En el sueño blanco de Josechu, la ascensión al Elbrus. 4. El cruce del glaciar Garibashi.

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Ha sonado el despertador de un móvil de la sala contigua, será de la expedición rusa al Elbrus…, hoy es lunes 24 de junio de 2019.

He abierto los ojos, son las cuatro de la mañana, ya hay claridad. Estamos en el refugio de madera de Ice Base, al pie del glaciar Garibashi, lo tendremos que cruzar con mal tiempo, pues está nublado y a ratos hay niebla y llueve. No será nada fácil, en la aduana de Estambul nos quitaron una de las dos cuerdas de 30 metros y no podremos encordarnos con la distancia de 10 o 12 metros que dicen los buenos cánones de alpinismo…

He dormido bastante bien, me costó un poco coger el sueño pues escuchaba una gotera cerca de Josechu y me preocupaba que se mojara…, no fuera a constiparse pues iba a ser nuestro guía en el glaciar, él se llevaría la peor parte, tenía muchas papeletas de caerse en alguna grieta pues la nieve iba a estar blanda y el día anterior llovió y luego nevó, lo que taparía la huella del paso de otras expediciones y nos pondría en mayor peligro…

Jesús una vez más no había pegado ojo, después de dar mil vueltas en el saco se fue a dormir al banco de la cocina pues los  “ronquidos” no le dejaban coger el sueño, y se pasó media noche cayéndose del pequeño banco de la cocina en el que apenas cabía…

Nos empezamos a poner todo el equipo, botas altas de nieve, arnés, tres mosquetones con dos cordinos en el arnés, polainas, crampones y más adelante sacaríamos el piolet, mientras desayunaban los fideos, que yo me negué a probar, me conformé con una barrita, estuve hablando con el guía ruso, me preocupaba dónde nos quedaríamos tras cruzar el glaciar, me contó que en el refugio Marie que pensábamos ir no había agua ni comida, y luz sólo dos horas al día pues tenía placas solares,  necesitábamos recargar los móviles y el GPS, y no estaría mal algo de comida, si tenía que seguir comiendo los fideos al  final preferiría  masticar algo de nieve y puede que algún pedrusco volcánico de esos rojos que tienen hierro…

Me contó que si bajábamos un poco del refugio Marie había unas “cajas azules” donde había luz y un poco más abajo junto al teleférico había un café donde nos pondrían comida, todo esto en inglés de ruso, ese que se entiende muy bien. Nuestro plan inicial era quedarnos hoy en el refugio Marie, refugio libre y sin comodidades a 4100 metros y al día siguiente, martes, subir al Elbrus, pues era el día de mejor predicción meteorológica, si queríamos agua, luz y comida tendríamos que bajar a 3800 metros a buscarla perdiendo altura, así que no teníamos claro lo que íbamos a hacer.

Salen primeros los rusos, nosotros nos retrasamos esperando a Jesús, que es un  poquito tardón,  ya estamos preparados, una foto y a andar…

El día está mal para no decir fatal, vemos tormentas que se acercan y en poco nos alcanzarán, pero no hay más remedio que seguir pues son casi las siete de la mañana y dan empeoramiento a partir de las nueve, tendremos que pasar ahora, hemos subido y llegado al borde del glaciar en pocos minutos, desde aquí impone bastante, su lengua de hielo fósil con sus grietas acechándonos y el día nublado con los truenos acercándose te hacen dudar…

 

Los rusos están al pie del glaciar, llegaron antes que nosotros, allí el guía les está dando muchas explicaciones, nosotros lo teníamos todo claro pues lo practicamos en el prado del observatorio hace dos días.

Josechu iría de primero y Jesús Mansilla el último, ellos dos unidos al cordel con un nudo “ocho” en la cuerda principal, yo me situaría en medio, Jesús por delante de mí y Eloísa por detrás, nosotros tres con un cordino más pequeño nos fijaríamos a la cuerda, en una mano llevaríamos piolet y en la otra un cordino fijado delante de nosotros con un nudo “machal” que tiene la finalidad de estrangular la cuerda y sostener al que va delante si se hunde en una grieta. En el caso de que Josechu cayera en una grieta, lo que es muy probable,  yo que estoy en el medio tengo que fijar la cuerda al piolet para asegurar  la cordada, luego Jesús Mansilla se soltaría  de la cordada para acercarse al rescate de Josechu.

