Lo he pasado muy mal, Maese. ¡Qué mal rato con el dichoso pie!
· Necio humano, eres, temes al dolor como todos los de tu especie…
· ¿Y por qué no iba a temerle Maese?, pues nadie quiere el dolor, te hace el tiempo insoportable.
· Eso es, hace vuestro tiempo insoportable…, pero no os dais cuenta del sentido del dolor…
· ¿El dolor tiene sentido?, no me lo puedo creer, Maese.
· Todo tiene un sentido, todo tiene un porqué…
· Y cuál es ese sentido Maese…, ilumíname, una vez más.
· El dolor os hace estar más vivos, pues sentís el presente segundo a segundo y tenéis vuestras mentes en él, no lamentando el pasado o preparando el futuro…
· Pues visto así no es tan malo, pero no me convence…
· El dolor os hace más humanos, y si sois capaces de superarlo os hace más fuertes y conscientes del valor de vuestra vida, de vuestro tiempo…
· Bueno, bueno. Maese, déjame de dolores y cuéntame algo más de Culibillas, por favor, que ahora puedo escucharte pues ya estoy libre de ese dolor que me hacía tan consciente…
· Pues calla, humano y presta atención, pues mi voz no estará ahí para ti para siempre…
6. La Peña Foratata.
Y vosotros humanos os creéis que sois dueños de vuestras vidas y de vuestros actos, cuando no sois conscientes de lo que estáis haciendo en este momento, en cada momento, siempre estáis mirando el pasado o pensando en el futuro que está por venir…
Sed el dueño de los hilos que pretenden manejar la marioneta de vuestra forma humana, dejad la mente a un lado y permitid que la intuición y vuestra alma sean los guías del destino, viviendo con plena consciencia el presente…
Mis manos de viento acariciaban los rubios cabellos de Culibillas, había llegado a Formigal antes que sus perseguidores, los caballos no podían competir con la velocidad del unicornio, por eso estaba a la espera de que los soldados estuvieran cerca de ella, pues quería alejarlos del refugio rojo de Anayet.

Cuando tenía a los soldados a tiro de una piedra les dio la esplada y comenzó a correr ladera arriba, no muy velozmente para que sus enemigos no la perdieran de vista, Balaitous venía detrás de su tropa cabalgando y perjurando, azuzando a sus hombres para alcanzar a Culibillas.
Culibillas aminoró la marcha y se fueron acercando cada vez más mientras cruzaba el bosque y empezaba a ascender por la ladera de una peña de roca blanca.
Entonces se paró desafiante, se sonrió y siguió hacia arriba por donde había más pendiente, aquí los caballeros de Balaitous apenas podían ir montados en sus caballos y se bajaron de ellos, y en cuanto tocaron la roca, ésta comenzó a moverse y empezó a engullir a los hombres de Balaitous…
Eran hormigas blancas, que en cientos de miles se subían sobre los hombres y les cubrían asfixiándolos y empezaron a trepar también por las patas de los caballos, y éstos presas del terror corrían despavoridos ladera abajo, mientras Balaitous observaba de lejos como morían sus hombres que se bajaban o se caían de los caballos…
Culibillas entró en una cueva desde donde observó la terrible escena y en donde le esperaba Farmica la reina de las hormigas blancas.
El ejército de Balaitous se retiró a sus dominios tras dejar un contingente frente al fuerte de Anayet para seguir el sitio, tras esta nueva derrota, Balaitous incendió la aldea de Culibillas.
Estaba desconcertado y por primera vez en muchos años volvía a sentir miedo, ese miedo que le era tan familiar. Se encerró en su torre al pie de la gran montaña y nadie le vio durante muchos días.
