Cruzando los dominios de Maese Viento, en la Patagonia con Weroad. 1. El viaje hasta El Chaltén.

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Empatía.

Y ella estaba en pie un poco separada del sofá, en sus gestos mostraba seguridad aunque no podía ocultar un poco de tensión por el discurso que estaba realizando  a  su audiencia;  trece personas sentadas  en sofás y asientos redondos blandos alrededor del extremo del que ella ocupaba, mientras el sonido dulce de la fuente borboteaba a un lado en el pequeño estanque del salón del hotel Regente de Buenos Aires. La voz serena de la fuente armonizaba  la estancia que reflejaba en sus espejos las espaldas y  los rostros  sonrientes y atentos pero  muy cansados,…y ella dijo a la fuente  que se llamaba Leticia.

La estancia era amplia  y sobre ella había una entreplanta donde el hotel daba los desayunos por la mañana, ahora en silencio, sólo se notaba la voz de Leticia nítida y clara con un atisbo de emoción contenida;

  • Y como os iba diciendo así funciona WeRoad, yo seré vuestra coordinadora en este viaje como una viajera más, pero no os tenéis que preocupar por nada, yo seré quien se ocupe de organizarlo todo y las actividades opcionales las decidiremos entre todos, pero vamos a tener que interrumpir la charla, acaba de llegar nuestro contacto argentino para cambiarnos los euros a pesos…

En ese momento accedió al salón de hotel un hombre de unos sesenta años, bien vestido con una mochila deportiva, se presentó y sentándose en medio de todo el grupo se deshizo de su hombro la mochila y empezó a sacar billetes mientras no paraba de hablar de anécdotas y situaciones sobre la Patagonia que era  donde se dirigía el grupo.

  • Entonces cada euro son 1250 pesos, venga…, quien es el primero en cambiar. Indicó Leticia acercándose a la mesa donde se estaba realizando la transacción doméstica.

Mientras le tocaba su turno de cambio, humano estaba sentado en el sofá tratando de ocultar su cansancio, eran las ocho y media de la tarde hora argentina, había llegado a las tres y media de la madrugada al aeropuerto de Buenos aires y al hotel poco antes de  las cinco de la mañana, así que le era familiar el sofá y la estancia en la que se encontraba en  ese momento ya que había pasado algunas horas de madrugada.

Mientras escuchaba de fondo la voz del argentino en su trapicheo de billetes, – mil  cien euros son mil trescientos setenta y cinco pesos, venga cuéntalos. A ver el siguiente, cuánto quiere…- , él se dejaba llevar por el sopor del cansancio y el recuerdo de lo vivido hasta llegar hasta este lugar.

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Había salido de Villanueva de la Serena a las doce de la mañana del día anterior, llegando al aparcamiento del hotel AP aeropuerto de Madrid a las cuatro de la tarde y a las siete salió el avión rumbo a Buenos Aires, un argentino sentado junto a él llamado Diego de unos treinta años le contaba que vivía en Canarias con su novia que no podía viajar con él porque no tenía papeles y volvía a casa por unas semanas aprovechando las vacaciones en su trabajo en la cadena de Leroy Merlin.

Mientras el avión se introducía en el infinito del océano matizado por los colores amarillos, ocres y naranjas de la  puesta de sol más larga que recordaba  en su vida, el avión estaba persiguiendo el sol pero al no poder alcanzarlo la noche se hizo con el mundo, volviendo de oscuro el cielo hasta el fin de las trece horas de vuelo que surcaría entre las nubes.

Por la mañana a las cuatro tras bajar del avión, que llegó media hora antes,tomó un taxi, pues el oficial de la aduana le dijo que no usara  la aplicación de Uber, que a muchos de sus usuarios les robaban, humano ignoraba que el hermano del funcionario de la aduana era taxista, por eso pagó 40 euros, el doble de lo que valía el trayecto con un “Uber” o un “Cabyfy”.