Empieza a tronar fuerte y a llover, es un gran contratiempo, prefiero nieve, me pongo el chubasquero, sacamos la cuerda y nos vamos preparando, me preocupa la niebla y sobre todo los rayos que no se escuchan en el vídeo…

Josechu y yo, que somos los de más experiencia tenemos, miramos como entrar en el glaciar, que es lo más peligroso, los rusos se están haciendo los “suecos” y nos van a dejar delante para que nosotros le vayamos descubriendo las grietas, no nos queda más remedio que salir, nos vamos a calar esperando…

Josechu va buscando una zona con hielo que no esté tapada por la nieve, la entrada y la salida del glaciar son las zonas con más grietas, pues en los bordes es donde se rompe con más frecuencia, ha empezado a nevar, es un alivio, hay bastante pendiente en la entrada pero los crampones clavan bien en el hielo.

Las tormentas pasan sucediéndose, cubriéndonos de niebla y nieve, pero son de corta duración, no perdemos de vista nuestro destino, el lado oeste del glaciar donde se encuentra el refugio.

La nieve en algunos tramos está bastante blanda pues no hace mucho frío,y mejor nublado que con sol, pues  nos hundiríamos más,  de repente Josechu se hunde hasta la cintura…, se ha caído en una grieta, al estar llena de nieve es como las arenas movedizas, se va hundiendo poco a poco, Jesús Mansilla va entonces al rescate de su tío…

Tras un rato cavando intensamente, Jesús Mansilla libera las piernas de Josechu, damos marcha atrás y buscamos un sitio con más hielo y menos nieve, yo aproveché la circunstancia para quitarme el chubasquero y colocarme el pluma del frío, ya no lloverá más, nos nevará, le pregunto a Eloísa cómo va y me contesta que bien…

Josechu lo está pasando mal, se va hundiendo en la nieve y se cae continuamente, levantarse con la mochila de 25 kilos no es nada fácil, yo también me hundo y caigo con frecuencia, son más de 110 kilos los que sumo sobre la nieve…

Parece que mejora un poco el tiempo,ya estoy más tranquilo, no se escuchan truenos y ya la niebla no nos perderá…,la verdad es que soy un iluso, estaba cada vez más oscuro, pero algo bueno me tenía que repetir…,a ver si así se cumplía.

En una zona llana cuando menos peligro hay,grabo un vídeo de nuestro avance, la verdad que es muy estresante cruzar con tan pocos metros de cuerda, no tienes tiempo de reacción si el de adelante se cae en una grieta, le pregunto a Eloísa como va, dice que va bien…

Josechu está un poco cansado, se pondrá de primero Jesús, quizá debería ponerme yo pues soy el que más experiencia tengo en nieve y creo que  sabré leerla, leer la nieve es tratar de anticipar  en que parte te hundes y en cuáles no, es difícil de explicar, se aprende cruzando muchas  zonas de nieve blanda…, con mi amigo Bene llevamos unos cuantos cursos intensivos de hundimiento en nieve hasta la cintura…, pero aquí no debo ir el primero pues yo llevo el botiquín y los conocimientos en caso de accidente.

Jesús se ha colocado primero, creo que va muy a la derecha, Josechu también lo cree, discutimos un poco, aquí el primero es el que tiene el mando y vamos a ir todos  de cabeza,…a las grietas, yo hubiera tirado ya hacia el borde del glaciar,estoy viendo la gente que sube y baja por la pista, pero seguimos hacia arriba, andar y callar que no soy primero.

Estamos en una zona llana cerca del borde, nos hundimos muchísimo, Eloísa me dice que va regular, si dice regular es que lo está pasando mal, demasiado bien se ha portado para su primera experiencia alpina…, yo esto lo he hecho decenas de veces, y sé que nos va a costar salir bastante, nos hemos metido en un atolladero, quizá deberíamos dar media vuelta y evitar este llano que al ser cerca de la rimaya tiene que estar plagado de grietas.

