y con el telégrafo eléctrico formó una red de observación e informadores que iba desde España al Reino Unido y por toda Europa para alertar de la venida de temporales, fue el padre de la meteorología que tenéis actualmente, describiendo el movimiento de las masas de aire y de las borrascas. Además ideó múltiples instrumentos como el barómetro, y para ello invirtió los últimos años de su vida a costa de su propia fortuna.
El valle del Río Blanco que procede del glaciar blanco continúa pero nuestro camino se separa pasando un puente, desde aquí se introduce en un bosque bastante espeso de extraños árboles que no puedo identificar.
Empieza la cuesta en el bosque, y nada más empezar estaba Maca esperándome, pues soy el último del grupo, me quedé atrás conversando con Maese…
Maca me cuenta que los bosques son de lengas y se encuentran por toda la Patagonia siendo autóctonos y que también hay otros árboles muy parecidos llamados Ñires y en la zona del glaciar Perito Moreno hay guindos que son de hoja perenne, las lengas se ponen rojas en el otoño y forman un espectáculo increíble, esta zona se cubre de nieve gran parte del año, y los árboles pueden estar enterrados en ella. Al mismo tiempo empieza a asomarse la gran mole del Fitz Roy suspendido sobre el glaciar de Piedra Blanca en los claros del bosque.
Me vuelvo a quedar atrás en el silencio del bosque y me apercibo de que casi todos los árboles tienen grandes ramas secas que se quedan prendidas a ellos sin desprenderse dando un aspecto tétrico y retorcido al bosque , y entre esas ramas una vez más se encuentra Maese Viento, fuerte, frío , potente y duro.
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Frío, potente y duro. Eso me dices, humano. Será porque siempre te cuento la verdad y nunca doy rodeos, voy directo, por eso soy el Viento.
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Aquí no hay quien te pare, con qué facilidad me hablas, amigo. Me ha impresionado el bosque de ramas muertas.
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Entiendo que te impresione, ese bosque de árboles, actúan igual que los seres humanos.
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No te entiendo, maese…
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Os pasáis vuestra vida arrastrando las heridas de vuestro pasado, acarreándolas sin querer soltarlas por vuestro apego a lo viejo y el miedo a lo nuevo, os retorcéis en vida para no soltar lo que ya no os sirve. No sanáis las heridas y os sangran continuamente frenando vuestro crecimiento.
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Calla, calla. Maese. No hurgues en las heridas, no vayas que saques la mía…
He vuelto a alcanzar a Maca y me cuenta que trabaja de guía, y de lo que más hace es la subida al Aconcagua, la cumbre más alta de América que se tarda 20 días en aclimatarse en su ascenso. Yo estuve hace años meditando si ir, en una oportunidad que se me brindó de hacerlo, pero me llaman más las empresas con más nieve y menos gente…
El bosque se va abriendo ofreciendo vistas de nuevo al Fitz Roy con el glaciar de Piedra Blanca, realmente impresionante.
Más adelante hay un tronco donde Diego Madrid organiza una sesión fotográfica, por ello él es el Coordinador coordinado, bromista e irreverente que en cada esquina está alegrando y aportando el recuerdo de sus fotografías en su cámara de fotos a la antigua.
En poco llegamos al Mirador Piedras Blancas, donde nos volvemos a juntar todo el grupo con el glaciar de este nombre y el lago bajo él donde nace el río blanco que antes cruzamos. Volvemos a hacer fotos.
No paramos ante una explanada donde las vistas se agrandan y se aprecian las moles verticales y el glaciar de piedra blanca a la derecha.
Cruzamos y en poco llegamos a un bosque grande con árboles rectos y sanos resguardados de Maese Viento donde encontramos el campamento Poincenot, paramos un momento y seguimos por el bosque hasta cruzar por un puente el arroyo que viene de la Laguna Sucia que veremos más arriba.
Comenzamos la mayor ascensión del día, el bosque dará paso a una pedrera del que nos advierten Jere y maca, aunque comienzo al principio luego me quedo atrás con Jere. Me cuenta que ha subido al Fitz Roy y al Cerro Torre.