El taxista, Miguel, de unos sesenta años estaba esperando sentado detrás del estante donde dos señoritas habían captado a humano para hacer el viaje, Miguel le preguntó a humano que a dónde iba, humano le contó el viaje de dos semanas que iba a realizar por toda la Patagonia con WeRoad, la plataforma de viajes de interné, que era el único proyecto que le había despertado el interés de las muchas propuestas que había estudiado, aunque se quedaba un poco corta en intensidad, no era totalmente turística como las demás , aunque proyectaba volver algún día en invierno a probar el frío de verdad, el taxista le miraba de soslayo  a través de sus gafas de metal con verdadera curiosidad por los viajes que humano le estaba contando  a Rusia y a Turquía, destinos verdaderamente exóticos para un Bonaerense.

Humano respiró tranquilo al llegar al hotel con sus dos mochilas  al confirmarle el conserje, un joven con barba bien cuidada y gafas llamado Patricio Alberto, que allí estaban alojado los de WeRoad, y  como eran las cinco de la mañana, humano le dejó su equipaje en consigna y se decidió ir al Puerto Madero  a ver el amanecer, pero al asomarse a la puerta del hotel se encontró con una enorme tormenta con múltiples rayos – esto no estaba en las predicciones del tiempo-, le dijo al conserje, mientras le contestaba Patricio  que allí  en Buenos Aires tras las olas de calor había un reventón en forma de tormenta que bajaba las temperaturas…, un reventón enorme que parecía que podía caer el cielo…

Así que humano se recostó en el sofá escuchando el suave y dulce murmullo de la fuente que se arrullaba dentro del estanque de la estancia, quedando abotargado meditando de todo lo que estaba por devenir en su futuro próximo,  al mismo tiempo que advertía de su presencia al resto del grupo en el whatsapp  común del grupo.

  • Hola, yo me llamo Rober y soy de Valladolid, he visto que estabas aquí y he bajado a desayunar, yo suelo madrugar siempre que puedo.

Así que humano a las ocho de la mañana conoció a Rober, y  subió  con él a la entreplanta del desayuno pero no lo haría pues en el avión le habían puesto desayuno sin gluten a las una de la madrugada y no le había caído nada bien en el cuerpo.

En poco llegaron más personas de WeRoad, Diego de Murcia y Quim de Tarragona, así se presentaron y se unieron a la mesa del desayuno hasta que llegó Leticia, la coordinadora del Viaje, ninguno de los quince se conocían y eran de cualquier parte de la geografía española.

Daba alegría encontrar personas tan llenas de energía e ilusión, pensaba humano para sí mismo mientras entre risas comentaban anécdotas de sus viajes hasta el hotel.

Apenas eran las diez de la mañana pero el nuevo conserje, el de la mañana, le entregó la llave de la habitación  en la segunda planta y su equipaje de la consigna, así que se estaba duchando  en poco rato en una bañera un poco anticuada para un hotel de cuatro estrellas.

Tras la ducha humano bajó a la entrada del hotel, allí encontró a Marta, una joven de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) y a María  de La Coruña, ambas también del grupo de WeRoad y en pequeña compaña  junto a Diego, Rober y Quim se fueron a visitar Buenos Aires; Plaza Rosada, Catedral,  y el barrio de San Telmo con su mercado de Domingo y su estatua de Mafalda.

Pero en ese punto humano se dio cuenta que llevaba treinta horas sin dormir y estaba demasiado  cansado para disfrutar de la visita y decidió ir al hotel , para lo cual Diego le pidió un “Uber”, y cuando llegó a su habitación sobre las una y media de la tarde deseando acostarse para dormir un poco  se encontró con una fiesta adolescente de “reggaetón” en la habitación contigua, pared con pared  que le impidió cerrar los ojos…

Así que a las cuatro de la tarde aprovechando que la tormenta del amanecer había dejado la tarde fresca se fue a dar un paseo en solitario  por el Puerto madero de Buenos Aires…

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Y ahora el argentino  jubiloso le estaba cambiando novecientos euros, debían llevar lo máximo en metálico pues cobraban un diez por ciento extra  por usar la tarjeta donde se podía usar…, así  es argentina.

