Ese invierno estaba siendo especialmente duro para mantener al ganado en buenas condiciones de salud sin la paja, pero estaban juntos, y no había dificultad que trabara su ánimo, ni nevada que les helara el corazón, pues esas dificultades les hacían estar más juntos, más unidos,…que nunca.

Esa mañana fría de invierno, Pablo acababa de llegar de ir a buscar agua al manantial, que estaba medio helado y se encontró a Marcia de pie esperándole con una sonrisa en la cara, aunque era una sonrisa un poco extraña, mezclaba la felicidad con la tristeza y la preocupación, no sabía cómo interpretarla.

  • ¿Qué ocurre?, mi amor. Estás preocupada. Dime que te ocurre…

  • Pablo, le dijo mirándole a los ojos. Sólo quería decirte que, …estoy embarazada.

  • Qué…, estás embarazada. ¡Embarazada!.

Gritó Pablo mientras la elevaba entre sus brazos, y se reía como un niño y la cubría a besos…

  • ¡Embarazada!. Embarazada, embarazada. Y no paraba de reír, pero se percató de la expresión triste de Marcia.

  • ¿qué te ocurre, amor mío?, ¿estás bien?. Pareces triste.

  • No, no es nada, Pablo. Es que he pasado muy mala mañana con los vómitos del embarazo.

Le contestó mientras le abrazaba fuerte, muy fuerte, escondiendo las lágrimas que se escurrían por su rostro, pues ella sabía…, que su tiempo se acabaría  con el embarazo…

Pasaron los meses de felicidad, llegó la primavera, y se las ingeniaron para cultivar los tomates a pesar del frío, Pablo ideó un sistema para protegerlos del frío en lo que ahora llamaríais invernadero, y Marcia con sus conocimientos de botánica, les aplicó los nutrientes necesarios para que crecieran sanos y fuertes, así como a las demás verduras, obteniendo mejores resultados que antes, y asegurándose sustento para el invierno.

Sabían que Don Jesús les tenía vigilados de lejos, veían a Rodrigo con su torpe corpulencia en las inmediaciones de su cabaña, que le mantenía informado de sus movimientos pues esperaba una oportunidad para darle el golpe final a Pablo que dejara a Marcia en condiciones de atender a sus propuestas, y le llegó sin él esperarlo.

Estaba en el ayuntamiento cuando  apareció un hombre con levita y con porte de autoridad, venía con dos criados y se dirigió a él.

  • Buenas tardes, Don Jesús. Le profirió con gesto adusto. Soy Don Manuel Cortés Pedraza, el secretario personal del Ilustrísimo marqués de la Adrada, y vengo a vos tras ser requerido por mi ilustrísimo señor para que lo hiciera.

  • Buenas tardes, Don Manuel. En qué puedo serviros a vos y a vuestro ilustrísimo señor, será un gran placer para mi humilde persona, respondió Don Jesús con una leve reverencia de cortesía.

  • Mi señor el Marqués ha echado en falta la verdura y en concreto los tomates, del que llaman Pablo el de los Ameales, y tras mis pesquisas he averiguado que se aloja en el término de vuestro municipio, y quisiera entrar en trato con él, pues es el deseo del marqués…

  • Pues sí, es vecino de nuestra localidad, aunque vive en las afueras, si queréis os facilito que lleguéis hasta él.

  • Pues os lo agradezco, Don Jesús. Mi señor os lo tendrá en cuenta…

Así que llevado por el Alguacil Rodrigo, Don Manuel y su comitiva se acercaron hasta la casa en la montaña de Pablo y Marcia.

Rodrigo se quedó a cien metros y Don Manuel se acercó hasta la casa de Pablo para hablar con él, mientras Pablo miraba de reojo al alejado Rodrigo, lo habría ensartado con su horca si se hubiera acercado, la ira y el odio habían encontrado su espacio en el noble corazón de Pablo.

