Y nunca jamás desde los tiempos de las Tres Sorores se había visto un amor tan puro e intenso en la tierra como el de Marcia y Pablo, pues no sólo eran almas Anexas, unidas por el amor puro a lo largo de sus diferentes existencias, sino que   cuando el Amor  se alimenta de entendimiento, comprensión  y respeto mutuo, el Amor brilla como la fuerza más fuerte que existe entre los humanos, el poder más intenso que une a las personas, que no puede tener explicación alguna, ni la necesita puesto que se explica por sí solo  y hasta los pájaros del cielo se posaban cerca de ellos y cantaban alborotados  al  sentir el calor de su Amor…, que lo abarcaba todo, que lo llenaba todo.

Y Pablo un buen día volvía de estar con su ganado alegre  y nervioso, alterado más bien, buscaba la presencia de Marcia que tanto anhelaba continuamente…

  • Marcia, Marcia…, mira lo que me ha ocurrido, mi amor.

Marcia que estaba enredada una vez más en sus botes de hierbas, ordenando las esencias según sus propiedades curativas, pues aunque se habían marchado lejos del pueblo, ella seguía atesorando sus conocimientos  en hierbas medicinales y buscaba ampliarlos…

  • Qué me traes, lindo pastor de las montañas…, será algún regalo especial…, pero nunca mejor que tu sonrisa…, seguro.

  • Me han dado unas semillas muy pequeñas de una planta nueva. Encontré a un peregrino hambriento en un camino, y le di de comer, en agradecimiento me ha dado estas semillas y me ha contado que dan unos frutos rojos y carnosos…, de muy rico sabor.

  • Será estupendo probarlas, tengo esencias para que se desarrollen más rápidamente, y cómo se llama esa planta.

  • Se llama tomate, creo que me ha dicho, viene de la américas. Me ha contado que se planta ahora en abril cuando empieza el calor, pues no le gusta el frío, podemos plantarlas en la cerca que tengo junto al pueblo, en la casa de piedra de mis difuntos padres. Allí no hace tanto frío como aquí…

  • Bien iremos los dos, pero no nos podemos dejar ver demasiado por el pueblo.

  • No te preocupes, la gente del pueblo me conoce y no creo que nadie allí nos quiera hacer daño. Son buena gente.

Y bajaron hasta el pueblo, un poco escondiéndose de la gente, pero rápidamente como el  pueblo era  pequeño les vieron y se acercaron a saludar a Pablo, pues hacía mucho que no le veían  y le tenían aprecio por su bondad y gran corazón con todo el mundo.

Poco a poco la gente del pueblo se fueron congregando alrededor de la casa, Don Jesús alertado por el alguacil se acercó a recibirlos, la multitud se abrió para dejarle paso y se acercó hasta la cancela del muro de la cerca de la casa.

  • Pablo…, Pablo el de los ameales. Hacía mucho que no os veía, querido amigo.

  • Don Jesús, no sabía de vos que fuerais el alcalde, gran alegría me da veros en tan notable cargo, noble amigo.

Dijo Pablo mientras miraba con satisfacción los ropajes consistoriales que portaba Don Jesús, mientras se acercaba y le daba un cálido abrazo.

  • Espero que os quedéis con nosotros, Pablo. Vuestros padres eran muy queridos, y ver su casa vacía nos causa gran tristeza. Me han dicho, que no venís solo, ¡os habéis desposado!…

¡Largo, largo de aquí todos!, ya habéis visto bastante por hoy, dejad que vuestro alcalde  reciba a esta pareja que en tan buena hora han venido a nuestro acogedor pueblo.

Dijo Don Jesús, mientras se volvía hacia la gente que miraba expectante en la calle, y hacía aspavientos con los brazos   queriendo ahuyentar a la gente.

  • Y vos, Rodrigo, estimado alguacil, marchad al ayuntamiento para que no se vaya a echar en falta mi ausencia por cualquier motivo, venga, ¡Vamos!

De esta manera Don Jesús  se había quedado solo con Pablo en la puerta de la casa, quería tantear  y ver de cerca la mujer que tan nervioso había puesto al alguacil, pues llegó a su presencia hablando maravillas de la belleza de la mujer de Pablo el de los ameales.

  • Bueno, bueno, Pablo. Invitadme a entrar por favor, que quiero conocer a la mujer que le ha robado el corazón al mejor pastor de la comarca.

  • Pasad, pasad, Don Jesús, la casa está muy abandonada, no es buen día para entrar en ella.

  • No pasa nada, Pablo, no os apuréis, venga, venga, somos amigos, entre amigos esas cosas no importan. Enseñadme por favor, vuestra bella dama.

  • Marcia, Marcia, ven a ver a mi amigo Don Jesús, es ahora el alcalde del pueblo, es una gran noticia…, asomaros querida.

Marcia estaba  limpiando el polvo con un delantal, y salió sonriente al escuchar el apremio de su marido.

  • Os presento a Marcia, mi esposa.

  • Encantada de conoceros Don Jesús, si sois amigo de mi marido, siempre seréis bienvenido.

Don Jesús se quedó paralizado al ver a Marcia, nunca había visto tanta belleza en una mujer, él que era un gran mujeriego y por primera vez en su vida no era capaz de articular palabra ante una persona del otro sexo.

  • Disculpad el desorden y la suciedad, Don Jesús. No es cómodo para una mujer recibir visitas el primer día. Todavía no hemos decidido si nos quedaremos, ¿Verdad?, querido.

  • Pues en ello estamos, decidiendo nuestra residencia.

  • Por favor, quedaros, aquí seréis Nuestro pueblo es acogedor y amable,  la soledad de la montaña no es buena para ningún ser humano. Aquí podréis construir un hogar…

  • La casa está hecha de piedra, pero los pisos, ventanas, y paredes son de madera y están carcomidas, y las mesas y las sillas están desgastadas por el polvo…

  • Pero nosotros os ayudaremos a arreglar la casa, seremos en este pueblo una gran familia, una familia de verdad…

  • Pablo, quedémonos, aquí podremos construir un hogar…

  • Así haremos, Marcia. Construiremos un hogar, nuestro hogar…