Nada más cambiar humano el argentino se quedó sin más billetes y tuvieron que dejar la transacción sin llegarle a todo el mundo el cambio, marchándose por dónde había venido y volviendo Leticia a su discurso.

  • Y lo más importante para mí, EMPATÍA. Tened un poco de empatía, somos un grupo numeroso de quince personas, aunque David se ha quedado atrapado por la nieve en el aeropuerto de Nueva York y no está todavía con nosotros, esperemos que llegue para el avión de mañana a El Calafate. Leticia se apresuraba al ver las caras de cansancio del grupo que le escuchaba y la hora que se echaba encima.

  • Empatía, para que esto funcione, si alguien no llega a tiempo nos retrasa a todos, y tenemos estas dos semanas que estar conviviendo juntos, así que por favor, EMPATÍA. Ahora nos vamos a cenar junto al hotel porque os tengo una mala noticia. Salimos a la una y media del hotel.

  • ¿De la madrugada?

  • Sí, de la madrugada. Así que a cenar y a la cama, quien quiera acostarse un rato…

Y el grupo de humanos cenaron junto al hotel  y se fueron a sus estancias a las once y media  pero a las una y media estaban todos  de nuevo en el vestíbulo del hotel.

Y pidieron cuatro taxis “Uber” para ir de nuevo al aeropuerto internacional de Ezeiza del que habían llegado hacía unas pocas horas rumbo esta vez a la ciudad de  El Calafate, en la Patagonia argentina.

Buenos Aires es una gran orbe, en el que contrastan los rascacielos con los múltiples vagabundos durmiendo en sus aceras, y en este caso la delincuencia campando por sus calles, al salir del hotel fueron testigos desde sus taxis de cómo tres jóvenes discutían con otro que tenía un puesto de “snacks”  y se defendía con un barrote de hierro llamando a voces a la policía mientras los otros le lanzaban unas rejas de hierro…

Y llegaron los cuatro vehículos distanciados entre ellos al aeropuerto dónde se encontraba David, un joven de Talavera de la Reina  que vivía en Chicago y se había quedado atrapado por la nieve en el aeropuerto de Nueva York, pero que llegó a Buenos Aires justo a tiempo tomando un enlace por Medellín de Colombia.

Los humanos  de WeRoad pasaron el  control sin incidencias, salvo Marta que despistó el billete del avión y tuvo que volver al mostrador de la compañía antes de pasar el control policial.

Y tras volar de noche con Aerolíneas Argentinas llegaron a las nueve de la mañana al aeropuerto de El Calafate, donde les esperaba un minibús con un remolque para el equipaje, empezaba otro viaje ,esta vez hasta el Chaltén, primer destino del grupo de humanos de WeRoad.

 

 

El vehículo empieza a marchar, en dirección opuesta de las montañas, rodeará el lago Argentino y el lago Viedma que nace en el glaciar más grande de la Patagonia.

En tres horas  y media de viaje los humanos surcarán las rectas carreteras de la estepa desértica Patagónica, barridas por mi voz sempiterna que todo lo toca y todo lo ve, ellos serán testigos del vuelo de los cóndores, del trote de los guanacos, con sus múltiples cadáveres secos al sol de los que se atraparon al saltar la valla que protege la carretera, también verán a los Ñandús o avestruces de la Patagonia , que en Guaraní significan arañas, pues con sus alas abiertas simulan a este artrópodo,  y cuando son crías le dicen los argentinos “charitos”.