Acordaron que en el plazo de un mes le llevaría una carreta llena de tomates y verduras hasta el castillo del Marqués, lo que les iba a salvar su estrecha economía con esa compra tan fructífera.

Rodrigo hizo saber a Don Jesús el contenido del acuerdo, pues un criado de Don Manuel le contó todos los detalles del trato con pelos y señales por dos monedas.

Así que en un mes llevarían todos los tomates de su huerta al marqués y casi todas las verduras en una carreta, el embarazo de Marcia había avanzado sin problemas y la felicidad llenaba cada rincón de su vida, se habían olvidado un poco del mal que siempre les acechaba, el mal de la maldición de Olivier Balaitous, el señor oscuro, aunque Marcia en sus visiones veía a Pablo con su hijo, que llamaría  Héctor, sin verse ella con ellos,  lo que no le quitaba ápice de alegría pues la vida se vive cada día y el futuro es incierto hasta cuando se predice en visiones.

Y llegó el día de la entrega, Marcia estaba de más de ocho meses y se notaba en su físico el avanzado estado de su gestación. Pablo cargó la carreta de la verdura y se dispuso a despedirse de Marcia.

  • Marcia, amor mío llevaré los tomates y volveré lo antes posible, espero hacerlo en este mismo día, no me pararé ni siquiera por la noche, no me detendré por nada…

  • Pablo, no. Iré contigo…

  • Pero no te viene bien este viaje en tu estado, mi vida…

  • Es que tengo miedo de quedarme sola, he tenido malos sueños y presagios, …no me quiero separar de ti, si algo me tiene que suceder será junto a ti, no me volveré a separar de ti hasta que el niño nazca, hasta que Héctor venga a este mundo. Dijo sonriendo con coquetería…

Pablo se quedó pensativo un momento, pues el viaje era largo e incómodo para ella, pero tampoco le agradaba dejarla sola y era imprescindible llevar los tomates hasta el marqués, para tener el dinero que le proporcionaría   un invierno más seguro para  ella y su hijo, que estaba al nacer.

Mientras tanto, Don Jesús no podía consentir que la carreta llegara a su destino, y además era una oportunidad nueva para volverles a dejar sin sustento, así que preparó una trampa y se apostó escondido junto a Don Rodrigo y otros cinco vecinos más en el bosque por el que tenían que pasar con la carreta siguiendo el camino.

Desde lejos los vio llegar, y un gesto de desagrado marcó su rostro al percatarse de que también venía Marcia, no lo esperaba pues era sabedor de su avanzado estado de gestación.

Todos los asaltantes estaban enmascarados y vestidos de negro para que no pudieran ser reconocidos  y pasarse por bandoleros, tan frecuentes en los caminos de aquella época, y habían preparado una zanja oculta con malezas para que trabara la carreta y la volcara.

Se acercaban poco a poco hasta donde se encontraba la trampa sin saberlo, Marcia y  Pablo desprevenidos y relajados iban sentados en el banco de la carreta, mientras que Don Jesús y sus hombres los esperaban escondidos esperando la orden de atacarles, el silencio era espeso, el momento se acercaba, ya estaban a la altura de sus atacantes, y entonces…

La rueda derecha anterior de la carreta se trabó en la gran zanja volcándose con violencia la carreta…

Pablo que agarraba las bridas del caballo, se quedó asido a ellas cayendo de pie junto al caballo, pero Marcia salió despedida con gran violencia a varios metros de distancia.

La caída de Marcia fue  muy violenta, quedó inmóvil en el suelo, casi sin vida.

Don Jesús al ver lo que había ocurrido se quedó paralizado, no quería dañar a Marcia y  tras dudar unos instantes ordenó a sus hombres que se retiraran, el contenido de la carreta estaba en el suelo esparcido y destrozado, mientras Pablo se inclinaba desesperado abrazando a Marcia. Pero  Pablo vio de reojo el grupo de hombres  que se marchaban sin atacarles y  comprendió enseguida quienes eran…

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Estaba la chimenea de la estancia encendida, la habitación estaba casi en oscuridad pues era ya de noche,  Marcia yacía en la cama mientras que Pablo sentado en su  borde la miraba con desesperación, temblando visiblemente, pero en su voz trataba de fingir tranquilidad sin conseguirlo, mientras le sostenía la mano.