El Cerro Torre es el más codiciado de todas las cumbres de la Patagonia y de parte del mundo y para llegar hace falta una marcha de 40 km hasta su base, me cuenta que un pequeño alud casi se lo lleva por delante, que la cara que da al Pacífico, la oeste es puro hielo que se deshace y tuvo que descender por ahí, siendo lo más peligroso de la ruta.
El Fitz Roy lo hizo durmiendo en la cumbre, le llevó varios días culminarlo pero sin problema lo hizo, yo estoy boquiabierto escuchando la naturalidad con que cuenta haber ascendido a esas dos colosales paredes.
Hay una fila de personas subiendo, aquí convergen las dos direcciones de la ruta, nosotros la hicimos lineal, pero también se puede hace circular desde El Chaltén poblado, que tomó el nombre del Cerro “Humeante” que robó su nombre Perito Moreno por el de “Fitz Roy”.
Subimos la pedrera con alegría y en poco empieza a aparecer el paraíso ante nosotros, las paredes verticales de los tres cerros nos asaltan y la laguna de los Tres a sus pies, en un paisaje de cuento.
Bajamos cerca de la Laguna de los Tres, según Wikipedia de los tres picos, tres picos en forma de aguja: Saint Exupery, Poincenot y Fitz Roy. Pero el Fitz Roy no se atreve a enseñarnos su rostro, humeante de nieblas que cubren sus ojos tristes, por algo es El Chaltén.
Y al ver el Fitz Roy, me acuerdo de mi amiga Isabel Baranda que me subió el verano pasado escalando la cara norte del Pic Du Midi del Pirineo, su hija estaba en el mismo grupo de alpinistas españoles que hace dos años murieron bajo el Fitz Roy, pero no participó en esa expedición.
Me cuenta Jere que murieron por muy mala suerte, ya habían bajado de la cumbre, y cuando estaban recogiendo el material les sorprendió el alud, matando a un chico y a una chica y el tercer integrante se salvó por pocos metros de que lo alcanzara, se podían haber escapado en pocos segundos si lo hubieran visto a tiempo, en apenas diez metros se decidió la vida y la muerte.
Me siento sobrecogido ante las paredes, que se ensalzan desafiantes de picos y nubes rascando los cielos de azul y nubes mecidas de viento que amenazan por terminar de taparle el rostro.
Mientras el grupo almuerza yo aprovecho para admirar la laguna de los Tres.
Y decidimos ascender a una colina próxima desde donde se ve con nitidez la laguna Sucia, y así lo hacemos tras sortear un zorro que se paseaba entre los senderistas.
Desde aquí podemos admirar la laguna Sucia, que de sucia no tiene nada, más bien un azul precioso.
El tiempo apremia hay que volver, lo haremos por la laguna de Capri, según nos cuentan nuestros intrépidos guías. Así que rápidamente empezamos de nuevo la marcha.
Volvemos hasta el campamento del bosque y tras pasarlo tomamos la senda que lleva a El Chaltén, el día se va oscureciendo de nubes, una vez más tuvimos suerte con el tiempo meteorológico, la semana pasada estuvo lloviendo y nevando, Maese Viento se ha portado muy bien, aunque nunca lo reconocerá…
Vamos caminando por un bosque mirando hacia atrás a las afiladas cumbres que nos rascan la espalda y nos hacen desear ojos en el cogote, salimos a un claro donde puedo grabar un vídeo.
Nos cruzamos con unos gansos patagónicos o cauquenes que nos ignoran como si no existiéramos.
Se va alargando el camino con el cansancio normal del transcurso del día, hasta parar un momento en el lago de Capri, nombre atribuido a los Tres italianos de la laguna de los Tres.
Más abajo llegamos a un recodo donde podemos admirar el río de las Vueltas, nuestro objetivo del día siguiente, lo bajaremos en Kayak.
El grupo se ha desperdigado y a lo largo de la bajada se separa, pero al final llegamos al cartel del comienzo de la ruta ya casi en la población de El Chaltén.