 

Jesús se cae en una grieta, se queda sentado en el borde, no hace falta que lo rescatemos,  dice que no ve el fondo de la grieta, se ha soliviantado bastante y le ha cedido el primer lugar de nuevo a Josechu, estamos a cincuenta metros de la pista por donde pasa la gente fuera del glaciar, ni adelante ni para atrás, Eloísa me dice que va mal, está agobiándose por momentos, yo estoy tranquilo, esto se hace despacito y con buena letra, vemos de frente subir por la pista al ejército ruso, van muy deprisa, te dan ganas de gritarles agitando las manos y decirles que te echen un cabo para salir de allí…

Estamos cerca de una pequeña laguna media helada, así que además de evitar caerse en una grieta hay que tratar de no mojarse, parece que Josechu ha encontrado la forma de cruzar ,tenemos que saltar un par de grietas con cuidado, Eloísa está al borde del colapso emocional…

Hemos salido, me dan ganas de besar el suelo como hacía cierto papa de renombre, me suelto de la cuerda y voy a por Eloísa, está tiritando de frío…, se mojó al principio y luego no ha sido capaz de entrar en calor pues la ropa que tiene bajo el plumón está húmeda,…nadie dijo que cruzar un glaciar fuera fácil, pero estamos ya a salvo.

Dudamos si subir hasta el refugio Mari o bajar a los “Barrels” a la comida calentita, creo que subir mañana al Elbrus sería una imprudencia pues no es mañana es en un rato, son casi las once de la mañana y nos levantaríamos  a las doce de la noche para empezar  a la una de la madrugada, Eloísa está agotada y Josechu que es nuestro guía material y espiritual se ha dado un palizón enorme cayéndose con el mochilón decenas de veces, así que vamos a bajar a dormir, comer y descansar…, ya subiremos pasado mañana.

Los rusos fueron siguiendo nuestras huellas y luego se desviaron sin subir tanto como nosotros, han ido directos a los “Barrels”, ahora estamos bajando, buscaremos alojamiento, cada vez se va nublando más y más, veo los barracones azules que me explicó el guía, preguntamos y nos dicen que están llenos, que les llega un grupo de cien personas en un rato, seguimos bajando en el siguiente nivel de barracones le pregunto a un ruso con pinta de talibán simpático, y me dice que tiene sitio, 1300 rublos por persona, le pagamos un día, nos metemos y empieza a tronar muy fuerte y a nevar intensamente, se va la luz…, pero hemos tenido mucha suerte una vez más.

He perdido los crampones, me los quité y los puse en la entrada del barracón de al lado, y tras ordenar las cosas dentro del barracón los eché en falta, voy al barracón cocina donde está el ruso al mando, allí hay cuatro personas más y una mujer cocinando, les pregunto por mis crampones y me dice la mujer en inglés que pregunte en el barracón dos, voy allí y me encuentro mucha gente acostada, en la entrada están mis crampones, alguien los vio y los metió para adentro, los saludo en inglés y los cojo cerrando la puerta,…vaya susto.

En el barracón de la cocina tenían mucha comida calentita, se me fueron los ojos, volví con Jesús Mansilla y les pregunté que si daban comidas y nos dijeron que no, que en la cafetería del albergue nos podían dar de comer, pues hay otra cafetería pero está cerrada por el mal tiempo, el teleférico se detuvo por la falta de electricidad, algo normal en estos lares, Jesús Mansilla le paga otro día más pues él lleva todo el dinero del grupo y nos vamos al albergue, allí tratamos de entendernos con la camarera rusa, muy simpática pero no sabe nada de inglés, nos lleva hasta un montañero ruso que lo habla y nos hace amablemente de intérprete, comeremos caliente, pasta rellena de carne, pero al menos no son fideos, quedamos a la una de la tarde para comer y nos vamos a buscar al resto al barracón, que falta media hora.

Hemos comido genial, se está muy a gusto en el comedor, tenemos vistas al Elbrus,  se está calentito. Todos los presentes se vuelven a mirarnos de vez en cuando, pues no paramos de reírnos y de hablar en voz alta, los españoles somos así, en la mesa continua hay un grupo de rusos que vimos en el hotel Elbrusina, ya han subido al Elbrus, ellos vinieron en teleférico y no cruzando glaciares en medio de tormentas como nosotros…