Todo ello en el espacio inmenso del desierto que nace tras la sombra de las montañas que vosotros los humanos llamáis como Andes, aquí donde mi aliento  dobla permanentemente los pocos árboles que sobreviven a la continua escasez de agua,  vida y muerte, vergel y desierto, todo está ligado a su contrario, como la luz a la oscuridad, o como lo que vosotros llamáis el bien y el mal, el uno sin el otro no existen pues todo es necesario.

El pequeño autobús se paró un instante para observar desde el norte hacia el sur el lago Argentino y las distantes casas del El Calafate dónde aterrizó el avión del grupo de humanos de “Weroad”.

Reanuda el viaje por carretera alargada y recta rodeada de la soledad de la estepa, que no ofrece sombra donde cobijarse, aunque el sol apenas se asoma entre las nubes, hasta llegar a la siguiente parada en La Leóna, un complejo de turismo al sur del lago Viedma y junto al río Leóna.

De nuevo ha comenzado el viaje de los humanos por el desierto para bordear el lago Viedma y  se dirigen al oeste buscando las enormes paredes de las montañas. Humano apenas puede parpadear por su emoción al ver como se aproximan los glaciares que cuelgan de los techos helados de las cumbres montañesas, lleva años soñando con este instante, instante hecho de la materia que nacen los sueños…

Han parado cerca del destino para admirar el paisaje del río con las casas del Chaltén, junto al cartel del parque Nacional de los Glaciares, aunque las paredes del Cerro El Chaltén o De Fitz Roy están tapadas de nubes.

Han llegado temprano a su destino, no es todavía la una de la tarde pero falta poco. Así que Leticia les propone una ruta por los miradores del Cóndor y del Águila ante de almorzar a media tarde.

A pesar del cansancio acumulado nadie se quiere perder la oportunidad de ver las grandes paredes de los cerros que hay sobre El Chaltén, a su oeste se encuentra las montañas más verticales y míticas de la Patagonia Argentina y rellenas por glaciares inmensos que se descuelgan oscilantes desde los cielos.

Y tras pequeña subida llegan al mirador del Cóndor, donde aprovechan para hacerse sesión de fotografía, estos humanos quieren perdurar continuamente en el tiempo…

Luego se van al mirador de las Águilas que busca del lago Viedma y el desierto estepario que lo circunda. También llegan  a pesar del ruido de sus cabezas humanas, aunque no ven ni escuchan…

Se han bajado de los dos miradores y ahora van a comer en un restaurante lleno de matrículas colgadas de vehículos y de recuerdos de todo el mundo llamado “La Tapera”.

Y el humano llamado Diego Levene o Diego de Madrid le propuso a humano volver a subir a ver la puesta de sol sobre las paredes del Monte Fitz Roy en el mirador del Cóndor ya que antes estaban tapados de nubes y ahora ya desnudaban sus cuerpos al cielo azul pálido patagónico.

Y subieron junto al humano,  María, Javi , Aina  y Diego  que lo había propuesto.

 

 

 

 

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  • Muchas gracias, Maese Viento. Pero esta vez te has pasado un poco, has silenciado mi voz en mi primer relato y has sido tú quien has hablado todo el tiempo.

  • Tenía que darte un poco de tu propia medicina, humano, siempre me silencias en tus relatos y con el ruido de tu cabeza humana eres incapaz de escucharme.

  • Maese Viento, pero cómo los has hecho para silenciarme totalmente, nunca antes lo habías realizado.

  • Necio humano, la Patagonia es el lugar junto a la Antártida donde más fuerte es mi voz en toda nuestra Madre Tierra, estás en mi reino terrenal, aquí suena mi voz aunque no quieras escucharme, pero ya sabes de sobra que estoy en todas partes.

  • Maese Viento, por favor, preséntate a los demás humanos que no te conocen, por mucho que me empeño en escribir tu palabra casi nadie sabe de ti.

