De Candeleda a Guisando. Entre otoñadas y rocas. 21-22 de Noviembre de 2014.

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Quedamos Josechu y yo en Trujillo a las 15:15 del viernes, nuestra idea era encontrarnos con Alejandro que venía desde Madrid en Guisando,para dejar allí un coche e irnos los tres a Candeleda.
No teníamos previsiones muy claras,según los españoles nos mojaríamos todo el sábado,poco pero de manera continuada y según los yankis no nos caería ni gota hasta por la noche del sábados sobre las seis,confiábamos en estos últimos.
La verdad que desde el principio nos hemos entendido muy bien entre nosotros,tanto que llegamos a la vez a un cruce antes de la plataforma de Guisando  y podríamos haber chocado de frente,sino fuera porque estaba Alejandro apartado a un lado llamándonos para saber de nosotros.
El valle de Guisando en otoño no es bonito,ni precioso, es lo siguiente y mucho más, con palabras no se puede describir la otoñada de tonos amarillos y ocres con el verde del musgo y el gris de las rocas redondeadas, increíble.
Llegamos a la Plataforma del Nogal de Barranco casi a las cinco y veinte de la tarde,notamos un poco de fresco y humedad y decidimos dejar los crampones en el coche,por lo que habíamos visto de camino, había más hielo y nieve en la vieja nevera de mi abuela que en toda la vertiente sur de Gredos.

 

 

En Candeleda,me gusta ese nombre,sugiere candiles alumbrando de noche, dejamos el coche junto al convento de las Concepcionistas,casi no me sale, donde nace el camino del Puerto de Candeleda,todo con cartelitos muy señalizado, eran los seis y veinte de la tarde cuando comenzamos a andar, las últimas luces, la noche prometía con luna nueva,nuestro objetivo era llegar al refugio de Albarea para pasar allí la noche.

 

 

 

 

Con nuestros frontales encendidos comenzamos a subir por una empinada pista forestal,Candeleda nos brindaba con sus primeras luces de candil en una puesta de sol rosada y oscura.
Seguimos por la pista hasta un enorme cartelón que nos enseñaba lo que teníamos que hacer en marcas blancas y amarillas.   Nos adentramos en una senda boscosa de robles en leve descenso, probé  a verme los pies sin luz pero no se  veía más allá de las manos,de noche es todo diferente. Tendríamos que ir con mucho ojo,si no queríamos acabar durmiendo al raso en El Raso…

 

 

 

 

Llegamos a un prado  junto al río,de rugido rabioso, la rociada en la hierba besaba nuestros pies y  sombras retorcidas de enebros nos rodeaban continuamente dando madera a nuestra imaginación.
Una salamandra cansina y lenta salió del borde de un arroyo a darnos las buenas noches mientras nos entreteníamos en no mojarnos los pies en la oscuridad.

 

 

 

 

Poco después nos encontramos  a la Puente, su mole de piedra resaltaba en la noche,si la alumbrabas,cruzamos  admirando la fuerza del río,era una noche increíble,en manga corta e íbamos a sudar subiendo la pista inclinada que nos vino enseguida alborotándonos las pulsaciones. En nuestro ascenso brusco el rugido se iba apagando en rumor, dando paso al sonido de nuestra respiración forzada y al de los bastones probando el suelo.

 

Enganchamos otra pista,esta vez más horizontal y tras dejar atrás el cartel que nos indicaba que el Puerto era para arriba seguimos llaneando hasta el refugio.
Serían cerca de las nueve de la noche,allí estaba junto a una garganta estruendosa,sólo en la oscuridad para nosotros y además se veían las estrellas, los españoles con el tiempo no han acertado por fortuna,nos tenía que estar lloviendo.
Dejamos unas cervezas al remojo del río y fuimos a por leña que de mojada no se dejó encender en la chimenea del refugio. Tras nuestra frugal cena nos embutimos en nuestros sacos con el río de fondo velando nuestros sueños…

A las siete en pie, desayuno y a las ocho con las primeras luces a andar, decidimos desandar los dos kilómetros hasta la pista del puerto, por la ganganta también se llega y es más corto,pero no sabemos si va a haber una senderita buena.
Empezamos a comprender rápido lo que nos habíamos perdido de noche, un espectáculo de colores,de todo tipo de tonos otoñales.Tras llanear llegamos a la pista que asciende entre pinos hacia el puerto,una manera muy empinada de empezar la mañana,sobre todo si tienes un Josechu que parece que va en  busca de la novia,vaya manera de subir la cuestecita todavía me truena el corazón en los oídos.