Nos volvemos al barracón, seguimos sin luz en toda la estación, Jesús Mansilla, Josechu y yo jugamos a las cartas mientras afuera sigue nevando y tronando, Eloísa está tiritando en su saco y  Jesús se metió a meditar en el suyo, pues “nunca duerme”…, estamos toda la tarde jugando, ya ha parado de nevar, de repente a las cinco se despeja y Josechu y yo nos salimos afuera a ver el Elbrus…

 

 

 

Aprovechamos y nos bajamos  a buscar agua en  donde estuvieron el año pasado  alojados, unos  “Barrels” blancos por debajo del teleférico, este año estamos bastante más arriba, llegamos allí y un montañero nos lleva hasta un depósito de agua, nos cuenta que un ruso lo lleva por la mañana y vende garrafas de cinco litros, mientras bajábamos Josechu y yo hemos decidido  que nos tomaremos  el día siguiente de descanso, hace falta un pequeño respiro al grupo, no haremos más ejercicios de aclimatación  y subiremos el miércoles al Elbrus, pues el tiempo aunque es peor que el martes, será lo suficientemente bueno…

Por la tarde buscamos cobertura con las tarjetas rusas de Eloísa y de Jesús Mansilla, pues Jesús está rabioso de informar a sus “masas”,yo no subo nada a “pisandocumbres”, no quiero contacto con el mundo externo, me siento diferente, me siento integrado en la montaña y sólo puedo pensar en ella…, estoy aquí y sólo aquí,  disfruto del presente…, aquí y ahora y en ningún sitio más…

Está anocheciendo, empieza el desfile de colores, hago un vídeo en la puerta de nuestros  barracones…

 

Me doy cuenta que se ve mejor desde los barracones azules que están por encima, subo y grabo otro vídeo…

 

Y ya puestos hago un pase a la torera del Cáucaso al Elbrus, algo de arte en este embrollo…

 

De repente veo muy cerca de mí al guía ruso…, me acerco a hablar con él, nos alegramos mutuamente de vernos,  parece que se alojan en los barracones azules o “blue Box” como dice él, mañana harán otro poco de aclimatación y pasado subirán al Elbrus a las dos de la mañana, se unen nuestros destinos de nuevo…, pues subiremos el mismo día. Me explica todos los nombres de las cimas que vemos  y sus alturas, aunque lo único que recuerdo es el “Seven”, por su forma del glaciar en siete, que nos acompañó durante toda la subida, estuvimos charlando un rato muy largo, lástima que no nos hicimos foto de recuerdo, y es que estoy tan desconectado de todo, que ni me acordé…

Me quedo largo rato mirando el cielo, se va apagando el día en cientos  de colores que  van tomando el cielo en suave melodía de luz y sombras, siento paz, siento luz y oscuridad, siento la noche que se acerca abrazando las formas que se van difuminando, y en mi nuca unos ojos…, son los ojos del Elbrus fijos en mí que me miran mientras Maese Viento me susurra palabras que no os puedo traducir,… no siento que esté en la montaña, me siento dentro de ella, la siento respirar lentamente, escucho su corazón fuerte que palpita lleno de vida, no necesito abrir los ojos para verla, Maese Viento tenía razón, no son los ojos los que ven…, ni los oídos los que escuchan…, siento que la montaña  me acepta y yo la acepto a ella en mutuo reconocimiento, …respetándonos, pero no puedo decir más, pues no lo entenderíais…

Cenamos unas patatas “pringles” con unas galletas “oreo”, todo un lujo, lo de los fideos ya parece de una pesadilla del pasado, y nos acostamos a descansar…

 

 

 

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Parece que Jesús durmió esta noche por fin, le tuve que dar una ayudita, hoy es martes 25 de junio, nos toca descanso, hemos optado por la opción de reservar energía para la subida de esta noche, si no lo consiguiéramos tendríamos otro día más para intentarlo, pero ya sería muy ajustado pues ese día tenemos el avión de vuelta.