  • Es normal, los humanos estáis perdidos en el ruido de vuestras cabezas y queréis llenar el tiempo con palabras y palabras que no hacen sino que perdáis vuestro limitado tiempo en no estar en el presente, os da miedo encontrar vuestro interior y escuchar mi voz.

  • Maese, por favor. No te vuelvas invernal, que aquí es verano. Venga…, Maese Viento, preséntate.

 

Todos me conocéis, sabéis quien soy, pero no lo sabéis. Creéis que me conocéis pero no tenéis ni idea.

Creéis que Yo Soy quien silva en la reja de la ventana, quien tuerce las ramas de los árboles con mi ira, quien te roza los cabellos y te los alborota,  quien te corta la cara en la fría mañana, el viento.

No, Yo Soy mucho más, mucho más que el simple viento, debes saber que cada vez que susurras,  que gimes, que comes, que hablas, que respiras… yo lo siento, yo lo sé.

Yo Soy aquel que seca tus lágrimas…, cuando te afliges,

Yo Soy aquel que sostiene tus risas…, y las lleva a otros oídos,

Yo Soy  aquel que te arranca los suspiros,… cuando sueñas.

Pues todo lo sé de ti, en tu sangre viajo y en tus células, habito,…silenciosamente, sigilosamente, sin que lo sepas.

Os conozco muy bien, humanos, os creéis muy inteligentes, muy listos, malgastáis vuestro limitado tiempo en penar el pasado y en preocupar del futuro que nunca sucederá, rellenáis el espacio con vuestro ruido, y os lo lleváis a todas partes, teméis escuchar mi voz, que siempre os dirá la verdad, estáis sordos y ciegos, y nunca me veréis ni escucharéis  si sólo oís el ruido de vuestras necias cabezas…

Vosotros, los humanos, os atribuís la capacidad de ser la única especie racional, ¡Ja!, necios, tontos, estúpidos, lelos, botarates, sois lo peor que ha visto la Madre Tierra, os aferráis a poseer cosas materiales, y vuestra avaricia no tiene límites, queréis poseerlo todo y nada  es vuestro ni lo será nunca, ni siquiera cuando lo destruyáis, y cuando desaparezcáis del planeta sólo yo os recordaré, por un breve instante, tan breve como vuestro necio paso por Madre Tierra.

  • Maese, te he pillado invernal, vas a asustar a mis compañeros de viaje, la Patagonia te da mucha fuerza.

  • Estás en mis dominios, humano, es lo que hay.

  • Bueno, Maese, Mañana empieza realmente la aventura en La Patagonia, ¿me dejarás narrarla como he hecho hasta ahora en las demás entradas?

  • Ya sabes que lo que hagas me da igual, humano, narra lo que creas conveniente, aunque habrá cosas que nunca sabrás pues no te las diré…

  • Joooo, Maese, no hay quien pueda contigo. Pero yo narraré mañana,¿ vale?. Una petición para mañana, Maese, por favor.

  • Una no, ya van dos. No sabes contar, humano.

  • Buff, siempre me sacas punta a todo. He visto que el tiempo estará dudoso, toda la semana pasada estuvo lloviendo, mañana hará sol, ¿verdad?, Maese. ¿Te encargarás de ello?, quiero ver las paredes del Cerro Fitz Roy o Cerro «humeante», y todas las enormes cumbres que la rodean pues vamos a hacer la ruta de los Tres.

  • Humano, otra vez con lo mismo, ya sabes que yo hago siempre lo que me viene en gana y no hago nada para ti.

  • Bueno, si tú lo dices. Me callo, no vaya que te me enfades.

Así que a partir de mañana espero poder narrar la aventura en el parque nacional de los Glaciares en El Chaltén, nos esperan días muy intensos, Leticia nos ha prometido que no nos va a sobrar ni un minuto ni del día ni de la noche en este viaje…

Dejarse llevar, suena demasiado bien, jugar al azar, nunca saber donde puedes terminar o empezar…

 

 

 

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