 

 

 

 

 

Se acaba la pista, y se acaba el bosque a la vez, un chozo precioso,primeras vistas y una senderita entre la retama bien señalada.

 

 

 

 

Subimos la senderita hasta una rocaseta y de allí a la cuerda,vistas increíbles;abajo el valle en tonos otoño,a lo lejos en la letanía la llanura y a nuestra izquierda los picos del circo de Gredos,Casquerazo,Hermanitos,Campana y el Enano.
Por cierto Maese Viento me prometió que me contaría su historia,dónde se habrá metido, en su ausencia nos hemos tenido que quedar otra vez en manga corta a pesar de ser finales de Noviembre.
Seguimos hasta la Hiruela Cimera,vistas y más vistas y fotos y fotos.

 

 

 

 

 

 

 

A buen ritmo ya en suave ascenso nos acercamos al Puerto, antes paramos en uno de los dos arroyos que encontramos, no hay más agua hasta casi La Mira,las cabras salen a saludarnos.

 

 

 

 

Llegamos casi a las doce  al Puerto de Candeleda que está marcado por unos superhitos,y aquí estaba Maese Viento esperándonos lo que nos obligó a pararnos para quitarnos las camisetas sudadas y abrigarnos bien:

 

 

 

                           » -Maese viento, dónde estabas,te he echado de menos hoy.
                             -Ay,humano,siempre estoy, pero no me sabes escuchar. Los humanos tenéis oídos pero no escucháis y tenéis ojos pero no veis.
                             – Me alegra encontrarte Maese,me hiciste una promesa,me prometiste que me contarías la triste historia del Enano de Gredos.
                             – Así  haré,humano, yo siempre cumplo lo que digo.
                             – Para, para, Maese, que con tu ímpetu me vas a tirar de espaldas, y me vas a congelar,además no entiendo  lo que dices si hablas tan deprisa.
                             -No te preocupes,humano,tienes toda la cuerda para entenderme cuando mires al sur…»

Seguimos por la cuerda hacia la Mira, nuestro siguiente objetivo, en una lenta montaña rusa de collado en collado, las vistas preciosas, al sur los bosques Candileros con olas de ocre en un mar congelado, abigarrado y abrumado en un cuadro impresionista, a nuestras espaldas las cumbres del circo con motas de nieve casi invisibles y de frente la Mira desafiante en la letanía.

La inmensidad de la cuerda.

 

 

 

La Mira es el punto más alto,tres horas de camino.

Como en un cementerio de elefantes, los palos blancos de los piornos,nos quieren zancadillear en nuestro ascenso y descenso cordal. Nos van asaltando piedras y rocas algunas muy fotogénicas en los Campanarios.

Axterix y Obélix colocando menhires.

 

 

 

 

Queremos llegar a las tres a La Mira, para poder bajar a Guisando de día,así que seguimos apretando en la marcha hacia el Risco Pelucas,en un Berrocal de formas muy hermosas y redondas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tras pasar este berrocal se gira al sur con todos los picos del circo de Gredos a lo lejos,decidimos ir rodeando por una pequeña vaguada en vez de tirar a la Mira directamente, es más suave y hay un riachuelo muy curioso con su pradito. Tras pasar este prado viene la última subida del día,se hace algo larga porque ya son casi siete horas ascendiendo,pero estaba Maese Viento para hacerme la subida más llevadera:

 