  • Te pondrás bien, mi amor. Sólo ha sido una caída, tu cuerpo sanará…

 Decía entre sollozos, con muy poca convicción, el rostro de Marcia palidecía cada vez más,  y ella sabía que le quedaba muy poco, su mirada se iba apagando, y apenas un hilo de voz salía de sus fríos labios.

  • Pablo, escúchame. Por favor. Le dijo apretándole la mano.

  • Tienes que darme la poción roja, mi amor, tienes que dármela ahora mismo, está en la tercera estantería.

  • No, no. La poción roja no, Marcia, esa no. Respondía Pablo entre sollozos, -esa no-

  • Pssss, calla, mi amor. ., Héctor debe vivir, él es el fruto de nuestro amor. Le decía mientras  le miraba con sus ojos hundidos y le acariciaba la frente…

  • La poción roja, no Marcia, no, por favor… , Pablo lloraba con su cuerpo estremeciéndose, casi convulsionando…,temblando de dolor. No hagas que te la dé, por favor, no lo hagas…

  • ¡Mírame!, Pablo, ¡mírame! Le dijo agarrándole de las manos y levantándole la barbilla. Nuestro hijo tiene que  vivir, tengo la columna rota y me estoy desangrando,…entiendes, me queda poco tiempo, la poción hará que nazca. No hay otra manera por favor, Pablo, dámela, hazlo por mí y por nuestro hijo…

  • Pero Marcia, …te matará,- y Pablo no podía dejar de llorar entre los brazos de Marcia que le abrazaba con las pocas fuerzas que le quedaban…

Tambaleándose, casi arrastrándose se ha levantado, y ha tomado la poción con sus manos temblorosas…

La ha vertido en un vaso…

No puede parar de llorar…

Se muerde los labios, las lágrimas caen por sus mejillas y su nariz en chorros cálidos que mojan a Marcia…

Ella está cada vez más pálida…

 Mientras la muerte se acerca a su boca

Ella le mira suplicante…

Para que lo haga

Para que le dé la poción que le matará…

Y traerá la vida a su hijo…

Pablo está junto a ella, sigue temblando y llorando, pero ha conseguido que se beba la poción…

Han empezado las contracciones…

Ella no tiene fuerzas ni para gritar…

La sangre sale de entre sus piernas…

La cama está roja…

Las sábanas están rojas…

La habitación está roja…

Rojas  de sangre, rojas color poción…

Rojas de muerte…

Muerte y vida…

Y lágrimas

Muchas lágrimas…

Un llanto rompe la noche…

Pablo alza su hijo entre sus brazos…

Y se lo acerca a Marcia…

 Ella sonríe y mira a Pablo y luego a su hijo…

Sabe que no lo verá crecer…

Pablo está abrazado a los dos…

Sigue llorando…

Marcia saca un pequeño hilo de voz;

  • Pablo, escúchame. Prométeme que no te vengarás, que dejarás a Don Jesús y vivirás sólo para nuestro hijo…, prométemelo.

  • Sí, Marcia. Te lo prometo, sólo viviré para él.

  • …Cuídate del obispo de Ávila, él es nuestro verdadero enemigo. Nuestro amor será la Resistencia, y vivirá en la persona de nuestro hijo…

  • Sí, Marcia. Nuestro amor será la Resistencia…, cuidaré de Héctor.- Pablo rompe a llorar de nuevo.

Y ella acerca su cabeza a su costado…

Sabe que la muerte ya la tiene dentro de  su pecho…

Y le mira con sus ojos hundidos,

…y le pide el último beso.