El día está completamente despejado , será el mejor día en cuanto tiempo se refiere de todos los que tuvimos allí arriba, nos pegaremos un buen desayuno en la cafetería del albergue, bajamos y estamos un rato en la puerta del teleférico viendo niños saliendo del teleférico y dirigiéndose  a las pistas de esquí, parece una competición, está todo muy colorido y animado…

Después de desayunar bajaremos a por el agua que necesitaremos para mañana, pero ahora nos acercamos a la barra buscando algo rico que echarnos a la boca, dudamos y dudamos,…debajo del mostrador Jesús Mansilla descubrió a través del espejo una magdalenas de chocolate o “muffins” que le  pedimos a la camarera menos simpática, que hoy lo está más de lo normal…, nos tomamos un desayuno caliente por todo lo alto, con el Elbrus radiante mirándonos…

Hemos terminado de desayunar, al salir de la cafetería nos sentamos en el vestíbulo a ponernos las botas, pues al comedor se entra en chanclas, cuando ya casi he acabado de ponérmelas me fijo en un japonés sentado en el banco frente a mí, está tratando de quitarse la bota, pero no coordina, su semblante está palideciendo como la nieve, me levanto y me acerco a él, en ese momento se cae hacia atrás…, se lleva las manos a la cabeza haciendo gestos como si le fuera a estallar, se le vuelven los ojos en blanco y le empiezan a temblar las manos,…tiene mal de altura, son los  síntomas del edema cerebral, la japonesa que lo acompaña que no es ni la mitad de tamaño que él , pues medirá cerca de 1,90 m, está al lado sin saber qué hacer, le explicamos en inglés que se tienen que bajar lo antes posible, Jesús Mansilla se ofrece para ir al barracón mientras Eloísa y Josechu se acercan a él a tratar de asistirle, yo entro en el restaurante y me acerco a la camarera y por señas le muestro la situación, mira y se mete en la cocina, la oigo hablar pero no sale nadie.

Estamos nosotros atendiéndolo, aquí no hay médicos ni nada parecido, me tocará a mí la papeleta, ha llegado Jesús Mansilla con mi botiquín, cojo un Fortecortin de 8mg y dos Edemox de 250 mg, Eloísa se los da mientras Jesús hace fotografías, le dejamos en el suelo con los pies para arriba, hay otro grupo de montañeros hablando al lado sin volverse, uno se acerca y de la mochila saca su botiquín, le acerca sales a la nariz, el japonés gesticula y se revuelve…

En poco trata de levantarse, quiere subirse arriba a las habitaciones, yo pretendo hacerle ver que lo mejor es irse directamente al teleférico y ya le bajarán sus cosas, pero no nos hace caso y se sube dando tumbos a la planta de arriba donde tiene sus cosas, aquí no apareció nadie del albergue a ver qué pasaba…, esto es Rusia.

Salimos del albergue, bajaremos a por el agua, Eloísa y yo nos quedamos muy preocupados por el japonés, por lo visto lo bajaron en oruga cuando empezó a ponerse malo y lo soltaron en el vestíbulo del albergue, pero nadie se preocupó por él después…

Compramos dos garrafas de 5 litros al ruso por 300 rublos, que nos dice que podemos coger agua por la tarde del depósito si nos hace  falta, subimos de nuevo a nuestro barracón…, al pasar junto al albergue veo al japonés y su pareja intentando subir la cuesta que lleva al teleférico, Eloísa y yo bajamos corriendo hasta ellos, yo lo sostengo del brazo derecho y lo voy guiando por la nieve, apenas ve…, le voy diciendo en inglés que falta poco, paso a paso, despacio, despacio, paso a paso, vamos ascendiendo, cruzamos un charco, …se ha empapado los pies pues iba en zapatillas, llegamos a los escalones del teleférico, Eloísa le pregunta a la japonesa si tiene los tickets, dice que sí, nos equivocamos de escalera, hay que bajar un poco, lo voy llevando como un muñeco, estamos ya en la entrada al teleférico, allí los dejamos…, han entrado y ya les veo bajar…,siento gran alivio.

Todos nos hemos quedado impactados por lo que ha pasado, menos Jesús, que cree que el mal de altura no es para tanto, como nos diría unos días después, y eso que mueren 30 personas al año en el Elbrus por este motivo, y yo no me invento las estadísticas, mientras más joven y menos veces hayas subido a la altura más probabilidad, Eloísa está muy preocupada, me da pedido que le dé el Edemox como preventivo, ya se lo he ofrecido varias veces, pero como te deja luego la cara y las manos dormidas no le insistí mucho, yo no le digo nada, pero estoy muy preocupado por ella, lleva muy poca montaña a mi entender a sus espaldas para un Elbrus…, se ha tomado las pastillas.