  »      –  Cuéntame,algo agradable,Maese,la historia del Enano me está dejando triste.
                                    –  Sabes,humano, las nubes en Gredos me hablan, son Nubes Susurrantes.
                                    –  Maese,me enseñarás a escucharlas, me encantaría saber que dicen…
                                    – Todo en Gredos habla, todo tiene su historia,si me sigues escuchando te contaré muchas, y puede que algún día entiendas a la piedras como el Enano de Gredos, los humanos estais sordos y ciegos, menos los que vosotros decís que son invidentes,ellos si me ven y me escuchan.
                                     –  Maese, y que te cuentan las nubes, dime algo por favor.
                                     – Las nubes son muy melosas y me aman y me necesitan,sin mí no van a ninguna parte,yo soy quien  les doy forma y sustancia y ellas a cambio me abrazan y me dicen cosas muy hermosas.
                                    –  Chívame,algo,Maese,me dejas en ascuas…
                                    –  Ya te lo dirán ellas mismas cuando te las encuentres en Niebla,seguro que ya sabrás escucharlas….»

La Mira es una torre,de esas de cuento de princesas encantadas,donde  una cabra mirándome con curiosidad me esperaba, no sé si quería comida o una foto pero se llevó lo segundo.

 

 

 

 

En la torre encantada de La Mira las vistas  son increíbles,en un mirador de todo Gredos con los escarpados Galayos a sus pies,eran las tres de la tarde y teníamos que bajar antes de las seis,el tiempo nos estaba respetando,parece que los yankis entienden más de esas cosas que los españoles.

 

 

 

 

 

 

Estando allí llegaron una pareja de montañeros veteranos ,que aparte de hacernos a los tres alguna foto nos acompañaron hasta el paso de bajada a los Galayos, hay dos, y nos llevaron gentilmente por el más fácil. En el refugio Victory pararíamos a comer algo,y es que nos deteníamos casi nada con esto de la noche acechante,me recordaba la película de Drácula con la carrera contra el sol, la carreta con el féretro y los jinetes detrás persiguiendo a Drácula, nosotros éramos los que corríamos para que no nos pillaran las anunciadas lluvias al caer el sol…

La bajada al Victory es muy muy pedregosa, y en seco se hace bien, con los Galayos a nuestra derecha vigilantes de nuestras caídas, Maese Viento se ha callado,hay que quitarse ropa,empezamos a sudar.

 

 

 

 

 

Los Galayos con su refugio es un sitio único, es místico, allí la roca pedregosa vertical de esquisto desafía al cielo y todo lo que te rodea es duro y pétreo,lástima que Maese Viento se ha callado, podría haberme contado algo, yo no sé hablar con las piedras como el Enano de Gredos.
Comimos un poco en el Victory, el sitio te quita el hambre, te faltan ojos para abarcar la inmensidad del paraje, no somos nada…

 

 

 

 

 

 

La senda de bajada sale a la derecha del refugio,marcada con hitos, en una repisa que cuelga del cielo, hay que bajar en senda zigzagueante hasta pasar bajo el barranco del refugio del que cae un arroyo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La vuelta la hicimos casi corriendo en un camino pedregoso y bien cuidado, más cómodo que el caminito de La Laguna Grande,al ser las piedras planas y no redondas, menos mal que los españoles no dan una, con lluvia habríamos hecho patinaje artístico.
La garganta de los Galayos es más estrecha y abrupta que la de Candeleda, las rocas brillan de agua por todas partes, y el camino se retuerce en su descenso.

 

 

 

 

 

 

 

 

Poco antes de las seis llegamos a la plataforma del Nogal del Barranco,un sitio muy acogedor de pinos y merenderos, donde nos esperaba el coche y el fin de esta estupenda aventura. Nada más meternos en el coche empezó a llover,estos Yankis son la leche…

 

 

 

 

 

Maese Viento me contó parte de la historia del Enano de Gredos o La Triste Historia de Martín Dávila, cuando tenga un rato os la escribiré.

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