Aquí nos separamos todos, unos al hotel, Leticia se queda cerrando la actividad del día siguiente y yo me voy a devolver los bastones que Leticia me había alquilado para la ruta por tres mil pesos cada uno, unos cinco euros. Sentí no haberme podido despedirme de “Jere” y de “Maca” por un día tan bonito, gracias a los dos.
Y tras la ducha acabamos tomando unas hamburguesas de Guanaco, yo sin gluten, en La Zorra Taproom de El Chaltén.
Mañana vendrán más aventuras y nos volveremos a El Calafate por la tarde.
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«La sala estaba repleta hasta los bordes de público, más de mil personas se habían congregado en aquella sala, y varios cientos se quedaron fuera sin poder entrar. Estaban en el Museo Universitario de Historia Natural de Oxford , día 30 de junio de 1860, siete meses después de la publicación de El origen de las especies de Charles Darwin, iban a debatir el libro de Darwin del Origen de las especies publicado seis meses antes.
El propio Darwin no pudo asistir debido a su enfermedad que se lo impedía y su mentor de la universidad de Cambridge, el reverendo Henslow era el moderador del debate, ejerciendo de la parte neutral, en un lado se habían congregado sus defensores con Tomas Henry Huxley a la cabeza y en el otro el obispo de Oxford , Samuel Wilberforce, el mejor orador de su época y muy exaltado llevaba más de 30 minutos alegando contra la teoría de Darwin.
Sentado cerca del obispo estaba con serio rostro sumido en sus pensamientos, escuchando pero al mismo tiempo no paraba de preguntarse a sí mismo cómo había podido ser traicionado por el que consideró hacía muchos años su amigo, Dios no se lo perdonaría jamás, haberle ayudado a escribir sin saberlo ese infame libro.
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Entonces, Sr Huxley. ¿usted prefiere ser simio por parte de padre o de madre? Le preguntó el obispo Wilberforce ante las risas de los asistentes.
Ante lo cual Huxley se levantó y respondió.
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Sr Obispo, yo no me sentiría avergonzado de tener a un simio como ancestro, pero me sentiría avergonzado de estar emparentado con un hombre que usa todos sus dotes de oratoria y su influencia para impedir el avance del conocimiento.
En ese momento la sala irrumpió en aplausos y silbidos a Huxley y un gran murmullo se adueñó de la sala, mientras los detractores y los partidarios de Darwin se enzarzaban en discusiones cruzadas.
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Silencio, silencio. Por favor. Gritó el reverendo Henslow. Llamo a declarar ahora al Sr Robert Fitz Roy, comandante del barco HMS Beagle en el que realizó el Sr Darwin su viaje por el mundo y le permitió escribir su teoría de la Evolución de las especies.
Y entonces él se levantó de la silla y se dirigió al centro de la estancia.
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Señores, yo durante 5 años llevé al Sr Darwin en mi barco porque yo lo acepté a bordo por ser un gran erudito y buen acompañante. Durante todo ese tiempo compartimos conversaciones cena y hasta hoy creía que amistad. Estuvimos dando la vuelta al mundo en un viaje que inicialmente debía durar dos años, pero mis estudios de cartografía, hidrografía me hicieron posponer la vuelta permitiendo la profundidad de mis estudios y los suyos
Un silencio se hizo en la grada, el comandante se había acercado a su silla y tras coger un gran libro se volvió de nuevo al estrado.
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Y sinceramente, yo creí que el Sr Darwin era mi amigo, y que estábamos compartiendo conocimientos para mejorar la vida de las personas, que siempre ha sido mi intención. Pero el Sr Darwin ha perdido la cabeza, nunca sospeché que fuera a contradecir la palabra sagrada de Dios en un libro lleno de tantos disparates.
Hizo una pausa y levantó con las dos manos una gran biblia sobre su cabeza, dejándola suspendida con una sola mientras gritaba;
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¡Tienen ustedes que creer lo que dice Dios en su libro y no lo que dice un hombre en el suyo!»
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