Tras subir el agua ellos se bajan otra vez al lado del teleférico pues allí hay cobertura, Jesús está muy entretenido mandando cosas a sus “masas”, yo me voy de allí no me apetece estar rodeado de ruido y de gente, me subo a mi rincón con vistas al Cáucaso y allí paso el tiempo escuchando la nada…

Al  rato suben y nos ponemos a preparar los cordinos finos por si nos atrapa la niebla, aunque yo confío más en mi GPS, lo tengo a punto con el track del Elbrus, preparamos las mochilas y nos bajamos a comer en el albergue de nuevo, hoy nos pondrán un menú por 180 rublos, un regalo…

Al salir del albergue descubrimos un banco con vistas al Cáucaso, nos hacemos fotos y fotos, la cuestión es pasar el tiempo hasta las seis que nos acostaremos para levantarnos a las doce para hacer la subida tan esperada al Elbrus…, en el banco hay cobertura para el móvil, suerte la nuestra.

Nos metemos en el saco a las seis y  tratamos de dormir, va a ser difícil, noto mi corazón latir fuerte, mueve el saco que roza con la cama hace ruido y no me deja coger el sueño, me conformaría con hacerlo un par de horas, he tenido que salir varias veces pues bebí mucha agua tratando de hidratarme,  ya son las nueve, empieza a anochecer, ahora es el mejor momento para tratar de coger el sueño perdido hasta ahora, creo que lo conseguiré…

Y esta noche subiremos  al Elbrus, lo que llevamos esperando tanto  tiempo, todos nuestros esfuerzos fueron empleados para llegar hasta aquí, donde estamos ahora, y  en la incertidumbre previa, cuando los temores afloran en la oscuridad de la noche , cuando las ilusiones te inquietan y no te dejan dormir, el corazón se encoje y se estremece…, pero sin ti no puedo estar.

Y sin ti no puedo estar,

Sin ti

Contigo estoy solo

Sin ti cuento las horas

Sin ti

Contigo se detienen los segundos,

Nada vale…

 

Y para los forofos la versión original y larga que es la que me gusta a mí.

 

6 comentarios

  1. Fran Morales Fuentes

    Un glaciar de pánico, amigo. Me estaba entrando miedo, sólo de leerlo. Esto es como los grandes libros de alpinistas, siento la intriga y la sensibilidad del narrador. Es emocionante.
    Llegar a los Barrels tuvo que ser como entrar en la ducha caliente después de un día mojado.
    El episodio del japonés, rozó la tragedia. El mal de altura no es un esguince… puedes morir de ello. Que miedo, y que impotencia. Y menos mal que esto ocurre a las puertas del cable… que si no… estaríamos hablando en pasado de ese hombre.
    La mejor conexión inalámbrica que se puede experimentar es la de sintonizar con la naturaleza y el inmenso paisaje que te envuelve. Eres un gran tipo, de eso estoy seguro.
    Muchas gracias por entregarnos la montaña, poco a poco, paso a paso, con la misma delicadeza con la que ayudaste a ese ser humano de la otra parte del mundo. Gracias en su nombre.
    Un fuerte abrazo.

    • Fran Pascual

      La verdad que el cruce del glaciar fue muy divertido…, me he dado cuenta que me va la marcha, y mientras más difícil sea más lo disfruto. Una de mis rutas favoritas es la subida del Balaitus, pero la que más me gustó, fue la subida a los Infiernos del Pirineo, donde estuve a punto de matarme…,un poco. Lo pasamos mal con el japonés, era muy grande y me veía llevándole a rastras hasta el teleférico, por fortuna respondió bien a la medicación, y gracias a ti, tocayo. Un abrazo.

  2. Inmaculada Martín Gallardo

    Fantástico relato, lleno de aventuras, tragedia y emociones, estoy deseando leer el desenlace.

  3. Tomy Lee

    Me tenéis en ascuas. Toda una aventura en la que de momento no ha faltado de nada. He sufrido con vosotros el paso del glaciar. Como Inmaculada, estoy deseando leer el final de la aventura.

    • Fran Pascual

      HOla Tomy, encantado de encontrarte en mi rincón. Ya he publicado el final, me ha costado unos cuantos días pues pasaron muchas cosas. ha sido una experiencia inolvidable…,saludos.

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